Lorenzo el Magnífico (Florencia 1449-Careggi 1492):
Sucedió a su padre a los 21 años. Dotado de gran inteligencia, realizó durante su principado (1469-1492) el ideal del renacimiento italiano: poeta, filósofo, mecenas y diplomático, gozó de una popularidad real en Florencia y de gran prestigio en Europa, ya que por su recomendación, los artistas florentinos consintieron en poner su talento al servicio de los príncipes del continente:
- Antonio Pollaiolo en Roma
- Leonardo da Vinci en Milán
- Giuliano de Maiano en Nápoles
- Andrea Sansovino en Lisboa
- Verrochio en Venecia, etc.
Coleccionista como su padre, fundó la biblioteca Laurencinana. En la Academia platónica estuvo a la altura de Ficino, Poliziano, Pico della Mirandola y Leon Battista Alberti. Sus gustos artísticos han podido ser duscutidos, pero lo cierto es que Botichelli fue su amigo, y que la escuela del jardín de San Marcos, antecedente de la Academia de 1561, y que fundó para formar a los artistas, contaba entre sus alumnos a Miguel Angel.
Asimismo llevó a cabo una intensa actividad diplomática e incluso militar: se percató de la importancia del equilibrio entre los estados italianos, e hizo todo lo posible para evitar una intervención extranjera.
Sixto IV cuyos proyectos de expansión impidió, retiró a los Médicis la gestión de los fondos de la Iglesia romana y permitió que se organizara la conjuración de los Pazzi, banqueros florentinos que intentaron asesinar a los Médicis (1478) en la catedral: Juliano fue muerto pero Lorenzo escapó a los asesinos. El papa desencadenó contra él una guerra sin piedad, que confió al rey de Nápoles Fernando I; pero Lorenzo consiguió ganarle para su causa (1480). El poder de los Médicis salió reforzado de esta prueba.
Negocios mal gestionados:
Fue un mal gestor, dejó que se perdiera la compañía Medici.
Con la baja del oro, la desfavorable coyuntura económica impidió a los soberanos pagar sus deudas; de este modo sucumbieron las filiales de Londres, Brujas y Lyon (creada en 1466). Por otra parte Lorenzo empleó los fondos del capital familiar en sus gastos culturales o políticos y, confundiendo el tesoro de Florencia con el de los Médicis, provocó la bancarrota del Monte dei dotti.
Intelectual, alumno de los humanistas. Hábil diplomático. Modificó las instituciones para ganar control político. Se impuso como árbitro entre las potencias italianas. Esposo de una Orsini, romana de la más antigua nobleza. Hizo nombrar a su hijo Juan (luego León X) cardenal a los 14 años.
En 1490 Savonarola ingresa en el convento de San Marcos, donde comenzaría a predicar sus encendidos sermones contra los Médicis.
Florencia relevada por Roma:
Hacia el año 1500 se produce un aumento de los honorarios de los artistas en el que tuvo gran influencia el que la Curia pontificia apareciera más en el primer plano del mercado de arte e hiciera una competencia sensible a los clientes artísticos de Florencia. Toda una serie de artistas traslada su residencia de Florencia a Roma y el afán de retener a los de más prestigio causa una gran diferencia en el pago entre los artistas más reclamados y los que se quedaban.
Cuando Rafael llegó a Florencia en 1504, hacía ya más de un decenio que Lorenzo de Médici había muerto y que sus sucesores habían sido expulsados y el gonfaloniero Pietro Soderini había introducido de nuevo en la república un régimen burgués. Pero la transformación del estilo artístico en cortesano, protocolario y estrictamente formal ya estaba iniciada, las líneas fundamentales del nuevo gusto convencional ya estaban fijadas y reconocidas por todos y la evolución podía continuar por el camino iniciado sin recibir de fuera nuevos estímulos. Rafael no tenía más que seguir esta dirección, que ya se señalaba en las obras de Perugino y Leonardo, y, en cuanto artista creador, no podía hacer otra cosa que sumarse a esta tendencia, que era intrínsecamente conservadora por basarse en un canon formal intemporal y abstracto, pero en aquel momento de la historia de los estilos resultaba progresista. Por lo demás, no faltaban estímulos externos que le impulsaran a mantenerse en esta dirección, aunque ya el movimiento no partía de la misma Florencia. Pero, fuera de Florencia, casi por todas partes gobernaban en Italia familias con pretensiones dinásticas y aires principescos, y ante todo, se formó en Roma, alrededor del Papa, una verdadera corte, en la que estaban en vigor los mismos ideales sociales que en las demás cortes que juzgaban el arte y la cultura como elementos de prestigio. (A.Hauser. Cap.4 El clasicismo del Cinquecento)
Durante el Quattrocento los papas llamaron a artistas como Masaccio, Gentile da Fabriano, Donatello, Fra Angelico, Benozzo Gozzoli, Melozzo da Forli, Pinturicchio o Mantegna, que ejecutaban sus obras para luego abandonar Roma.
Aunque Sixto IV (1471-1484) atrajo para adornar su capilla a numerosos artistas nunca llegó a crearse una escuela o tendencia local. Durante el papado de Julio II (1503-1513) tiene lugar una excepcional actividad artística con la permanencia de Bramante, Miguel Angel y Rafael.
Lorenzo el Magnífico. por G.Papini:
El 1 de enero de 1449 nació en Florencia Lorenzo de Medici, famoso en el mundo, desde hace varios siglos, con el nombre de Lorenzo el Magnífico. Nieto de Cosme el Viejo, pater patriae, padre del futuro León X, tío de Clemente VII, amigo de Poliziano y de Pulci, filósofo contemporáneo de Pico de la Mirandola, protector de Botichelli y de Miguel Angel, recibió a la hora de la muerte, la bendición de Jerónimo Savonarola. La maravillosa plenitud del Renacimiento florentino -que después fue Renacimiento italiano y más tarde Renacimiento europeo- Tuvo en Lorenzo su protagonista, o mejor aún, su epicentro temporal y simbólico.
A pesar de que murió muy joven -sólo contaba cuarenta y tres años-, él, con su nombre, su obra, su influencia y su persona, llenó toda la historia italiana civil e intelectual del último tercio del siglo XV. Contaba apenas diecisiete años cuando su padre, Pedro el Gotoso, le envió, primero a Venecia y luego a Milán, como embajador extraordinario, encontrándose a los veinte años, en 1469, junto con su hermano Julián, al frente del Estado. En 1478, por un verdadero milagro, no sucumbió bajo los puñales de los Pazzi. En ese mismo año, Fernando, rey de Nápoles, declara la guerra a los florentinos, y, dos años más tarde, Lorenzo parte solo y desarmado, casi a escondidas, para Nápoles, con peligro de ser apresado y muerto, logrando alcanzar la paz.
Todos los historiadores coinciden en alabar en él al prudente conciliador de los asuntos italianos, que supo ser también el "fiel de la balanza política", que frenaba rivalidades peligrosas y ponía fin a guerras funestas. Si hubiera vivido más tiempo, quizá hubiera logrado, igualmente, impedir la invasión de Carlos VIII, origen de todas aquellas dominaciones extranjeras que se enseñorearon de Italia hasta finales del siglo XIX.
Sin embargo ha sido la historiografía y la novela del siglo XIX las que, de una manera siniestra, nos han presentado a Lorenzo como un tirano de su patria, un hipócrita, un sanguinario y un corruptor. Estos escritores han olvidado que las vicisitudes por las que la República florentina pasó durante los años comprendidos entre finales del siglo XIV y principios del XV, habían demostrado que no era posible en aquella ciudad envidiosa, rebelde y turbulenta, el libre juego de la libertad republicana, toda vez que las camarillas o familias más poderosas se disputaban, por todos los medios, más ilícitos que lícitos, violentos que pacíficos, la hegemonía. Era, por tanto, inevitable que una de estas familias, la más rica e inteligente, conquistase el predominio sobre las demás, y esta suerte, no tan feliz como pudiera creerse, correspondió a los Médici Cafaggiolo, gracias a la excepcional sabiduría de Cosme el Viejo, abuelo de Lorenzo.
Lorenzo, a semejanza con el abuelo, no asumió los poderes ni se dio aires de príncipe, como sucedía en otras señorías italianas de aquel tiempo. Procuró solamente que fueran llamados a ocupar los principales puestos de la República amigos de la familia; sin embargo, en los asuntos de Estado consultó tanto a los grandes como a los humildes, y para todos los demás se contentó con ser un ciudadano entre los ciudadanos, y continuó ocupándose de los asuntos de su Banco, base principal del poder de los Médici. En los últimos años permitió que Savonarola la emprendiese con él desde el púlpito, mientras no le fuera posible alejarlo de Florencia, por su calidad de fraile forastero. (G.Papini)
El mecenazgo y las funciones de la obra de arte:
El protagonismo del artista y su orgullo de creador se plasmó también en los autorretratos que, en ocasiones, incluyeron entre los personajes de sus obras. Mirando al espectador, a modo de nexo narrativo entre la historia contada, el espacio real y el espectador, se autorretrataron artistas como Benozzo Gozzoli o Mantegna. Pero también el autorretrato aislado de Ghiberti en las segundas puertas del Baptisterio de Florencia es casi un manifiesto del nuevo artista que une su nombre a la fama de su obra.
La transformación artística que tiene lugar a lo largo del siglo XV, no fue solamente un proceso de carácter formal, sino un cambio radical de las funciones y formas de funcionamiento que asume la obra de arte derivadas de las nuevas relaciones que surgen entre artista y comitente. Es evidente, según hemos señalado, que sin una libertad de movimientos como la que tuvieron Leonardo o Miguel Angel, la obra de estos artistas se habría visto anclada en las limitadoras perspectivas de una organización artística gremial. A diferencia del sistema de la tradicional relación entre artista y comitente y de la rígida organización gremial, la actividad del artista se desarrolla desde unas nuevas perspectivas en relación con las cuales se producen no pocas de las experiencias y novedades plásticas del arte del Quattrocento.
Valoración del artista:
Este proceso conlleva una nueva valoración de la figura del artista, sin embargo, no debe olvidarse tampoco que es debido a la orientación clasicista del arte a lo que se debe la transformación del artista de artesano mecánico, apegado al oficio, en artista que ejercita una profesión liberal. En una época en la que la Antigüedad se convierte en un mito y un modelo cultural, el arte de los antiguos asume un nuevo protagonismo que le acerca a la estima de que disfrutaban la literatura, la poesía o la música. Las esculturas y los monumentos antiguos, al convertirse en modelos de un mito presente y permanente tuvieron, por extensión, su proyección en el hecho de que los arquitectos, los escultores y los pintores alcanzasen una nueva valoración.
Ha de tenerse en cuenta que la formulación del nuevo lenguaje renacentista se planteó en sintonía con una serie de transformaciones importantes de la sociedad. Al igual que el artista, recuperador de las glorias de la Antigüedad, asume un nuevo papel, el arte encarna nuevas funciones para los mecenas. Las obras realizadas por éstos asumen un papel de ostentación, de prestigio, de gloria y poder hasta el punto de que su imagen no se desarrolla plenamente en la sociedad sin el apoyo que producen para su imagen los edificios y monumentos por él realizados, los programas decorativos que emprenden y las colecciones de objetos y obras de arte que reúnen.
El Quattrocento fue uno de los períodos en los que se produce una identidad más estrecha entre los gustos e inclinaciones artísticas del mecenas y los desarrollos plásticos llevados a cabo por los artistas que trabajaron a su cargo. En este sentido, las cortes constituyen un ejemplo elocuente de la diferenciación estilística que provoca esta situación marcada por una fuerte competencia. Desde el refinado modelo ideal del entorno cultural de los Médici, pasando por el clasicismo romano o milanés, hasta llegar al sincretismo ecléctico de los artistas y tendencias que se desarrollan en la corte de Federico de Montefeltro en Urbino.
[Nuevas fortunas:]
Durante el siglo XV en Italia hace su aparición un nuevo tipo de mecenas como consecuencia del individualismo que introducen los importantes cambios que se producen en la economía. Política, economía y producción artística, como signo y valor de imagen y representación, se hallan íntimamente unidos. Hasta el punto de que, en determinadas ocasiones, el arte se entiende como actividad y una proyección que persigue fines no solamente estéticos sino de empresa: políticos, económicos o diplomáticos. De ahí que el arte pase a convertirse en un nuevo instrumento al servicio de unas exigencias radicalmente distintas a las que habían promovido su desarrollo en la época preexistente.
La diferenciación estilística de las empresas, los artistas que trabajaron para un determinado mecenas, la calidad, número y orientación de las obras que componían una colección, se entendieron como el sello del comitente y como uno de los rasgos de identidad para definir su imagen. Ello determinó que estos programas artísticos cumplieran unas funciones que, en ocasiones, se entendieron como una empresa. En relación con este fenómeno aparentemente parecen estar en contradicción algunos aspectos que fueron objeto de crítica en la época, como es la calificación de lujo y dispendio innecesarios con que se juzgaron muchos de estos programas artísticos. Sin embargo, esta idea se corresponde más con una mentalidad conservadora que con la de los hombres que llevaron a cabo estas empresas artísticas. Como se ha notado, estos programas fueron realizados mediante el flujo de dinero de nueva formación y no con el procedente de viejas fortunas. De hecho, existió una correspondencia directa y evidente entre el nuevo hombre de empresa, los nuevos rumbos y beneficios de la economía y los nuevos programas artísticos.
Autor:
[Lo que queda de un nombre:]
El deseo de eternizar un nombre era ya más fuerte en Florencia que en otros lugares y dio como fruto los grandiosos monumentos en la Santa Croce. El nombre de los Medici había sido perpetuado en muchas más ocasiones que el de cualquier otra familia florentina merced al puesto importantísimo que ocuparon en la cultura y en el patrocinio de las artes. Miguel Angel, el último y el más versátil de los maestros del Renacimiento, fue durante su adolescencia el preferido entre los artistas protegidos por Lorenzo el Magnífico. Las estatuas que ocupan las hornacinas, así como las figuras de la Noche y el Día, de la Aurora y del Crepúsculo, en la Sacristía Nueva de San Lorenzo, conocida desde entonces como la Capilla Medici, se encuentra entre las expresiones de cultura más completas de su madurez y lo elevan al nivel de Shakespeare en poesía y de Beethoven en música. (Sir Harold Acton, 1979)
|