Observaciones desde el Beagle:
Estos animales se mueven con el extremo más estrecho hacia adelante; sus pestañas vibrátiles les comunican el movimiento, y suelen caminar con saltos rápidos. Son en extremo pequeños, y absolutamente invisibles a simple vista; en efecto, sólo ocupan una milésima de pulgada cuadrada. Existen en infinito número, pues la más pequeña gota de agua contiene una cantidad grandísima. En un solo día atravesamos dos puntos donde el agua tenía ese color, y uno de ellos ocupaba una superficie de varias millas cuadradas. ¡Cuál será, pues, el número de esos animales microscópicos! Vista el agua a alguna distancia, tiene un color rojo análogo al de la de un río que cruza por una comarca donde hay cretas rojizas; en el espacio donde se proyectaba la sombra del buque, el agua adquiría un matiz tan intenso como el chocolate; por último, podía distinguirse con claridad la línea donde se juntaban el agua roja y el agua azul. Desde algunos días antes el tiempo estaba muy tranquilo y el océano rebosaba, digámoslo así, de criaturas vivientes. En los mares que rodean a la Tierra del Fuego, a poca distancia de tierra firme, he visto espacios donde el agua presenta un color rojo brillante; este color está producido por un gran número de crustáceos que se parecen algo a gruesos langostinos.
Los balleneros dan a esos crustáceos el nombre de alimento de las ballenas. No puedo decir si las ballenas se alimentan de ellos; pero los mórfex e inmensos rebaños de focas, en algunos puntos de la costa, se alimentan principalmente de estos crustáceos, que tienen la facultad de nadar. Los marinos atribuyen siempre a la freza el color del mar; pero yo no he podido observar este hecho sino una sola vez.
Cabo Tres Montes (Chile):
[...] Soplan los vientos del noroeste por espacio de cuatro días; con gran trabajo llegamos a atravesar una extensa bahía y echamos el ancla en un puerto. Acompaño al capitán que ha tomado una canoa para explorar un ancón muy profundo. No he visto nunca tan gran número de focas. Literalmente cubren todo un espacio llano entre las rocas y la orilla del mar. Parecen tener muy buen carácter; están echadas unas sobre otras, dormidas y amontonadas como otros tantos cerdos; pero estos mismos se habrían avergonzado de vivir en tan espantosa suciedad y oliendo tan mal. Innumerables buitres las vigilan sin cesar. Estos desagradables pájaros, de cabeza pelada y roja, apropiada para sumergirse con delicia en la podredumbre, abundan en la costa occidental, y el cuidado con que vigilan a las focas indica lo que con ellas cuentan para alimentarse. El agua, pero quizá sólo en la superficie, es casi dulce; lo que proviene del gran número de torrentes que en forma de cascadas se precipitan in el mar desde lo alto de las montañas de granito. El agua dulce atrae a los peces y éstos a su vez llaman numerosas gaviotas y dos especies de cuervos marinos. Vemos también un par de cisnes de cuello negro y varias de esas nutrias pequeñas cuya piel se estima tanto. Al regreso nos divertimos mucho viendo cientos de focas jóvenes y viejas precipitandose impetuosamente en el mar a medida que pasa cerca de ellas nuestra canoa. No están mucho tiempo bajo el agua; casi al instante vuelven a la superficie y nos siguen con el cuello estirado, y con todos los signos de la más profunda sorpresa.
(Charles Darwin)
New-Shetland y Orkney del Sur:
Dos meses antes, habríamos podido gozar en esas latitudes de un día sin fin, pero ya la noche se
adueñaba durante tres o cuatro horas del tiempo, anticipando la sombra que durante seis meses debía echar sobre aquellas regiones circumpolares. El día quince de marzo sobrepasamos la latitud de las islas New-Shetland y Orkney del Sur. El capitán me informó de que en otro tiempo numerosas colonias de focas habitaron aquellas tierras, pero los balleneros ingleses y americanos, en su furia destructora, con la matanza de los animales adultos y de las hembras preñadas, dejaron tras ellos el silencio de la muerte donde había reinado la animación de la vida. El 16 de marzo, hacia las ocho de la mañana, el Nautilus, en su marcha por el meridiano cincuenta y cinco, franqueó el Círculo Polar Antártico. Los hielos nos rodeaban por todas partes y cerraban el horizonte.
[...]
Allí, como en el lugar que habíamos recorrido con anterioridad, miríadas de pájaros animaban aquella zona del continente polar. Pero en esa parte los pájaros compartían su imperio con grandes manadas de mamíferos marinos que nos miraban con sus ojos mansos.
Eran focas de diversas especies, unas extendidas sobre el suelo, otras echadas sobre bloques de hielo a la deriva, mientras otras salían o entraban en el mar. Por no haber visto jamás al hombre, no huían al acercarnos. A la vista de tan gran número calculé que allí había materia de provisión para varios centenares de barcos.
- ¡Menos mal que Ned Land no nos ha acompañado! -dijo Conseil.
-¿Por qué dices eso?
-Porque el feroz cazador habría hecho una carnicería. Habría matado todo.
(Julio Verne, 20.000 leguas de viaje submarino)
Loberos:
[...] los loberos y los mineros de oficio, de raza, diremos, son gentes que no se ocupan de otra cosa ni pueden ocuparse, pues el género de vida que llevan y a que se acostumbran, las inhabilita para todo lo que implique orden y disciplina. Generalmente son marineros que ya se han aburrido de bordejar en todos los mares del mundo, unas veces en los veleros y otras en los vapores de carga, yendo desde el Océano Artico al Antártico y de la India a la Polinesia o a la América: que hablan mal todos los idiomas conocidos y hasta olvidan el suyo propio; que no tienen más familia, más patria, ni más religión que el barco que montan, sea cual fuere; que lo mismo sirven con un capitán mercante que con un pirata o contrabandista, que se avezan al peligro y a la vida ruda, ya en la pesca de la ballena y del bacalao o ya en las luchas sangrientas que tienen por teatro las sondas ignoradas donde los piratas malayos reinan omnipotentes; y que, al fin, cansados de tanto rolido, se quedan un buen día en una playa aurífera o se contratan para una expedición lobera. Como la suerte es canalla, acaricia al marinero y le llena el bolsillo de esterlinas después de seis meses de privaciones, poniéndole en situación -por la primera vez de su vida- de llevar a cabo aquellas empresas a que le inclina el temperamento; por cierto que el trabajo ordenado de ocho o diez años no le produjo nunca satisfacción semejante. Y ahí tienes al hombre desviado de su rumbo y tomado por un remolino del cual no escapará. Después de cada expedición riesgosa, en que habrá jugado su vida diez veces en cada minuto, olvidará penas y sufrimientos, hambres y privaciones; buscará los placeres que le satisfagan y que anhela, los pagará con largueza, dilapidará el caudal logrado con tanto afán y luego volverá a jugar lo único que le queda: el pellejo, para continuar sus goces interrumpidos." (Fray Mocho)
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