Grecia: Guerra:
Hoplita:
Soldado de infantería pesada, que llevaba como armas una espada corta y una larga pica, llamada sárisa. En un principio pertenecían a las clases aristocráticas, más tarde los hubo también de clase media (s.-VIII y -VII). Los hoplitas integraban la falange macedónica junto a los órdenes de psilitas y peltastas. En la formación táctica constituían la segunda línea, dando profundidad a los psilitas, exploradores que hostilizaban al contrario.
Los peltastas eran soldados de infantería dotados de pelta. Eran de origen bárbaro, intervenían como mercenarios y participaron en la guerra del Peloponeso.
Tras la guerra, a imitación de los bárbaros se crearon cuerpos de peltastas mejor armados.
Falange:
Infantería en orden de batalla. A partir de las reformas atribuidas a Filipo II de Macedonia (hacia -359) la infantería griega y helenística tuvo una peculiar organización táctica. Se ideó un sistema de ataque y de defensa basado en unidades tácticas de unos 1.500 infantes, divididas en compañías y secciones. Entraban en combate en formaciones lineales, al menos con ocho hombres de fondo. Los de las cinco primeras filas presentaban sus largas lanzas constituyendo un sólido frente de gran eficacia para destruir los cuadros enemigos. Los flancos y la retaguardia estaban protegidos por tropas ligeras y por caballería. La falange macedónica perdió eficacia y movilidad debido al aumento del número de filas (de 16 a 32) y de la longitud de las lanzas (hasta unos 7 m). Cuando sucumbió ante las legiones romanas (Cinocéfalos, -196; Magnesia, -189; Pidna, -168 estaba en una fase decadente.
Persas:
El enfrentamiento entre griegos y persas, del que las guerras médicas fueron solo una fase, duró en total más de dos siglos.
En 546 a.C. el rey Creso de Lidia, que tenía sometido un extenso territorio hasta el río Halis y Capadocia, es derrotado por Ciro II.
La satrapía persa de Lidia permanece agitada por levantamientos.
Durante el reinado de de Cambises II Persia muestra con algunas campañas coactivas o punitivas su poderío militar.
Invasión de Darío (490 a.C.):
En el 499 a.C. las ciudades jonias, descontentas del trato recibido de los persas, se rebelaron bajo el mando de Aristágoras, que gobernaba Mileto, y pidieron ayuda a los griegos del otro lado del Egeo. La Esparta de Cleómenes, la mayor potencia militar del momento, rehusó enfrentarse a Persia pero los atenienses aceptaron entrar en la revuelta jonia.
Tras la derrota de los jonios Darío emprendió los preparativos para un castigo de la Grecia continental. Mileto fue incendiada y nunca llegaría a recuperarse.
Las islas del Egeo declararon su sometimiento a Darío. Fueron seguidas de algunas ciudades continentales pero Esparta se negó.
Temístocles urgió a los atenienses a preparar una potente escuadra. Fortificó un lugar de la costa, que se convertiría en la ciudad del Pireo.
La flota de Darío finalizó sus preparativos en el 490 a.C. y se dispuso a atravesa el Egeo sometiendo a sus islas.
Cuando la expedición de Darío desembarcó en Atica los éforos espartanos habían condenado al victorioso Cleómenes al destierro.
Milcíades se convirtió en el mayor impulsor de las fuerzas atenienses y dirigió a las tropas en Maratón.
Los espartanos no participaron en la batalla aunque la noticia de su llegada hizo que los persas embarcaran de regreso.
Invasión de Jerjes:
Mientras Darío preparaba su desquite murió en el 486 a.C.
Los planes persas de venganza los heredó su hijo Jerjes, pero en el 484 a.C. se vuelve prioritario sofocar una revuelta en Egipto que duró varios años.
Una batalla naval decisiva tuvo lugar en el estrecho que separa la isla de Salamina de las costas del Atica, de 1.500 metros de anchura, por siete de longitud. La mejor preparación de las naves y los tripulantes griegos se impusieron sobre la superioridad numérica persa. El artífice de la victoria fue Temístocles, después de enfrentarse al lacedemonio Euribíades, comandante en jefe de la flota y partidario de abandonar la zona.
Los hombres de Temístocles fueron los primeros en romper la línea persa.
Las Guerras Médicas y sus antecedentes fueron narrados por Heródoto.
Guerra del Peloponeso (431–404 a.C.):
Varias ciudades celosas de su independencia estaban molestas porque la Liga de Delos empezaba a incurrir en prácticas imperialistas.
Lisandro derrota de forma definitiva a los atenienses en Egospótamos (405 a.C.). Sometida a sitio capituló (404 a.C.). Admitió a sus desterrados políticos y perdió imperio y flota.
Como el largo conflicto supuso un grave deterioro de la prosperidad y poderío militar griegos, no tuvo vencedores reales.
Alejandro dejó a su muerte (323 a.C.) un extenso imperio que quedó dividido.
La cultura mundial conservada le debe mucho a Pérgamo por su celo en atesorar y reproducir conocimientos.
Ocupación romana:
Con los reinados de Filipo V en Macedonia (221-179 a.C.) y el seléucida Antíoco III (223-187a.C.) se inició la intervención de Roma contra el Oriente helenístico. En 146 a.C. Macedonia y Epiro constituían una provincia romana, cuyo gobernador ejercía la supervisión de Grecia. Antíoco III consolidó su poder en Asia, pero al intervenir en Grecia fue vencido por los romanos y perdió Asia Menor; de ello se benefició principalmente el reino filorromano de Pérgamo, legado por su último monarca a los romanos (133 a.C.). Los últimos seléucidas se agotaron en luchas intestinas, y la desintegración de sus dominios fue rápida. Cneo Pompeyo desposeyó a los seléucidas y se anexionó Siria (64-63 a.C). A partir de fines del s. II a.C. los disturbios dinásticos de los lágidas se acentuaron: Cirenaica pasó a Tolomeo Apión, quien la legó a Roma (96 a.C.), que se anexionó también Chipre (58 a.C.). Octavio Augusto convirtió Egipto en provincia imperial romana tras la muerte de Cleopatra VII (30 a.C.).
La influencia cultural griega también estaba presente en la Siria Romana en la época de la dinastía herodiana.
Herodes el Grande, que reinó sobre Judea, Galilea, Samaria e Idumea hasta el 4 a.C., había sido educado en la Roma de Augusto.
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