Usos del agua: Siglo XIX: ● [John Snow] estudió el cólera desde un punto de vista estadístico y sociológico. En 1854, hubo en Londres un terrible brote de cólera que en menos de diez días había provocado la muerte de más de quinientas personas. Al examinar las listas de personas fallecidas y afectadas, Snow advirtió que la mayoría de los casos habían ocurrido en las cercanías de Broad Street. «A través de entrevistas a miembros de las familias de los fallecidos, Snow consiguió identificar un único factor común, a saber, la bomba [de agua] de Broad Street, de la que todas las víctimas habían llegado a beber. El que en el asilo para pobres local, ubicado también en la zona de Broad Street, sólo unos cuantos internos hubieran contraído el cólera, y el hecho de que todos ellos lo hubieran contraído antes de haber ingresado en el centro, ofrecía una prueba adicional que confirmaba su intuición. Snow propuso la hipótesis de que el agua del asilo procedía de un pozo separado, y así era… Snow obtuvo su recompensa por esta cuidadosa investigación cuando, convencido de que las aguas contaminadas de la bomba de Broad Street eran la causa del brote de cólera, consiguió persuadir a las autoridades de que la cerraran». Aunque sus efectos no fueron inmediatos, esto acabó con el brote y el episodio se convirtió luego en una leyenda. Lo que hace a la investigación de Snow todavía más inusual es el hecho de que el bacilo del cólera no había sido aún descubierto (lo haría Robert Koch, unos veintiocho años después). (Watson)
Obras de conducción en grandes ciudades:
Los brotes de cólera aparecen regularmente en las crónicas de la historia de Canarias. En 1832 Darwin no puede cumplir su sueño de desembarcar en Tenerife por temor de las autoridades al cólera. El profesor Grek destacó en su lucha contra la epidemia de 1851 en Gran Canaria. El informe de Bravo Murillo de 1852 describe los serios problemas económicos que causa en Canarias la enfermedad. Nos han quedado varias descripciones de los combatientes canarios que enfermaron del cólera durante la Guerra de Cuba.
La fiebre amarilla golpea las islas durante el siglo XIX. Es transmitida por el mosquito Aedes, hecho ignorado hasta 1881.
Con las medidas adecuadas en poco tiempo se consiguió que se volviese una enfermedad muy poco frecuente en el Caribe.
En la actualidad es endémica en zonas tan próximas como el sur de Mauritania.
Visitantes extranjeros en la España del s.XIX resaltan su retraso en infraestructuras. Cuando Richard Ford busca alojamiento en Sevilla para establecerse con su familia (la casa de los marqueses de la Granja), el propietario que se la alquila consideró un insulto que el inglés quisiera instalar un retrete en ella, que ningún español limpio usaría. Los pozos negros contaminaban las aguas de los pozos para beber. Hasta 1882 no hubo agua corriente de fiar, el "agua de los ingleses" (de la Seville Water Works Company Limited).
En el siglo XIX los ayuntamientos concedían licencias a aguadores y los sometían a una normativa prolija. Los aguadores tenían apalabrados servicios regulares con las casas de los centros urbanos y entraban en patios y cocinas particulares frecuencia diaria. Recogían la carga en fuentes vecinales, también sometidas a normas municipales detalladas para su uso común y mantenimiento de la salubridad. Entre las normas que protegían la salubridad de las fuentes vecinales estaba la prohibición de beber directamente del caño, abrevar caballerías, sentarse en la pila, lavar ropas, objetos y aninales, arrojar basuras o acarrear agua de fuentes no supervisadas.
Las localidades con numerosos vecinos solían tener su propio concejal de aguas en el ayuntamiento.
En 1881 se pone fin a los trabajos de perforación en la plaza de la Virgen Blanca de Vitoria. Durante cuatro años se había intentado en vano construir un pozo artesiano. A pesar de que se había excavado a una profundidad de 1.021 metros no se llegó a encontrar agua. La ciudad de Vitoria está atravesada por pequeñas corrientes de agua que transcurre por canalizaciones abiertas y cerradas.
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