Orígenes étnicos del Sahara:
Durante el último máximo glacial los bosques de coníferas se extendían sin interrupción desde el Estrecho de Gibraltar hasta la costa junto a Sicilia.
La parte más poblada de Africa fue el Sahara que entre los años 8000 y 6000 a.C. estaba recorrido por largos y caudalosos ríos (algunos de 1.200 kilómetros de longitud) y poseían una vegetación exuberante. En esta zona de Africa. El Neolítico apareció en el VIII milenio y se hallan restos de esta civilización agrícola en las magníficas pinturas de Tassili N'Ajjer, fechadas entre el IV y el III milenio y realizadas por un pueblo llamado "de cabeza redonda" por los prehistoriadores, con características negroides. Los símbolos de aquellas pinturas todavía son utilizados por los pueblos peuls.
La raza etiópica caucasoide se presentó en el Este africano hacia el año 11000 a.C., coincidiendo con una raza negra, conocida convencionalmente con el nombre de bosquimanos, en el Transvaal. El mestizaje de ambos elementos dio la primitiva raza hotentote, que se extendió por el actual El Cabo hacia el siglo XIII a.C. Entre el VIII y el III milenios, la población africana se dividía, a grandes rasgos, de la siguiente manera: en la costa mediterránea, los protobereberes; al Sur de ellos, en el Sahara húmedo, los citados negroides con la presencia de etiópicos nómadas. El oriente africano estaba poblado por etiópicos, de los que descienden los actuales abisinios y los dingka. Al sur del Sahara, dominaban los pigmeos, en el Africa austral los bosquimanos, y difusamente repartidos por toda el Africa, los bantúes, denominación que no es exactamente racial, sino lingüística, ya que es el nombre de la lengua que hoy hablan unos 50 millones de negros, dividida en infinidad de dialectos. A mediados del III milenio, comenzó el desecamiento del Sahara. Las gentes del centro del actual desierto emigraron hacia el Sur, hacia Nigeria y el Chad, adonde entre 2500 y 500 a.C. llegaron oleadas de pastores nómadas que ya conocían la agricultura. Durante el Imperio Antiguo egipcio (3000-2400 a.C.) arribaron los antepasados de los peuls al valle del Nilo y en el otro extremo de Africa, al Senegal.
Desecación del Sahara:
Garamantes (VI a.C.-VIII d.C.):
Durante el primer milenio a.C., el Sahara se fue secando y poblándose de bereberes descendientes de los Garamantes que describió Heródoto.
En tiempos del padre de la Historia grandes extensiones del actual desierto estuvieron habitadas por una densa población de agricultores.
La capital de este reino fue Garama Djerma, donde se han encontrado 45.000 sepulturas fechables las más antiguas el siglo V a.C. Estas construcciones funerarias se parecen notablemente a las de etruscos y sardos. Los bereberes no se entregaron nunca a romanos, bizantinos ni vándalos y llegaron a crear un reino en la Alta Mina, llamado de los Cjedar, que han dejado trece tumbas piramidales de las que la mayor mide 45 m de alto.
Desarrollaron complejos sistemas de irrigación en la región de Fezán. Sus explotaciones agrícolas (vid, higueras, cebada y trigo) estaban aisladas en forma de oasis. Heródoto los califica de gran nación y menciona sus ganados y dátiles. Descubrieron reservas de agua contenidas por capas impermeables y excavaron largos canales subterráneos para su aprovechamiento.
En el norte de Africa los romanos se adentraron muy poco a partir de la costa mediterránea, pero controlaron temporalmente un amplio territorio en forma de cuña en la zona de Garama.
Durante el siglo X a .J.C. apareció la fuerza que iba a crear Etiopía, el país más enigmático de Africa. El reino de Axum, al norte de Abisinia, tuvo como primer rey a Menelik, hijo de Salomón y la reina de Saba, según la tradición. Muchos judíos se refugiaron en este reino (una leyenda afirma que las Tablas de la Ley, entregadas a Moisés por Dios) y en el año 335 el rey Ezanas se convirtió al cristianismo. Durante el siglo III a.C. la creación del puerto comercial de Adulis había determinado una fuerte corriente helenística cuyas huellas aún se pueden observar.
Epoca clásica:
Masinissa de Numidia, creador de un reino que se extendía desde la Muluya hasta las Sirtes (Túnez), intentó una vez más la unificación de los bereberes en un Estado unitario. Lo impidieron las rivalidades internas entre las muy diversas tribus. El emperador Augusto creó el reino de Mauritania a favor de Juba II en el año 17, que se convirtió en provincia romana en 42. Frente al particularismo y el espíritu de independencia de los bereberes, los romanos tuvieron que reprimir una serie de alzamientos, como el de Tacfarinas (17-29), o diversos ataques de las tribus del interior en tiempos de Augusto. Con la descomposición del Imperio se inauguró el período vándalo (431-531), cuyo dominio fue favorecido por la pugna entre bereberes y romanos.
Rutas a través de la sabana sahariana:
Durante la Antigüedad clásica hubo por lo menos tres rutas que atravesaban el Sahara de norte a sur muy frecuentadas. Los mapas las señalan y confirman su existencia huellas humanas, grabados en las rocas y esqueletos de personas y animales que murieron por el camino. Las dos primeras rutas, por las que los cartagineses importaban esclavos negros, marfil, oro y rubíes, iban de Marruecos y Tunis a la región de la actual ciudad de Timbuctú. La tercera ruta, por la que los romanos avanzaron hasta Agisimba, se extendía desde Libia hasta el lago Tchad a través del Fezzán.
Si retrocedemos hasta la época neolítica, en que nacieron las culturas de los pueblos del Sahara, nos encontramos con un cuadro todavía más favorable. Todo el norte de Africa estaba poblado de enormes rebaños de animales, cubierto de árboles y plantas esteparias y dominado por hombres de tez clara, cazadores, pescadores y dibujantes, que nos han legado infinidad de monumentos de cultura. Heinrich Barth descubrió ya unas curiosas tumbas gigantescas de piedra, que había encontrado en medio del desierto. Los investigadores franceses Henri Lhote y M.Dalloni descubrieron columnas, pirámides y grabados rupestres situados en los más diversos lugares del norte de Africa. Los alemanes Leo Frobenius, Hugo Obermaier y Hansjoachim von der Esch, examinaron en los macizos de Hoggar y Tibesti gran número de representaciones humanas y zoomórficas, de un realismo francamente impresionante. Finalmente, el egipcio Hassanein Bey y el húngaro L.E.Almasy reunieron una tal cantidad de testimonios de la cultura de los primitivos habitantes del Sahara, que algunos sabios, llevados por el entusiasmo, llegaron a situar en el norte de Africa la cuna de la humanidad.
Allí, sobre paredes de roca que brillan a la luz del sol, aparecen pinturas y dibujos en los que se reproducen animales característicos de la estepa y la sabana: jirafas, elefantes, rinocerontes, búfalos, antílopes, leones, avestruces. Las cálidas rocas estaban cubiertas de arqueros, nadadores, magos disfrazados, danzarines y mágicas manos gigantescas. Los exploradores encontraron restos de monumentos megalíticos, tumbas de piedra, cuevas que habían servido de cementerios y fosos circulares; aparecieron depósitos de trigo de tiempos remotos, castillos construidos con enormes sillares superpuestos sin mortero que los uniera. En las distintas capas de excavaciones se encontraron joyas de metal, de vidrio, perlas y cuero, esculturas de barro cocido, vasos de arcilla y tambores, pero, sobre todo, símbolos de la fecundidad, estatuitas de la Gran Madre, figura femenina que se sostiene los pechos con las manos.
Los restos más antiguos datan del paleolítico superior, los más recientes, de los inicios de la época de los metales. De manera que, durante varios milenios, floreció en el ámbito del Sahara una cultura superior, parecida a las culturas primitivas del oeste y sur de Europa y a las que se desarrollaron en el Próximo Oriente. Es muy probable que se tratara de una cultura matriarcal.
Los bereberes fueron los herederos de esta cultura del Sahara. Su régimen fue también matriarcal hasta la época de las colonizaciones cartaginesa, griega y romana. La noticia que tenía Heródoto de "amazonas libias" y las largas disquisiciones de Diodoro acerca de "varias tribus de mujeres belicosas en Libia, cuyo valor comparado con el de nuestras mujeres, resulta sorprendente", dan testimonio de ello y, al mismo tiempo, revelan cuán lejos estaban y cuán extraños parecían a los griegos los restos del antiguo matriarcado. Los autores clásicos se refieren a menudo a las huestes de amazonas de España, Italia, Africa, Asia Anterior y países del mar Negro. Se trata siempre de pueblos en cuyas costumbres hereditarias imperaba el matriarcado, el culto a la mujer y la igualdad de derechos para ambos sexos. En cuanto a los bereberes, las antiguas crónicas nos informan detalladamente: los garamantes y los atalantes, por ejemplo, los actuales tibbús y tuareg, acogían al marido en la familia de la mujer; daban a los hijos el nombre de la madre, reconocían la autoridad de jefes femeninos y veneraban deidades femeninas.
Esta clase de cultura era la que los pueblos europeos del Mediterráneo designaban despreciativamente con el nombre de bárbara ; es más, la consideraban el exponente máximo de la barbarie. El calificativo insultante de bárbaro, aplicado primero a todos los pueblos extraños, acabó por ser distintivo de los norteafricanos; los romanos les dieron el nombre de barbari y bereberes se les llama todavía hoy, del mismo modo que la palabra nómadas deriva del pueblo bereber de los númidas. No obstante, parece que en la antigüedad los pueblos matriarcales no fueron en nada inferiores a los europeos. Por el contrario, todo hace suponer que los bereberes heredaron y desarrollaron la cultura superior de los primitivos saharianos de Europa, o sea, la cultura de los hombres de Crô-Magnon del paleolítico superior.
La larga marcha de la raza Crô-Magnon:
Hace aproximadamente doce o quince mil años, la raza de Crô-Magnon cuyas pinturas en las cuevas del sur de Francia y norte de España admira hoy todo el mundo como documentos primigenios del espíritu creador del hombre, se extendió en sucesivas migraciones por todo el norte y centro de Europa, por gran parte de Asia y, más tarde, por vastas regiones de América. Pero una de sus ramas quedó en España y, desde allí, estos cromañonenses colonizaron las tierras del Atlas y, en el transcurso del paleolítico superior, las que entonces eran sabanas saharianas Cerca de la localidad argelina de Mechta , se han encontrado esqueletos de primitivos saharianos. Esos hombres de Mechta eran altos, tenían los miembros largos, los huesos toscos, el cráneo abombado, el rostro ancho y la mandíbula inferior muy desarrollada. Su estrecho parentesco con la raza de Crô-Magnon es inconfundible como lo es el parecido que guardan con los bereberes puros, no alterados por la mezcla con árabes o negros.
En opinión de destacados prehistoriadores, los hombres de Crô-Magnon eran rubios y tenían los ojos azules. Los libios de tez clara, que aparecen en los antiguos monumentos egipcios , son rubios y tienen los ojos azules. Entre los bereberes de la región del Atlas, todavía se encuentran cromañonenses rubios, altos y de ojos azules, pómulos anchos y mandíbula inferior casi cuadrada. La herencia de la raza de Crô-Magnon se puede seguir hasta muy allá en el interior de Africa. (Herbert Wendt)
Las rutas transaharianas con el Africa negra:
No cabe la menor duda de que los dos mundos, el del Mediterráneo y el de Sudán occidental, estaban indirectamente en contacto dese tiempos antiguos. La grandeza y la evidente prosperidad de la ciudad romana de Leptis Magna, cerca de la actual Trípoli, se explica mejor si se tiene en cuenta que está al término de la principal ruta comercial transahariana, que se extiende hacia el sur a través de Fezzan. Igualmente, se ha sugerido que la colonia cartaginesa de Lixus, en la costa atlántica de Marruecos, debió ser el término de la ruta comercial que atravesaba el desierto de Mauritania. Herodoto, que escribía en el siglo VI a.C., contaba que los garamantes, bereberes libios de Fezzan dedicados al pastoreo, tenían la costumbre de atacar a los etíopes, es decir, negros, en carretas de cuatro caballos. Su relato está ampliamente probado por el descubrimiento de numerosas pinturas rupestres que representan carros movidos por caballos, alineados principalmente a lo largo de dos rutas, ambas en dirección al gran codo del río Níger y que partían una de Fezzan y otra del sur de Marruecos. Estas rutas confirman la hipótesis de Lixus y Leptis Magna y corresponden a las dos principales rutas caravaneras de los tiempos históricos. Como los carros de ruedas fueron sustituidos en el Sahara por los camellos, es seguro que las pinturas se refieren a tiempos antiguos, lo que unido a las observaciones de Herodoto, son prueba del contacto regular entre el Mediterráneo y el Africa negra, desde, por lo menos, el siglo V. a.C.
Los que mantuvieron este contacto fueron, indudablemente, los bereberes del desierto dedicados al pastoreo. El contacto bereber con los negros venía de muy antiguo, desde mucho antes de la civilización mediterránea. Había sido continuo, probablemente, desde la época de lluvias del sexto y quinto milenio a.C., cuando el Sahara era una pradera y los negros se habían dirigido hacia el Norte, a lo que hoy es el pleno desierto. La posterior desecación gradual contribuyó a que los negros bajaran, de nuevo, hacia el Sur, dejando la mayoría del Sahara a los bereberes nómadas, aunque poblaciones residuales de negros permanecieron en los oasis y en el Tibesti. El comercio, que tuvo sin duda su origen en el silencioso trueque descrito por Herodoto, había sido consecuencia natural de los diferentes ambientes y modos de vida que poseían los bereberes y los negros. Además del contacto de los pastores más meridionales con sus hermanos septentrionales, se pudo desarrollar a través del desierto un comercio a larga distancia. Como en tiempos históricos las principales exportaciones del Sudán occidental debieron ser oro, esclavos, marfil, plumas de avestruz y cuero. La importación principal debió ser la sal, producto escaso en el Sudán y fácilmente obtenible en el Sahara. es significativo que los dos antiguos caminos de caravanas conducían a la parte del Sudán donde existían depósitos de oro en aluvión, que los negros trabajaban ya seguramente al comienzo del período islámico y posiblemente muchos siglos antes. (Oliver)
Música actual:
En el Magreb se localizan importantes focos de música sefardí o judeoespañola, expresados mediante cantares y romances tradicionales. La música arábigo-andaluza tiene igual presencia. Como cultura viva que es, inseparable de la vida comunitaria y agrícola, la música amazigh es expresión de un antiguo patrimonio forjado del encuentro de las culturas beréber, árabe y sahariana. Entre los conjuntos amazighs más populares de Marruecos se encuentran Izenzaren, Oudaden, y El Haj Beldad. Como muestra del Marruecos que se expresa en árabe sobresale Nass El Ghiwane. De la Kabilia argelina son Idir, Souad Massi y Abdelli. Y Argelinos también , aunque no amazighs, son los admirados Khaled, Cheb Mami, Rachid Taha y Cheikha Rimitti. En los últimos años brillan, además, exponentes de un rabioso mestizaje cultural (Orchestre National de Barbés, Gnawa Dufusión), que tiene su razón de ser en fusionar el rap, el reggae y la electrónica en general con las músicas tradicionales del Magreb.
● «Lo bereber» no es una unidad ni de etnias, ni de razas, ni siquiera de lenguas. Lo bereber es un concepto antropológico. (Maximiano Trapero)
● Son bereberes los que no son ni púnicos, ni latinos, ni árabes, ni bizantinos, ni europeos y que viven en el inmenso territorio que va desde el Nilo hasta el Níger. Su unidad les viene de una lengua, de la que el líbico es la forma arcaica del beréber, que pertenece a la familia lingüística camito-semítica. (Rafael Muñoz, 1994)
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