HISTORIA
Canarias
Isleños de Luisiana



Isleños de Luisiana:
Poco tiempo después de la conquista, el gobierno de Castilla y la Corona favorecieron y subvencionaron la emigración de canarios para la colonización y poblamiento de América. La mayor parte de los emigrantes canarios fueron marineros y soldados. Con posterioridad al siglo XVI, artesanos, campesinos y simples colonos, con el objeto de establecerse y fundar con sus familias y, especialmente poblar, una serie de localidades que experimentaban más despoblación, como las islas del Caribe. A la isla de Santo Domingo se enviaron familias de agricultores, incluso con acopio de aperos de labranza y materiales para la edificación de viviendas; en 1545 se obligaba a Francisco de Mesa a fundar un pueblo en el lugar de Montecristo, de la isla de la Española, con 30 vecinos casados en las Islas Canarias. Este hecho condicionó la salida en masa de habitantes creando una verdadera despoblación que motivó que Felipe II prohibiera la salida de vecinos necesarios para la defensa de las islas. En el siglo XVII aumenta la presencia de extranjeros en las colonias españolas e interesaba reforzar la población con súbditos leales. En 1659, para evitar la pérdida de Jamaica, "nada mejor que una armada despachada de la península cargada de gentes que han de ser de trabajo y provecho, como lo es la de las Canarias". En esta fecha es cuando se experimenta una corriente muy fuerte hacia Cumaná, Antillas, Florida o Venezuela.

El Tributo en Sangre (1678):
En 1678 se impone a Canarias una condición para poder comerciar con las Indias, y es la de enviar 5 familias por cada 100 toneladas de productos que se exporten. Es lo que se conoce como el tributo en Sangre, definido así por varios autores y que es consecuencia de la Real Cédula de 25 de mayo de 1678, reinando Carlos II. Estuvo esta orden en vigencia durante más de un siglo, tiempo en que salen hacia América más de 15.000 canarios.

    el rey de España estimula esta emigración y obliga a cada barco que se dirija allá, desde las islas a sus dominios americanos, a transportar un cierto número de españoles en las casi deshabitadas provincias de las Indias Occidentales Españolas. (Glass. 1764)

Los Isleños de Luisiana:
Documentos de la época, actas notariales, Actas del Cabildo, algunos mapas, informes de los servicios de inteligencia británicos, retratos de gobernantes como Ulloa, Miró y Alejandro O'Reilly, o información abundante sobre la sociedad y la economía local, la escalvitud, y la vida cotidiana en las plantaciones, han contribuido a divulgar, con gran exactitud, la historia de la presencia hispana en el territorio que abarca prácticamente todo el Valle del Mississippi; presencia que, de modo paralelo, tiene un reflejo en la vida cotidiana de la ciudad, ya que, en la mayoría de las calles del casco antiguo, nos encontramos con rótulos de cerámica que dicen "Cuando Nueva Orleans era capital de la provincia española de Luisiana (1762-1803) este lugar se llamaba "calle Real", o "del Muelle", o de "San Pedro", entre otras muchas, hasta llegar a la Plaza de Armas, muy cerca del río y a la vista del moderno edificio del World Trade Center, donde figuran los escudos de las cincuenta provincias españolas. Sin embargo, la presencia hispana en Nueva Orleans, durante los últimos ciento noventa años, no sólo se ha recordado a través de muestras efímeras, de contactos eventuales, de rótulos callejeros, sino que ha estado muy viva en el seno de una comunidad que nunca olvidó a sus ancestros, ni su lengua, ni su procedencia, por la que siempre han sido identificados, "los isleños", los descendientes de emigrantes canarios del siglo XVIII, habitantes de la isla Delacroix, de la Parroquia de San Bernardo.

    "En los siglos XVII y XVIII los isleños ya no van a sustituir a una población que ha desaparecido; emigran con otra finalidad: como fundadores de nuevos pueblos y ciudades..., o bien para evitar el avance humano y político de países extranjeros infiltrados dentro de posesiones españolas. Y así Santo Domingo, Puerto Rico, Texas, Luisiana, Campeche, Cumaná, ven engrosadas sus respectivas poblaciones con individuos procedentes de las Islas Canarias". (Julio Herrera García)

Una muestra exacta de estas "nuevas finalidades" la dan los canarios que, en los últimos años del siglo XVIII, se asentaron en las tierras más húmedas, agrestes e indómitas de las marismas del Mississippi, a unos 25 kilómetros de Nueva Orleans, ciudad fundada por los franceses en 1718. El español Hernando de Soto fue el primer europeo que exploró las tierras de la Luisiana en 1541, pero Robert Cavelier de la Salle sería quien las reclamara para Francia en 1682, por lo que formaron parte de sus posesiones en América hasta que, por la firma de París, el 10 de febrero de 1763, pasan a ser provincia española durante cuarenta años. En 1802 Napoleón lo vende a los Estados Unidos por ochenta millones de francos. Hoy los rasgos culturales franceses y españoles configuran la idiosincrasia de la cuna del jazz y de los más célebres carnavales de toda Norteamérica. España nombra en 1777, gobernador del territorio al inquieto coronel del regimiento de Luisiana Bernardo de Gálvez, que, tanto para colonizar y constituir nuevos asentamientos, como para evitar la preeminencia de habitantes procedentes de otros países, propicia una importante etapa de inmigraciones hacia la Luisiana que, según narra Charles Gayarré en su Historia de Luisiana, "recibió entonces un aumento de su población con la llegada de gran número de familias llevadas a Luisiana desde las Islas Canarias a expensas del rey. Algunas de ellas se establecieron en Terre aux Boeufs, una parte del territorio que hoy queda comprendido dentro de la Parroquia de San Bernardo".

Los pobladores canarios, desde su llegada entre 1778 y 1783, se establecieron, en gran mayoría , en el lugar llamado Isla Delacroix, que toma su nombre de la condesa de Saua de la Croix, de París, que, como recoge Roger Baudier en su libro La Iglesia Católica en Luisiana, cedió allí en 1874 unos terrenos adecuados para la edificación de una escuela y de una iglesia. Durante años la ocupación principal de los "isleños" ha sido la caza y la pesca, en especial de un cangrejo de río, por ellos denominados "jaiba", labor que se realiza en condiciones muy duras, perpetuada en las estrofas de unas famosas décimas, La vida de un jaibero, hoy cantada por el conocido decimista Irvan Pérez, que, junto con su hermano Alfred, recopilan los últimos vestigios que quedan de las décimas tradicionales, de ancianos como Chelito Campos, que a sus noventa y cuatro años aún canta durante las reuniones familiares, y difunden la historia de su comunidad, a la que se dedican las décimas "Setecientos setenta y siete / varias familias dejaron las Islas Canarias", y que participaron, en diciembre de 1992, en un congreso de decimistas organizado por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, bajo la dirección del profesor Dr. Maximiano Trapero. Si el fenómeno de la conservación del español, lleno de arcaísmos propios de Canarias en el s.XVIII, se debe en gran medida al aislamiento en que vivió esta comunidad hasta casi la II Guerra Mundial, por lo que es exclusivamente una lengua familiar y oral, esto permitió también mantener unos lazos estrechos que hoy confluyen en unas relaciones sólidas, basadas en el sentimiento de identidad que les agrupa, y cuyo exponente oficial es la dinámica asociación "Herencia & Cultura Sociedad de los isleños de San Bernardo", de la que han sido sus últimos e inquietos presidentes Alfred Pérez y Lairy Teror. Y es que, como afirma Gilbert C. Din en su libro "The Canary islanders of Luisiana", "los isleños permanecieron muy aislados del centro cultural de Luisiana", a lo que se une el que "los pocos cientos de Isleños Canarios llevados a Luisiana por los Gobernadores españoles en el s. XVIII provenían de un grupo de islas que, aunque ostensiblemente españolas, habían desarrollado sus propias pautas culturales y tradicionales", lo que se reflejó enseguida en el desarrollo de aquella comunidad aislada en el territorio de la Parroquia de San Bernardo.

El museo de los isleños:
El museo de los isleños, enclavado en un bello paraje de reserva forestal, se construyó gracias a que una descendiente de isleños donó los terrenos y sufraga los gastos de mantenimiento, aunque el personal que lo atiende corre a cargo del gobierno americano. Abierto al público hace ya algunos años, fue inaugurado oficialmente el 17 de febrero de 1991, con motivo de la visita de una delegación del Gobierno Autónomo de Canarias, presidido por el entonces Vicepresidente Exmo. Sr. D. Vicente Alvarez Pedreira, que estableció los primeros contactos oficiales con esta comunidad canaria en el exterior. Las encargadas del museo, Elina Alfonso y Antonia González Martínez, recibieron con este motivo numerosos objetos y recuerdos, que hoy engrosan los fondos del que, sin duda, es ya un monumento sugestivo a la memoria de estos canarios de América. Entre los numerosos descendientes de canarios y sus familias que asistieron a los actos de este reencuentro oficial con las autoridades de unas islas que ellos nunca han dejado de considerar suyas, se encontraban personalidades como el presidente del Senado del Estado de Louisiana Samión Núñez, el Sheriff Jack A. Stephen o el Vicepresidente de St. Bernard Henry Rodríguez, todos descendientes de isleños. Hay que tener en cuenta, según expone en su libro el profesor Din, que "si bien ellos son un pueblo que ha permanecido largamente desconocido tanto dentro como fuera de Luisiana, los Isleños constituyen una parte considerable de la población actual del estado con apellido español". En el almuerzo, ofrecido por la sociedad "Los Isleños", en la sede social de St.Bernard Parish Coastal Complex, vino la sorpresa, pues entre las viandas típicas de la comunidad que se sirvieron, aparte de los ya mencionados cangrejos o "jaibas", aparecieron el potaje de verduras y las papas arrugadas, tal como las preparan desde la llegada de sus antepasados a Nueva Orleans. Los descendientes de aquellos canarios del s.XVIII se han integrado ya perfectamente en su patria americana, lo que sin embargo no les ha impedido seguir considerándose canarios, "isleños", por todos los lazos de sangre , culturales y familiares que siempre han salvaguardado. No se equivocaba José de Viera y Clavijo cuando se atrevía a afirmar que "han pasado y pasa para algunos las islas de Canaria por región de América, y por indianos sus habitantes". Cuando en muchos otros países y localidades americanas, donde la emigración canaria ha sido una constante hasta hace unos pocos años, se habla ya de que el futuro de la presencia isleña, de sus comunidades, de sus tradiciones, de su folklore, pasa por que los jóvenes descendientes de los isleños no pierdan el sentimiento y la sensibilidad canaria, que hasta ahora aportaban las continuas remesas de contingentes de emigrantes, a pesar de su integración en el país de acogida, podemos ofrecerles el bellísimo ejemplo de la comunidad de "los Isleños" de San Bernardo, que, muy por encima de cualquier obstáculo material o espiritual, han querido y han sabido mantener su identidad canaria, lo que a ellos les enorgullece y, ante los demás, los ennoblece. (Juan José Laforet)


Expedición de D.Matías de Gálvez:
Estando en Canarias con el cargo de Teniente del Rey D.Matías de Gálvez, padre de Bernardo de Gálvez, Coronel y Gobernador de La Louisiana, recibió aquél la orden de reclutar un batallón para aquel país, el 18 de octubre de 1777.

    "para cuidar y levantar un Batallón para La Louisiana... Notició esto al comandante, el que se opuso, diciendo que si los Gálvez querían hacer su fortuna a cuenta del Rey no lo permitiría, ni libraría dinero de la Tesorería a este fin". "Presentose dicha orden al Cabildo y éste atendiendo circunstancias no tuvo por perjudicial se levantase dicho Batallón para La Louisiana, en donde se repartirían terrenos a los que vayan y se podrá formar una colonia de canarios que puedan ser útiles a la labranza y manufacturas". (Memorias de Lope Antonio de La Guerra)

Un año después, en 1778 el Teniente del Rey, D. Matías de Gálvez, pasó desde Tenerife a Honduras con el fin de fundar la nueva ciudad de Guatemala, dejando el encargo que tenía de cuidar la recluta para La Louisiana, al Capitán de Ingenieros D.Andrés Amat de Tortosa. Fue éste el encargado y el más decidido valedor de esta emigración, ya que era apasionado partidario de la misma. Se dio preferencia a la recluta de hombres casados con mujeres e hijos, para así realizar, como dice Tarajano, una recluta no sólo militar sino también civil, pensando en solucionar dos problemas al mismo tiempo, reforzando la guarnición militar y aportar población a la deshabitada región de La Louisiana. Se pensaba en el "soldado-poblador". Fue importante la emigración canaria a tierras del Sur de los Estados Unidos y se calcula el establecimiento en la zona de La Louisiana de más de 4.000 canarios, aunque esto representó una sangría para Canarias, por el despoblamiento y el coste económico que la emigración representó. Conocemos las diversas oleadas que existieron. El 10 de junio de 1778 salió el primer navío llevando 125 reclutas y 53 familias de éstos. En él nacieron durante la travesía a La Habana, 3 niños y otro murió. El 22 de octubre, en La Victoria embarcaban 292 personas sin incluir 18 niños de pecho. Siete días después en el Ignacio de Loyola salían 423 personas más 37 niños de pecho. En diciembre de 1778 fueron 202 personas más 19 niños a bordo del San Juan Nepomuceno. Le siguió la Santa Faz el 17 de febrero de 1779 que transportó a 406 personas más. Y el 5 de junio de 1779 partió el Sagrado Corazón de Jesús, que llevó hasta La Habana a 423 canarios. De toda esta emigración, fue la isla de Tenerife la que aportó más habitantes, con casi el 60 por ciento de la misma, siendo éstos de La Laguna, La Orotava, Garachico, Güimar, Icod, y Adeje. Las otras islas que contribuyeron fueron Gran Canaria, Fuerteventura, Lanzarote y El Hierro.

Españoles en Estados Unidos:
Raymond Mac-Curdy elaboró con el título de Los isleños de La Louisiana un interesante y documentado estudio sobre el asentamiento canario en el territorio de La Louisiana, que junto con los de Fostier en 1894 y con los de Gayarré en su History of Louisiana, conforman una amplia visión sobre la colonización de la dominación española en la costa del Medio-Oeste de los Estados Unidos. Porque no hay que olvidar, que desde las misiones jesuitas Georgia del siglo XVI o de La Florida, primeros en la evangelización de las tierras norteamericanas, también los franciscanos, con sus misiones en la zona de Texas o California, fueron responsables, conjuntamente con la población civil, de la fundación y colonización de algunos pueblos. El caso más demostrativo es sin duda el de San Antonio de Texas, que fue en su día la avanzadilla de la Nueva España en territorio de los Estados Unidos. Fueron 16 familias las que, saliendo en 1730 rumbo a La Habana, pasando por Veracruz, llegan a las tierras de Yanaguana y fundan la Villa de San Fernando de Bexar en 1731, lo que sería más tarde San Antonio de Texas. Más tardíamente también familias canarias fueron las fundadoras de las ciudades de Galveston y Valenzuela, en el estado de Texas. En la zona de La Louisiana y a partir de 1778, gracias a la llegada de canarios, ésta comienza un período de crecimiento que antes no conoció. Los colonos recién llegados se establecieron en lo que hoy se conoce como la parroquia de San Bernardo, en la Terre Aux Boeufs, entendiendo la parroquia como un distrito político, que se correspondería al condado o county de los norteamericanos, enclavada al sur de Nueva Orleans, popularmente conocida como isla de Delacroix. Se encontraron en este sitio con un cierto número de plantaciones francesas que se remontaban a la época en que La Louisiana pertenecía a Francia, población foránea que iba adquiriendo mayor influencia y cantidad y en la que el clero religioso francés ejerció su influencia desde este año de 1778 hasta 1787, aunque ésta continuó esporádicamente a lo largo del siglo XIX. (Carlos García)

Gettysburg (1863):
La batalla empezó el 1 de julio y enfrentó a 83.289 unionistas contra 75.054 confederados. La mayor parte de los descendientes de los 4.000 pioneros isleños que participaron en la batalla lo hicieron bajo la compañía del Décimo de Luisisana que el general Lee denominó los tigres de Luisiana (Louisiana Tigers) por su valentía en combate. En el sangriento encuentro que causó 60.000 bajas hubieron de enfrentarse a la compañía española Garibaldi de Voluntarios de Nueva York. De los 953 soldados y oficiales que la componían en 1861 sólo quedaron 18 en el momento de la rendición confederada el 9 de abril de 1865.


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