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Expedición Ra



Expedicón Ra. Construcción con papiro:
El historiador sueco Björn Landström, la mayor autoridad mundial en antiguos diseños de barcos egipcios había venido, en una de sus frecuentes visitas al país, para catalogar y dibujar cada uno de los barcos representados en las numerosas tumbas del valle del Nilo. La semana anterior, Landström había informado a la Prensa sobre su falta de fe en las cualidades marineras de cualquier clase de embarcación de papiro, pero su primer encuentro con nuestra pila de verdaderos tallos de papiro y los experimentados constructores del Chad minaron sus convicciones y se ofreció para quedarse en Egipto y poner todos sus conocimiento teóricos a nuestra disposición. Así que el equipo empezó a trabajar. El sueco nada conocía referente a los tallos de papiro ni sobre la técnica relacionada con el amarre de cabos que habrían de sujetar los haces para formar una nave, pero sí conocía cómo tendría que ser la forma definitiva de la embarcación, además de todos los pequeños detalles que quedaban fuera de la experiencia de los negros buduma. Igualmete sabía cómo tenía que curvarse graciosamente hacia el cielo la popa de una embarcación faraónica, tan alta como la proa, y también la forma y emplazamiento del mástil bípode, y de la jarcia, vela, cabina y sistema de gobierno. Se sentó sobre un montón de papiro, y su diseño nos sirvió de plano de construcción, pues mostraba la forma y todas las proporciones. Con cuatro tallos de papiro amarrados juntos por una de sus extremidades, empezaron a construir la nave que nos proponíamos probar en la mar. Empujaron dentro más tallos de papiro, y el haz, y también los cabos, fueron haciéndose más y más gruesos, exactamente como en Chad. Cuando el manojo en forma de cono tuvo unos sesenta centímetros de espesor y los cabos una mena equivalente a la del dedo meñique de una persona, se prolongó el atado en forma de cilindro, aferrándolo bien cada 60 ó 90 centímetros con vueltas de cabos anudados y de igual mena.

[...] Dos hombres situados en las extremidades de un gran poste de madera empujaban los rebeldes manojos de papiro bajo la superficie del agua en el estanque de ladrillo. Otros dos cortaban todas las raíces podridas de las cañas y llevaban los manojos ya bien empapados hasta los ayudantes, que aguardaban para pasar lo tallos, uno por uno, a los tres hombres del Chad. Estos los introducían con todas sus fuerzas en el erizado manojo de donde iba a salir nuestro barco, hasta que los cabos que lo aferraban se ponían tan tensos como los aros de una barrica... Al tercer día empezó el choque entre la tradición y la intelectualidad. El rollo de tallos era ya tan largo que había llegado el momento de ir afinándolo por detrás, a lo que los dos hermanos buduma se negaron en redondo. Querían prolongarlo sin variar el diámetro y después cortarlo igual que una salchicha, como siempre habían hecho en su lago... Landström había hecho un plano de construcción que mostraba siete separados rollos curvados hasta un punto, adelante y atrás, y luego amarrados lateralmente para dar manga al barco. Pero los dos hermanos ya habían empezado el segundo rollo, entretejiéndole directamente con y junto al primero, en un todo firme y compacto. Los cabos no sólo iban bien entrelazados con series paralelas de cotes dados todo a lo largo de la embarcación, sino que un puñado de tallos de papiro de un rollo iban regularmente entrelazados en diagonal entre las vueltas del aferrado del rollo contiguo, formando así un conjunto inseparable. La técnica era tan superior a cualquier cosa que pudiera haber discurrido un no-iniciado, que los intelectuales tuvimos que capitular. Un milenio de años de práctica barrieron las teorías del lapso de una sola vida, y el resultado fue una completa amalgama de rollos flotantes de papiro, de los cuales sólo el primero tenía una sección transversal en forma de luna llena, mientras que los de cada banda poseían secciones transversales graduadas de lunas crecientes y menguantes.

[...] A medida que la improvisada popa se curvaba en el aire, la construcción tomó la forma de una verdadera nave del antiguo Egipto, y cuando la pintoresca embarcación empezó a semejar una luna creciente sobre el telón de fondo de las pirámides del sol, tanto entre los intelectuales como en los profanos se levantó el entusiasmo. Poco podíamos imaginar que aquella improvisada popa de última hora resultaría el tendón de Aquiles del navío. Cuatro rollos de tallos fueron gradualmente amadrinados a ambos lados del rollo central, y luego se afirmó sobre la primera una segunda capa similar, compuesta por otros nueve cilindros de tallos. Un rollo extra se colocó además todo a lo largo de cada banda de la cubierta, a modo de borda o de amurada. Los tres cilindros centrales eran más gruesos, de modo que sobresalían 20 centímetros por debajo del resto, como una especie de quilla maestra... A medida que proseguía el trabajo tuvimos que hacer continuas excursiones a las antiguas tumbas para estudiar los detalles de las pinturas al fresco. Las correspondientes a los barcos de madera de mucha eslora presentaban siempre un grueso cabo que corría por encima de la cubierta todo a lo largo de la línea de crujía. Iba sostenida por dos mástiles en forma de tenedor, y conectaba la proa y la popa de la embarcación. Esta templada estacha (un tortor), al mantener en tensión las dos extremidades de la nave, mpedía que ésta se partiese por la mitad si se hundían la proa y la popa. A las naves de papiro evidentemente se les permitía una mayor flexibilidad en el sentido longitudinal, ya que carecían de este cabo de tensión. Por otra parte, llevaban un corto estay que ba diagonalmente desde la volteada extremidad de la popa a la cubierta de la toldilla, con lo que el coronamiento parecía un harpa de una sola cuerda. ¡Poco sospechábamos cuán vital era aquella cuerda! Me pasé horas enteras sopesando cuál podría ser función, convencido de que debía tener una finalidad práctica, aunque todos los intelectuales y los pragmáticos hombres del Chad dijeron que su única misión era preservar la curvatura interior de la popa. Desde luego, ¿pero por qué, por qué esta caída hacia dentro?. Sólo cuestión de estética, decían todos, y ninguno de nosotros fue capaz de hallar una razón mejor... Mientras que los barcos de madera levaban su gran tortor tendido entre los dos mástiles, las pinturas y relieves de las naves de papiro mostraban que éstos habían portado una gruesa estacha trenzada, sujeta todo a lo largo de la borda para mantener la nave sin deformaciones en el sentido longitudinal, aumentar su rigidez y proporcionar un firme a las burdas del mástil, que por supuesto no podían afirmarse directamente a los finos tallos. (Thor Heyerdahl. Las expediciones Ra)

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