El cuerpo de pilotos en la Armada. por José María Blanca Carlier: En 1508 se crea el cargo de piloto mayor. El primero parece que fue Américo Vespucio (de 1508 a 1512). A su muerte le sustituyó Díaz de Solís (1512-1516), y a la muerte de éste en el Río de la Plata asumió el cargo Sebastián Caboto. Inferiores en categoría eran los pilotos reales que suplían al mayor durante su ausencia y formaban el consejo marítimo para examinar a los pilotos de Indias. En 1527 se ordenó «no se expidiese carta de pilotaje ni de marear a ningún extranjero, ni escritura para las Indias, ni que por otro alguno le fuese dada ni vendida sin expresa licencia del rey». El que desease ser piloto tenía que acreditar haber navegado seis años a las Indias, haber estado en Tierra Firme, Nueva España, las islas españolas y Cuba. Se disponía en las Ordenanzas aprobadas por Real Cédula de 17 de enero de 1591 que el gobierno de las naos almirante lo desempeñara un piloto mayor. El mismo título se daba en la Casa de Contratación al examinador de pilotos. Asimismo era piloto mayor el responsable de la derrota en una división o escuadra, en los galeones de la carrera de Indias y en las flotas de Nueva España. La Casa de Contratación de Sevilla -que expidió nombramientos hasta 1607- daba enseñanza a los alumnos de pilotaje. A partir de dicho año se abrió en la citada capital un colegio para huérfanos de marinos, donde se impartían las disciplinas de náutica. En 1629 ya hay una universidad autorizada para estas materias. En la primera mitad del siglo XVII se padeció gran escasez de capitanes de mar y pilotos. Las Ordenanzas de 24 de enero de 1633 detallaban las obligaciones de los capitanes, pilotos, maestres, contramaestres y guardianes de los galeones de la Armada. Debido a la falta mencionada de oficiales de mar, las citadas Ordenanzas decían: «que no se les despidiera en ningún tiempo si no fuera por causas justas». La escasez se agudizó en el desastre de Guetaria, de 1638, contratándose a pilotos extranjeros para traer unos galeones de Flandes.
En 1569 se constituye en Sevilla la Universidad de Mareantes. A propuesta de ésta y de la Casa de Contratación, Carlos II autoriza por Real Cédula de 17 de junio de 1681 la apertura de un colegio llamado de San Telmo, que sería administrado por la citada universidad. Se construyó al efecto un edificio en la calle Betis, del barrio de Triana, con capacidad para doscientos colegiales, llegándose en 1699 a doscientos setenta. Tenían un promedio de doce a quince años de edad y cursaban cuatro de estudios. De este Centro salían pilotos para dotar las naves de las carreras de Indias. Contiguo al colegio se hallaba el hospital o iglesia de Nuestra Señora del Buen Aire, a cuya advocación se acogió. No obstante, como el colegio resultó insuficiente, se adquirió el llamado Palacio de San Telmo. situado en la hoy avenida de Roma y cercano a la Puerta de Jerez. Las obras de construcción duraron casi medio siglo -finales del siglo XVII y principios del XVIII-, y en 1754 se adscribió para colegio de náutica. En 6 de noviembre de 1786 se le dio nueva ordenanza separándose de la Universidad de Mareantes y pasando a depender de Marina. Por ley de 16 de junio de 1849 se autorizó su enajenación a los duques de Montpensier (En 1879 el Palacio de San Telmo seria dedicado a Seminario metropolitano y Universidad Pontificia). Las clases pasaron al colegio de San Diego, sito en el antiguo convento de este nombre en la calle de las Armas, hoy Alfonso XII.
Este centro fue fundado en 1853 para estudios de segunda enseñanza. Por ser insuficiente para el elevado número de alumnos. se amplió adquiriéndose para ello casas inmediatas. Entre su profesorado contaba con el sacerdote y eminente matemático don Alberto Lista, que había sido profesor del Colegio Real de San Telmo en 1796, y que después de su exilio en París y Londres había vuelto a España y fijado nuevamente su residencia en Sevilla en 1840. Algunos de sus directores fueron marinos, como el capitán de fragata don Adrián García de Castro.
La mayor parte de los alumnos del Real Colegio de San Telmo eran huérfanos de marinos indigentes. Cursaban matemáticas, navegación, maniobra, artillería, cosmografía, economía política, comercio, geografía comercial, francés, inglés y dibujo. Los exámenes eran públicos y los asistentes podían preguntar a los examinandos. La creación de este Colegio fue muy conveniente, pues por la escasez de pilotos se contrataba a extranjeros, a los que se les pagaban sueldos muy elevados que solían exceder del que se satisfacía a los españoles. Podían pasar a servir tanto en la Marina de Guerra como en la Mercante. Una Real Orden de 20 de febrero de 1791 estableció bases para la admisión de pensionistas nobles.
En tiempos de Carlos III resurge la Marina Mercante, cuyo personal escaseaba. En los últimos tiempos del reinado de los Austria, en la costa de Levante, no se impartían enseñanzas náuticas, y por falta de barcos nacionales efectuaban el comercio de cabotaje buques holandeses. El gobierno marinero de los buques y el diario de navegación estaba a cargo de los pilotos formados en los colegios de San Telmo de Sevilla y Málaga -éste último tenía capacidad para 150 alumnos y también, al igual que el de Sevilla, tuvo algunos directores marinos de guerra, como capitán de navío graduado don José de Montemayor-. Ambos centros los costeaba Marina y tenían como jueces conservadores a los respectivos comandantes de Marina de la Provincia. Existía además el Real Instituto Asturiano de Gijón y las Escuelas Náuticas, que bajo la inspección de la Armada, sostenían los Consulados -hoy Cámaras de Comercio, Industria y Navegación- y los Ayuntamientos en diferentes puntos del Reino. La primera escuela de náutica creada fue la de Bilbao.
En 1717 pasaron a Cádiz los tribunales de la Casa de Contratación y el Consulado de Sevilla. Con esta medida Cádiz fue el único puerto para el comercio con las Indias.
En 16 de junio de 1717 se dictan las ordenanzas e instrucciones para la Armada. Compuesta de veinticinco capítulos, el número doce trataba de los pilotos. Estas ordenanzas variaron totalmente la organización marítima, comprendiendo a la vez todos los progresos que exigían los adelantos de la náutica y de la milicia. Eran fruto de la fecunda labor de Patiño en pro de nuestra Armada. Así, pues, los pilotos que salían de los centros mencionados -pilotos particulares- para embarcar en los buques de la Marina comercial nutrieron también hasta 1748 las unidades de la Armada. Sin embargo, con posterioridad a esta fecha, como veremos después, estos profesionales podían, previo ciertos requisitos y condiciones, pasar a la Marina de Guerra, coexistiendo en el servicio con los formados en las academias de pilotos de los departamentos. En este año se proyectó la apertura de un Colegio de San Telmo en Puerto de Santa María.
Los exámenes para pilotos los presidía el comandante del Cuerpo con sus ayudantes. Trataban sobre los puntos fundamentales del arte de navegar, así como del manejo de instrumentos náuticos. A los aprobados se les extendía certificado con el que el capital general del departamento les expedía el correspondiente nombramiento. El Cuerpo sufrió en veintisiete años cuatro reformas. En principio existían tres clases: pilotos de altura de primera y segunda, pilotines o ayudantes y pilotos prácticos de costas y puertos. Posteriormente la denominación de pilotines -los había de doce años- sería sustituida por la de oficiales terceros. Cuando se organizó el Cuerpo su distribución por departamentos era la siguiente: De 1ª De 2ª Pilotines Prácticos Cádiz 20 20 30 2 Ferrol 10 10 15 - Cartagena 10 10 15 4 Total....... 40 40 60 6 Los primeros y segundos instruían en náutica a los guardias marinas, resolviendo sus dudas y dando cuenta al comandante del aprovechamiento de cada uno. Ostentaban graduaciones militares. En un principio los primeros pilotos fueron graduados de alféreces de fragata y los segundos de oficiales mayores. Más tarde, los primeros lo fueron de tenientes de navío y de tenientes de fragata -según la antigüedad-, y los segundos, de alféreces de navío y alféreces de fragata. Los pilotines carecían de graduación. Posteriormente al suprimirse el empleo de teniente de fragata, los primeros lo serían de teniente de navío; los segundos, de alférez de navío, y los terceros, de alférez de fragata. Las graduaciones no significaban antigüedad, por lo que no se perjudicaba a otros al poseerla de mayor o menor categoría. La antigüedad se computaba desde que obtenían la clase de numerarios. A algunos pilotos se les concedían, por relevantes servicios, empleos efectivos e integración en el Cuerpo General, ocasionando vacante en el Cuerpo de Pilotos. La antigüedad con que ingresaban en el Cuerpo General era la que tenían de primeros pilotos. Sin embargo, durante algunos años estuvo suprimido este pase de un cuerpo a otro. La provisión de vacantes de los pilotos era de la competencia del director general de la Armada. Una Real Orden de 25 de enero de 1771 disponía que los pilotos graduados disfrutasen a bordo de las mismas consideraciones que los oficiales efectivos. Coexistían con los pilotos de la Armada los pilotos particulares admitidos al servicio de la misma. Así, desde 1797, los alumnos de los Colegios de San Telmo de Sevilla y Málaga y del Instituto Asturiano de Gijón podían embarcar como meritorios en los buques de guerra. Los pilotos particulares prestaban servicio en determinadas unidades, por lo general en buques transportes de vela y vapor, en guardacostas y en el mando de faluchos. Eran admitidos al servicio por los capitanes generales de los departamentos y apostaderos, los que también disponían su cese. Las Ordenanzas de 1793 decían: «Los pilotos de primera y segunda clase, aunque no lo sean de número del Cuerpo de la Armada, sino habilitados, podrán servir cualquiera de aquellas dos plazas y los pilotines y prácticos de costa propietarios serán considerados como oficiales mayores, pero tanto los pilotines que no tengan más nombramiento que el de habilitados, como los prácticos no numerarios, se reputarán sólo oficiales de mar. En los nombramientos interinos se ha de expresar la clase para que se confieren: de primera, segunda o pilotines, según resultas del examen, méritos, años de servicio y antecedentes de mar de los interesados. Habiendo marineros que sin ser meritorios de las escuelas tengan conocimiento de pilotaje, se destinarán en las guardias del alcázar en la mar, a fin de que cultiven las enseñanzas náuticas a la orden del piloto en lo que se les encomendase, sin faltar por eso a las faenas de maniobra, como igualmente deben ejecutarlo los meritorios en proporción a su edad y para su adelantamiento.» Las mismas Ordenanzas decían con respecto a los pilotos embarcados: «Corresponderá al capitán general del departamento expedir los nombramientos de los pilotos, pilotines y prácticos interinos, precedido de informe del comandante del Cuerpo, consecuente a providencia para llamar al servicio a los capitanes, pilotos o patrones de buques particulares y examinar su idoneidad, según se prescribe en su lugar.»
En 1801 se estableció que el régimen del Cuerpo de Pilotos estaba a cargo de su comandante particular en cada departamento, quien recibía del comandante en jefe todas las órdenes relativas a su gobierno. El comandante en jefe estaba subordinado al director general de la Armada. Era prerrogativa de éste expedir nombramientos a los pilotos, bien para ingresar en la Armada en el número de esta clase o para sus ascensos. Unicamente en la clase de los primeros pilotos había de dar cuenta al rey. Sin el despacho del director general no podía formarse asiento alguno a ninguno de los pilotos de número en las Contadurías de los departamentos. El director general podía despedir a los segundos pilotos y pilotines, con motivo para ello y en virtud de su decreto causaban baja en las listas, pero para tomar decisiones con respecto a la clase de primeros tenía que dar cuenta al rey por vía reservada y recibir su real aprobación.
En 1802 se confirieron a los primeros pilotos los empleos efectivos de oficiales de la Armada, mas, al ser derogada la Ordenanza Naval quedaron sólo con graduaciones como en la legislación anterior.
En los estatutos para el régimen y gobierno del fondo para el Montepío de pilotos de la carrera de Indias, fechado el 28 de julio de 1804, se decía, entre otras cosas: «que teniendo los pilotos mandos de cañoneros en la defensa de la Isla de León y Cádiz, al igual que los del Cuerpo General, éstos gozaban de empleos efectivos y los pilotos sólo de graduaciones. En 1823 se suprimieron los pilotos de altura y quedaron los prácticos en los destinos que se les asignaron. De los primeros, los que poseían buenos antecedentes, hojas de servicios favorables y se hallasen en activo, eran incorporados al Cuerpo General. Una Real Orden de febrero de 1826 dispuso que las Escuelas de Náutica, que hasta entonces estaban agregadas a Marina, quedasen separadas de ella. Sin embargo, su inspección siguió dependiendo de los comandantes de los Tercios Navales y el Ministerio de Marina continuó expidiendo a los profesores sus nombramientos (Las Escuelas de Náutica particulares estaban a cargo de las entidades que las sostenían. Podían nombrar pilotos de la Armada con autorización del rey, pero para navegar habían de sufrir exámenes en los departamentos o apostaderos respectivos -Real Orden de 20 de febrero de 1826-). Otra Real Orden de 25 de abril de 1830 estableció que la Comandancia General del Cuerpo afecta al departamento de Cádiz, así como su jefe, pasasen al detall general del Cuerpo. Esta medida, aparte de ahorrar gastos, redujo el número de pilotos para las necesidades de la Marina de aquella época. Por Real Orden de 5 de abril de 1831 el Cuerpo quedaba bajo el mando directo de los comandantes generales de departamentos y apostaderos. La mayor parte del profesorado de las Escuelas Náuticas particulares pertenecía al Cuerpo de Pilotos.
En 1858 escasearon los oficiales de Marina. Al estallar la guerra de Africa en 1859, los buques mercantes adquiridos en el extranjero para transportes, de mando de teniente de navío, llevaron como oficiales primeros y segundos pilotos. En 1901 aún había en la escala de reserva del Cuerpo General un teniente de navío graduado procedente del Cuerpo de Pilotos: don Vicente Roig Llorca, Ayudante de Marina de Benidorm. Aun estando declarado a extinguir el Cuerpo de Pilotos, se produjo el ingreso de pilotos particulares. En 20 de mayo de 1873 se dispuso que podían ocupar destinos en Comandancias y Ayudantías de Marina. En 1900 había veinticinco pilotos graduados, en calidad de eventuales, agregados a la escala de reserva del Cuerpo General. Los más antiguos contaban con veintitrés años de servicios y los más modernos con nueve. En 1911 quedaban en servicio en dicha escala trece pilotos particulares de los veinticinco que existían en 1900, con graduaciones de teniente de navío y alférez de navío. En 1925 sólo quedaba uno de estos últimos, don Antonio Porrúa Andrade, graduado de capitán de corbeta, que cesó en el servicio el 28 de enero de 1925, al cumplir sesenta años de edad. El posterior ingreso en la Armada de personal procedente de la Marina mercante sería el 19 de noviembre de 1915, al crear la Reserva Naval. El más antiguo entró al servicio el 21 de mayo de 1918. Por su vinculación con la Armada, aunque no propiamente por su función ni formación -que efectuaba en centros propios-, el Cuerpo de Pilotos puede considerarse como un antecedente de la Reserva Naval Activa y los pilotos particulares, por su procedencia, como antecedente de la Reserva Naval.
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