Mar
Pecios



Arqueología naval:
España cuenta con uno de los patrimonios náuticos-documentales más importantes del mundo. Los pecios integran de forma puntual y aislada acumulaciones de elementos navales hundidos en un instante determinado. Tras el naufragio, los restos de la nave y su carga se depositan en el fondo marino, reaccionando de diversas formas según las características oceanográficas del medio. La dinámica marina, la temperatura, el oxígeno y muchas otras variables locales influyen en la degradación de mayor o menor intensidad de los restos. La situación final de equilibrio es muy distinta de la inicial. Las técnicas de localización utilizadas son Radioposicionamiento, Sonar de barrido lateral, Sonar penetrador de fangos, Magnetómetro de protones, Robot filoguiado, etc.

La conservación en superficie de los restos:
Conlleva altos costos, incluso en casos como el del buque insignia de la flota sueca "Wasa", localizado después de permanecer más de 300 años sepultado bajo el fiordo de Estocolmo, que aparentaba un óptimo estado de conservación. Los recursos técnicos y económicos para extraer y tratar adecuadamente los materiales de todo tipo hasta conseguir estabilizarlos y garantizar su conservación en superficie son muy considerables. Este es el motivo de que en muchas ocasiones, la falta de medios obliga a los arqueólogos a efectuar solamente la investigación submarina del yacimiento sin proceder a la extracción de los restos. Siglos atrás se contemplaba cómo los restos sacados a la superficie se descomponían rápidamente. Leon Battista Alberti (1404-1472), arquitecto y secretario personal de tres papas, fracasó al dirigir una operación de salvamento de dos magníficas naves de recreo construidas bajo el reinado de Calígula, hundidas en el lago Nemi. En la obra escrita número 22 de Alberti, titulada Navis (1446), que no se conserva, se discutía sobre la forma de las naves de la Antigüedad, y las mejores formas.


[Extracción de tesoros hundidos:]
Progresismo apátrida:
Hace un tiempo [junio 2007] una empresa norteamericana de cazatesoros, en colaboración con el Ministerio de Defensa británico, nos ha robado 17 toneladas de oro y plata pertenecientes a algunos de los más de mil galeones españoles que reposan en el fondo de las aguas de la bahía de Cádiz. Quinientas mil monedas que, acuñadas en América, trataron en vano de sortear los peligros del océano con el fin de pagar a los ejércitos españoles que derramaban su sangre por toda Europa y norte de África, en el primer proyecto de una Europa unida en lo político y en lo religioso. Miles de monedas que durmieron desde entonces en el fondo de la bahía, y miles de soldados que siguieron derramando su sangre sin cobrar y sin desertar; sangre catalana, vasca, extremeña, gallega, asturiana, canaria, portuguesa, andaluza... Sangre española al fin. Quinientas mil monedas que podrían venderse por más de 3.000 dólares cada una, y que solamente representarían el 0,3% de los tesoros españoles que podrían encontrarse sólo en la bahía de Cádiz; el mayor yacimiento arqueológico submarino del mundo, testimonio del mayor imperio marítimo de la historia; el nuestro. Alguno podría preguntarse cómo es posible que nuestros ministerios de Cultura y Asuntos Exteriores autorizasen a husmear en el yacimiento a un conocido barco cazatesoros, sin ningún tipo de control - ¿Dejarían hacer lo mismo en los fondos del Museo del Prado a un conocido ladrón de cuadros?-. Seguro que algún lector curioso también se habrá preguntado cómo no se ha protegido antes ese descomunal patrimonio histórico y económico. O cuestionarse cómo en una zona deprimida económicamente como es la bahía de Cádiz, no se haya explotado este recurso para proporcionar puestos de trabajo estable y conservar, de paso, el patrimonio.

Contra viento y marea, contra políticos y cazatesoros, el Proyecto Poseidón trata de abrirse paso desarrollando diversos programas de protección, recuperación y control de los galeones hundidos en la bahía, planes de formación profesional y universitaria, desarrollo científico y tecnológico de los sistemas asociados, patentes, colaboraciones públicas y privadas; un magno espectro que podría proveer de decenas de miles de puestos de trabajo estable a la bahía de Cádiz. Convertir esa zona en una nueva Disneylandia, y al mismo tiempo conservar, recuperar, estudiar y mostrar al mundo este extraordinario patrimonio. Por eso resulta inconcebible cómo, a pesar de las advertencias de los responsables de este proyecto, de la Asociación de Rescate de Galeones Españoles, y de tantos otros relacionados con nuestro patrimonio sumergido, no sólo se permitió al cazatesoros pasear tranquilamente sus toberas chupafondos entre nuestros restos arqueológicos. Además, se permitió que lo hiciera sin ningún tipo de control, ni inspección. ¿Por qué esa diferencia de trato por parte de nuestras autoridades entre los lienzos del Prado y los galeones coetáneos, con sus barrigas llenas de doblones de oro de la bahía de Cádiz? Será, quizás, que los galeones españoles no eran fruto de la inspiración de un artista, sino una herramienta de la política exterior del Imperio Español, que bien podrían haber sido diseñados por un granadino como Álvaro de Bazán, pilotados por un guipuzcoano como Juan Sebastián de Elcano, armados por un extremeño como Hernán Cortés, capitaneados por un gallego como Sarmiento de Gamboa, arbolados por un tinerfeño como Tomé Cano, tripulados por manos expertas de andaluces, valencianos o murcianos, y equipados con los mejores astrolabios mallorquines, velas sevillanas, jarcia castellana o cañones cántabros de Riotuerto. A diferencia de un cuadro, un galeón es cosa de todos, un esfuerzo común, una historia común. Y los objetivos y las historias comunes a algunos no les interesan.

Otra vez la vieja estrategia política de la Leyenda Negra, utilizada primero por ingleses y holandeses para oscurecer nuestra historia, nuestro crédito, nuestra unidad y nuestra dignidad. Estrategia que está más viva que nunca, utilizada también con éxito tanto por los nacionalistas desde el siglo XIX, como más tarde por anarquistas e izquierdistas radicales, para eliminar nexos históricos y elementos comunes. Todo lo que represente el interés común se esconde, difumina, aniquila, disfraza, para dar paso a otros intereses más mundanos, más personales, más mezquinos, y más corruptos. Como consecuencia de esta estrategia política son muchos los españoles que se acomplejan de ser españoles, que maldicen todo aquello que nos une; desde los toros, hasta la tortilla española, pasando por la bandera roja y gualda, la copla o el himno nacional. Lo peor es que la mayoría no saben que están siendo utilizados en perjuicio de su interés más legítimo: la libertad. ¿Se imaginan a Canarias independiente entre cayucos, pateras, y con Marruecos mirando? Esa es la consecuencia lógica del apatriotismo interesado. Ningún español movido por el interés general habría regalado a Marruecos el banco pesquero canario-sahariano, donde faenaban nuestros antepasados desde hace 3.000 años, desde cuando éramos fenicios. Ni habría sentenciado a las cárceles marroquíes a los saharauis con DNI español. Ni habría dejado tocar una astilla de nuestros galeones. Ni tantas cosas. Lo que no quieren cuperar los apátridas interesados es nuestra historia común, y los galones es una prueba contundente de que existe en cantidades industriales, por eso prefieren que sigan en el fondo del mar, que los hagan desparecer o que los esquilmen. Y mientras tanto nos recomeindan que vayamos a ver eso que llaman cine español. (Natividad Castro y Boga)

(*)Tomé Cano:
Capitán ordinario del rey, natural de las islas de Canaria, como se calificaba él mismo, y diputado de la universidad de mareantes de Sevilla; después de haber navegado por espacio de 54 años, compuso de orden los consejos de guerras e Indias una obra que intituló Arte para fabricar y aparejar naos de guerra y merchantes. En Sevilla, 1611, en cuarto. Está escrita en forma de diálogo, y los interlocutores son Tomé, Gaspar y Leonardo. A la página 44 expone, con expresiones enérgicas, cuál había sido el estado floreciente de la marina española en 1586, pues tenía más de mil naves de alto bordo; y cuánta era en sus días la decadencia, con utilidad de otras naciones, que se habían apoderado del comercio.


Informe de la Agrupación El Mar y sus Ciencias (25/05/07):
A través de su presidente Juan Manuel Gracia Menocal, presentó un informe inédito sobre el caso del buque cazatesoros Odyssey que demuestra que la compañía estadounidense Odyssey Maritime Corporation ha trabajado y rastreado el fondo marino en aguas españolas del Mediterráneo, frente a Estepona y Gibraltar, durante los últimos cinco años. El informe que se mostró en el Ateneo está basado en las posiciones obtenidas vía satélite a través de la Compañía Británica Aislive, que da este servicio a navieros u operadores de la mar, con la intención de que sus barcos estén siempre posicionados y controlados. "Es por tanto absolutamente falso, subrayó Gracia Menocal, que estos barcos hayan recuperado tesoro alguno en aguas del Atlántico, pues durante el invierno y hasta la fecha jamás han salido de las aguas españolas del Mediterráneo frente a Estepona y Gibraltar, donde han trabajado y rastreado el fondo marino durante los últimos 5 años. Para realizar la extracción de 500.000 monedas del fondo marino hacen falta varias semanas.". El informe acredita además que el trabajo de extracción se hizo entre el 1 de marzo y el 17 de marzo de 2007.

    Sentencia favorable a España (febrero 2012):
    Los jueces de Tampa y los de la Corte de Apelaciones de Georgia fallaron a favor de España, que sostenía lo extraido por Odyssey pertenecía a un buque de guerra español, Nuestra Señora de las Mercedes, hundido el 5 de octubre de 1804 tras un ataque de la flota británica, y que, por tanto, todos los derechos sobre la carga y el pecio pertenecen al país que abanderaba el buque. Cuando España comenzó el litigio ante el tribunal de Tampa, donde Odyssey había llevado la carga, ni siquiera tenía todavía pruebas contundentes de que el tesoro procedía de La Mercedes. Esas pruebas, cientos de documentos de los archivos históricos de la Armada fueron aportándose a medida que avanzaba el proceso. Incluía una carta de Godoy al ministro de Marina, Domingo de Grandallana, en la que sugiere que se envíen algunos buques de guerra a recoger “caudales y frutos preciosos para España”. El rey Carlos IV ordenó despachar “dos fragatas de guerra con el objeto de traer los caudales y efectos de la Real Hacienda que hubiese prontos en aquella América”. La victoria legal se suma a los casos del Juno (1802) y La Galga (1750) casos en que los pecios se hallaban en aguas estadounidenses. Los tribunales dieron la razón a España en 2001.


Colisión New Flame - Torm Gertrud (12/08/07):
Es evidente que ni el Tratado de Utrecht, ni el Convenio Internacional de Búsqueda y Salvamento ni la Ley 10/77 del Mar Territorial reconocen derecho alguno a las autoridades gibraltareñas sobre las aguas próximas a Gibraltar. Entonces, cómo es posible que sean las autoridades gibraltareñas las que hayan asumido la coordinación de las operaciones de reflotamiento del buque New Flame y las autoridades y los medios españoles permanezcan expectantes mientras pasan los días, dejando en manos de otros la defensa de nuestros intereses costeros. De sobra es conocida la tibieza de las autoridades gibraltareñas en la erradicación, entre otros, de las fuentes de contaminación de la gran estación de servicio -más de 6 millones de toneladas anuales en suministro de combustible-, en que se ha convertido la Bahía de Algeciras; y esa tibieza, quizás sea, porque son conocedoras de que la contaminación que se produzca en las aguas próximas a Gibraltar va, por efecto de las corrientes, al otro lado de la Bahía, y a mí plim y que limpien esos. De sobra es conocida nuestra tibieza en la defensa de nuestros intereses; así que no es de extrañar que las autoridades gibraltareñas se arroguen derechos que no tienen, que los aventureros busca-tesoros, rastreen, encuentren, extraigan y se lleven con total descaro y delante de nuestras narices -léase autoridades-, lo que pertenece al patrimonio de todos los españoles. ¿Le ocurriría lo mismo a los franceses, ingleses o americanos? (A.Oller)


Carta arqueológica subacuática de Cataluña:
La lleva elaborando desde 1992 el Centre d'Arqueologia Subaquàtica de Catalunya (CASC), que forma parte del Museu d'Arqueologia de Catalunya y registra un rico pasado cultural. Es un mapa en el que que se van añadiendo las coordenadas de los yacimientos arqueológicos bajo el mar, ríos y lagos catalanes. Incluye más de 800: 382 barcos, 8 aviones y 4 submarinos, 45 construcciones portuarias e incluso 11 restos de asentamientos humanos. Entre los hallazgos más extraordinarios se encuentran el puerto de Empúries y el poblado neolítico de la Draga, sumergido en parte en el estanque de Banyoles. La presión del fondo marino ha acelerado, en algunos casos, el proceso de destrucción de este frágil patrimonio, mermado en gran medida por el expolio de objetos.

    Más del 90% de los yacimientos documentados en Catalunya han sido expoliados, sobre todo en la Costa Brava... evitar el robo de material es uno de los objetivos de la carta arqueológica, aunque la meta, a largo plazo sería que la gente tome conciencia de que se trata de un patrimonio común, que nos ayuda a conocer más profundamente nuestra historia (Gustar Vivar).

● Como arqueólogo tengo que decir que [la actividad de los cazatesoros] está mal, no puedes utilizar patrimonio cultural para la venta, explotar el patrimonio para fines comerciales no es compatible con recobrar la información de esos restos para poder contar la historia del pasado. No hay excusa para la caza de tesoros. No puede justificarse esta actividad desde las bases de avaricia. Creo que está mal explotar el pasado y el patrimonio para comerciar. Estos buques de nuestro proyecto [Black Sea MAP], aunque están en aguas de Bulgaria no pertenecen siquiera al estado búlgaro sino a todos. El conocimiento que podamos extraer debe ser para la humanidad, para su desarrollo y comprensión del pasado, no para hacer caja [...] La caza de tesoros de galeones españoles es conocida en Inglaterra y no nos gusta”. (Julian Whitewright, 2018)

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