Canarias
El pirata Cabeza de Perro



El pirata tinerfeño Cabeza de Perro (n.1800). Por José Manuel Ledesma:
Angel García nació en Igueste de San Andrés en 1800, en una casita blanca (casi del miedo) próxima al mar, en la que solía recalar con su velero para aprovisionarse del manantial existente en la cueva del agua. Apodado "Cabeza de Perro" presentaba los siguientes rasgos físicos: grueso y rechoncho, de nariz chata, ojos pequeños y hundidos, boca larga con separados dientes, cabello trigueño y cabeza muy abultada -a la vez que deforme- con enormes protuberancias, razón por la cual usaba ceñidor y capucha de color negro al objeto de cubrírsela. En el barrio de San Lázaro, en La Habana, poseía un verdadero palacio cuyo aspecto exterior era el de una dulcería; por dentro, estaba repleto de espejos y lámparas con incrustaciones de oro; las habitaciones se comunicaban con puertas secretas que daban a los sótanos de la muerte donde su fiel servidor, Plácido el Mulato, esperaba a sus víctimas; los cuartos estaban llenos de arcas con los frutos de las rapiñas (dinero, alhajas, relojes, etc...). Desde una vivienda situada frente a la pastelería, su hijo Luis García, controlaba la entrada y salida de las personalidades (clientes) con as que su padre se relacionaba en cuestiones de pillaje y negocios ocultos. En sus desplazamientos hasta las costas africanas en busca de esclavos negros y naves cargadas de marfil y maderas nobles, nunca atacó a las embarcaciones que navegaban por aguas canarias, por el contrario, el Caribe constituyó su centro de operaciones. El episodio más conocido del pirata fue el asalto que, desde su barco insignia El Invencible, efectuó al bergantín El Audaz en su recorrido desde La Habana a Nueva York. En la refriega acuchilló a los tripulantes y pasajeros, excepto a una mujer y a su hijo, quienes se habían escondido; no obstante, cuando ambos fueron descubiertos los arrojó al mar, al tiempo que hundía el barco y emprendía la retirada.

Afortunadamente, el velero italiano Centauro los recogió y al relatar la odisea al capitán, éste le mostró el retrato de Cabeza de Perro, reconociéndolo la señora como el autor de aquella matanza. Según algunos autores, desde ese momento el pirata cambió de actitud, ya que aquel llanto infantil le quedó grabado en su mente, de tal manera, que el remordimiento no le permitía conciliar el sueño. Además, como notaba que envejecía rápidamente, expresó a sus socios, personas de elevado rango social, su deseo de abandonar la piratería e incluso entregarse a la justicia, pero su hijo le disuadió, porque ello induciría a descubrirlos a todos. Comenzó entonces a frecuentar la Iglesia y entabló amistad con un clérigo, también oriundo de Tenerife, quien lo convenció para que regresara a su Isla natal, tomando el pirata la decisión de volver de nuevo a su antigua casa en donde dedicaría su tiempo a labrar la tierra y por las tardes se sentaría a observar los barcos surcando la mar. Fue así como ataviado de indiano -traje blanco, sombrero, anteojos de hombre respetable y acompañado por una cotorra- embarcó en El Tritón. Durante la travesía no salió del camarote y solo al oír el grito de tierra fue cuando subió a la cubierta para contemplar el Teide y su casita de Igueste. Al llegar al puerto de Santa Cruz de Tenerife desembarcó totalmente transformado, ya que llevaba pantalones anchos por encima de los tobillos, una chupa de grandes faldones, sombrero de guano de ala ancha, un paraguas y una jaula con la cotorra; su feo aspecto fue motivo de comentarios jocosos, a la vez que de burla por una multitud de chiquillos -situación que el pirata rechazaba con el paraguas- lo que originó que aquellos palanquines le tiraran piedras hasta dejarlo herido en el suelo. Cuando llegaron los guardias para protegerlo, lo encontraron intentando defenderse con un cuchillo, cuyo mango en forma de cabeza de perro, lo delató y fue encarcelado. A partir de este episodio, pasó largo tiempo en el Castillo de Paso Alto a la espera de la resolución de su condena. Entre tanto, se distraía fumando y construyendo maquetas de barcos, sin hablar ni siquiera con sus guardianes. Al conocerse la sentencia de su muerte nadie quiso perderse el espectáculo de su traslado -a pie entre bayonetas- desde aquella fortaleza al barrio del Cabo. En los instantes previos a la ejecución pidió un habano, donó la maqueta de un bergantín a la Virgen del Carmen y para demostrar su personalidad arrogante hasta el final, se atavió un pañuelo rojo en la cabeza y lanzó una mirada y una sonrisa irónica mientras recibía los disparos que acabaron con su vida. (José Manuel Ledesma)


Benito de Soto (-1830):
Nació en Pontevedra aunque algunas fuentes señalan a La Coruña. Sus primeras navegaciones fuera de la ley las dio en el buque negrero portugués Defensor de Pedro, transportando esclavos de las costas de Guinea a Brasil. Durante la estancia del buque en Mina en 1828 se puso al frente de parte de la tripulación para dedicarse a la piratería. Benito de Soto quedó al mando del buque, que pasó a llamarse Burla Negra. Su primera presa fue el Morning Star. Localizado el capitán, los piratas lo ejecutaron inmediatamente, así como a un número indeterminado de hombres, sin distinguir entre pasajeros o tripulantes. Más tarde, los piratas, tras encerrar a los que no habían sido asesinados, practicaron una serie de agujeros en el fondo para que el barco se hundiese. Tras abandonar el mismo los piratas, las mujeres consiguieron liberar a los hombres que habían sido encerrados, quienes pusieron en marcha las bombas para tratar de achicar el agua que ya había empezado a inundar las bodegas. Horas más tarde, y cauando el barco amenazaba hundirse, los supervivientes fueron salvados por un barco inglés. Durante dos años Benito de Soto y los suyos prosiguieron atacando a barcos indefensos y tras haber logrado un buen botín, decidieron regresar a España y "realizar" beneficios. Tras conseguir documentos falsos en Pontevedra, su tierra, Soto y los otros piratas marcharon a Cádiz, fondeando en su bahía. Un fuerte temporal arrastró el barco contra la costa, lo que obligó a Benito de Soto a urdir nuevas explicaciones al tratar de vender los restos de la nave ante las autoridades gaditanas. Como las explicaciones no resultaron convincentes, temiendo ser ser descubiertos, Benito y sus cómplices huyeron a Gibraltar. Su estancia en el Peñón comenzó a levantar sospechas y al encontrar entre su equipaje un libro de memorias del capitán del Morning Star y algunos efectos que habían pertenecido a los pasajeros del citado buque, fueron arrestados. En el posterior juicio Soto se declaró culpable, siendo condenado a muerte. Fue ejecutado en la horca el 25 de enero de 1830. (Ricardo Arroyo)

(*):
En octubre de 2016 José Manuel Ledesma Alonso, presidente de la Tertulia Amigos del 25 de Julio fue elegido cronista oficial de Santa Cruz de Tenerife, sucediendo al desaparecido Luis Cola Benítez.

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