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Nueva Zelanda:
Situada a 2.000 km al este de Australia. Originalmente poblada por polinesios hacia el año 1250 d.C.
Los polinesios que invadieron el norte de la actual Polinesia a comienzos de la era cristiana fueron impulsados a una nueva expansión hacia el sur a causa de las guerras intestinas por la supremacía política y la superpoblación de algunas islas. Tribus maoríes procedentes de las islas Cook y Sociedad descubrieron y conquistaron la isla septentrional de Nueva Zelanda.
Exploradores europeos:
El primero europeo en llegar a las islas fue Abel Tasman, que bautizó la costa occidental como Tierra de los Estados (1642).
James Cook reconoció el archipiélago entre 1769 y 1779, comprobando la existencia de un estrecho que separaba las dos grandes islas.
Cuando Cook regresó de Tahití a Nueva Zelanda encontró que el Adventure, al mando de Fourneaux, había perdido varios hombres.
Acabaron siendo víctimas de un banquete de antropófagos maoríes.
La tripulación quedó lo suficientemente mermada como para que el Adventure regresase a Inglaterra (1774) un año antes que Cook (1775).
Cook castigó el violento acto aborigen con un uso moderado de las armas de fuego.
Durante el tercer viaje (1776) los maoríes temieron un nuevo castigo pero sólo fueron amonestados verbalmente.
A causa de otro incidente causado por reacciones indígenas imprevistas Cook perdería la vida en Hawai durante esta última expedición (1777).
Balleneros, traficantes y colonos:
Posteriormente arribaron a sus costas los balleneros (establecimientos de la bahía de las Islas y Akaroa) y los traficantes, que compraban lino, madera, legumbres, frutos y mujeres a los indígenas a cambio de licores y armas de fuego. Los primeros misioneros que llegaron a las islas fueron los británicos de la Church missionary society (1814), cuya política favoreció los intereses financieros y comerciales de los colonizadores, y los católicos (1838); ambas misiones activaron la evangelización de los indígenas, que practicaban el canibalismo y vivían guerreando entre sí.
La tribu de los ngapuhis, adoptó los mosquetes de mercaderes europeos hacia 1818 y los usó como elemento de dominación. En los quince años siguientes Nueva Zelanda fue sacudida por las guerras denominadas de los mosquetes, en que tribus que no poseían tales armas, las obtenían o acababan siendo subyugadas por tribus ya provistas de mosquetes. El resultado fue que la tecnología del mosquete se había extendido ya por toda Nueva Zelanda hacia 1833: todas las tribus maoríes todavía supervivientes tienen ahora mosquetes. (J.Diamond)
Gran Bretaña nombró (1833) un residente para Nueva Zelanda. La colonización fue llevada a cabo por el sistema de compañías privilegiadas, y E.G.Wakefield, al frente de la New Zeland company, organizó la de la isla septentrional (1839). El gobierno británico se decidió a intervenir para adelantarse a un intento francés de apoderarse del archipiélago; el capitán J.Hobson obligó a aceptar la soberanía británica a los jefes indígenas y les garantizó la propiedad de sus tierras. El tratado de Waitangi (1840) fue inmediatamente violado con la instalación de más de 20.000 colonos en diez años. Esta política de expansión redujo a los indígenas a los terrenos mediocres y desencadenó las guerras maoríes (1843-1847, 1860-1869), que diezmaron a los polinesios (reducidos a su cuarta parte).
Bahía Espíritus:
El cabo Reinga es la punta norte de la isla del Norte, en la penísula de Aupuri. A 500 metros de la costa el oleaje adquiere una fuerza excepcional debido al encuentro del mar de Tasmania con el Pacífico. La bahía Espíritus, al este del cabo, tiene una arena rosa pálido. En maorí reinga significa lugar del salto y alude al viaje del alma hacia el mundo espiritual tras saltar desde un árbol de hierro y sumergirse en la bahía. La playa Ninety Mile, al sur del cabo, representa un obstáculo para el acceso a la zona. Sus 88 km deben ser recorridos por una estrecha franja entre las olas y las cambiantes dunas.
Estrecho de Milford:
Situado en Fiordland, en la aislada costa oeste de la parte baja de la isla Sur.
James Cook pasó junto a la entrada del estrecho dos veces (1770 y 1773), sin llegar a descubrirla tras la niebla.
Milford Haven (Gales) fue el lugar de nacimiento del capitán de un barco de caza de focas, John Grono, que descubrió la entrada en 1822.
El lugar posee bosques, montañas, lagos y cataratas. Sus puntos sobresalientes son el pico Mitre (1.412 m), las cataratas de Bowen, el cañón Cleddau, el observatorio submarino del estrecho de Milford y el parque de animales salvajes de Te Anau.
Queenstown:
Ciudad turística a orillas del lago Wakatipu. Tienen de fondo las montañas de los Alpes del Sur y las Remarkables con picos nevados.
En invierno es base para la práctica de diversas modalidades de esquí.
Goza de gran popularidad la visita en helicóptero a los picos más remotos, a los que no se puede llegar de ninguna otra manera.
Es el lugar donde se desarrollaron las motos de agua, aquí empleadas para penetrar en los cañones de las montañas.
Sus empinadas laderas permiten la práctica del rafting en aguas bravas.
La primera empresa en el mundo dedicada al puenting fue creada en Queenstown por A.J.Hackett en 1988, con lanzamientos desde el puente suspendido Kawaru. Otras actividades que ofrece la ciudad son el tren de vapor Kingston Flyer, el asentamiento de la fiebre del oro de Arrowtown y el parque de aves y kiwis.
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Cielos:
Recuerdo, eso sí, los cielos por donde galopaban nubes violentas, pues el mundo austral, como ya dije hablando de las Malvinas, comunica siempre una sensación de universo salvaje. Recuerdo paisajes imponentes, sobre todo los glaciares, fiordos y canales marinos como el de Mildford Sound. Y las montañas nevadas que rodean la ciudad de Queensland. Y los ríos de aguas claras, las llanuras, los bosques tropicales, los majestuosos árboles kauns, la visión del océano más grande de la Tierra, los vientos helados del Sur. Y también el gusto inglés de la ciudad de Chriszchurch, el aire escocés de Dunedin y el perfil asiático de Auckland; y las focas y los pingüinos y las oreas saltando en una bahía cuyo nombre he olvidado. (Javier Reverte)
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