Enfrentamientos de Atenas, Esparta y Persia:
Jerjes atravesó el Helesponto con un imponente ejército que creía invencible (480).
Había mandado construir dos puentes hechos de barcos anclados y unidos por enormes cables.
Superó la resistencia de Leónidas en el paso de las Termópilas a pesar del eficaz hostigamiento que la flota griega ejerció sobre la persa.
A los mil barcos persas se enfrentaban sólamente trescientas trirremes de la coalición griega, que sólo aspiraban a impedir que la flota persa acompañara por las costas al despliegue de su ejército. Temístocles ordenó que la flota griega abandonara sus posiciones y se reagrupara entre Atica y Salamina. La inesperada victoria griega de Salamina fuerza la retirada de Jerjes.
La guerra del Peloponeso contra Esparta, aliada de los persas (431-404), se debe a ello [influencia creciente de Atenas]. La unión griega se rompió con la ayuda del dinero persa, las guerras internas de la Hélade volvieron -y sobre todo la hostilidad entre Atenas y Esparta, que en el 413 produjo la catástrofe cuando en el puerto de Siracusa, que sostenía el comercio de Esparta, la escuadra y la armada atenienses fueron aniquiladas- [...] Atenas perdía allí [batalla de Aegos-Potamos (405)] toda su flota de combate y su aprovisionamiento quedaba cortado.
(M.de Brossard)
Durante la guerra del Peloponeso, las flotas de ambos beligerantes intervienen con frecuente y desigual fortuna en el curso de los acontecimientos, manteniéndose el predominio de la ateniense. El desenlace de tan larga y porfiada lucha corresponde, precisamente, a un combate naval. Después de la batalla de Egospótamos, la flota espartana, que manda Lisandro, sorprende a la ateniense, superior a ella, y la derrota por completo. Poco después, Lisandro penetra con la suya en el Pireo -el puerto de Atenas- y pone fin a la porfiada pugna.
Sucede esto en el año 404 antes de Jesucristo. Uno de los jefes de la armada vencida consigue rehacerla en Rodas y derrotar a la espartana, en 394. La suerte de la guerra no se modifica; pero las naves atenienses vuelven a ser las dueñas del mar Egeo. (A.Jiménez-Landi)
Atenas sufre los estragos de una peste en el año 429 y capitula ante Esparta en el 404. Epaminondas despliega una sutil estrategia que consigue sorprender el exceso de confianza de Esparta, que es nuevamente aislada por los atenienses. Los persas van apoderándose de las ciudades jónicas y aprovechan la confusión para rearmar su flota. También consiguen atraer a Esparta como aliado contra Atenas. Macedonia conquista por la fuerza las minas de oro del monte Pangeo al este de Strymon, lo que le permite financiar sus operaciones expansivas.
Las naves de Alejandro:
Mientras Atenas y Esparta combatían, Arquelao, rey de Macedonia, va poniendo las bases del futuro gran país, que, bajo el reinado de su sucesor, Filipo, se convierte en el estado más poderoso de Grecia. Dos grandes generales contribuyen a los triunfos de Macedonia, pues ellos son los creadores de su potencia militar. Se llamaron Parmenión y Antipater, organizadores de las famosas falanges macedonias, merced a las cuales puede su señor alcanzar los dos objetivos más importantes de su política: llegar al mar, conquistando las ciudades costeras y apoderarse de la Tesalia.
Vencidos en Queronea los atenienses y sus aliados, en agosto del año 338 antes de Cristo, el rey de Macedonia se encuentra en condiciones de penetrar en la península balcánica. Esparta se le entrega y caen, una tras otra, las ciudades menos fuertes.
Dueño del territorio, Filipo convoca una gran asamblea de la paz, en Corinto, adonde acuden los representantes de los Estados vencidos para pactar con el vencedor.
En Corinto se da el primer gran paso hacia la unidad de Grecia, mediante una alianza de todas las ciudades-estados helénicas, bajo el mando militar supremo del rey de Macedonia.
Pero la gran potencia griega, así creada, tendrá que chocar fatalmente con su antagonista persa. Filipo no esperó a que surgiera el conflicto: lo provocó él, consistiendo la lucha contra Persia, en una empresa de carácter nacional, como, en efecto, era. Una lucha dramática en el seno de la familia real, acaba con la vida de Filipo, que muere asesinado, y uno de sus hijos, Alejandro, ambicioso y duro, se adueña del trono, después de matar a sus propios hermanos. El nuevo príncipe, hijo de Filipo y de Olimpia, y discípulo de Aristóteles, se ve precisado a pacificar el país; pero, tan pronto como lo consigue, inicia la campaña contra Persia, en la que reina otro rey Darío, de menos empuje que su famoso predecesor. Alejandro, asistido por los generales de su padre, gana las famosas batallas de Gránico y de Issos.
Los marinos fenicios y chipriotas, que servían a Darío, se pasan a las tropas de Alejandro, y, gracias a ellos, el rey de Macedonia puede ya contar con una flota que poco después le proporciona el dominio absoluto del mar.
Con este poderoso instrumento bélico, el macedonio se apodera de todas las islas del Egeo y de Egipto, donde funda la gran ciudad que lleva su nombre.
Alejandro es invencible por tierra y por mar, y su juventud, su ambición y su falta de escrúpulos, le empujan a crear un gran imperio, ese gran imperio universal que él sueña por primera vez y que, más tarde, revivirá en las mentes de los hombres más extraordinarios del Occidente europeo, desde Julio César a Napoleón.
Alejandro toma sucesivamente Babilonia y Susa; luego, en territorio propiamente persa, la capital Persépolis.
El mundo se le figura pequeño al hijo de Filipo; después del imperio persa pretende conquistar la India, y acaso lo hubiera conseguido, si el descontento y la fatiga de las tropas no le aconsejaran volver a Grecia.
Alejandro toma, entonces, el camino de la costa y encarga a su almirante Nearco que le siga con los buques por mar.
La navegación realizada por Nearco es uno de los acontecimientos navales más importantes de la antigüedad. (A.Jiménez-Landi)
Cuando todo el imperio persa cayó en sus manos, Alejandro adoptó el tipo de corte y la condición de un príncipe oriental, factor que provocó una violenta oposición entre el grupo de sus generales macedonios, y una conjura contra él, resuelta con la ejecución de uno de ellos, Parmenio.
Al sentirse halagado por la sumisión de los persas y por su elevación a personaje de rango divino como gran rey, prefirió la continuación de la política tradicional persa en lugar de continuar con su idea primitiva, y mientras su ejército y todos los griegos consideraban cumplido su deber de destruir al enemigo ancestral, Alejandro se decantó por llevar la conquista a territorios situados más al oriente.
Encontró gran resistencia. La dinastía de los Aqueménidas no había logrado establecer satrapías estables en la zona.
Debieron reprimir acusadas tendencias secesionistas de algunas provincias.
Invadió Bactriana, se casó con la princesa Roxana, y llevó a su ejército a atravesar el Hindukush y a dominar el valle del Indo.
Estancia en la India:
Los monarcas indios ofrecieron poca resistencia con la excepción del rey Poros en Hidaspes.
Se enfrentó a los invasores empleando 85 elefantes con notables habilidades para el combate.
Quedaron asombrados al contemplar gran número de aspectos nuevos en la naturaleza, cultura y costumbres.
Pudieron ver de cerca elefantes, monos, tigres, rinocerontes, papagayos, cocodrilos y grandes serpientes.
La expedición creyó hallar las huellas de Dioniso, el dios del vino, en la región de Nisa, en un monte llamado Meros.
Los cronistas regresaron con gran cantidad de información hasta entonces desconocida por los griegos.
Como político y dirigente tuvo el gran proyecto de unificar Oriente y Occidente en un imperio mundial. Hizo que unos 30.000 jóvenes persas fueran educados en la lengua griega y en las técnicas militares macedónicas.
Fundó unas 70 ciudades, por todo el imperio, destinadas no sólo al ejército, sino a ser centros de difusión de la cultura griega. El griego se convirtió, entonces, en lengua universal.
Pirrón de Elis (360-270 a.C.), primer filósofo escéptico, acompañó a Alejandro en su marcha de conquista. Transmitió a occidente saberes adquiridos de estudiosos de oriente. Se le cita y reproduce a bordo de un navío en referencia a la navegación en mares embravecidos y peligros que ponen la vida en riesgo.
Rápida disolución del imperio:
El monarca muere en el año 323, a los treita y tres años de edad y trece de reinado, fecundo en conquistas y suficiente para cambiar los destinos del mundo.
[La ubicación de sus restos y el monumento destinado a contenerlos, el Soma, está envuelta en misterio].
Crateros se hace cargo de la regencia, en nombre del heredero de Alejandro, que es un niño. A Crateros le sucederá Perdicas, gobernador de Asia. Los atenienses aprovechan la falta del soberano invicto para sublevarse, mas, el almirante macedonio, Clitos, los derrota en la gran batalla naval de Amorfos, que pone fin al predominio de Atenas en el mar. Este es el último fulgor del imperio, cuando parece llegado a la cima de su poderío y de su solidez. A partir de entonces, las ambiciones de los principales jefes militares van a destrozarlo con la misma celeridad con que Alejandro lo creó. Pasa a manos del viejo Antipater, que muere muy pronto. Su hijo, Casandro, mata a los de Alejandro el Grande y a su viuda, Olimpia, cruel y sanguinaria, adueñándose de Macedonia. Ptolomeo, sátrapa de Egipto, se convierte en soberano de un importante imperio, que llega hasta el Asia Menor; Seleuco se hace rey de Babilonia, de la que había sido nombrado gobernador, y Lisímaco, otro general, se apodera de Tracia.
Cuando faltan Crateros y Perdicas, el sátrapa de la gran Frigia, llamado Antígono, excelente estratega, pretende reconstruir el imperio, que se derrumba; pero Ptolomeo, Seleuco, Lisímaco y Casandro le derrotan en Ipsos, donde muere. El hijo, Demetrio, manda la flota más poderosa del Egeo; pero la desmembración del imperio alejandrino es inevitable.
(A.Jiménez-Landi)
Dinastía de los atálidas en Pérgamo:
Durante las guerras de los sucesores de Alejandro se hizo con el control de Pérgamo Filiteros de Theos.
Inició una dinastía que regentó largo tiempo la ciudad, que en tiempos helénicos era capital de un reino independiente y un importante centro cultural.
Murió al poco tiempo (263 o 262 a.C.) antes de que hubiesen finalizado las disputas de los cuatro sucesores de Alejandro.
Sus sucesores pudieron consolidar una dinastía, la familia de los atálidas, cuyos herederos se llamaban alternativamente Atalo y Eumenes.
La expansión iniciada por Eumenes I (muerto en 241) fue confirmada por Atalo I (muerto en 197), quien dominó en algunos momentos toda el Asia Menor y rechazó el ataque de los galos (celtas) durante la invasión de éstos alrededor de 230, haciéndoles retroceder hacia el este, hasta Galacia país de los galos. El reino de los atálidas alcanzó fama como baluarte de la cultura helenística. La ciudad se alió con Roma contra Cartago durante las guerras púnicas.
Según Plinio el Viejo en Pérgamo se inventó el pergamino en es siglo II a.C.
La biblioteca de Alejandría (331 a.C):
La famosa biblioteca, sin duda la primera biblioteca pública del mundo, se fundó treinta años después [de la fundación de la ciudad 331 a.C.], y los faraones Ptolomeos, para enriquecerla, obligaban a todos los sabios que llegaban a la ciudad a dejar una copia de los libros que poseían.
Esta es la versión oficial. Pero algunos historiadores maliciosos aseguran que los Ptolomeos despojaban de sus libros a los viajeros y los ingresaban en la famosa biblioteca.
La biblioteca estaba dividida en dos, en edificios distintos. Uno de los edificios estaba cerca del puerto y contenía 500.000 manuscritos (algunos historiadores dicen que 700.000). El otro estaba en el centro de la ciudad y contenía 200.000 rollos.
Los soberanos de Pérgamo y de Egipto rivalizaban en proteger a los sabios. Los soberanos egipcios, para fastidiar a los de Pérgamo, prohibieron la exportación de papiro. Y entonces los entendidos de Pérgamo suplieron el papiro por pieles que sometían a una preparación especial, que se llamaron pergaminos, tomando el nombre de la ciudad de Pérgamo.
Dicen historiadores que en tiempo de Cleopatra, Julio César, en su lucha contra los partidarios de Ptolomeo, mandó pegar fuego a las naves egipcias surtas en el puerto de Alejandría, que el fuego se propagó a la biblioteca y con ello ardieron todos los manuscritos.
Otros historiadores lo desmienten, y aseguran que el incendio de la biblioteca no se produjo sino cuatro siglos después, cuando los soldados del califa Omar saquearon la ciudad, y que los 500.000 volúmenes que habían entonces en la biblioteca sirvieron para calentar los baños públicos durante seis meses.
De las dos versiones parece que la segunda es la más acertada. Pero lo único seguro es que con la destrucción de la biblioteca y la quema de su contenido se perdió la más rica colección de obras que ha existido jamás en el mundo antiguo y con ella el depósito de toda la ciencia antigua. Y que para poner de manifiesto el acervo de conocimientos que allí se almacenaban, basta recordar que de los escasos manuscritos salvados de la catástrofe, salió todo el movimiento renacentista, que había de dar origen a la ciencia moderna...
Anejo a la Biblioteca estaba el Museo, que era una residencia de sabios. Museo es nombre griego, derivado de Mousa, musa, y Museo significa lugar consagrado a las musas.
En el museo de Alejandría se enseñaba Gramática, Retórica, Crítica, Matemática, Filosofía, Cosmología, Literatura, Medicina, Astronomía e Historia. Todo, desde luego, más rudimentario de como se enseña ahora, y la Historia mucho más corta. (Noel Clarasó)
El emplazamiento costero de Alejandría:
En la franja costera por encima del lago Mareotis y frente a la isla de Faro, Alejandro creyó encontrar el lugar idóneo para la construcción de una ciudad a la que daría su nombre, que sería un gran puerto comercial y, a la vez, una capital marinera para el reino de Egipto, una ciudad abierta al Mediterráneo y a sus gentes, de calles amplias y rectas, con bellos monumentos, que podría en el futuro rivalizar con Atenas y reemplazar con ventajas a la fenicia Tiro, destruida en su avance.
Aquel emplazamiento parecía ideal, fácil de defender y conectado, por los brazos del Nilo, con Menfis y las principales ciudades de Egipto, entre ellas la griega de Náucratis. Allí, a poca distancia, emergía la isla de Faro, que serviría bien de rompeolas. Y allí ordenó Alejandro al arquitecto Dinócrates que diseñara y levantara la ciudad. (Carlos García Gual)
No se trataba de un simple rasgo de idealismo, sino que era más bien una feliz combinación de idealismo y espíritu utilitario. Alejandro necesitaba una capital para su nuevo reino egipcio y esa capital tenía que estar en la costa porque así sería más fuerte su vinculación a Macedonia. Aquí estaba el lugar más idóneo; un puerto espléndido, un clima perfecto, agua dulce, canteras de piedra caliza y fácil acceso al Nilo. Aquí perpetuaría Alejandro lo mejor del helenismo y crearía una metrópoli para aquella Grecia más grande que no debía consistir en ciudades-estado, sino en reinos, e incluir a la totalidad del mundo habitado. (E.M.Forster)
La ambiciosa idea de dominio universal:
La gran puesta en juego de la cultura griega se produjo en su período final, en la etapa alejandrina, cuando la extensión increíble de Alejandro Magno sustituyó la noción de la polis, tan clásica en su proporción y dimensión humana, por la dimensionalidad de unos territorios que, al desmesurarse, se hacían fronterizos con aquel remoto mundo oriental que, para los griegos de Esquilo, era sólo una amenaza poblada de monstruos. Las victorias de Alejandro Magno deshicieron muchos fantasmas, pero trajeron hacia Occidente los espejismos halagadores de las grandes unidades de poder, dominadas por tiranías implacables. Occidente habría de aprender esta lección, como ya sabemos, cuando Julio César, precisamente ante la estatua de Alejandro Magno, en el remoto Cádiz, intuía una Roma capaz del dominio universal. (Guillermo Díaz-Plaja)
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