Jonathan Swift (Dublín 1667-1745):
Vehemente polemista y autor satírico Swift fue la figura más destacada después de Defoe, ya dentro del siglo XVIII. Descendiente de una familia emigrada de Yorkshire durante las guerras civiles que azotaron Inglaterra en el siglo XVII. Nació siete meses después de la muerte de su padre. Su infancia fue triste y enfermiza según sus palabras. La necesidad obligó a su madre a trasladarse a Leicester de donde provenía, dejando al hijo bajo la custodia de su tío Goldwin, quien le matriculó primero en la escuela Kilkenny y luego en el Trinity College, donde obtuvo el título de bachiller por speciali gratia. La revolución de 1688 derrocó a los Estuardos y entronizó a Guillermo de Orange, partidario de una monarquía más liberal, cimentada en las ideas políticas de Locke. El joven Jonathan debió acompañar a los ingleses en su huida de Irlanda y regresó junto a su madre.
Obtuvo el puesto de secretario del diplomático sir William Temple, pariente lejano de su madre.
Se ordenó sacerdote en 1694 pero abandonó la prebenda de Kilroot disgustado con su oficio. Sus escritos satíricos incluirían la crítica a la Iglesia anglicana.
Reconciliado con Temple, regresó a Londres para participar activamente en la vida política, religiosa y literaria de la ciudad.
Siempre le atormentó la ambición y el egoísmo y persiguió altos cargos y renombre de forma incansable. Se sirvió en multitud de ocasiones del empleo de su sutil ironía ante enemigos y valedores.
Durante sus últimos años estuvo enfermo y privado de sus facultades mentales. Vivió aislado y vigilado desde 1741 hasta su muerte.
Los viajes de Gulliver (1726):
Dejó la universal obra Gulliver's travels, que se caracteriza por el duro sarcasmo que encierra y con el que el autor flagela a humanidad entera. La primera edición fue anónima y un éxito de ventas. Durante la primera parte nos hace ver la absurdidad de la soberbia y de la ambición del género humano, siempre predispuesto a matarse por estupideces.
● En el siglo XVIII se inicia el juicio contra el concepto de Europa, en otro tiempo indiscutible. Ahora se la compara con regiones lejanas, incluso desconocidas para la mayoría. Se empieza a perfilar, como un lugar común, la idea de la felicidad del buen salvaje, sin duda alguna de antecedentes españoles como las ideologías directrices de la Revolución francesa, y que obtendría un desarrollo inusitado en la literatura de finales de esta centuria. El hombre civilizado, lleno de prejuicios y frivolidades, es decadente. Se diría que la comodidad corroe los valores humanos los hace desaparecer de manera paulatina. (Luis A.García)
Las palabras de Swift se vuelven cariñosas y afectivas al describir a Glumdalclitch, la niña que cuida al médico y viajero protagonista, que la crítica suele identificar con su amada Esther Johnson.
No fue concebida para un público infantil, aunque para ellos se adaptaron en múltiples ocasiones estas aventuras fantásticas entre los enanos liliputienses y los gigantes de Brobdingnag. Se han indicado como precedentes de Los viajes de Gulliver, La Verdadera Historia, de Luciano, El Atlante, de Bacon, La Utopía, de Tomás Moro y el Reinaldo el Zorro.
Naufragio en el país de los pigmeos: En el Mar de las Indias sufrimos una violenta tempestad, que nos desvió hacia el Noroeste de la tierra de Van-Diemén. Nos hallábamos en aquella ocasión a los treinta grados y diez minutos de latitud meridional, y la tripulación contaba ya una baja de doce hombres, que habían sucumbido de exceso de fatiga y de insuficiencia de alimentos, estando los restantes del todo extenuados. En semejante situación, al apuntar el día cinco del mes de noviembre, en que empieza el verano de aquellos países, nos sorprendió de repente la voz del vigía, que señalaba una roca a la distancia de dos cables en la dirección en que nos empujaba el viento, en cuyo escollo nuestro buque acabó por encallar. Cinco tripulantes y yo nos arrojamos a la chalupa, y pudimos alejarnos felizmente del barco zozobrado, corriendo más de tres leguas a fuerza de remo, hasta que el cansancio nos impidió continuar; entonces nos abandonamos a merced de las olas que nos hicieron derivar por espacio de otra media hora, y, finalmente, un golpe de viento volcó nuestra embarcación. Ignoro cuál fue la suerte de mis camaradas del bote, así como la de los náufragos del buque, pero es de presumir que perecieron todos. Por mi parte, nadando a la ventura, pude encontrar una corriente favorable, que me fue acercando a tierra, cuando ya la tempestad iba amainando su furia; seguí andando por una playa de pendiente poco pronunciada, con el agua a la cintura, hasta que a las ocho menos cuarto logré salir del agua. (Los viajes de Gulliver)
Yahoos:
Releo la descripción que hace Swift, en su Gulliver, de los Yahoos, terrible caricatura del género humano. Es, en muchos aspectos, justa y, al mismo tiempo, atrozmente injusta. Swift no tiene en cuenta las tentativas, milenarias por lo demás, para salir de ese estado abyecto y bárbaro. Su misma indignación es prueba de que no todos los hombres son iguales a los Yahoos. Que de esa raza repugnante y feroz hayan podido salir, con el tiempo, un San Francisco y un Miguel Angel, un Shakespeare y un Newton, un Goethe y un Beethoven, es el elogio más grande que se puede hacer del hombre -es el milagro divino de la historia humana. (G.Papini, Las felicidades del infeliz)
Los Yahoo de Borges:
Dos curiosas poblaciones encontró Gulliver en el curso de sus viajes. Los liliputienses, de un lado, seres de altura doce veces inferior al hombre, pero de singular inteligencia y comprobada astucia. Y los Yahoo, individuos simiescos, primitivos y repugnantes que habitaban en el país de los caballos que hablaban y razonaban. Los liliputienses eran hábiles y laboriosos. Los Yahoo eran homínidos repugnantes, zánganos y con el cerebro de un mosquito... Los Yahoo de Borges, una sofisticada variante de los que encontró Gulliver, son algo más evolucionados, más humanoides, pero igualmente infradotados en el uso de la razón. Hablaban tan sólo con monosílabos de significado poliédrico. Así, utilizaban la palabra Ônrz para describir a un leopardo, una bandada de pájaros, un cielo estrellado, o la huída tras una derrota. El fonema ÔHrl se usaba para una cepa, una tribu, un montón de piedras o la asamblea de los cuatro hechiceros de la tribu. Ah, también un bosque. (J.A.Vara, 2017)
Jonathan Swift:
[...]
El doctor Gulliver, cirujano y hombre medio, tiene el aspecto de querer mantener la dignidad y la grandeza de la especie a que pertenece, y, sin embargo, las acusaciones más atroces se producen a través de su tentativa de apología.
Lemuel Gulliver es honrado, inteligente, instruido, bien parecido, sabe razonar, sabe querer, y, sin embargo, está destinado por su invisible enemigo a hacer de muñeco en manos de los gigantes y a parecerse a los asquerosos yahoos, criados de los sabios caballos.
Después de haber visto, reflejadas en los liliputienses, nuestras grotescas pequeñeces, nos las muestra todavía más grotescas y más pequeñas poniendo a uno de nosotros entre los gigantes de Brobdingnag. En Laputa y en Balnibarbi vemos, aumentadas y deformadas en un espejo, nuestras locuras; en la isla de Glubbdubrib encontramos nuestro pasado; en el país de los houyhnhnms, nuestra obscena animalidad.
Nada se salva del negro odio de Swift. Las divisiones políticas no tienen mayor importancia que la existente entre los que llevan tacones altos y tacones bajos; las divisiones religiosas se parecen a las que existen entre los que quieren romper el huevo por la parte grande y los que lo quieren romper por la punta; los ministros alcanzan sus cargos demostrando saber bailar bien sobre un alambre; los reyes son tanto más soberbios y despiadados cuanto más débiles: la belleza de las mujeres está llena de manchas y de suciedadesen cuanto se la ve de cerca; lo que a nosotros nos parece gloria y majestad, parecería una farsa de pigmeos ante seres mayores y más sabios que nosotros. "Ay de mí -exclama el rey de Borbbdingnag-, qué poco vale la humana grandeza, cuando incluso los viles insectos pueden imitarla así! ¡Pensar que también esos tienen sus clases y jerarquías, adornos, jaulas, capas, agujeros que llaman casas y palacios, y libreas, equipajes, títulos, cargos, oficios, todo como nosotros! ¡También entre esos se amará, se odiará, se engañará, se traicionará, igual que aquí!" Pero Gulliver, con los pelos de la barba de este rey -suprema ironía-, ¡se fabrica un bonito peine! El mismo rey -venganza involuntaria- demuestra, sin embargo, en un dos por tres, los defectos de la Constitución parlamentaria, las lacras del Gobierno inglés, las vergüenzas de nuestras historias, y llega a la conclusión de que la mayor parte de los compatriotas de Gulliver constituye "la raza más malvada que la Naturaleza haya permitido arrastrarse por la tierra".
Nada se ahorra en la implacable revista de nuestras miserias: ni nuestra legislación, ni nuestra filosofía, ni nuestra voluntad de guerrear y de conquistar. En Laputa y en la Academia de Lagado se hace befa de nuestros metafísicos y se vitupera a nuestros científicos, a nuestros proyectadores y soñadores. En Glubbdubrib se ponen de manifiesto las mentiras de nuestros historiadores y las debilidades de nuestros antepasados. Y, finalmente, en el país de los caballos se pone en la picota y se humilla indeciblemente a toda la raza humana, en la persona de los yahoos, especie de bestias salvajes, viciosas, viles, sucias y malvadas, que se parecen tremendamente, una vez quitados los velos y los adornos de la civilización, a los hombres que pueblan las naciones más civilizadas.
El libro de Swift no sube hacia la redención, ni concede nada al optimismo, sino que parece que la despiadada animosidad contra los miserables humanos va creciendo de capítulo en capítulo, hasta llegar a la suprema y máxima ofensa. A lo largo del camino, todo ha sido negado y deshojado: política, religión, costumbres, valor militar, ciencia, pensamiento, historia, civilización. Al final, solo queda el pobre yahoo, desnudo y desenmascarado, que nos enseña cómo somos en realidad: monos salvajes, estúpidos y malos. Así termina ese maravilloso y doloroso desahogo de uno de los espíritus con menos prejuicios que han sufrido en el mundo.
(G.P. Retratos extranjeros, 1913)
Dura crítica a la civilización europea en último capítulo:
Pero, en vez de proyectos para conquistar aquella nación magnánima preferiría yo que ellos pudieran y quisieran, enviar suficiente número de sus habitantes para civilizar a Europa, instruyéndonos en los elementales principios del honor, la justicia, la verdad, la templanza, el espíritu público, la fortaleza, la castidad, la amistad, la benevolencia y la fidelidad. Virtudes todas éstas cuyos nombres se conservan aún entre nosotros en la mayoría de los idiomas, y se encuentran así en los autores modernos como los antiguos, según puedo aseverar fundado en mis escasas lecturas.
Pero había otra razón que me detenía en el camino de aumentar los dominios de Su Majestad con mis descubrimientos. A decir, verdad, había concebido algunos escrúpulos respecto de la justicia distributiva de los príncipes en tales ocasiones. Por ejemplo: una banda de piratas es arrastrada por la tempestad no saben adónde; por fin, el grumete descubre tierra desde el mastelero; desembarcan para robar y saquear; encuentran un pueblo sencillo, que los recibe con amabilidad; toman de él formal posesión en nombre de su rey; erigen en señal un tablón podrido o una piedra; asesinan a dos o tres docenas de indígenas; se llevan por la fuerza una pareja como muestra; regresan a su patria y alcanzan el perdón. Aquí comienza un nuevo dominio, adquirido con título de derecho divino. Se envían barcos en la primera oportunidad; se expulsa o se destruye a los naturales; se tortura a sus príncipes para obligarlos a declarar dónde tienen su oro; se concede plena autorización para todo acto de inhumanidad y lascivia, y la tierra despide vaho de la sangre de sus moradores. Y esta execrable cuadrilla de carniceros, empleada en esta piadosa expedición, es una colonia moderna, enviada para convertir y civilizar a un pueblo idólatra y bárbaro. (J.Swift. Los viajes de Gulliver)
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Abundancia y tierras felices:
[Uno de los motivos del rechazo a la cultura] surgió cuando al extenderse los viajes de exploración se entabló contacto con razas y pueblos primitivos. Los europeos, observando superficialmente e interpretando de manera equívoca sus usos y costumbres, imaginaron que esos pueblos llevaban una vida simple, modesta y feliz, que debía parecer inalcanzable a los exploradores de nivel cultural más elevado. La experiencia ulterior ha rectificado muchos de estos juicios, pues en múltiples casos se había atribuido tal facilitación de la vida a la falta de complicadas exigencias culturales, cuando en realidad obedecía a la generosidad de la Naturaleza y a la cómoda satisfacción de las necesidades elementales. (Sigmund Freud, El malestar en la cultura)
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