Francia
Revolución



Revolución Francesa (1789):
Las guerras del s.XVIII y los gastos de la Corte arruinaron a la Hacienda de Francia. Los privilegiados se negaban a pagar impuestos directos. A la alta burguesía se le restringía el acceso a la nobleza. Las ideas ilustradas se difunden por la prensa y los libros, y llegan a amplias capas de la población. Luis XVI carecía de un programa político definido y comete el error de aliarse con la aristocracia, ignorando el poder potencial de la burguesía. La exitosa rebelión de las colonias norteamericanas constituía un modelo para los primeros revolucionarios. El rey convoca los Estados Generales para mayo de 1789. La acción de la propaganda burguesa presiona al rey para conceder la duplicación del número de representantes del Tercer Estado, que además pedía el voto por cabeza en vez de por estados. El Tercer Estado invitó a los otros dos a la reunión en común pero la oferta fue rehusada. El Tercer Estado se declaró constituido en Asamblea Nacional en ausencia de los demás. Luis XVI concentró 20.000 soldados para disolver la Asamblea. La población se lanza en defensa de la Asamblea asaltando las armerías. El 14 de julio de 1789 tiene lugar la Toma de la Bastilla. Los campesinos se movilizan y asaltaron los castillos para quemar títulos de propiedad. En adelante su presencia ayudaría a la consolidación de la Revolución. En 1790 Talleyrand promueve la idea de la confiscación de los bienes de la Iglesia, a la que llamó abusiva y corrupta. En 1791 Talleyrand lee en la Asamblea el discurso del marqués de Mirabeau sobre el reparto igualitario de las herencias, suprimiendo los privilegios de la primogenitura. La caída de la monarquía (1792) fue seguida de las ejecuciones de numerosos prisioneros políticos en París. En abril se utiliza por primera vez la guillotina, con un reo por asalto a mano armada llamado Pelletier. Suponía la introducción de otro aspecto igualitario por elevación de derechos, ya que los nobles disfrutaban del privilegio de que no se les añadía sufrimiento previo y se les proporcionaba una ejecución instantánea. El 21 de enero de 1793 Luis XVI es guillotinado en la Plaza de la República. Había sido condenado tras un rápido proceso, por una ligera mayoría de votos, ante la oposición de los girondinos. La España de Carlos IV se une al conjunto de monarquías que declara la guerra a la Francia regicida (abril de 1793), y envía a 25.000 soldados al Rosellón. El ejército francés vence en la batalla del Roure y toma Figueras (noviembre de 1794). También llegó a ocupar Bilbao y San Sebastián. En España los ilustrados que promueven cambios sociales y los reformistas políticos pasan a ser considerados sospechosos. En 1794 Talleyrand es expulsado de Inglaterra donde realizaba delicadas labores diplomáticas.

Maximilien de Robespierre (1758-1794)
Defensor convencido de las teorías sociales de Rousseau. En 1790 es jefe de los jacobinos. En la Asamblea Legislativa de 1791 dominaban los más moderados girondinos, a los que se enfrentaba desde su posición antimonárquica y a favor de las reformas democráticas. Los jacobinos deseaban implantar una monarquía constitucional, pero cuando Luis XVI intentó huir del país (1791), rechazaron cualquier sistema de gobierno monárquico. Tras abolirse la monarquía en agosto de 1792, fue elegido diputado de la Convención Nacional por París. Miembro del grupo de La Montaña, reclamó insistentemente la ejecución del rey Luis XVI. En mayo de 1793, apoyado por el pueblo de París, obligó a la Convención Nacional a expulsar a los girondinos. En el mes de julio, ingresó en el Comité de Salvación Pública y no tardó en hacerse con el control del gobierno ante la falta de oposición.

Reinado del Terror:
Francia era combatida en todos los frentes. Los prusianos habían recuperado Maguncia, Condé-Sur-L'Escaut y Valenciennes, y los británicos mantenían sitiado Tolón. Los insurgentes monárquicos y católicos controlaban gran parte de La Vendée y Bretaña. Caen, Lyon, Marsella, Burdeos y otras importantes localidades se hallaban bajo el poder de los girondinos. El 23 de agosto se ordenó un reclutamiento que reunió 14 ejércitos, con 750.000 hombres.

    Jean-Paul Marat (1743-1793):
    En septiembre de 1789 comenzó a publicar el periódico, L'ami du peuple (amigo del pueblo), que pronto se convirtió en el diario radical más influyente de Francia. Criticó desde sus páginas a los políticos moderados con un lenguaje brutal acusándoles de traidores y animó al pueblo a utilizar la violencia contra ellos. Marat era considerado un fanático peligroso por sus enemigos. Su pensamiento era un reflejo del talante radical que ocasionó la caída de la monarquía en agosto de 1792; él contribuyó a crear la atmósfera de violencia que provocó las ejecuciones múltiples de prisioneros políticos en París durante el mes siguiente. Cuando fue elegido diputado de la Convención Nacional, reclamó la adopción urgente de medidas dictatoriales para defender la Revolución.

Robespierre, para combatir el caos reinante, procedió a eliminar a todos aquéllos a los que consideraba enemigos de la revolución, tanto extremistas como moderados, con el propósito de restablecer el orden y reducir el peligro de una invasión exterior. En marzo y abril de 1794 fueron ejecutados los líderes revolucionarios Jacques René Hébert y Georges Jacques Danton. En mayo, la Convención Nacional, presionada por Robespierre, proclamó el culto al Ser Supremo —basado en el deísmo de Rousseau— como religión oficial. Los católicos y ateos rechazaron este decreto, pero el dirigente francés aún contaba con el poderoso apoyo de los sans culottes de París y fue elegido presidente de la Convención Nacional en junio. El Terror se había intensificado y muchos miembros influyentes de la Convención y del club jacobino comenzaron a temer por su vida ante la creciente agresividad de los discursos de Robespierre. Las medidas extremas de seguridad parecieron innecesarias tras una serie de victorias militares de Francia y se organizó una conspiración para poner fin al dominio político del líder jacobino. El 27 de julio de 1794 se le prohibió dirigirse a la Convención Nacional y quedó bajo arresto. Numerosos seguidores se rebelaron en su apoyo, pero fueron reprimidos. Robespierre murió guillotinado el 28 de julio junto con sus más próximos colaboradores, Louis Saint-Just y Georges Couthon, y diecinueve de sus seguidores. Al día siguiente fueron ejecutados otros 80 partidarios.

Ejecuciones:
María Antonieta fue ejecutada el 16 de octubre, y 21 destacados girondinos murieron guillotinados el 31 del mismo mes. Tras estas represalias iniciales, miles de monárquicos, sacerdotes, girondinos y otros sectores acusados de realizar actividades contrarrevolucionarias o de simpatizar con esta causa fueron juzgados por los tribunales revolucionarios, declarados culpables y condenados a morir en la guillotina. El número de personas condenadas a muerte en París ascendió a 2.639, más de la mitad de las cuales (1.515) perecieron durante los meses de junio y julio de 1794. Las penas infligidas a los traidores o presuntos insurgentes fueron más severas en muchos departamentos periféricos, especialmente en los principales centros de la insurrección monárquica. El tribunal de Nantes, presidido por Jean-Baptiste Carrier, el más severo con los cómplices de los rebeldes de La Vendée, ordenó la ejecución de más de 8.000 personas en un periodo de tres meses. Los tribunales y los comités revolucionarios fueron responsables de la ejecución de casi 17 mil ciudadanos en toda Francia. El número total de víctimas durante el Reinado del Terror llegó a 40.000. Entre los condenados por los tribunales revolucionarios, aproximadamente el 8% eran nobles, el 6% eran miembros del clero, el 14% pertenecía a la clase media y el 70% eran trabajadores o campesinos acusados de eludir el reclutamiento, de deserción, acaparamiento, rebelión u otros delitos. Fue el clero católico el que sufrió proporcionalmente las mayores pérdidas entre todos estos grupos sociales.

Directorio:
La burguesía moderada recupera el poder tras la caída de Robespierre. Gobierna un directorio de cinco miembros y se restablece el sufragio universal. El régimen carece de estabilidad. Las izquierdas, representados por Babeuf y los Iguales fueron eliminados en 1796; la mayoría monárquica de la Asamblea fue suprimida por la detención de los diputados realistas. El pueblo había perdido el fervor revolucionario; los problemas económicos subsistían, y los campesinos, suprimidos los derechos feudales, se desinteresaron de la Revolución. El joven Napoleón, enviado a Italia, toma audaces determinaciones como suprimir el Papado y crear la República Romana. El Directorio lo envía posteriormente a luchar contra Inglaterra en Egipto. Triunfó en tierra pero la flota fue destruida por Nelson en Abukir. Ante la amenaza de una coalición contra Francia y pensando en sus ambiciones políticas, Napoleón regresa rápidamente y se hace con el poder con un golpe de estado (1799).

J. de Maistre en su principal obra política, Consideraciones sobre Francia (1797), presenta a la Revolución (sujeto central de sus reflexiones) como un acontecimiento satánico y radicalmente malo, tanto por sus causas como por sus efectos. Enemigo declarado, al igual que el filósofo británico Edmund Burke, de las ideas propugnadas por la Ilustración, condenó igualmente la democracia, por ser causa de desorden social, y se mostró firme partidario de la monarquía hereditaria.

Entre los historiadores del siglo XIX se produjo un notable exceso de sesgo de carácter político al abordar el análisis de la Revolución. Durante los cien años que siguieron a la Revolución la mayoría de los libros publicados coincidían en que los aspectos negativos que trajo el proceso que duró un cuarto de siglo superaban a los aspectos positivos. La Revolución francesa dominó la historia, el lenguaje y el simbolismo de la política occidental desde su comienzo hasta el período posterior a la primera guerra mundial. (Hobsbawm) Buscando rápidos cambios a gran escala, Marx se dedicó a analizar especialmente el jacobinismo, que permitía mucha mayor rapidez en los cambios evitando «las timoratas y excesivamente conciliadoras concepciones de la burguesía». Lenin creyó necesario documentarse sobre la Francia revolucionaria y en los debates en los inicios de la Rusia soviética el término Termidor venía a significar el momento en que actitudes débiles y la prevalencia de intereses ajenos a los del proletariado se convierten en traición a la Revolución.

Imposición de límites al poder:
[El constitucionalista alemán Karl Loewenstein] sostenía que los sistemas de representación habían sido tan decisivos para el desarrollo político de Occidente como lo han sido para la humanidad la máquina de vapor o la electricidad. Sin ese avance, sugería, el mundo estaría hoy dominado por aquella inactividad propia de los Estados Generales anteriores a la revolución francesa. Cuando el Estado absolutista estuvo 75 años sin reunir a los representantes de los distintos estamentos en beneficio y provecho del rey. Fue la revolución francesa la que entendió que el núcleo del Estado constitucional no solo era la libre elección de los representantes políticos, sino que, además, pasaba por la libertad de voto de quienes habían sido elegidos por la soberanía popular para evitar, precisamente, la contaminación de la democracia a través de los célebres cahiers de doléances. De lo contrario, se estaría ante una especie de absolutismo disfrazado de poder popular. En palabras del propio Loewenstein, “el poder encierra en sí mismo la semilla de su propia degeneración”. Lo que quiere decir que cuando no está limitado se transforma en “tiranía y en arbitrario despotismo”. (Carlos Sánchez, 2016)

La gente que derrocó a Robespierre el Nueve de Termidor no eran contrarrevolucionarios, sino sus camaradas y colegas de la Convención Nacional y del Comité de Salvación Pública. La gran mayoría de los estudiosos del siglo XIX coincidían en que la Revolución no consistió en un mero acontecimiento sino que debía verse como un complejo proceso. Evolucionó con muchas contradicciones y aspectos incontrolables mientras se creaba el marco permanente para una sociedad burguesa. Alphonse de Lamartine (1790-1869), publicó una historia en varios volúmenes en vísperas de la Revolución de 1848, sobre los liberales moderados, o girondinos, que tenían como líder a Mirabeau y se dedicaban al propósito de desalentar los excesos del jacobinismo. El marqués de Mirabeau fue presidente de la Asamblea Nacional Constituyente desde la que intervendría en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, el Veto Real, la Ley sobre la Declaración de Guerra y la Constitución Civil del Clero. Mirabeau fue sepultado en el Panteón como héroe de la Francia revolucionaria (1791) pero al conocerse sus dobles juegos en defensa del monarca sus restos fueron retirados. En 1889 se organiza en París la Exposición Universal celebrando los cien años de la toma de la Bastilla. El Gobierno francés se abstiene de organizar en paralelo conmemoraciones de hechos relevantes de la Revolución. La fecha también es elegida para la publicación de numerosas obras con análisis de hechos históricos y se pone en evidencia un peculiar ejercicio de revisionismo por parte de historiadores consagrados. Buen número de especialistas incurren en sesgo político al abordar los cambios que trajo el proceso revolucionario. Cargando las tintas sobre los años sangrientos del jacobinismo se pretende conjurar los peligros de los levantamientos populares.

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