El puerto de Santa Cruz:
En un territorio insular con falta de elementos naturales primarios, el puerto de Santa Cruz de Tenerife se convirtió en el protagonista y en el único cauce por el que , tanto la isla como la ciudad, se relacionaron con el exterior. La importancia histórica del puerto de Santa Cruz de Tenerife reside en su condición de elemento receptor-emisor y en la incidencia que ha tenido en su relación con la ciudad, a la vez que en las formas organizativas de las redes de comunicación de toda la isla.
Fernández de Lugo escogió la bahía de Santa Cruz como base ofensiva, porque desde ella resultaba fácil penetrar en la isla.
Cumplida su función, el puerto fue mantenido como base defensiva, para impedir que otros pudiesen penetrar hacia el interior.
No se eligieron otros lugares mejor situados para cortar el paso allí donde la tentación de presentarse era más fuerte.
Gracias al baluarte santacrucero, La Laguna ha evitado el destino de tantas ciudades americanas o incluso canarias que sufrieron el saqueo y la destrucción de los piratas, así como la ocupación extranjera.
Influyó también la mayor facilidad que como lugar de partida ofrecía a Fernández de Lugo para sus frecuentes incursiones en las costas africanas.
Santa Cruz como puerto de La Laguna:
A pesar de que el litoral santacrucero no era demasiado apto para la seguridad de los navíos, la situación geográfica compensaba esta inseguridad. De todos los puertos naturales de Tenerife, el de Santa Cruz era el único que proporcionaba un acceso relativamente fácil y rápido a la principal ciudad de la isla: La Laguna.
Durante más de los dos primeros siglos de su existencia, Santa Cruz sirvió como puerta de entrada a la ciudad de La Laguna. Así lo entendía el Cabildo otorgándole el nombre de "puerto principal" de la isla e intentando que fuera el mejor dotado para el servicio. En realidad el puerto de Santa Cruz en estos primeros años de su existencia no podía ser considerado el mejor si lo comparamos con la actividad que registraba el de Garachico o el puerto de la Orotava, implantados en una zona inmejorable de recursos naturales dedicados a la exportación. Santa Cruz situada en un paraje en donde dichos recursos eran escasos haría la función de lugar de entrada y baluarte defensivo de la isla.
En la amplia rada santacrucera, bordeada de una costa baja y provista de abundantes caletas y playitas, había que elegir un emplazamiento adecuado para un embarcadero. Se escogió en un primer momento un lugar en la pequeña playa llamada de La Carnicería, situada al norte de la desembocadura del barranco de Santos y contigua a una caleta de pequeñas dimensiones denominada de Blas Díaz, la cual estaba cerrada por un saliente o punta que se adentraba en el mar. Desde un principio la playa fue utilizada por los pescadores como varadero y punto de descarga de sus capturas.
La caleta de Blas Díaz:
La llamaban también la Caletilla, por ser de dimensiones reducidas; o la caleta de Blas Díaz, por haber hecho éste, en su varadero y a mediados del siglo XVI, un gran navío que había dado mucho que hablar. Era la Caleta una modesta ensenada formada por un recodo de la costa y dominada al norte por la pequeña eminencia en que se había edificado la ermita de la Consolación y más tarde el castillo de San Cristóbal. El fondo de la Caleta, que miraba al oeste, era formado por peñascos que caían a pique, mientras que el lado sur formaba una playa que servía de desembarcadero y varadero; detrás de ella había una mota en que se fabricó una plataforma de artillería, suprimida después para dar paso al edificio de la Aduana. El abrigo de la Caleta era muy bueno, por hallarse protegido por los tres lados y, además, provisto con una playa; pero tenía difícil entrada y una capacidad muy reducida. Por aquí entraban y salían normalmente los pasajeros y las mercancías; precisamente por esta razón había sido elegida como lugar de apropiado para la implantación de la Aduana.(Cioranescu)
Tenemos noticia de que en 1513 se comienza a trabajar en un muelle del cual poco sabemos. Trece años más tarde Juan de Aguirre en representación del Cabildo solicita a la Corte, entre otros asuntos y por primera vez, ayuda económica para construir un muelle. Esta solicitud no fue atendida pero no impidió el inicio de las obras del muelle de Santa Cruz como buenamente se pudo. Esta obra que partía desde la playa no tardaría en sufrir los primeros desperfectos. En 1551 el Cabildo se hacía eco de la tempestad que en octubre de ese año había arruinado al primitivo muelle. Se ejecutaron arreglos en años posteriores pero cada cierto tiempo, por su mala ubicación y sus pésimos materiales, el mar volvía a destrozarlo. Posteriormente se solicita una nueva ayuda a la Corte que en esta ocasión concedió, en 1567, 300 ducados por un periodo de seis años. Se mejoraron los materiales y se trabajó en las estructuras típicas de albañilería, cantería y carpintería. Pero de nuevo la ruina por desastres naturales en 1585 generó un estado de desánimo en el Cabildo. Se llegó a plantear cambiarlo de lugar pero esta idea no se hizo efectiva. En 1588 el ingeniero Torriani dibuja el litoral de Santa Cruz, mostrándonos que en la playa sólo queda lo que parece ser la ruina del atraque del muelle aunque se seguía utilizando como tal.
El golpe definitivo y desesperanzador lo da el temporal de 1600 que arrasó con todo lo que quedaba. Ya en los primeros años del s XVII se encarga la construcción de un nuevo muelle en otro lugar. Esta vez se designó la peña que cerraba la Caleta, excavando unos escalones en la misma roca para facilitar el acceso de personas y mercancías. El muelle se había trasladado desde la playa a la Caleta. Con grandes dificultades este muelle prestó servicio durante todo el s XVII en medio de un litoral ingrato y de una fábrica que no ofrecía muchas garantías. Los trasvases de mercancías y pasajeros continuaban realizándose con gran dificultad.
Los castillos de Santa Cruz:
En 1575 comenzó la construcción del Castillo de San Cristóbal a un tiro de piedra del baluarte anterior, exactamente en el lugar que ocupaba la ermita de Nuestra Señora de la Consolación... El 20 de enero de 1577 entró en servicio y fue la primera fortaleza con entidad de la isla. Antes de que finalizara el siglo fue objeto de nuevas reformas y recibió la visita del célebre ingeniero militar Leonardo Torriani, que la encontró aceptable, aunque recomendó al monarca la construcción de dos fuertes que debían situarse en los flancos. En 1641 se inició la construcción del castillo de San Juan, en la Caleta de los Negros, y en 1670 el de Paso Alto, aunque desde 1657 era un reducto fortificado. Paso Alto tuvo un gran protagonismo en los dos ataques sufridos por Santa Cruz: el del almirante Blake, en 1657, y el del almirante Nelson, en 1797. (Juan Arencibia)
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