El viaje de exploración de La Pérouse:
El viaje de exploración de La Pérouse tomaría cuatro años y debía regresar a Francia en el verano de 1789. Sus dos barcos fueron vistos por última vez al noreste de Australia. Nunca se halló a ninguno de sus 400 tripulantes.
Tengo el honor de informar que La Boussole y L'Astrolabe partieron a las cuatro de la mañana con viento noroeste. Se ordenó a dos balandras acompañar a los navíos hasta que llegaran a mar abierto. Así, en este día se inició el viaje de La Pérouse alrededor del mundo." Con este mensaje, fechado el 1° de agosto de 1785, el almirante Jean Francois de Galaup, conde de La Pérouse, informaba al rey Luis XVI que había zarpado del puerto francés de Brest para cruzar el océano Atlántico hacia el gran Mar del Sur, como se Ilamaba entonces al océano Pacífico. Aunque el explorador español Balboa lo descubrió 300 años antes, apenas ahora se exploraba y cartografiaba al Pacífico, gracias principalmente a los tres viajes del capitán británico James Cook entre 1768 y 1779. La expedición de La Pérouse tenía la misión de asegurar para Francia un lugar junto a Gran Bretaña y luego convertirse en la primera nación naviera.
Un marino veterano:
La Pérouse, que cumplió 44 años poco después de zarpar de Brest, estaba en la cúspide de su carrera naval, iniciada en 1756 al enrolarse, a los 15 años, como guardia marino cuando estalló la Guerra de los Siete Años entre Francia e Inglaterra. En 1783, siendo ya un veterano de 18 campañas al servicio de su país, se retiró a la propiedad de su familia, al sur de Francia, para ser llamado poco después a dirigir la expedición que debía descubrir "todas las tierras que escaparon al escrutinio del capitán Cook"
Nada se escatimó para equipar la expedición. Se almacenaron provisiones para un viaje de cuatro años a bordo de las dos fragatas de 500 toneladas: La Boussole (Brújula) y L'Astrolabe (Astrolabio), instrumento para medir la distancia de las estrellas sobre el horizonte). Se obtuvieron para su biblioteca los mapas más recientes y bitácoras de viajes anteriores, y se instaló un observatorio portátil. Entre los regalos y artículos de trueque para los nativos
había 600 espejos, 2.600 peines, 600 kilos de cuentas de vidrio y 50.000 agujas de coser. La competencia para enrolarse en las dos naves, con capacidad total para 400 tripulantes, fue reñida. Hubo entre los solicitantes un subteniente de 16 años, de la academia militar de París: un corso llamado Napoleón Bonaparte.
Estuvo en la lista preliminar, pero finalmente no fue seleccionado y quedó en Francia, con enormes consecuencias para la historia de su país. Por fin llegó el momento de zarpar. Vitoreados por la multitud y saludados con disparos de cañones, La Boussole y L´Astrolabe salieron de Brest la madrugada de ese día de agosto. Había comenzado el viaje a lo desconocido.
Tragedia en Alaska:
El 25 de enero de 1786, los dos barcos, que se detuvieron en varias islas durante su viaje por el Atlántico, rodearon el cabo de Hornos y entraron al Pacífico. Luego de recalar en Valparaíso, Chile, Ilegaron el 8 de abril a la isla de Pascua. Llegaron luego a Maui, en las islas Hawai, descubiertas apenas ocho años antes por el capitán Cook, quien murió ahí a manos de nativos hostiles. El 28 de mayo, La Pérouse atracó en una bahía que aún lleva su nombre, pero declinó tomar posesión en nombre de Luis XVI, diciendo: "En tales ocasiones, las costumbres de los europeos son completamente ridículas." La primera costa de la tierra de Norteamérica que avistaron fue el monte St. Elias, al sur de Alaska. Mientras cartografiaban la costa bajando hacia el sur, ocurrió el primer desastre: dos lanchas de reconocimiento que tomaban mediciones en la entrada de una bahía fueron volcadas por las olas, perdiendo 21 hombres, entre ellos seis oficiales. Sin embargo, La Pérouse prosiguió su exploración de las costas ese verano, llegando hasta Monterey, California. Desde California, la
expedición francesa atravesó el Pacífico hacia el oeste y el 3 de enero de 1787 llegaron a la colonia portuguesa de Macao, en el estuario del río Pearl (hoy río Si). Tras reparar los barcos y aprovisionarse en Filipinas, La Pérouse enfiló hacia el norte para cartografiar la costa de Asia: bordeó Taiwan, cruzó entre Japón y Corea hacia el mar de Japón, y navegó el estrecho que separa a Japón de la isla rusa de Sajalin. A fines de su segundo verano de exploraciones, los buques llegaron a la península rusa de Kamchatka. Ahí, La Pérouse dejó a un oficial que hablaba ruso, Ilamado De Lesseps, con la misión de
atravesar Siberia hacia Europa y llevar informes de los logros de la expedición.
Segundo desastre, encuentro casual, silencio.
En septiembre de 1787 la expedición ya estaba nuevamente en las latitudes del sur. Se detuvo a cargar agua fresca en Tutuila (actual Samoa). Armados con piedras y palos, los nativos atacaron las lanchas y mataron a 12 hombres, incluyendo a Fleuriot de Langle, capitán de L'Astrolabe y segundo de a bordo de La Pérouse: 43 hombres, la mitad de ellos heridos gravemente, consiguieron nadar para salvar la vida. La expedición se retiró apuradamente, navegando hacia la costa este de Australia. En enero de 1788, navegando en la bahía Botany, los franceses se sorprendieron al encontrar una flota inglesa: era la famosa Primera Flota, que llevaba a bordo unos 750 convictos -hombres, mujeres y niños- que fundarían la primera colonia australiana. La Pérouse aprovechó el regreso de los ingleses a Europa para enviar cartas y reportes; en uno de ellos prometía volver a casa en junio de 1789. El 10 de marzo, los dos barcos zarparon de Australia, con curso hacia el noreste. No se supo más de ellos. "Se esfumó en la azul inmensidad sin dejar huella", escribió sobre La Pérouse el ensayista escocés Thomas Carlyle, "y sólo su misteriosa y apesadumbrada sombra ronda en todas las cabezas y corazones."
Un rescate abortado:
Para el verano de 1789 ya había pasado un año desde la última noticia de La Pérouse, pero Francia tenía preocupaciones más importantes que la suerte de una expedición perdida. El 14 de julio una multitud parisina tomó la infame prisión conocida como la Bastilla: fue el evento que desencadenaría una revolución sin precedente que sumiría al país en el caos durante los años
restantes de ese siglo; cambiaría la suerte de Europa y culminaría con Napoleón Bonaparte coronándose como emperador. Sólo dos años más tarde el gobierno francés ofreció una recompensa por cualquier noticia de La Pérouse y envió al Pacífico una expedición de búsqueda. El 25 de septiembre de 1791, el contraalmirante Joseph Antoine Bruni d'Entrecasteaux zarpó de Brest con dos barcos, seis años después de que La Pérouse partiera con tanto optimismo. Buscando a La Pérouse, d'Entrecasteaux realizó importantes descubrimientos científicos y geográficos. En mayo de 1793, la expedición recaló en Vanikoro, isla del grupo Santa Cruz al noreste de Australia. La tripulación avistó humo que subía en varios puntos elevados de la boscosa y montañosa isla. ¿Podía ser una señal de náufragos europeos que esperaban ser rescatados? D'Entrecasteaux estaba convencido de haber hallado a La Pérouse o a sobrevivientes de su expedición. Pero cuando sus barcos escaparon por poco de zozobrar en los arrecifes de Vanikoro, d'Entrecasteaux tuvo que partir sin poder enviar un grupo de búsqueda. El almirante enfermó y murió dos meses después; ese otoño sus barcos fueron tomados en Java por los holandeses: por entonces la Francia revolucionaria estaba en guerra con la mayor parte de Europa. Los franceses no volvieron a enviar otra expedición de búsqueda.
Cuatro décadas después: primeras pistas
En mayo de 1826, un irlandés Ilamado Peter Dillon, que surcaba el Pacífico del Sur en busca de comercio y aventura, llegó a la isla Tikopia del atolón Santa Cruz. Al preguntar a los nativos acerca de sus collares de cuentas de vidrio, le mostraron otros artículos de obvio origen europeo: cubiertos de plata, tazas, claves de hierro y una vaina de plata con las iniciales "J.F.G.P." Dillon supo que habían obtenido los artículos comerciándolos con nativos de
Vanikoro, a dos días de navegación. Dillon supuso inmediatamente que las iniciales de la vaina significaban Jean Francois Galaup de La Pérouse. Pero fracasó en su intento de llegar a Vanikoro cuando su barco se detuvo por falta de viento y después hizo agua, por lo que retrocedió a Java. A fines del verano obtuvo apoyo para buscar la expedición de La Pérouse, pero tuvo que pasar un año antes de que consiguiera llegar a Vanikoro. Un nativo le contó que muchos años
antes dos barcos encallaron en los arrecifes de la isla durante una tormenta.
Uno se hundió enseguida y su tripulación se ahogó o fue devorada por los tiburones. Pero el segundo barco quedó sobre el arrecife y su tripulación usó la madera para hacer un pequeño bote en el que, "muchas lunas después, se hicieron a la mar. Dos extranjeros -un "jefe" y su sirviente- quedaron en tierra, sobreviviendo hasta hacía pocos años. Dillon encontró evidencia de los franceses en toda la isla, incluso una campana grabada y una talla de la flor de lis francesa.
Prueba final:
En febrero de 1928, Dillon llegó a París con los patéticos restos de la desafortunada expedición de La Pérouse. Fueron autentificados por el mismo De Lesseps, que bajó a Kamchatka en el verano de 1787 con el informe de los dos primeros años de la expedición, y a quien le había llevado un año atravesar Siberia.
Los rumores acerca de Dillon y sus descubrimientos Ilegaron a París antes que él, y ya se había enviado al Pacífico del Sur una misión oficial de búsqueda bajo el mando de Tules Sébastien César Dumont d'Urville, que ancló en Vanikoro a principios de 1828. Los nativos le mostraron un canal por el arrecife que aún llamaban "Falso" o "Pasaje del naufragio". En ese tormentoso día de años antes, el buque La Boussole dirigió el camino hacia una bahía aparentemente segura, para encallar en los filosos corales bajo la superficie del agua. Al ir a su rescate, L'Astrolabe quedó varado. "Yaciendo en el fondo, a tres o cuatro brazas de profundidad", escribió Dumont d'Urville, "nuestros hombres vieron anclas, cañones y muchísimas planchas de plomo." Era indudable que había dado
con los restos de las dos naves de La Pérouse: la tripulación de Dumont consiguió rescatar de los corales vestigios irrefutables. Antes de partir, levantó un monumento en Vanikoro en memoria de La Pérouse y de sus 400 desafortunados tripulantes.
Aunque el rescate de restos en Vanikoro continuó hasta l964, no es posible saber si La Pérouse sobrevivió al naufragio, si era uno de los dos franceses que vivieron en la isla hasta tres años antes de la llegada de Dillon en 1826, o si partió en el bote que se contruyó pocos meses después del desastre.
El océano Pacífico guarda sus secretos, pero en su vasta extensión. La Pérouse es recordado por los nombres que asignó a la geografía de la isla de Pascua, Hawai, Japón y Australia.
Cooperación entre enemigos:
Casi toda la carrera naval de La Pérouse transcurrió combatiendo a los británicos. Sin embargo, siendo explorador, recibió la ayuda de sus antiguos enemigos, gracias a un acto humanitario durante la guerra de Independencia de los Estados Unidos. El comercio de pieles de Inglaterra
con Canadá era una importante fuente de ingresos: destruirlo favorecía a los colonos rebelados y sus aliados franceses. Cuando el capitán La Pérouse recibió en 1782 la orden de atacar las peleterías inglesas en la bahía Hudson, actuó con prontitud: tomó y destruyó los fuertes, pero respetó las propiedades de los ingleses, que escaparon a los bosques canadienses. Cuando partió, incluso les dejó provisiones y comida para que resistieran el inminente invierno. La Pérouse explicó su clemencia diciendo que habría sido inhumano actuar de otra manera. Aunque sus superiores en París no apreciaron el acto misericordioso de La Pérouse, los ingleses, en cambio, nunca lo olvidaron. Así, tres años después, en vísperas de su expedición al Pacífico, los ingleses aceptaron de inmediato cooperar con su misión científica. Se permitió a un intermediario francés examinar los mapas y bitácoras del capitán James Cook, quien fue el mayor explorador de su era, con sus tres viajes al Pacífico entre 1768 y 1779.
Entre los documentos de Cook había 20 páginas sobre la prevención y cura del escorbuto, que era entonces la enfermedad más temida por los marinos. El hecho de que nadie en la tripulación de La Pérouse enfermara de escorbuto en los tres años de travesía indica que el navegante francés aprendió lecciones de Cook. Cuando zarpó de Brest en 1785, La Pérouse
Ilevó consigo dos "agujas de inclinación", o brújulas, que habían recorrido el mundo con Cook. Las recibió como regalo de la Real Sociedad Británica y La Pérouse escribió que las trataba "con sentimientos que rayaban en la veneración religiosa en honor a ese grande e incomparable navegante".
Extraído de: www.geocities.com/Augusta/5130/laperouse.htm
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