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Portugal y la trata de esclavos



Portugal y la trata de esclavos:
La aparición de los esclavos negros en la Europa de la Baja Edad Media fue un momento decisivo para la historia de la humanidad. Se produjo una caza del hombre que duró cuatrocientos años y que convirtió Africa en un continente manchado de sangre y de lágrimas. En los territorios musulmanes conquistados por Afonso Henriques había escasez de mano de obra. El esclavo era el musulmán capturado durante las expediciones en tierras del sur durante la primavera para que sirviesen en la propiedad señorial, donde la población semisierva disminuía rápidamente y los hombres libres rehusaban a instalarse. Aunque el cristianismo condenase la esclavitud de los cristianos, muchos documentos hablan de moros cristianos que eran esclavos. También muchas referencias muestran que los esclavos trabajaban encadenados o amarrados para evitar la fuga. (José Hermano Saraiva)

Creencia en la inferioridad del hombre africano:
En una descripción de la época se les califica de "grandes monos, tan hábiles que, bien adiestrados, son capaces de ocupar el lugar de un criado". Las crónicas de los descubridores suelen ser muy subjetivas: "caníbales bárbaros, que sacrifican a sus prisioneros", "negros, que adoran al demonio", "desde la más tierna infancia tienden a la inmoralidad y se hacen cortes lastimosamente en el rostro y en el cuerpo y se los pintan de colores para mayor ostentación". El desconocimiento inicial fue seguido de justificaciones interesadas.

La idea de un "negro bárbaro" es una creación europea que continuó ejerciendo sus efectos sobre Europa hasta los inicios del siglo veinte (Leo Frobenius).

En 1704, en una enciclopedia, la última palabra de la ciencia, decía: "Los africanos suelen ser negros y se les llama negritos o moros. Son viciosos, salvajes, crueles y muy fuertes, y cada año, se venden gran cantidad de ellos como esclavos a los europeos".

Implicación de otras potencias coloniales:
Lo iniciado por los portugueses (y antes por los árabes) fue muy pronto adoptado por las demás potencias coloniales. Los españoles, los holandeses, los ingleses, los franceses, los alemanes, los daneses y los norteamericanos se dedicaron en los siglos siguientes al comercio de negros. A principios del siglo XIX, según Livingstone, se capturaban anualmente trescientas cincuenta mil personas en Africa, de las cuales sólo de una quinta a una décima parte llegaba al lugar de destino. El cardenal francés Lavigerie, uno de los hombres que más decididamente luchó contra la esclavitud, suponía que en el siglo XVIII, la esclavitud costaba unos dos millones de vidas al año. El sistema de la esclavitud se convirtió en un elemento indispensable de la economía. Ligado al cultivo del azúcar, del algodón y del café. Carlos V dio la concesión del comercio entre Africa y América Central a partir del año 1517 a mercaderes flamencos. John Hawkins, entre 1563 y 1570 atacaba con su barco que llevaba el nombre Jesús, los transportes de esclavos portugueses y los poblados africanos y gracias a su comercio de esclavos llegó a ser el hombre más rico de su tiempo, caballero y tesorero de la armada real. Las compañías inglesas "African Company" y "Company of Barbary Merchants" en el transcurso de cuarenta años transportaron tres millones y medio de esclavos negros a América.

El papel destacado de Portugal:
Portugal se convirtió en el comerciante de esclavos número uno de toda Europa. Se llegó a considerar el trabajo de los esclavos como la base de la existencia nacional. La actitud que transformó un pequeño pueblo de la Península ibérica en una verdadera nación de navegantes esforzados, se deterioró con el paso del tiempo. Hasta fines del siglo XV el comercio de esclavos estuvo casi exclusivamente en manos de los árabes y de los portugueses. Los árabes proveían al mundo oriental, los portugueses a las potencias occidentales. Al abrigo de las fortalezas construidas por João II los esclavos eran reunidos y embarcados. Cuando la colonización de América requería, ochenta años más tarde, mayor cantidad de esclavos, Portugal creó en Lagos y en Angola una organización aún más importante. Había cristianos portugueses que insistían en que la finalidad principal de los viajes a Africa no debía ser el comercio de esclavos, sino la conversión de las almas de los indígenas.

Actitud cristiana de Enrique El Navegante:
Personajes idealistas como el propio príncipe Enrique esbozaron programas utópicos, según los cuales los negros, después de bautizados, tenían que ser devueltos a su país, para hacer proselitismo entre los que se habían quedado allí. Estos programas también contribuyeron a que se considerara a los africanos como hombres verdaderos. El príncipe Enrique hizo devolver a Africa a algunos negros bautizados, con la esperanza de ganar así pueblos enteros para la fe cristiana. Pero los cristianos negros desaparecieron rápidamente en la selva y no volvieron a dar señales de vida.(Wendt)

(el impulso de los viajes y de los descubridores) era una mezcla de fe y de codicia, de religión y de rapacidad. Allí se juntaron el espíritu de los cruzados y de los apóstoles con los más viles intereses de lucro y condujeron a la caza de los negros desarmados, que eran apresados por sorpresa y hechos esclavos de la manera más indigna y desconsiderada. (Georg Friedrici)


Desembarco en Lisboa de los africanos capturados por Tristao (1441):
Se desembarcaba a los prisioneros. Estos eran negros y tan feos de rostro y de figura, que parecían venir de un mundo inferior. Pero nadie hubiera tenido el corazón tan duro que no sintiera compasión por ellos. Algunos inclinaban el rostro cubierto de lágrimas. Otros dirigían la mirada al cielo y se lamentaban amargamente. Otros, por fin, se golpeaban el rostro con los puños. Luego se tendieron sobre el duro suelo. Algunos entonaron cantos de lamentación de su tierra. No podíamos comprender su lengua, pero aquel tono tan triste nos llegó al corazón. Su dolor aumentó aún por el hecho de que separaban a las familias. Arrancaron a los padres de sus hijos y a los maridos de sus esposas. Los empleados no tenían en cuenta nada y lo arreglaban todo a capricho. Pero apenas se había hecho la distribución, cuando los hijos corrieron hacia sus padres y las madres abrazaron desesperadas a sus pequeños. Se acurrucaron en el suelo; no profirieron la menor queja cuando cayeron los latigazos sobre sus cuerpos desnudos. Pero en vano esperaban que al final les dejaran a sus hijos. (Gomes Eannes Azurara, 1444).

Asientos en los años de unión con España (1580-1640):
[A partir de 1580 a las posesiones de Felipe II se incorporan por herencia las portuguesas]. El comercio se efectuaba hasta entonces acudiendo los traficantes al gran mercado de esclavos de Portugal, centralizado en las islas de Cabo Verde. No hay que olvidar las buenas relaciones de España con la nación lusitana una vez deslindada la esfera de sus respectivos dominios; y cómo a ambos pueblos convenía no faltar a lo estipulado, exponiéndose a las consiguientes represalias. El comercio directo con la inagotable cantera humana de Guinea hubiese provocado la ruptura de relaciones con Portugal, que consideraba intangible su monopolio sobre las comarcas africanas de acuerdo con el tratado de Tordesillas. Pero a partir del año 1580, Portugal, con su superior organización comercial esclavista, acaparó todas las licencias de importación de negros en América y empezaron a llover sobre Felipe II pingües ofrecimientos de los mercaderes lusitanos para resucitar el asiento. Destacaron en estas disputas los comerciantes portugueses Pedro Gomes Raynel y Antonio Nunes Caldera, hasta que por fin lo obtuvo el primero por Real cédula de 30 de enero de 1595. A partir de este momento, los portugueses acaparan el asiento, pues en 1601 lo obtendría Joáo Rodrigues Contino y sucesivamente lo irían heredando a lo largo del siglo xvu Coello, Rodrigues d’Elvas, Pereira, La- mego, Gomes Angel, Méndes de Sossa, etc. (Rumeu de Armas)

Saldo negativo de Angola y Mozambique (s.XVI):
Angola fue sencillamente un matadero, en donde se daba empleo a las clases criminales de Portugal para que incitaran a los nativos a luchar entre sí en beneficio del comercio de esclavos para Brasil. La colonización de Mozambique, cotizada más por el oro que por sus esclavos, fue un poco menos sangrienta pero no menos dañina. El efecto de estas dos penetraciones en el continente africano fue casi totalmente perjudicial para las comunidades africanas con las que tomaron contacto directo. La presencia de los portugueses sólo aportó beneficios a aquellos que tuvieron la suerte de estar un poco más apartados de ellos. (Oliver y Fage)

Dura política inglesa con las colonias extranjeras (1855):
Los ataques de los ingleses comenzaron a propósito de la represión de la esclavitud. La energía de las máquinas de vapor había hecho posible eliminar en Inglaterra el trabajo de los esclavos; en una fase de transición, la mano de obra femenina e infantil proporcionó una fuerza de trabajo aún más barata que la de los esclavos, con la ventaja de que no tenía que ser alojada por los empresarios. En la misma época en que los niños eran utilizados en las minas, porque podían trabajar en galerías más estrechas que los adultos, los filántropos del capitalismo inglés desencadenaron una cruzada internacional para la supresión de la esclavitud en otros países; aquella cruzada, además de su evidente mérito moral, tenía la utilidad de impedir la peligrosa competencia de las regiones donde el sistema había continuado usándose después de que hubiese sido abolido en Inglaterra. La lucha antiesclavista no se limitaba a declaraciones de principios; tenía como consecuencia directa la implantación de la soberanía inglesa en los puntos donde las autoridades inglesas entendiesen que el tráfico negrero no era suficientemente reprimido. La continuación del negocio de esclavos tendría, por tanto, como consecuencia, la pérdida de las colonias.

[Decreto de prohibición (1876):]
Así pues, el Gobierno emanado por la revolución de septiembre actuó con un idealismo muy realista al prohibir en 1876 la importación y exportación de esclavos en las colonias al sur del ecuador. La medida levantó clamores de protestas; se dijo que ningún perjuicio tan grave había alcanzado al país dede las invasiones bárbaras. No faltó la elocuencia de los argumentos morales: era la esclavitud lo que daba al negro hábitos útiles de trabajo, la que le garantizaba el pan, y querer acabar con ella era cerrar la única puerta por la que el pobre nativo podía pasar de la barbarie a la civilización. Pero el decreto fue mantenido y después de la regeneración se sucedieron providencias legislativas hasta la ley de 1869 que abolió definitivamente la condición de esclavo. Un episodio que conmocionó a la opinión portuguesa fue el caso de la embarcación Charles et George. El navío fue sorprendido en Mozambique por una denuncia inglesa. Las autoridades portuguesas comprobaron que había un centenar de negros en las bodegas; algunos estaban amarrados con cuerdas y todos afirmaban haber sido capturados contra su voluntad. El capitán de la nave fue apresado y el barco conducido al Tajo. Pero el gobierno francés intervino, exigiendo su inmediata puesta en libertad y el pago de una indemnización bajo la amenaza de una acción militar por parte de la escuadra que llegó hasta Lisboa. El Gobierno hubo de ceder.

No obstante, fue a causa de la esclavitud por lo que se produjo el primer conflicto con Inglaterra. Los ingleses acusaban a Portugal de no reprimir la esclavitud en los puertos al norte de Luanda (Ambriz, Molembo y Cabinda). En 1855, el Gobierno de Lisboa mandó tropas a aquellos lugares que estaban abandonados, porque era ese abandono el que hacía posibles los embarques clandestinos. Pero Inglaterra protestó contra la ocupación. Se trataba de una zona próxima a la desmbocadura del río Zaire, que en aquel tiempo se consideraba la llave estratégica, cuya posesión había de permitir el dominio económico de gran parte de Africa al sur del ecuador. La discusión de la cuestión de Ambriz duró años, e Inglaterra acabó por aceptar los hechos consumados, mediante la renuncia portuguesa a llevar a cabo nuevas ocupaciones de la región. Los barcos de guerra ingleses siguieron controlando los movimientos portugueses. (Hermano Saraiva)


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