Canarias y la conquista de América [II]:
Aprovisionamiento y reparación de embarcaciones:
Las islas en este siglo jugaron un papel destacado con respecto al comercio americano. Fueron aprovechadas por diferentes flotas para sus escalas y aprovisionamiento de mantenimientos y productos, aclimatados muchos de ellos, luego, en las Indias. En este sentido es de destacar la flota de Juan de la Cosa, a bordo de la cual iba el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo, quien nos relata cómo los primeros plátanos llevados a Indias procedían de la tierra propiedad de la orden seráfica, ubicada junto a su convento en el barrio de Triana de Las Palmas de Gran Canaria, Por tanto, hombres, dinero y productos canarios ayudaron a llevar a buen término estas expediciones.
Además las islas ocuparon un lugar singular en las reparaciones de los navíos de la ruta indiana, a la par que contribuyeron con préstamos a la continuación de la ruta, pues no debe olvidarse el papel de Canarias como plaza bancaria, para ampliar tripulaciones y fomentar un activo y duradero comercio.
Este tráfico, como el africano y el europeo, permitió aumentar y ampliar astilleros y varaderos en los litorales de las islas e incrementar la nómina de carpinteros de ribera que trabajaron en ellos Los barcos se varaban en las Isletas o en su Arrecife, en Las Palmas, y en Santa Cruz y Garachico, en Tenerife, donde se reparaban, ampliaban y carenaban. Navíos reparados en las islas hicieron la ruta con destino a Nueva España, Santo Domingo o al Nombre de Dios.
|
Pero no sólo Canarias es un taller de reparaciones para llevar a buen fin las expediciones, sino que se convierte a la vez en un mercado del transporte naval. En ellas se compran y venden toda clase de embarcaciones cuyo último destino eran las Indias castellanas
Los mercaderes y maestres de navíos extranjeros, conocedores de la actividad de este mercado, ponen sus barcos en venta en momentos de escasez, al no poder navegarlos ellos mismos de acuerdo con las normas de la Casa de la Contratación, o simplemente se desprenden de una parte del navío al objeto de que el isleño o castellano a quien se la venden lo pueda navegar, participando aquéllos de las ganancias de los fletes y pasajes.
En este comercio se hallan involucrados individuos de diferente condición social, tanto autoridades locales como personas dedica das a actividades liberales, sin conocimientos náuticos, que invierten en este trato al objeto de conseguir saneadas ganancias a través de sus barcos.
Su papel como centro de finanzas queda patente también en este tráfico. Se realizaban préstamos para concluir la fábrica de un navío, alguno de ellos mediante cédulas a librar en la ciudad del Betis, por algún mercader. En otras ocasiones los créditos tienen como lugar de su saldo el puerto de destino en Indias, donde debía pagarse en productos americanos o en dinero de aquel cuño. Del mismo modo los mercaderes y maestres de navío lo mismo que los pasajeros recibían dinero a crédito, bien para su mantenimiento como para pagar el pasaje.
Sin embargo, no cabe duda de que el nexo más duradero y beneficioso se realizó a través del tráfico y del comercio. Sólo para Gran Canaria tenemos contabilizada la salida de 61 navíos que realizaron las rutas indianas hasta 1566, en su calidad de embarcaciones sueltas, sin contar las flotas y expediciones de conquista Es obvio la pequeñez de la cifra, pero tan sólo nos remitimos a las localizadas en la documentación de protocolos al no contar con otras fuentes, estimando por ello que podría multiplicarse por cinco e incluso por diez, en función de los hallazgos de noticias sueltas en la misma fuente, en los libros parroquiales y en la documentación de la Inquisición. En las otras islas las cifras pueden ser superiores o similares, pero hasta ahora no existe estudio alguno al respecto, además de contar con los inconvenientes que se han señalado de que
"...los archivos canarios del siglo XVI en lugares de tanta trascendencia para el pasado de las islas respecto a América, como es, por ejemplo, Santa Cruz de La Palma, han sido casi todos destruidos; otros se hallan con abundantes legajos, pero en los años y lugares que interesan para nuestro estudio se encuentran tan deteriorados que prácticamente son ilegibles..."
[Comercio clandestino:]
A estos inconvenientes hay que añadir los navíos que comerciaban de manera clandestina, sin registrar su carga ante escribano puesto que en el envío de mercancías era requisito remitir certificación a la Casa de la Contratación, nombrando para tal efecto en los primeros momentos como factor en Gran Canaria a Juan de Ariñez, conquistador y escribano mayor del cabildo, y en su ausencia a Michel de Muxica, ambos vecinos de Gran Canaria.
Los propios estudiosos del tema hacen hincapié en señalar cómo la vigilancia de los jueces de registro, a partir de 1566, resultó ineficaz, desde el momento en que ellos mismos estimulaban la evasión, el fraude y el contrabando. Haring es aseverativo cuando nos dice que la situación favorable de Canarias como base para el comercio clandestino convirtió a las islas en fuente perenne de enfado para las autoridades de España. Para ello los canarios utilizaron navíos de poco porte, más ligeros y capaces de esquivar los peligros del mar, principalmente piratas y corsarios.
La Casa de la Contratación había intentado controlar esto, disponiendo en 1532 la capacidad mínima de los navíos en 80 toneladas, pero entre 1566 y 1561 permitió a las islas el uso de navíos de menos porte. Estos navíos hacían todas las rutas, aunque lo normal era tomar como primer puerto de escala uno de las Antillas, para desde allí encaminarse a Tierra Firme, Santo Domingo y Nueva España, los más visitados, seguidos por Cartagena, Nombre de Dios, Río de la Plata, Santiago de Cuba, Puerto Rico, Honduras, Campeche y Florida.
A bordo de los navíos se cargaban y enviaban toda clase de productos, puesto que desde el primer momento hubo una amplia libertad de envíos, incluso sin limitación, y así en 1511 se emite una provisión real, permitiendo a las naves en ruta a La Española proveerse en Gran Canaria. Así ya desde 1509 se envían 560 ovejas desde La Palma al Nuevo Mundo, y en 1510 salen de Tenerife otras 120 con 70 u 80 toneladas de ropa sin contar las propias ovejas que lleva el hermano de Colón, Bartolomé, desde La Gomera.
En todas las islas la tónica fue similar y junto a los propios frutos de la tierra, se envían artículos de fuera como paños, lienzos y otras cosas prohibidas. El Consejo de Indias insistía en que debían ser frutos de la tierra el objeto del tráfico, pero la necesidad al otro la do del Atlántico hizo que los reyes autorizaran el envío de todos los artículos sin limitación alguna tal como señala Carlos I en 1525. De todos modos a lo largo del siglo XVI fue el vino el artículo de exportación por excelencia. Trabajos recientes confirman la idea de la pronta inserción de este ramo en los mercados exteriores por lo cual hay que adelantar la fecha de exportación de este producto, orientado principalmente hacia las Indias. En el plano económico la remisión de los caldos isleños a los mercados americanos permite explicar cómo la crisis azucarera no afectó en demasía a la economía insular sino que se redujo a una simple y pausada sustitución de los cultivos de regadío. Junto con los caldos se enviaban otros artículos tales como harina, quesos, pez, manufacturas y paños de origen extranjero como cariceas, tafetanes y oro tejido. En un envío realizado desde Gran Canaria en 1570 junto a un barril de azafrán se remiten camisas de ruán, paños de narices, escopetas, fruteros de ruán y otras mercaderías. La prohibición del envío de estos artículos confirma el fundamento de las protestas de los mercaderes andaluces. Otros productos de la tierra también son objeto de este comercio como el vinagre, la conserva, la miel, los cordobanes y los zapatos.
La actividad comercial y las exportaciones en general convierten a Canarias en plaza idónea para la constitución de compañías. Intervienen en ellas mercaderes de origen diverso, tanto isleños como peninsulares y extranjeros, que se dan cita en los principales puertos y ciudades para en unión de otros socios invertir grandes cantidades de dinero de cara a negociar en distintos puertos del Nuevo Mundo y obtener con ello un buen y saneado negocio.
Para llevar a buen término estas empresas lo normal era formar sociedades familiares, por ofrecer mayores garantías, aunque también fue usual el concierto entre dos o más socios particulares con la aportación de capitales, no siempre en cantidades iguales, para emplearlos en mercaderías y productos de la tierra. La inversión de capitales y el modo de hacerlo varía en función de la tipología de las compañías: fijas y eventuales. Las primeras se fijan para trabajar en la negociación durante tres años, mientras que las otras solo duraban el tiempo indicado por los socios para la transacción. Estas últimas son más corrientes, en especial cuando las cantidades invertidas son más elevadas Se debe ello a que las compañías fijas, en ocasiones, entrañaban más riesgos, pues las distancias y los peligros del mar creaban casi siempre serios obstáculos, más aún si el capital invertido sobrepasaba el millón de maravedís.
[Pequeñas sociedades:]
Junto a las sociedades de gran envergadura, donde se conciertan mercaderes de renombre en plazas como Sevilla y Cádiz, hallamos otras de tipo más modesto, formadas por isleños, De ambas tenemos ejemplos para el siglo XVI. Compañía de tipo familiar es la formada por un regidor de Gran Canaria y su cuñado, yendo este último en el navío con la carga además de ir como escribano. En la sociedad el primero invierte 211.632 maravedís y el segundo 53,984 maravedís, invertidos en vino para vender en La Habana, donde el producto obtenido se volvería a invertir en corambre y mercancías de beneficio, para navegarlas a Sevilla, lugar donde se volvería a vender y emplear en cosas convenientes para traerlas a Gran Canaria. El beneficio obtenido en los cambios se partiría a medias entre ambos. Estos tratos son los que nos permiten hablar de comercio triangular, realizado en este caso por dos socios, donde uno solo aporta capital y el otro capital y trabajo.
Compañía similar formada por dos particulares es la que se realiza en Tenerife entre el bachiller Alonso de Belmonte teniente de gobernador de la Isla, y el escribano público de La Laguna Alonso Gutiérrez, en la cual invierten 229.585 maravedís, en vino, harina, quesos y pez para llevar a venderlos a Yucatán, y de allí a Sevilla y Tenerife.
A veces un vecino de las islas entrega a un maestre de navío mercancías para que se las venda en Indias y las invierta pagándole por su servicio y trabajo en la venta el 6% de las ganancias obtenidas.
Compañías de tres socios y de mayor envergadura también se forman con el mismo objetivo. Con ello se consigue darle mayor agilidad a la sociedad desde el momento en que cada uno de ellos actúa en un punto geográfico distinto. Así tenemos ejemplos de este tipo donde los integrantes son dos mercaderes sevillanos y un isleño. La duración de la compañía se establece por tres años y en este tiempo cada uno de los compañeros residirá en un puerto distinto Méjico, Sevilla y Canarias.
En otras ocasiones las sociedades se organizan en Sevilla y se eligen las ciudades canarias como punto de las operaciones.
Lo indicado hasta aquí nos da pie para afirmar cómo los tipos de sociedades de origen medieval, organizadas preferentemente por italianos, siguen estando vigentes en las relaciones canario-americanas en el siglo XVI, del mismo modo que seguían estando de actualidad en la ciudad de Sevilla.
[Procedencia de los exportadores:]
A la hora de estudiar el carácter de los ex portadores directos hemos de señalar que tal y como se había dispuesto por la Casa de la Contratación sólo podían exportar productos a Indias los vecinos y comerciantes de Canarias, aunque en 1559 se consiguió que pudiesen hacer lo mismo todos los naturales de los reinos hispánicos, hasta que en 1566 se vuelve a constreñir sólo a los vecinos isleños. Dichas disposiciones se cumplieron, pues en una proporción cercana al 80% de los exportadores eran isleños, entendiendo por tales no a los aborígenes, sino a aquéllos que habían vivido y residido en el Archipiélago más de 10 años y estaban casados en él, según ha señalado Veitia Linage.
El resto de los tratantes eran grupos minoritarios, sevillanos y portugueses. Los primeros no directamente sino, por lo común, a través de sus agentes, factores y encomenderos isleños, asiduos al trato con Indias. Los portugueses, avecindados en las islas, de acuerdo con las disposiciones vigentes podían hacerlo. El resto lo conformaban indianos, vecinos de las Antillas o de Tierra Firme, quienes en sus transacciones con aquel destino, aprovechaban su estancia en las islas para comerciar con sus productos.
Entre los isleños son asiduos en el comercio los mercaderes y personas a quienes les estaba prohibido hacerlo, pero que sin embargo lo hacían, como eran los oidores, regidores, depositarios generales y almojarifes. También el clero participa de los beneficios de este negocio, lo mismo que las mujeres, viudas y con sus maridos ausentes en Indias, y los artesanos.
[Productos importados:]
En contrapartida a lo exportado se recibían en las islas a bordo de los navíos que llegaban a ellas directamente de Indias, y de mano de los propios isleños que habían viajado al continente joyas, oro, plata, palo Brasil y palo Campeche. Era normal tesaurizar los me tales preciosos, fundamentales para hacer objetos de arte y joyas, para en momentos de necesidad poderlos vender y poner en circulación en el mercado. En testamentos e inventarios se aprecia la cantidad de joyas y piedras preciosas que existían en las islas
Las materias tintóreas procedentes del continente americano se encuentran en los puertos isleños y desde aquí se vuelven a reexportar en busca de nuevos beneficios. El palo Brasil, propio de países tropicales, cuya madera, dura y capaz de hermosos pulimentos, servía para teñir de encarnado. De las Indias, su procedencia era principalmente Santo Domingo y Cuba zonas con las que Canarias mantenía activas relaciones. No obstante, pensamos que este palo no venía directamente de Centroamérica sino del propio Brasil, a pesar de estar prohibida la entrada de extranjeros en los reinos hispánicos, pero al ser de mala calidad el que venía de las Indias castellanas existió durante algunos años un tráfico fraudulento de aquél, utilizando como plata forma para este comercio ilegal el Archipiélago Canario, puesto que mientras en Sevilla no se registra ninguna entrada en el año 1575, ese mismo salen por el puerto de las Isletas, en Las Palmas, 178 quintales, 3 arrobas y 20 Libras rumbo a Cádiz. Algo similar sucede con el palo Campeche, originario de la península de Yucatán, empleado para teñir paños y sedas.
[Esclavos:]
Capitulo aparte, aunque entroncado también con el comercio indiano, merece el tráfico de esclavos hacia el Nuevo Mundo, donde Canarias juega un papel trascendente.
Poco o muy poco se sabe sobre este tema para el siglo XVI a nivel general, así V. Cortés señalaba, no hace mucho tiempo, cómo el conocimiento sobre este trato no es muy concluyente, a causa de la inexistencia de monografías al respecto. La misma autora es la primera que da cifras correlativas de este tráfico, mediante el estudio de las licencias concedidas por los reyes entre 1505 y 1596. A nivel canario el panorama es aún más pobre, a pesar de tener constancia del papel desempeñado en la trata. Desde el Archipiélago se enviaban negros a Indias mediante dos sistemas:
en grandes envíos mediante cargazones, vía Cabo Verde o Guinea, o a menudeo con el despacho de unidades.
Para ambos envíos era necesaria la licencia. Esta era concedida graciosamente o mediante el pago de la misma. Ambos casos se observan en Canarias. De todos modos debe tenerse en cuenta que las cifras obtenidas a través de las licencias no son siempre fidedignas con respecto a este tráfico, al ser costumbre habitual cargar más negros que los registrados, para compensar las pérdidas en el trayecto. El fraude tan habitual en Canarias, fue de uso general tanto en el sistema de cargazones como en el de menudeo.
Los navíos negreros, implicados en el tráfico, partían directamente de los puertos canarios o los tomaban como escala, una vez salidos de la Península. Desde las islas se dirigían a Cabo Verde, Ríos de Guinea o Santo Tomé, donde rescataban y compraban esclavos, que luego navegaban hacia las Indias. Era usual la salida de estos barcos fuera de flota, lo cual representaba una amenaza para el comercio de Sevilla por las posibilidades que ofrecía para el tráfico ilegal. En la época de Felipe II hicieron esta ruta, al menos desde Gran Canaria, 18 navíos, en los cuales navegaron a Indias alrededor de 4.000 esclavos Las zonas receptoras eran, principalmente, Cartagena de Indias, Nueva Andalucía y Nueva España.
La introducción de negros a través de las islas, fue fomentada, en algunas ocasiones, por la corona, al conceder licencias a los cabildos para fortificar las islas.
Bien por un sistema como por otro lo cierto es que Gran Canaria, Tenerife y La Palma se convirtieron en puertos favorables donde los navíos se proveían de productos para trocarlos, luego, en Guinea por negros. La principal inversión se hacía en vinos: enviados por isleños, comprados por los mercaderes y factores sevillanos o entregados por los canarios a los maestres y capitanes de navío para que le comerciaran varios negros.
Emigración:
El descubrimiento de las Indias y su repoblación se verificó gracias a un importante contingente humano, en el que contribuyeron todas las regiones del solar hispano. Canarias no quedó al margen por razones obvias: ser a última tierra castellana que las naves tocaban antes de emprender el viaje transoceánico y por rehacerse en ella las huestes y expediciones. Sobre este aspecto se ha incidido en especial por las recomendaciones reales, pues en 1511 el rey concede privilegios de excepción a los insulares que deseen pasar a las Indias y por la alarma producida en Gran Canaria ante su despoblamiento.
No obstante en los estudios realizados sobre las contribuciones regionales a Indias entre 1493 y 1560 Canarias ocupa casi el último lugar con el 0,2% representado por 63 personas. No obstante estudios realizados en las islas multiplican esa cifra por más de cien, estimando que a lo largo del siglo XVI pasaron unos 10.000 insulares al Nuevo Mundo, entre gobernadores, conquistadores, pobladores y clero. Sin embargo, en muchos casos, estas cifras pueden plantear problemas con respecto a la población total del Archipiélago, por que si bien es cierto que muchos de los que pasaron al Nuevo Mundo eran isleños, otros muchos eran peninsulares y extranjeros que utilizaron las islas para pasar al Nuevo Mundo, tales como los maestres de navío y los mercaderes, además de muchos pobladores. (Manuel Lobo Cabrera)
|