Stevenson en Samoa (1889-1894):
En 1888 embarca en San Francisco, en el velero Casco en dirección a los mares del Sur para escribir unos reportajes por encargo de su editor estadounidense. Tras navegar durante más de un año, decide establecerse en Samoa. "Siempre había buscado un lugar en el que vivir y ayer lo encontré", parece ser que, refiriéndose a Upolu, escribió a un amigo.
Upolu es la segunda isla en extensión (850 kilómetros cuadrados) y cuenta con el puerto de Apia, desprotegido de las tormentas del norte y menos seguro que el de Pago Pago, en la isla de Tutuila.
Llegada a las Marquesas (28 julio 1889):
En la isla de Nuku-Iva, la primera que pisa, tiene ya prosapia literaria: cincuenta años antes que Stevenson, desembarcó en ella, huyendo de la vida en un ballenero americano, el joven Herman Melville. Allí vivió su aventura de unos pocos meses entre los caníbales taipi, cuyo célebre relato conocía muy bien R.L.S. En ese medio siglo, las Marquesas han cambiado mucho. Stevenson levantará acta del aniquilamiento racial de los polinesios, su resignada y poética obsesión por la muerte, la decadencia irreversible de su forma de vida. Las Marquesas, las Tuamotú, las Gilbert, un paraíso, pero un paraíso envenenado, un jardín desertado por la inocencia y amenazado por fatales espadas de fuego. R.L.S. luchará en la medida de sus fuerzas y del breve tiempo de que va a disponer contra la palpable degradación y el expolio, hasta el punto de hallarse en el corazón de más de un conflicto político con las autoridades inglesas y francesas. (F.Savater)
La primera sensación no puede nunca repetirse. El primer amor, la primera aurora, la primera isla de los mares del Sur, pertenecen a memorias aparte, que tienen en sí algo de virginidad. [Desde que oye el chapoteo del ancla de la goleta frente a los arrecifes de Nuka-Iva, como Jim Hawkins oyó caer el ancla de la Hispaniola mientras se comía con los ojos la isla del tesoro, sabe que en aquel paisaje ha de concluir su jornada] Mi alma bajó con el ancla a una profundidad de la que ningún buzo podría haberla extraído, y, al igual que algunos de mis compañeros de a bordo, fui desde aquel instante un esclavo de las islas (...) Si me son concedidos más días de estancia en la tierra, los pasaré donde he encontrado la vida más agradable y más interesantes los hombres. Las hachas de mis criados negros desbrozan ya el terreno para construir mi futura casa y tendré que acostumbrarme a comunicarme con mis lectores desde el más remoto rincón del mar. (Stevenson)
Los nativos, le rebautizaron como Tusitala, que quiere decir el narrador de historias, y quedaron asombrados al saber que ganaba mucho dinero escribiendo papeles.
En sus últimos días escribió poemas con temas escoceses y también en Escocia transcurre la novela que dejó inacabada, volviendo así a las rocas y brezos de Skerryvore.
A primeros de diciembre de 1894 fue enterrado en el monte Vaea, la cima más alta de Upolu. Cuarenta jefes samoanos trabajaron toda la noche para abrir un camino en la vegetación hasta la cima del monte.
Una de las oraciones para el final del día escritas en Samoa:
Señor, mira ante ti nuestra familia.
Te damos gracias por el techo que nos cobija.
Por el afecto que nos une.
Por la paz que en el día de hoy nos deparaste.
Por la esperanza con que aguardamos el día de mañana.
Por la salud, el trabajo y el sustento.
Por el claro cielo con el que nos alegras la vida.
Por los amigos que en todas partes del mundo tenemos, y por los que en esta isla nos prestan amistosa ayuda.
Colma de paz, Señor, nuestra pequeñez.
Limpia nuestro corazón de latentes rencores.
Infúndenos verdad y fortaleza para perseverar.
Ofensores nosotros mismos, muévanos tu gracia a entender y perdonar a quienes nos ofendan.
Ingratos, ayúdanos a soportar con ánimo conforme la ingratitud ajena.
Danos valor y alegría y sosiego de espíritu.
Guárdanos en el afecto del corazón amigo; ablanda el corazón del enemigo.
Ampáranos en todos nuestros sanos esfuerzos, si tal es tu voluntad.
Si no lo fuere, danos entereza para que, al sobrevenir lo que nos esté destinado, tengamos valor en el peligro, firmeza en la tribulación, templanza en la ira y en los contratiempos; y hasta las puertas de la muerte, lealtad y afecto unos con otros.
Barro en las manos del alfarero, aspa de molino que el viento anima, hijos del Padre Universal, de ti, Señor, por el amor de Jesucristo imploramos piedad y ayuda.
(Stevenson)
Inscripción sobre la lápida:
Bajo el amplio cielo estrellado,
Cava mi tumba y déjame descansar;
Satisfecho viví y satisfecho muero,
Y al yacer tengo una voluntad.
Grabad en mi tumba estos versos;
«Aquí yace donde deseaba estar;
En casa está el marinero, refugiado del mar,
Y de las colinas a casa ha regresado el cazador».
● «Colina arriba» era un trayecto muy empinado hasta Vailima, la mansión en la que Robert Louis Stevenson había pasado sus últimos años.
[...] Había venido hasta aquí buscando alivio de la tuberculosis, y no encontró una cura, sino un estilo de vida relajante y relajado. Él, o su esposa, Fanny, importó muchas cosas que convirtieron a Vailima en una esquina transplantada de la Escocia civilizada: sábanas y porcelanas de calidad, un buen piano que se usaba muy de vez en cuando, paredes cubiertas de libros. Incluso una chimenea, en caso de que la Tierra cambiase de órbita.
Sería una mejor historia si Stevenson hubiese escrito aquí alguno de sus clásicos, pero éstos ya estaban en el pasado. Escribió cinco libros y dio grandes fiestas, para los samoanos y también para los ingleses y europeos. Encontró gente a la que amar, una situación a la que Fanny debió resignarse antes del traslado, y sus últimos años estuvieron llenos de alegría y desahogo.
(Joe Haldeman)
Discutida decisión:
[...] de otro modo no se explica su comentario en una carta sobre Ko-o-amua, con el que se llevó muy bien en su exilio polinesio: "gran caníbal en su día, ya se iba comiendo a sus enemigos mientras volvía andando a casa tras haberlos matado; y sin embargo es un perfecto caballero y excepcionalmente afable e ingenuo; ningún tonto, por lo demás".
Los últimos años de su vida, pasados en los Mares del Sur, provocaban la irritación de uno de sus mejores amigos positivos o al menos no delictivos, Henry James, quien en numerosas cartas le pedía que volviera a Europa para hacerle compañía y se dejara de necedades. Tras haber revocado Stevenson el anuncio de un regreso en 1890, James lo acusó de haber tenido un comportamiento cuyo único paralelo en la historia lo ofrecían "sus más famosas coquetas y cortesanas. Eres la Cleopatra varón o la Pompadour bucanero del Piélago, la Libertina errante del Pacífico". Lo cierto es que, aparte de sentirse mejor de salud gracias al clima, aguantar a su mujer, a su madre, a sus hijastros y demás séquito con el que siempre viajaba, y recibir por parte de los nativos nombres idiotas como Ona, Teriitera y Tusitala, poco más puede contarse de su estancia en las islas, la parte más anodina de su existencia. Echaba mucho de menos Edimburgo hacia el final de su vida, y sabía que nunca regresaría. (Javier Marías)
2666 (La parte de los críticos):
[...] Marcel Schwob, que tenía una salud igual de frágil, en 1910 había emprendido un viaje en peores condiciones para visitar la tumba de Stevenson en una isla del Pacífico. El viaje de Schwob fue de muchos días de duración, primero en el Ville de La Ciotat, después en el Polynésienne y después en el Manapouri. En enero de 1902 enfermó de pulmonía y estuvo a punto de morir. Schwob viajó con su criado, un chino llamado Ting, el cual se mareaba a la primera ocasión. O tal vez se mareaba si hacía mala mar. En cualquier caso el viaje esuvo plagado de mala mar y de mareos. En una ocasión Schwob, acostado en su camarote, sintiéndose morir, notó que alguien se acostaba a su lado. Al volverse para ver quién era el intruso descubrió a su sirviente oriental, cuya piel estaba verde como una lechuga. Tal vez sólo en ese momento se dio cuenta de la empresa en la que se había metido. Cuando llegó, al cabo de muchas penalidades, a Samoa, no visitó la tumba de Stevenson. Por un lado se encontraba demasiado enfermo y, por otro lado, ¿para qué visitar la tumba de alguien que no ha muerto? Stevenson, y esta revelación simple se la debía al viaje, vivía en él. (Roberto Bolaño, 2666)
Ensayo, poesía, viajes y cuentos:
Stevenson demostró ser un gran ensayista en Virginibus puerisque (1881), Estudios familiares de hombres y libros (1882) y Memorias y retratos (1887). También fueron bien recibidos por la crítica sus libros de viajes autobiográficos, como La casa solitaria (1883), en el que contó sus impresiones sobre su estancia en un campamento minero en California, A través de las llanuras (1892) e Islas del sur (1896). Algunos de sus mejores poemas están recogidos en el volumen Jardín de versos para niños (1885). Entre los demás libros de poemas que publicó destaca De vuelta al mar (1887). Narraciones maravillosas (1882) y El diablo de la botella y otros cuentos (1893) son colecciones de cuentos. Junto a su hijo adoptivo, el escritor Lloyd Osbourne, escribió las novelas La caja equivocada (1889) y La resaca (1892).
Romance:
[...] Pero el conflicto ético no es, ni mucho menos, el motor exclusivo de la narrativa stevensoniana. Hay otro nervio no menos peculiar en ella, aunque casi nunca se den por separado. El mismo R.L.S. habló de él así: "Hay un vasto campo tanto en las letras como en la vida misma que no es inmoral, sino sencillamente amoral; que no se refiere en absoluto al querer humano, o lo resuelve de modo obvio y sano; donde el interés se dirige no hacia lo que el hombre elige hacer, sino hacia cómo se las arregla para hacerlo, no hacia los apasionados resbalones y dudas de la conciencia, sino hacia los problemas del cuerpo y la inteligencia práctica, a la aventura al aire limpio y abierto, al choque de armas de la diplomacia de la vida". No hace falta resaltar que esa resolución "obvia y sana" de las perplejidades morales confirma la certeza con la que Stevenson se movía entre los pilares de la ética establecida, de cuyas contradictorias repercusiones individuales era perfectamente consciente. Pero lo más importante aquí es resaltar la existencia de esa otra problemática muscular, hábil, que trata de los obstáculos que la realidad opone al cumplimiento de cualquier voluntad, buena o mala, y de los expedientes que el hombre inventa para superarlos. La crónica de estas peripecias es poco más o menos lo que Stevenson llamaba romance, por oposición a la novela psicológica o al drama pasional. En el romance, influye decisivamente la construcción de ambientes, detalles de atrezzo, paisajes... Aquí sí influyen los datos exóticos, así como los elementos misteriosos y la exacerbación de la influencia de la naturaleza con sus voces más roncas: tempestades, desiertos, el océano... Estas variables, en efecto, contribuyen a problematizar el cómo de todo hacer y disponer para la voluntad un ginmasio magnífico a la medida de su esfuerzo; en circunstancias más normales y familiares, por el contrario, es la búsqueda del moralmente preferible qué hacer lo que prevalece.
(Fernando Savater, Amor a Stevenson)
Joshua Slocum en el Pacífico (1896):
El 13 de abril de 1896 logró abandonar las traicioneras aguas del cabo de Hornos y su siguiente recalada fue en Juan Fernández, la isla en la que Alexander Selkirk -modelo de Robinson Crusoe- vivió en solitario durante casi cinco años. Slocum visitó la cueva de Selkirk y una lugareña le confeccionó un nuevo petifoque a cambio de un poco de sebo.
Cruzó el Pacífico en dirección a Samoa, donde se encontró con la viuda de Robert Louis Stevenson y pasó varios días idílicos.
Partió de mala gana e "hizo fuerza de vela rumbo a la bella Australia", nación que conocía bien.
Slocum permaneció nueve meses en Australia, visitó Sidney y Melbourne e hizo un crucero por Tasmania. Los australianos mostraron un gran interés por su travesía y pronunció muchas conferencias públicas, además de cobrar seis peniques a cada persona que visitaba el Spray. Finalmente partió, navegó hacia el norte de Australia en dirección a las islas Keeling Cocos, Rodríguez y, por último, Mauricio. (N.Hawkes)
Slocum (1844-1909), a pesar de sus escasos estudios, hizo de su libro Sailing Alone around the World, uno de los clásicos sobre el mar. Fue el primer navegante en dar la vuelta al mundo en solitario (1895-1898). Para ello reparó en trece meses un balandro muy deteriorado llamado Spray, que resultó poseer excelentes cualidades marineras. Su pasión por la navegación la mantuvo hasta que, cumplidos los 65 años partió de Boston rumbo al río Orinoco y nadie volvió a verlo. Conocido por sus largas travesías, transcurrió mucho tiempo hasta que las autoridades decidieran declararlo legalmente muerto.
Huida de Gauguin a Tahití:
Su rechazo de la decadente sociedad occidental para buscar lo que consideraba una vida más auténtica y sencilla en los Mares del Sur, reflejaba una desilusión cultural muy extendida por Europa en esa época. En general, el movimiento simbolista en arte y literatura puede verse como una reacción contra las enfermedades de la sociedad industrial, buscando un ideal más introspectivo y contemplativo. Ni Gauguin, que era un sofisticado intelectual europeo, ni su arte, pueden considerarse primitivos. Sin embargo, al decidir vivir entre gentes llamadas primitivas, e incluir en su arte símbolos y significados derivados de varias fuentes no europeas ni cristianas, Gauguin pretendía expresar su creencia en la importancia de la inocencia y sencillez naturales. Miraba con horror pesimista la expansión de la civilización occidental, que imponía sus propias ideas destruyendo las civilizaciones originales allí donde llegaba. La vida primitiva que Gauguin esperaba encontrar en Tahití había ya desaparecido en la colonia francesa mucho antes de que él llegara. Sus conocimientos sobre la cultura y rituales polinesios se debían a libros históricos, ya que los misioneros cristianos habían destruido la cultura indígena. La melancolía del arte de Gauguin representa su propio estado de ánimo y su opinión pesimista sobre la época que le tocó vivir. (Anthea Callen)
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