Expediciones rusas:
Los rusos exploraron y ocuparon el inmenso espacio que separa el Gran Ducado de Moscovia de la Bahía de San Francisco, entre 1579 y 1811.
La marcha hacia el este comienza en la época de Iván el Terrible, y está realizada por los cosacos. Yermak vence a los tártaros y llega hasta el río Obi (1579-1584). Rusia pasa a la ofensiva tras dos siglos de dominación de los mongoles.
En 1615 se inicia una serie de largas expediciones marcadas por el curso de los ríos.
La expedición de Elisei Busa (1617-1618) parte de Yeniseysk, recorre el río Lena hacia el norte y desemboca en el Artico.
En 1639 llegan a las costas del Pacífico culminando 60 años de esfuerzos.
La Siberia oriental ofrece escasa resistencia humana. Las dificultades vienen de las grandes distancias y las temperaturas.
En 1643 envían un destacamento a recorrer el río Amur y tiene lugar el primer contacto entre rusos y chinos.
En esta expedición Poyarkov atraviesa el mar de Okhotsk de sur a norte (1646).
En 1699 una flotilla a las órdenes del cosaco Dichinef llega al estrecho de Bering.
Navegan desde la desembocadura del río Kolyma, bordean el estrecho hacia el sur y desembarcan en el istmo de Kamchatka.
El estrecho de Bering:
El estrecho tiene 92 km de ancho entre el cabo Dezhnev (llamado así en honor del descubridor del estrecho en 1648) y el cabo Príncipe de Gales, en la península Seward, en Alaska. Las aguas son muy poco profundas (60 m en el umbral) y, en tiempos remotos, antes de derretirse los últimos hielos interiores, existía una extensión de tierra que unía ambos continentes. El estrecho conecta el océano Artico con el mar de Bering, delimitado por las islas Aleutianas, en la región más septentrional del océano Pacífico. La zona nordoriental de este mar rara vez sobrepasa los 100 m de profundidad.
La zona de Beringia ha sido sometida a un concienzudo estudio de sedimentos y fósiles. Pasó por numerosas glaciaciones de variada intensidad y ha tenido un aspecto muy distinto al que conocemos. Destaca la flora de una sabana con grandes hervíboros gregarios. Animales terrestres de gran talla pasaron de un continente a otro en ambos sentidos.
Los mamuts fueron ocupando zonas frías y desplazando a otros herbívoros. Pasaron a través de Beringia al continente americano.
Convivieron con homo sapiens y neandertales, y desaparecieron hace apenas 4.000 años.
El estrecho de Bering debe su nombre a Vitus Johansen Bering (1681-1741), oficial ruso de origen danés que, en 1724, fue nombrado por Pedro el Grande jefe de una expedición que debía determinar si existía o no comunicación por tierra entre Asia y América del Norte.
Primer viaje de Bering (1725-1729):
Partió de San Petersburgo y atravesó Siberia hasta la península de Kamchatka, de donde zarpó en 1728. Navegó por el estrecho en dirección norte, a lo largo del litoral siberiano, pero no encontró tierra hacia el este y, por ello, no pudo establecer con certeza si los continentes estaban completamente separados. A pesar de la escasa visibilidad, al dar la orden de regreso consideró demostrado que los continentes estaban separados por un estrecho.
Segundo viaje (1733-1741):
Después de varios años de preparativos, realizó un nuevo intento saliendo de Petropavlovsk, en Kamchatka, siguiendo en esta ocasión un rumbo más oriental, a bordo de las naves San Pedro y San Pablo. En 1741 alcanzó la costa meridional de Alaska, tras lo cual emprendió el viaje de regreso a lo largo de la línea de las islas Aleutianas, descubiertas también en esta expedición. Un temporal le obligó a detener la nave en la que posteriormente se llamaría isla de Bering, donde el explorador murió el 10 de diciembre, víctima del escorbuto.
Ivan Fedorov y Mijaíl Grozdev descubrieron por fin Alaska en 1732.
El resto de la expedición logró regresar a Kamchatka al año siguiente, construyendo una embarcación con los restos del San Pedro, varado tras chocar con un arrecife. Pudieron pasar el invierno gracias a la caza de leones marinos, focas, morsas y vacas marinas. El naturalista alemán Steller fue de gran ayuda al recolectar plantas para evitar el escorbuto en lo posible. Fue también un acierto el tipo de cabañas semisubterráneas en las que lograron preservarse del frío. Gracias a Bering las tierras a ambos lados del estrecho pasaron a ser territorio ruso.
Siglo XIX:
A lo largo del siglo XVIII los ríos de Siberia son explorados de forma sistemática.
En 1781 se instalan en Alaska y abren una factoría para el comercio de pieles. Poco tiempo después se establecen en las islas Aleutianas.
El establecimiento de Sitka, al este de la isla de Kodiak, es de 1804.
En 1811 después de descender a lo largo de la costa canadiense, fundan Fort Ross, a la entrada de la Bahía de San Francisco.
En 1835 el imperio ruso afirma sus derechos exclusivos al norte del paralelo 54, la actual frontera americano-canadense, y explora Alaska siete años más tarde, principalmente siguiendo el río Yukón.
En 1867 Rusia vendió Alaska a los Estados Unidos por 7.200.000 dólares. El secretario de Estado norteamericano William H. Seward, que había llevado a cabo las negociaciones, recibió duras críticas por haber comprado "una gigantesca nevera"; sin embargo, la gente no tardó en descubrir el inmenso caudal de recursos naturales de Alaska; madera, piel, salmón y, más tarde, oro, aceite, gas natural, etc. Pero, por encima de todo, se reconoció la importancia vital que tuvo el que los rusos hubieran perdido su único enclave en el continente americano.
Los rusos en tiempos de Pedro I y Catalina II:
Existen en algún sitio del norte del Océano Pacífico, no lejos del Círculo Ártico, dos pequeños islotes, el Gran Diomedes y el Pequeño Diomedes, separados 5 kilómetros uno de otro y por la línea internacional del cambio de fecha; el segundo es norteamericano y el otro es ruso. Son los últimos puestos fronterizos que separan a dos gigantes que se observan. Basta echar una mirada al mapa para comprender el interés que ambos países tienen por estas regiones polares. Los norteamericanos no se dieron cuenta de la importancia del Ártico hasta el siglo pasado; su «vocación polar» es reciente.
No sucede lo mismo con los rusos, que ya en 1948 festejaron el tricentenario de los descubrimientos del cosaco Dezhnev. «Más que cualquier otro país -se lee en la memoria presentada en 1902 al Ministerio de Hacienda ruso por el gran químico Mendeleiev-, Rusia está llamada a desear la verdadera conquista de los hielos polares».
En 1724, el zar Pedro I el Grande llamó a uno de sus mejores navegantes, el danés Vitus Bering, a San Petersburgo, para pedirle ayuda en el intento de dibujar la carta de Siberia. Bering partió con dos oficiales y treinta hombres, con la orden de hallar un «establecimiento europeo». El zar murió a comienzos de 1725 pero el Senado dio cumplimiento a sus órdenes; Bering partió, pues, hacia Okhotsk, vía Yakutsk, a donde llegaría a mediados de 1726.
Este viaje constituía ya una hazaña; a través de inmensas extensiones de nieve, de marismas, de ríos, de estepas, fueron, transportadas toneladas de material a veces a hombros o en carros, a caballo y en trineos que servían a los exploradores rusos para reconocer los territorios descubiertos.
Ya en la costa, se construyeron dos pequeñas naves con las que Bering llegó a la península de Kamchatka y se instaló en la costa este; descubrió la isla de San Lorenzo y los dos islotes Diomedes.
En contra de la opinión de Chirikov, que le acompañaba, Bering rehusó arriesgarse más hacia el Norte y, habiendo reconocido, a pesar de la niebla, que un estrecho separaba los dos continentes, dio orden de regresar.
Cincuenta años más tarde, el capitán Cook seguiría el mismo camino, pero con la diferencia de que tendría la suerte de ver levantarse el velo de bruma y poder así contemplar las dos puntas de Asia y América.
Después de una tentativa de llegar a las costas americanas, que fracasó a causa de una tempestad, Bering regresó a San Petersburgo en 1730 y presentó su informe al gobierno, pero al observar éste que Bering no había cumplido su misión, "navegar hasta encontrar un establecimiento europeo", se negó a pagarle el salario convenido. Bering realizó otra expedición en 1741, en la que descubrió la isla que lleva su nombre y donde invernó, muriendo él y dos tercios de la tripulación a consecuencia del escorbuto.
Botánicos exploradores:
Mientras tanto, por tierra y hacia 1733, se organizaron expediciones que, descendiendo por el Lena en trineo, exploraron el litoral del mar Glacial. Dos nombres destacan: el de Laptev de 1736 a 1740, y el de Prutchitchev en 1735 y 1736. Finalmente, en 1742, Tcheliuskin [Cheliuskin] alcanzó la extremidad norte de Asia llegando al cabo que hoy lleva su nombre.
Unos cuarenta años más tarde Catalina II se propuso continuar los proyectos de Pedro I el Grande, impaciente como aquél por situar su inmenso país al nivel de la civilización europea. Pero como la misma Catalina sólo conocía imperfectamente las vastas provincias de su dilatado imperio, uno de sus primeros pensamientos fue ejecutar simultáneamente, en toda la extensión del Imperio, una exploración perfectamente organizada, cuyo plan redactó la Academia Imperial, y designó de su propio seno los miembros que debían componerla. Ésta comenzó en 1768 y duró hasta 1774. Los encargados de practicarla fueron Samuel Gmelin (1744-1774), Peter Pallas (1741-1811), Geergi, Falk, Lepekhin y Guldenstoedt, cada uno de los cuales era jefe de una expedición distinta, a la que se agregaron tantos auxiliares y ayudantes como tan vasta empresa merecía. Pallas estuvo encargado de completar en la Siberia las observaciones llevadas a cabo por Jorge Omelin, padre del que formaba la expedición. La exploración de los países caucásicos fue encomendada a Guldenstoedt.
En 1769 Pallas dirige una expedición que explora el curso alto del río Amur, el mar Caspio, los Urales y el Altái y orillas del lago Baikal.
En 1770 el botánico alemán Samuel Gmelin comienza a publicar Viajes por Rusia para el estudio de las tres provincias naturales, edición que finalizaría Pallas en 1784.
Se logró un notable avance en el conocimiento de la taiga, bosque boreal, principalmente de coníferas, y la tundra (una extensión cubierta de matorrales, ciperáceas, musgo y árboles dispersos) de Siberia.
● Un área de la misma extensión que Europa y Estados Unidos juntos que contiene, en la cuenca de Kolimá, el lugar habitado más frío de la Tierra, donde las temperaturas invernales pueden caer hasta los 70º C bajo cero y donde en mayo, a la llegada del verano, los ríos helados se cuartean a veces haciendo «el ruido de un cañón». Siberia contiene la masa boscosa más extensa del mundo, que cubre, grosso modo, 810 millones de hectáreas, y, de todas las regiones inhóspitas del planeta, sigue siendo la menos poblada. (Peter Watson)
Exploración de la costa:
La emperatriz quiso que el reconocimiento náutico del litoral marchase a la par que la exploración de las provincias, y navegantes rusos, igualmente provistos de instrucciones de la Academia de las Ciencias, practicaron el reconocimiento de gran parte de la costa siberiana, desde la gran isla de Nueva Zembla hasta las riberas del mar de Okhotsk. Estos reconocimientos no cambiaron notablemente la forma de la costa septentrional de Asia, cuyo contorno se ve ya en el mapa de d’Anville, excepto pequeñas modificaciones de detalle que encontramos en los mejores mapas rusos y alemanes de fecha más reciente.
En 1918, comenzada la Guerra Civl Rusa, se creó un cuerpo expedicionario aliado para intervenir específicamente en Siberia Oriental. En oriente el Ejército Blanco dependía completamente de la asistencia militar proporcionada por Japón.
A finales del Pérmico, hace 251 millones de años, se produjo un evento volcánico de enormes dimensiones que fue bautizado como siberian trapps. Consistió en la efusión rápida de lava poco viscosa que se prolongaría durante un millón de años. Proyectó entre uno y cuatro millones de kilómetros cúbicos de lava basáltica, cubriendo unos siete millones de kilómetros cuadrados. La cantidad de gases de efecto invernadero debió ser extraordinaria.
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