Laszlo Almasy (1895-1951):
Tal vez fue uno de los últimos exploradores "románticos". Los beduinos le llamaron el Padre de las Arenas. El Conde Almasy, amó el desierto. La película El Paciente inglés se basa en su vida, aunque muchos de los aspectos que cita son ficción.
Amo el desierto. Amo la infinita extensión de los temblorosos espejismos, el viento, los picos escarpados, las cadenas de dunas como rígidas olas de mar. Y amo la simple, la ruda vida de un campamento primitivo en el frio gélido, a la luz de las estrellas en la noche, y en las calurosas tormentas de arena.
Laszlo Almasy, nació en Borostyanko, en Hungría, en el año 1895. Hijo de una familia ristocrática pero sin título nobiliario, el joven Laszlo pronto se entusiasma por las nuevas tecnologías que aparecían en la época, y a los 17 años se convirtió en un pionero de la aviación y un experto conductor de automóviles. En la Primera Guerra Mundial, sirvió en las fuerzas aéreas húngaras donde destacó como piloto y fue condecorado en varias ocasiones.
Su lealtad a la corona austro-húngara le llevará a ayudar a la restauración monárquica en Hungría conduciendo el vehículo que llevó al rey Carlos IV, de vuelta a Budapest, desde el exilio. El rey le concedió el título de Conde. Tras la guerra, Almasy, como representante de la marca de automóviles austriacos Steyr Autmobilewerke, realizó en 1926, un test de resistencia
de dichos vehículos completando la distancia que separa Alejandría, en Egipto, del Sudán siguiendo el cauce del rio Nilo. En 1929, con dos vehículos Steyr, Almasy recorrió 12.000 km. a través del Noreste de Africa, Libia, Egipto y Sudán en un viaje que cambió su vida. Redescubrió la antigua ruta de caravanas que conectaba Egipto con el resto de Africa, antigua ruta de esclavos en la que solo los más fuertes sobrevivían, la llamada Ruta de los Cuarenta, pues ese era el número de días que se tardaba en recorrer. Almasy se enamoró de la inmensidad del Sahara durante esa expedición. Cruzando las arenas del desierto en Libia, escuchó de los beduinos antiguas leyendas contadas en las frias noches al calor del fuego. La historia sobre el oasis perdido de Zerzura sedujo a Almasy, se decía que Zerzura estaba en algún lugar en el corazón del desierto, custodiado por un pájaro blanco, sólo los hombres más valientes podrían acceder al secreto lugar, que estaba repleto de oro y tesoros y en el que yacía una reina durmiente que sólo podría ser despertada con un beso.
En busca de Zerzura:
Exploradores del XIX como Sir John Gardner Wilkinson o Gerhard Rohlfs mencionaron Zerzura en sus escritos, se trataba de una zona situada en medio del desierto, supuestamente entre Libia y Egipto. Los nativos, habitantes de oasis como el de Dachla en Egipto hablaban de los tres valles (wadis) pedidos de Zerzura. La tecnología de principios del XX hacía más fácil la exploración del desierto, sin embargo, a principios de la decada de los 30, todavía el interior del desierto libio seguía sin ser cartografiado. Almasy, que dominaba seis idiomas incluyendo el árabe se ganó el favor de la corte del rey de Egipto. El Principe Kemal el Din se convirtió en su mecenas en la búsqueda de Zerzura. En 1926 Kemal el Din había realizado una expedición en la que descubrió una enorme meseta de arena y piedra llamada Gilf Kebir. Tras consultar estudios científicos, mapas, documentos históricos y escuchar a los beduinos del desierto, Almasy concluyó que Zerzura debía estar en alguna parte de la inexplorada región del Gilf Kebir, cerca del final de la ruta que partía del oasis Duchla al oasis Kufra.
En 1930-31, un joven barón inglés, Sir Robert Clayton East-Clayton se unió a Almasy en su búsqueda. Asimismo dos ingleses, el comandante de la R.A.F Penderel y Patrick Clayton (sin relación alguna con Sir Robert Clayton) comenzaron otra expedición. Estos últimos localizaron
desde el aire, en la meseta de Gilf Kebir dos wadis (posibles valles de Zerzura) pero no pudieron alcanzarlos en sus vehículos Ford. Mientras tanto, Almasy emprendió un arriesgado viaje a través de territorio desconocido para conseguir agua en el oasis Kufrah atravesando lo que los beduinos llamaban el Gran Mar de Arena. Esta expedición a la zona de Kufrah, convertida en colonia italiana el año anterior hizo sospechar a los oficiales italianos de las reales intenciones de Almasy. En cualquier caso, la expedición se quedó sin gasolina y agua y tuvo que regresar al Cairo. Por entonces, el Principe Kemal el Din y Sir Robert Clayton mueren. Patrick Clayton se dirige con su expedición al Gran Mar de Arena alcanzando desde el Norte el Gilf Kebir en busca de los dos valles que había visto desde el aire el año anterior. Encuentra la entrada al valle principal Wadi Abd el Malik y lo explora. Vuelve al osais de Kufrah donde la viuda de Sir Robert Clayton se une a la expedición. Juntos exploran un segundo valle, Wadi Sura. Las dificultades económicas de Almasy hacen que su expedición no parta hasta Marzo de 1933, acompañado por el Comandante Penderel, Arnold Hoellriegel (periodista austriaco), Hans Casparius (fotógrafo alemán) y Laszlo Kadar (geógrafo húngaro) cartografían las zonas este y sur del Gilf Kebir, y descubren el Paso de Aqaba que corta los dos lados de la meseta. En Abril del mismo año llegan al Oasis de Kufrah, cosa que terminó de convencer a los italianos que el Conde Almasy era un espía inglés. Desde allí Almasy y su expedición se dirigen hacia el lado oeste del Gilf Kebir, dónde descubren Wadi Talh, el tercer valle de Zerzura. La vieja leyenda se hacía realidad y Almasy pudo por fin dibujar Zerzura en el mapa.
La Cueva de los Nadadores:
Poco después, la expedición de Almasy exploró el pozo de agua de Ain Dua en los Montes Uweinat, al sur del Gilf Kebir, en la intersección de las modernas fronteras de Libia, Egipto y Sudán. Esa zona había sido ya explorada en 1923 por el egipcio by Sir Ahmed Hassanein Bey, que descubrió pinturas rupestres sobre las rocas y que mostraban jirafas y antílopes. Sin embargo, Almasy descubrió una cueva cuyas paredes estaban repletas de ese tipo de pinturas rupestres, jirafas, antílopes, orix... pero lo sensacional de su descubrimiento fue que pintados en la roca había figuras de hombres nadando. En medio del desierto del Sahara, a pocos kilómetros del Gran Mar de Arena, hace miles de años hubo agua. Este descubrimiento convenció a Almasy que el Sahara no siempre había sido un desierto. Las pinturas fueron una sensación científica y posiblemente el más importante de los descubrimientos de Almasy. En los años siguientes, Almasy dirigió varias exploraciones más al desierto, especialmente la zona del Gilf Kebir, el Gran Mar de Arena y el Wadi Hauar en Sudán. Mientras, trabajó en Egipto como instructor de vuelo. En 1939, al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, tuvo que marcharse de Egipto y regresó a Budapest. Como Capitán en la reserva de las Fuerzas Aéreas Hungaras fue destinado al Afrika Korps de Rommel. Realizó importantes misiones bélicas como gran conocedor del desierto que era. Al final de la guerra fue juzgado por el Tribunal del Pueblo en Budapest como criminal de guerra y resultó absuelto por falta de pruebas. En 1947 regresó a Egipto y comenzó a organizar una expedición en busca del ejército del rey persa Cambyses. Herodoto cuenta de un gran ejército persa perdido en medio del Gran Mar de Arena en el siglo V a.C. Sin embargo no pudo llevarla a cabo; murió de disentería en Salzburgo en 1951; tres semanas más tarde fue nombrado a título póstumo Director del Instituto del Desierto del Cairo. El desierto es horrible e ingrato, pero cualquiera que aspire a comprenderlo, debe regresar a él.
Autor: Alejandro Duarte
Extraído de: ctv.es/USERS/horemheb/laszlo_almasy.htm
|