El oro americano:
Ubicación de las principales minas:
Cantidades llevadas a Europa:
[...] Según Braudel, el almacenamiento de oro en Europa en 1500 vendría a ser de unas 5.000 toneladas. El de plata, de 60.000. El metal precioso de procedencia americana habría añadido 18.000 toneladas de plata y 200 de oro, entre 1500 y 1650. El almacenamiento inicial se habría duplicado sólo a comienzos de del siglo XIX al alcanzar la cifra de 160.000 toneladas de equivalente en plata.
Las cantidades de metales preciosos llegados a Europa procedentes de América se acrecientan durante el siglo XVIII: al de las Indias españolas se sumó el oro brasileño de Minas Gerais. Aumentaron también las cantidades de oro extraídas tanto en Nueva España como en Nueva Granada. El oro obtenido en as Indias pasó de un valor medio anual de unos seis millones de pesos de 272 maravedíes en el siglo XVII a 22.468.000 entre 1701 y 1810 (como media anual).(Gonzalo Anes)
Influencia sobre los precios en Europa:
El oro viene ocupando un papel mítico en el desarrollo de la economía de cambio, desde hace ya varios milenios, constituyendo, por lo tanto el pivote fundamental de la vida comercial de los pueblos. Este papel, en el más estricto sentido de la palabra, se ha mantenido hasta la I Guerra Mundial en que prevalecía el sistema de patrón-oro o gold standard, que consistía en la convertibilidad total entre el oro y los billetes en circulación.
En este sistema, el oro era el único medio de efectuar las liquidaciones entre los bancos centrales. Las entradas o salidas de oro repercutían en el equilibrio interno modificando la oferta monetaria y, consecuentemente, los precios, es decir, que al bajar los precios aumentaban las exportaciones y disminuían las importaciones y, al subir los precios, ocurría el fenómeno inverso. Al darse este hecho en todos los países, el equilibrio internacional tendía a restablecerse automáticamente. (J.Dorao)
Importación de oro propiedad de particulares (60%) y de la Corona (40%):
Cortés encuentra el oro de Moctezuma:
[...] Cuando Cortés hubo hecho prisionero a Moctezuma, ya no vio motivo alguno que le impidiera tocar el tesoro. El infeliz emperador intentó conservar su dignidad manifestando que regalaba todo aquel tesoro al gran soberano de Cortés -a su Majestad hispana-, uniendo a ello el juramento de ser su fiel vasallo, cosa que no representaba gran mérito habida cuenta de su situación. Cortés mandó a trasladar el tesoro a una de las grandes salas, para valorarlo. Los españoles tuvieron que construir ellos mismos las balanzas y pesas, pues los aztecas, grandes matemáticos, no conocían los sistemas de peso ni el valor total. Y así hallaron que era de unos 162.000 pesos oro, suma que, según cálculo hecho el siglo pasado, equivalía a unos 6.300.000 dólares. En el siglo XVI era esto una cantidad tan fabulosa que podemos suponer con bastante fundamento que ningún soberano europeo tenía atesorada tal suma en aquella época. ¿Era extraño, pues, que los soldados se volvieran locos al calcular su participación proporcional?.
Pero llegado este momento, Cortés se opuso a una participación igualitaria. ¿Era injusto? Por lo menos fue hábil. Desde luego, él había marchado a Ultramar por encargo de su Majestad el rey, que con razón tenía derecho a una participación; pero él, Cortés, había equipado los barcos con su dinero, contrayendo muchas deudas que un día tendría que pagar. Por eso, Cortés dispuso que una quinta parte del tesoro correspondería al rey de España, otra quinta parte a él; otra quinta parte la reservaba a Velázquez, como gobernador que era, y para aplacarlo, ya que no había obedecido sus órdenes, huyendo de su jurisdicción con todos los barcos; otra quinta parte, para los caballeros, artilleros, arcabuceros, ballesteros y la guarnición que había dejado en la costa de Veracruz. Quedaba, pues, una quinta parte para repartirla entre los soldados, a cada uno de los cuales tocaba 100 pesos oro. ¿Aquello era una miseria para lo que habían hecho, una limosna para quienes habían contemplado todo el tesoro! (C.W.Ceram. Dioses, tumbas y sabios)
La flota refugiada en Rande (1702):
... ynmediatamente que vi este funesto suceso (el ataque enemigo) que dista desde la parte que sucedió aun no quarto de legua a Redondela donde me hallava travaxe con incesante desvelo aque saliese de ella la plata que de diferentes particulares se sacaron de las naos pocas oras antes de su fatal paradero, y en medio de la confusión, griterío y lamentos que se experimentavan por todas sus calles, conseguí se librase toda la mayor parte de ella y que se conduxese aun Monasterio de Religiosos Bernardos llamado Melón,
Un posterior informe del consejero de Indias incide en las mismas cuestiones: ... ordenó este General (Chateaurenaud) se quemasen todos los navíos, como se efectuó, excepto algunos, que por haverles faltado las minas de la polvora no se prendieron, con que lograron los contrarios hazer buena presa en grana, algún dinero y plata labrada... Parece evidente que, en contra del informe oficial, el día 23 de octubre quedaba en los galeones un importante cargamento de géneros y una cantidad de plata difícilmente calculable. El primer problema que se presenta a la hora de estudiar las cantidades que se salvaron, se hundieron o fueron capturadas por ingleses y holandeses de la flota de don Manuel de Velasco, es el desconocimiento de la suma total de valores embarcados en Veracruz, y aunque esta cifra se hubiera conocido, habría que aceptarla con las naturales reservas que imponía el habitual fraude. El hecho de que la flota viniera esta vez escoltada por una escuadra francesa favorecía considerablemente esta situación, ya que se podía embarcar plata y oro en los navíos franceses sin pagar los derechos reales ni los de travesía.
Ingleses y holandeses, una vez que abandonaron Vigo, demostraron un enorme interés en que se conociera su victoria y la importancia del tesoro capturado, especialmente los ingleses, muy interesados en acallar las protestas que los excesivos gastos de la expedición habían hecho surgir en Inglaterra. Se gloriaron aquellos que el valor de lo apresado subía a la suma de cuatro millones de pesos; más de ocho es cierto que perdió el Comercio de Cádiz, donde quedaban ocultamente incluidos los mismos enemigos, y así, no era todo ajeno lo que tomaron y echaron a perder. Ciertamente, la idea que apunta el marqués de San Felipe era una sospecha que ya antes del ataque a la flota tomaba cuerpo en la corte.
Teniendo noticias fijas de que la flota de Nueba España que ha llegado a sigo, vienen grandes cantidades pertenecientes a ingleses y olandeses de géneros que embarcaron en ella, y siendo conbeniente que se haga represalia en estos efectos en la forma que dispone el huso de la Guerra, Mando al Consejo de Indias me informe de las penas que le pareze deben imponerse en el Vando que se huviere de publicar para su aberiguación â más delas ordinarias dispuestas por las Leyes...
Era entonces habitual que las dos potencias marítimas, imposibilitadas de comerciar directamente con los territorios americanos de la Corona de España, lo hicieran a través de otras personas y esta situación, conocida o sospechada por las autoridades, se favorecería por la impunidad que ofrecían las ciudades de Cádiz y Sevilla, receptoras y controladoras de las flotas que llegaban de Indias. Si los ingleses y holandeses capturaron en Vigo siete u ocho millones de pesos como manifestaron (cifra superior a la estimada posteriormente por el rey) hay que considerar que las dos terceras partes de estas cifras pertenecían a mercaderes de las mismas nacionalidades, con lo que los aprehensores arruinaron a sus propios compatriotas.
El Consejo de Indias conocía la cifra que venía consignada a la Real Hacienda, como lo demuestra el hecho de que en el estado final de cuentas que se realizará en Segovia en 1703, se detalle esta cifra exactamente, además, era preciso conocer dicha cifra para poder afirmar, como lo hace don Juan de Larrea, que la plata perteneciente a la Corona se recuperó en su totalidad y se remitió a la corte.
Lo que desconocía el Consejo (al menos en noviembre de 1702) era la plata consignada a particulares y, probablemente, nunca llegó a conocer con exactitud tal cifra, pese a los intentos realizados para ello.
Don Manuel de Velasco apunta la cantidad de 3.650 cajones de plata que transportaron sus buques. En cuanto al valor de cada cajón, es el mismo Velasco el que advierte de la posibilidad de un cargamento adicional fraudulento:
Sr. mio en carta de 21 del pasado que acaba de resevir me expresa V.S. que deseando la Reina Nuestra Señora saber el caudal poco más o menos que bino en la flota i lo que de él puede pertenesser a Ingleses i Olandeses... debo desir a V.S. que en quanto a lo primero se ofreze la dificultad deque abra cajones que traigan a tres mil pesos muchos a quatro i alguno que passe de seis... y en quanto al segundo punto puedo asegurar a V.S. la imposibilidad de aberiguarlo ique siempre se ahallado esta misma en otras ocasiones...
Aunque haya que considerar las siguientes manifestaciones con ciertas reservas, que vendrían impuestas por la ausencia en la documentación consultada de otras referencias que permitirían contrastar su veracidad, el embajador de España en Portugal apunta una posible clave para desentrañar el problema del fraude:
Por su leal vassallo de V. Mag. he entendido como en la flota presente hay un gran fraude a su parezer y en los Reales Haveres de V. Mag. asigurándome que los más caxones que vienen reputados a tres mil pessos, trahen tres mil doblones de a ocho, por ser igual su bulto y pesso y estar confiados los comerciantes de no ser registrados en virtud de los privilegios y merzedes que estan concedidas a la Casa de Contratazión y Comercio...
3.650 cajones a 3.000 pesos de plata cada uno, arrojan una cifra de 10.950.000,-- pesos. Si la mayoría de esos cajones transportan 3.000 doblones de a ocho, equivalentes cada uno a algo más de cinco pesos de plata, la cifra total se puede elevar a una cantidad enormemente superior.
Finalmente, el total de caudales transportados por la flota se estimó en 13.639.230,-- pesos de plata, de los cuales 6.994.293,- fueron directamente a las arcas reales, convirtiendo a Felipe V en el primer monarca español que recibió una suma tan elevada de América, aunque fuera perjudicando a los comerciantes sevillanos y gaditanos o a los que en su nombre realizaban en realidad los negocios. La cifra total estimada no aclara sino el destino de los caudales controlados por don Juan de Larrea y transportados desde Galicia, en sucesivas etapas, hasta el alcázar de Segovia, pero sin ninguna pista que indique el montante de lo capturado por el enemigo y lo que pudo hundirse en la Ría, sin olvidar lo que pudo escapar de Galicia y situarse a salvo del control del consejero de Indias, parte que no debe desdeñarse ya que existen pruebas de esta circulación fraudulenta. En relación con los posibles caudales hundidos es preciso reseñar que después de la batalla, y tanto por parte de los enemigos como por parte española, se buceó en los pecios, extrayendo diferentes cantidades de plata y géneros que aún no había corrompido el agua. A lo largo de los siglos XVIII, XIX e incluso en el XX, continuaron las exploraciones submarinas de los galeones de Rande; algunas, como la de Alejandro Goubert en 1728, la de Juan Antonio Rivero en 1732 y la de M. Isaac Dickson en 1825, con resultados un tanto decepcionantes; otras, como la de Hípólito Magen, con más éxito, pero sin que lo extraído justifique de ninguna forma las enormes inversiones efectuadas y el empeño de los más adelantados medios técnicos del momento. Pese a todo, la leyenda continúa aún en nuestros días y será difícil para cualquier estudioso del tema apartar de su imaginación esos supuestos tesoros que yacen enterrados en el fango de la ensenada de San Simón. (Manuel Touron Yebra)
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