Hizbulá. Por Fernando Castro (11/08/06): Un ejemplo que evidencia esta particular naturaleza de Hizbulá nos lo aporta la identidad de los terroristas suicidas. Hizbulá dirigió una cruenta campaña de ataques suicidas contra objetivos estadounidenses, franceses e israelíes entre 1982 y 1986. Sumadas todas las acciones emprendidas, el número de terroristas implicados arroja un saldo de 41. Para escribir su libro, Dying to win: the strategic logic of suicide terrorism (Morir para ganar: la lógica estratégica del terrorismo suicida), Robert Pape, profesor de ciencia política en la Universidad de Chicago, analizó las biografías y testimonios familiares de 38 de estos 41 terroristas suicidas. Para sorpresa de muchos, apenas ocho eran fundamentalistas islámicos. Veintisiete eran miembros de grupos políticos de izquierda, como el Partido Comunista Libanés y la Unión Arabe Socialista. Tres eran cristianos; entre ellos una profesora de secundaria con grado universitario. Todos habían nacido en el Líbano. Es obvio que lo que estos suicidas -como los integrantes de Hizbulá hoy- tenían en común no era su identidad religiosa o política. Lo que les unía de verdad era su compromiso de resistencia a la ocupación extrajera.
Casi dos décadas de presencia militar de Israel no han sido capaces de erradicar Hizbulá. Lo único que ha demostrado la ocupación es que, para acabar con los ataques suicidas en El Líbano, resulta obligado retirar las fuerzas de ocupación en la región. De ahí que la actual ofensiva terrestre de Israel pueda plantearse el objetivo de ocupar tierras y destruir armas. Pero es de necios pensar que de esta manera se vaya a acabar con Hizbulá. Convertir a la población civil en objetivo militar ha favorecido el reclutamiento de voluntarios y que Hizbulá sea percibida por el conjunto de la sociedad libanesa como un frente patriótico de defensa nacional.
Para completar este breve análisis, se debe tener en cuenta otro dato. Con su ataque, Israel está desperdiciando la buena voluntad demostrada por Egipto y Arabia Saudita. Ambos estados, junto con Jordania, tienen intereses comunes en pacificar el área. Pero también en algo mucho más importante: en acabar con el tráfico de misiles, a través de Siria, que permite el rearme permanente de Hizbulá.
Dado el control total por parte de Siria de su frontera con el Líbano, detener el flujo de armas es un trabajo de diplomacia: no de fuerza. Bajo condiciones adecuadas, Estados Unidos podría estar en disposición de ayudar a conformar una coalición ad hoc de vecinos de Siria con el objetivo expreso de seducirla o intimidarla a fin de prevenir que misiles de Irán, China o cualquier otro país extranjero entren en El Líbano. Podría incluso ofrecer que se abrieran conversaciones sobre el futuro de los Altos del Golán. No obstante, es Israel quien debe tomar la iniciativa. Tendrá que elegir y no dudar. A no ser que repliegue su ofensiva y acepte un genuino alto el fuego, seguramente habrá muchos muertos israelíes en las próximas semanas y un Hizbulá infinitamente más poderoso. (Fernando Castro de Isidro)
|