Alvaro de Bazán (Granada 1526-Lisboa 1588):
Desde muy joven embarcó con su padre en su flota de galeras, haciendo el aprendizaje de marinero.
La empresa más sonada de su etapa juvenil se produjo en 1544 cuando, estando embarcado en la escuadra de galeras de su padre, participó por primera vez en un combate naval, en aguas de Galicia, contra una formación francesa de corsarios que fue batida. (Rumeu de Armas)
Su primera acción de madurez se produce cuando en junio de 1566 recibe información de que dos naves inglesas, que transportaban armas para los moros de Fez, estaban fondeadas al abrigo de cabo Agüer o Alguer y de su castillo. Don Alvaro se dirigió allí con sus naves y rindió a los barcos ingleses , tomó 60 cañones e incendió 7 carabelas armadas, destinadas a actuar contra los pesqueros españoles.
La política africana iniciada por los Reyes Católicos, no tiene continuidad, durante el reinado de Carlos V, si exceptuamos la conquista de Túnez, en 1532. Durante el asedio el pirata Barbarroja consiguió huir y continuar la guerra marítima contra España, aliándose con la Sublime Puerta. El intento de tomar Argel terminó en fracaso.
Cuando Felipe II accede al trono en 1556 la situación es muy grave para la monarquía hispánica, ya que los ataques de la armada otomana y las incursiones de los corsarios de Argel y Trípoli, hacen que en las costas del sureste español se viva en continua zozobra. La paz de Chateau-Cambresis permite a Felipe II dedicar más atención a este grave problema.(Ricardo Cerezo)
El primer acto de la nueva etapa , en la que participa Bazán, al mando de García de Toledo, es la reconquista del peñón de Vélez de la Gomera, que se resuelve satisfactoriamente. La desembocadura del río Martín, en las proximidades de Tetuán, es el siguiente refugio pirático a inutilizar, misión que se encomienda a D. Alvaro Bazán, quien al mando de una pequeña flota, que remolca unas barcazas cargadas de piedra y mortero, a las que se hunde en el río, quedando cegado el acceso a la zona de abrigo, en donde quedan embotelladas varias naves enemigas.
En 1568 se nombra a Bazán "Capitán General de las Galeras de Nápoles". En poco tiempo limpia aquellas aguas de piratas y construye una poderosa escuadra de 38 galeras, participando en varios hechos navales. Como recompensa a los servicios prestados el rey le concede el título de Marqués de Santa Cruz.
El 7 de octubre de 1571 tiene lugar la batalla de Lepanto.
"Bazán se superó a sí mismo y logró ser y con todo acierto el verdadero capitán general de la Armada de la Santa Liga". (Felipe Olesa)
Al morir el cardenal don Henrique de Portugal, Felipe II aspira al trono portugués, ya que era nieto legítimo de Don Manuel el Venturoso, padre de la emperatriz Isabel de Portugal, madre de Felipe II. Otro aspirante era el prior Antonio de Ocrato. Coronado Felipe II rey de Portugal, el prior se refugió en Francia, en donde buscó apoyos para su causa en la reina madre Catalina de Médicis, además del de Isabel de Inglaterra.
Cuando el gobernador de la isla Terceira en el archipiélago de las Azores se declara a favor de Ocrato, una escuadra al mando de Philippe Strozzi sale de Nantes en su apoyo.
Felipe II ordena a Bazán que salga a su encuentro y en combate que tiene lugar en la isla de San Miguel (Azores) la escuadra francesa es destruida. Al año siguiente la escuadra de Bazán ocupa la isla Terceira. Esta fue su última campaña naval.
El 9 de febrero de 1588 moría en Lisboa mientras estaba entregado plenamente al encargo de Felipe II de la organización de la Gran Armada, conocida como la Armada Invencible
(Ricardo Arroyo)
El título nobiliario:
Otorgado por Felipe II a Alvaro de Bazán, el segundo marqués fue su hijo Alvaro de Bazán y Benavides. Le sucedieron, sucesivamente, su hijo Alvaro de Bazán, y la hermana de éste, María Eugenia de Bazán y Benavides, casada con el marqués de Bayona, Jerónimo Pimentel. De esta manera quedaron unidos ambos títulos. Al casarse el séptimo marqués de Santa Cruz con María de Villela, heredera del condado de Lences y Triviana, se incorporó un nuevo título al marquesado. Francisco de Borja de Silva Bazán, al estallar la guerra de la Independencia, defendió los derechos al trono de José Bonaparte; a pesar de ello Napoleón lo declaró traidor, confiscándole todos sus bienes. Más tarde los marqueses de Santa Cruz fueron nombrados grandes de España y unieron a su casa el título de marqueses de Villasor.
Al Marqués de Santa Cruz:
Esta pirámide encierra,
entre jarcias y fanales,
o con mil victorias navales
de Francia y de Inglaterra,
aquel Bazán rey del mar,
que sobre sus olas
su cruz y las españolas
hizo adorar y temblar
(Lope de Vega)
Epitafios: Góngora:
No en bronces, que caducan, mortal mano,
Oh católico Sol de los Bazanes
Que ya entre gloriosos capitanes
Eres deidad armada, Marte humano,
Esculpirá tus hechos, sino en vano,
Cuando descubrir quiera tus afanes
Y los bien reportados tafetanes
Del turco, del inglés, del lusitano.
El un mar de tus velas coronado,
De tus remos el otro encanecido,
Tablas serán de cosas tan extrañas.
De la inmortalidad el no cansado
Pincel las logre, y sean tus hazañas
Alma del tiempo, espada del olvido.
(Luis de Góngora y Argote, 1588)
Lope de Vega:
El fiero Turco en Lepanto,
En la Tercera el Francés,
Y en todo mar el Inglés
Tuvieron de verme espanto.
Rey servido y patria honrada
Dirán mejor quién he sido,
Por la cruz de mi apellido
Y con la cruz de mi espada.
(Lope de Vega, 1588)
Lope de Vega sirvió como soldado a las órdenes del Marqués de Santa Cruz.
Navíos y táctica tradicional (1582):
[...] La rotunda victoria de Don Álvaro [Batalla de Terceira] fue conseguida sin duda gracias al mayor tamaño de sus buques de alto bordo, en especial los portugueses, lo que les proporcionaba mayor altura sobre el mar, permitiéndole dominar a los buques franceses más rasos, aunque mejores veleros y mucho más maniobrables. La mentalidad militar de la época en España continuaba las más rancias tradiciones cuyo origen se remontaba a la Reconquista, y que tenían su perfecta continuación en la Conquista de las Américas y en las guerras en Italia y Flandes. Los buques españoles fueron diseñados con grandes superestructuras a proa y popa, desde donde disparar contra los tripulantes enemigos, como una versión naval de las fortalezas castellanas pues no en vano estas estructuras se llamaron castillos e incluso en la actualidad se sigue usando tal nomenclatura. Además, los combates navales en los que intervinieron los capitanes españoles eran concebidos como combates entre caballeros e infantes, la gente de guerra, dejando que la gente de mar se ocupara únicamente de gobernar el buque e incluso menospreciando el manejo de la artillería. Las tácticas de la época estimaban que el momento decisivo del combate era el abordaje, por lo que la altura de la borda se consideraba el factor determinante de la victoria. Incluso las ordenanzas españolas para el uso de la artillería de los buques establecían, que "...una vez cerradas las distancias, al alcance de lombardas y cañones, se debe orzar para descargar la artillería montada en el costado de sotavento, sobre la lumbre del agua del buque enemigo..." Tras esto, "...el buque debe arribar para descargar la artillería que estaba a barlovento y abordar al enemigo al amparo del viento, con el fuego de apoyo de la gente y piezas situadas en las cofas y altos". Es decir, el uso que se establecía de la artillería consistía casi únicamente en descargar las dos andanadas que se habían preparado con anterioridad al encuentro con el fin de causar ya desde el inicio la mayor cantidad de daño posible y abordar el buque con un trozo de abordaje compuesto principalmente de soldados e infantes profesionales, que siempre en las naves españolas estuvieron embarcados en gran número. Además, en las naves españolas se conservó durante largo tiempo el uso de lombardas, piezas de hierro forjado que disparaban proyectiles de piedra, los bolaños, pues debido a la fragilidad del proyectil en sí, cuando impactaba contra cualquier estructura se dividía en miles de fragmentos que actuaban como metralla, causando gran número de bajas entre los tripulantes, pero escasos daños en los buques. [...] (José Ramón Cumplido)
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