Tercera fase del avance aliado en el Pacífico (1943-1945):
La tercera fase de la guerra significó la decisiva contraofensiva de los aliados y se extendió desde el verano de 1943 al de 1945. Los más de 5.000 km cuadrados de islas y océanos no podían ser bien abarcados por Japón.
Se desarrolló en dirección a Filipinas, en dos ataques convergentes, a partir del este y del sur. El primero fue dirigido por Nimitz, con poderosos medios aeronavales, que apoyaban la acción de nueve divisiones que debían dar grandes saltos entre islas a mucha distancia. De noviembre de 1943 al verano de 1944, fueron conquistadas las Gilbert, las Marshall, las Carolinas y las Marianas.
Nimitz empezó por Tarawa (noviembre 1943), de menos de 3 km cuadrados. Tomarla costó más de 4.000 vidas. Del destacamento japonés de 3.000 hombres se rindieron sólo 17.
Por el sur Mac Arthur actuó con diez divisiones (seis australianas y cuatro norteamericanas) en la costa norte de Nueva Guinea. Ambas se unieron en Leyte, cuya batalla naval y terrestre (oct.1944) decidió la suerte de la guerra.
Avance norteamericano en 1944:
El comienzo de este año se distinguió por el desembarco y conquista subsiguiente de las islas Marianas, llevada a cabo en los meses de junio y julio, que obligó a las fuerzas japonesas a replegarse a las Filipinas y a Formosa. Pero desde estas islas, en especial Guam y Saipan (tomada el 9 de julio), era ya posible realizar ataques aéreos contra la metrópoli japonesa, lo que indefectiblemente empezó a producirse. Dimitió el gobierno japonés y se constituyó un Consejo de emergencia presidido por el propio emperador. A mediados de septiembre, los norteamericanos habían desembarcado ya en las Palaos, Carolinas y en las Molucas, premisa necesaria para el ataque a Filipinas, que comenzó en octubre con la batalla de Leyte, tras la cual vino el desembarco propiamente dicho en este archipiélago, que Mac Arthur había pronosticado cuando al verse obligado a salir dijo lacónicamente: Volveré. El 20 de octubre, en efecto, las fuerzas de Estados Unidos, desembarcaban en esta isla llevando una impresionante escuadra de 746 navíos escoltados por 18 portaaviones y 6 acorazados. Los japoneses intentaron resistir, pero la citada batalla de Leyte significó el final del poderío aeronaval de los nipones. Durante la batalla de Leyte aviones del USS Lexington hundieron el portaaviones Zuikaku y el crucero Nachi y fueron elementos clave en el hundimiento del acorazado Musashi y de los portaaviones Chitose y Zuiho. La guerra estaba también ganada por los Aliados en el Pacífico. El 4 de febrero de 1945 entraban las fuerzas aliadas en Manila.
Al mismo tiempo, en el frente birmano, los japoneses se veían obligados igualmente a retroceder ante el ataque conjunto de fuerzas inglesas, norteamericanas y chinas, de modo que a comienzos de 1945 quedaba libre la ruta de Birmania a China.
Persistía simultaneamente el ataque aéreo contra las ciudades japonesas, en especial después que fue conquistado el primer territorio metropolitano del archipiélago, la isla de Iwojima, desde la cual pudo ser duramente castigada la zona propiamente japonesa. De esta rigurosidad del ataque aéreo puede dar fe la cantidad de casi 200.000 víctimas caídas en los bombardeos del día 9 de marzo. (Marqués de Lozoya)
Iwo Jima (19/02/1945):
Para evitar su utilización como plataforma para bombardeos, los japoneses apostaron en las Islas Volcanes 14 mil hombres del ejército y 7 mil marinos a las órdenes de Tadamichi Kuribayashi, que ordenó la construcción de unas defensas sobre el terreno volcánico muy difíciles de superar. En el volcán Suribachi se concentró la artillería para barrer las cotas inferiores. Se construyeron más de 400 fortines y nidos de ametralladoras que se comunicaban por túneles bajo la lava.
Con mucha antelación al desembarco se había iniciado un intenso bombardeo norteamericano que fue bien resistido desde los ingeniosos refugios japoneses. Hicieron falta tres días de ataques con granadas, lanzallamas, cohetes y cargas de demolición para desalojar las defensas. Se hizo necesario el empleo de tanques para llevar a cabo el desalojo. El día 21 los japoneses lanzaron un contraataque con kamikazes sobre cinco barcos. El portaaviones Saratoga quedó inutilizado hasta el fin de la guerra y el portaaviones Bismarck Sea fue hundido.
Aquel islote significaba para los invasores un punto de apoyo para los cazas P-51 que servían de escolta a los B-29 en sus bombardeos sobre Japón -ya casi en las últimas- los cuales no tenían la suficiente autonomía para cubrir la ida de estos, desde la base de Tinián, en las Marianas, y el regreso a ella. Para los japoneses significaba una defensa numantina, cuyo final presentían inmediato y terrible, dada la enorme superioridad de los atacantes. Sólo tenían dos opciones, o morir en combate o la autoinmolación, de acuerdo con el rígido código de honor de ejército imperial y la vergüenza que implicaba caer prisioneros. De la dureza de la lucha da una idea el hecho de que de casi 21.000 defensores sólo sobrevivieron 216. Los norteamericanos lanzaron al ataque casi cien mil hombres, con 6.821 bajas y veinte mil heridos. (Jesús J.Lavín)
► Perros: De gran utilidad para la localización de japoneses ocultos en la maleza tropical fueron los perros sometidos a entrenamiento especializado.
Señalaban la posición de enemigos aislados sin emitir ningún ruido.
Los perros también fueron empleados durante la guerra para detectar explosivos y tender cables de comunicación temporales.
En la batalla de Guam (1944) abrían camino en las marchas por la selva y tuvieron un comportamiento ejemplar.
Se emplearon 72 de ellos entre doberman y pastores alemanes, de los que 25 murieron en combate.
|