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Fundamentalismo



Fundamentalismo:
Con la revolución iraní de 1979 el fundamentalismo consiguió acceder al poder por primera vez. La revolución triunfante contra la opresión del imperialismo y el neocolonialismo activó el sentimiento de guerra santa. A mediados de los 80 representaba una considerable fuerza en muchos países islámicos, sobre todo de Oriente Medio y el Magreb, en la mayoría de los cuales las organizaciones fundamentalistas y sus militantes estaban fuera de la ley; lograron, sin embargo su reconocimiento directo o indirecto. Los gobiernos árabes moderados veían con temor la posibilidad de la radicalización de las masas. Preferían que no cuestionasen el consenso internacional ni la jerarquía social impuesta. La ley coránica se incorporó a algunos países que habían intentado un cierto laicismo anterior (Irán, Pakistán, Sudán). A principios de los años noventa tenían una gran fuerza de masas (como se demostró con ocasión de la crisis del Golfo, en 1990-1991) e incluso electoral, y ello no sólo en la región central del islam, sino en su periferia (desde Malaysia hasta Senegal) y entre la emigración islámica en occidente (como la turca en Alemania o la magrebí en Francia). Los ejemplos más destacados de esta implicación entre religión y política (en que el laicismo es visto como la herencia del colonialismo) podrían ser la victoria en las elecciones municipales de 1990 del FIS argelino o la participación de los Hermanos musulmanes egipcios, sudaneses y jordanos desde 1984, 1986 y 1989, respectivamente. En Tunicia el Movimiento de la tendencia islámica de R. Ghanouchi, en Nigeria la secta Maitantsine, en Turquía las congregaciones Kshibendi (especialmente la Süleymançi, amparada desde el partido oficialista de la Madre patria por el equipo dirigido por M.Kececiler), en el Líbano los grupos Amal y Hezbollah y en el conjunto del mundo islámico el Yihad, son algunos ejemplos de organizaciones fundamentalistas de notable influencia. Manifestaciones del ala más extremista han sido episodios como el asalto a la Gran mezquita de La Meca (1979); el asesinato de Sadat (1981), considerado traidor por su pacto con Israel; graves incidentes en Siria (1982); explosiones en Kuwait (1983). Las guerras árabe-israelíes han encontrado en Israel el enemigo tradicional en su aplicación de la yihad. Las corrientes mayoritarias del islam son la sunní y la chiita. Otras son ramas heterodoxas moderadas como los mzabíes y behabíes. El caldo de cultivo del integrismo proviene principalmente del chiísmo y de otra corriente, la de los Hermanos musulmanes. La interpretación del códicgo de conductas públicas y privadas contenido en el Corán es más estricto en el chiísmo, que posee un clero más jerarquizado e influyente. Para los Hermanos musulmanes el concepto de yihad, que trasciende el mundo islámico , con vocación de universalidad, es aplicado en cada momento según el grado de moderación de los líderes.

El uso de la religión como instrumento político:
Religio peperit scelerosa atque impia facta: La religión ha dado origen a hechos impíos y criminales. (Tito Lucrecio Caro, 98-55 a.C., De Rerum Natura, I,83). Aplicando con rigor y universalidad determinadas prácticas tanto coránicas como de cualquier otra religión se consiguen avances en proselitimo y expansión externa.

La religión conserva un papel relevante en nuestros días:
Si hay un tema relevante en este fin de milenio, éste es sin duda el religioso. La religión vuelve a estar de actualidad después de dos siglos en los cuales parecíamos asistir a su declive irreversible. Lejos de ser, hoy, un factor cultural en retroceso, se halla en primer plano de los asuntos mundiales. Tanto el fenómeno del integrismo, islámico, judío o cristiano, como el general interés por las religiones orientales dentro del ámbito occidental, o el despertar de las grandes religiones históricas, desde el hinduísmo en todas sus formas hasta el islam (en sus variantes sunnitas o chiítas), todo ello es índice de un interés creciente por lo religioso. El final de la Guerra Fría parece sustituir el registro ideológico como lugar en donde se articulan y anudan las convicciones y los conflictos por el registro religioso. Como si la etapa de supremacía de las ideologías hubiese dejado terreno expedito, de nuevo, al resurgimiento de las grandes religiones. (Eugenio Trías)

No hay que mezclar el Islam con el integrismo. El Islam es una religión que yo respeto, como todas las religiones. Pero decir terrorismo es decir fanatismo. En el Corán, el buen Dios no habla de matar. Yo creo que todas las religiones son parecidas. Pero la musulmana es, sobre todo, tolerante. (Cheb Jaled)

Las religiones que empujan a pelear a unos hombres con otros; las religiones que sublevan, que violentan, que dañan, que humillan a los vencidos; las religiones que, para imponerse, emplean recursos desastrosos; las guerras santas, como si alguna lo fuese, en que desembocan los integrismos fuera o dentro de ciertas fronteras; las crueldades cometidas contra mujeres que se realizan a su modo, contra hombres que se apartan de rígidas creencias, contra quienes encontraron otra forma de vida o ejercen su indiscutible libertad de elegir... Todas esas vías no pueden ni ser mandatos de dios alguno ni llevar absolutamente a ningún dios, sino a la ambición torpe, descompuesta y asesina de los peores hombres. (Antonio Gala)

La revolución iraní tuvo una enorme influencia, primero sobre países de Oriente Medio como Siria y Líbano, luego Egipto y por fin sobre el norte de Africa; esa revolución replanteó las relaciones entre el Islam como religión nacional y el arabismo como proyecto de unificación política y cultural... El islam como programa político daña mucho a la propia cultura árabe... Los europeos tienen que empezar a darse cuenta, en primer lugar, de que el movimiento integrista ha existido siempre, no es una novedad; eso sí, siempre ha sido una corriente minoritaria, nunca ha llegado a influir directamente en los estados. Y eso a pesar de que, por ejemplo, Irán es un país muy importante desde el punto de vista religioso y cultural. (Abdallah Laroui)

Para mí, el Islam no ha condenado jamás ni a Rushdie ni a Nasrim. La condena de Rushdie es obra de un político, el ayatollah Jomeini, un jefe de Estado que tomó esa decisión por razones políticas, seguramente sin haber leído nunca el libro, y con objetivos políticos. El suscitó un movimiento que, efectivamente, se ha propagado porque afecta a una comunidad que se interroga sobre su identidad y su lugar en el mundo. Pero la mayoría de los musulmanes no desean la muerte de ninguna de estas personas. Probablemente hay muchos que pueden sentir hostilidad ante el libro, como en el mundo cristiano puede haber detractores de la película La última tentación de Cristo. Hechos como éstos ocurren en un mundo musulmán que se halla en crisis por múltiples factores, pero no ocurren a causa de la naturaleza de su religión. (Amin Maalouf)

Difícilmente pudo Mahoma pensar en crear un Estado. Ni tan siquiera debió tener conciencia de ello. En consecuencia, no fijó regla alguna de sucesión... esta fe surgió en una región que no contaba con estructuras estatales sino tribales... el debate sobre si el islam es religión o política se ha mantenido durante siglos y es planteado en la actualidad. Para los pensadores musulmanes progresistas, está claro que se trata de un mensaje divino y no de un sistema de gobierno; una religión y no un Estado. Para numerosos creyentes, la ley islámica forma parte de la religión, tiene una instancia divina. La solución final que se adopte en esta delicada cuestión es decisiva para poder laicizar la sociedad musulmana, presupuesto casi indispensable para que se puedan respetar todos los derechos y libertades de las personas... a mediados del siglo XX surgió un poderoso movimiento de renovación y modernización del mundo musulmán. Tuvo como razón de ser la lucha contra la intervención colonial de las potencias occidentales. Liderado por los grandes estadistas Nasser, Bumedián, Burguiba, y los dirigentes del partido Baaz sirio-iraquí, su objetivo principal era la modernización y el desarrollo económico de sus respectivos países y la creación de la gran nación árabe. La instancia religiosa no formaba parte de este movimiento político... el fracaso del panarabismo y su política económica -destruida por la explosión demográfica, los gastos en armas, el mal gobierno y el conflicto palestino-israelí- generará en la sociedad musulmana una profunda crisis y enorme frustración. Durante las últimas décadas, esta situación ha potenciado el crecimiento del islamismo radical, que busca una identidad cultural y política de origen religioso con Occidente como enemigo. El objetivo final es la implantación de un estado teocrático donde impere la sharia, tal como ellos la entienden y siempre que sirva a sus intereses. Estos movimientos poco tienen que ver con el islam como religión: son instancias políticas que ambicionan el poder y manipulan el sentimiento religioso en su propio beneficio. (Jerónimo Páez)

Democracia:
[avanzar en democracia] sería la única solución para enfrentarse al radicalismo. Si se crean instituciones realmente democráticas, si hay una lucha contra la crisis económica, el paro y la pobreza, este movimiento se verá periclitado o bien abocado a una dimensión aceptable en la escena política. Hay que desbloquear la sociedad actual. La represión, como en Egipto o Argelia, no es la solución. No se trata de administrar "calmantes", sino de aplicar un tratamiento a largo plazo para reformar profundamente la estructura económica. (Ahmed ben Said)

[...] la prensa turca citaba a un portavoz del Departamento de Estado norteamericano. Decía que lo que le importaba a Washington no era que la sociedad fuera aconfesional, sino que fuera democrática. «Y yo me pregunto, ¿cómo puede haber aconfesionalidad sin democracia?», dice un periodista. «¿Hay algún país en el mundo que sea confesional y democrático a la vez?» (John Hopper)

[...] Quizás se podría decir que la religión se convierte en aquello hacia lo que la conduce la sociedad que la sostiene; que, si la sociedad evoluciona, evoluciona la religión; y que, a partir de los mismos textos, textos que nunca han cambiado, se pueden justificar tanto la tiranía como la democracia. (Amin Maalouf)

En un libro anterior planteé los conflictos de integración que ocasionan la cultura y religión islámicas en los países occidentales. Representan un sistema de creencias que no acepta ninguno de los principios de la democracia liberal, la autonomía laica, la separación de Iglesia y Estado, que no cree en la libertad individual. Importa la voluntad de Alá. Todo esto está bien y tal vez les haga felices a ellos, pero no son las premisas para crear un sistema político democrático liberal. Son sistemas contrarios a nuestros principios de civilización, lo que no significa que estos inmigrantes no se puedan integrar, aunque no es fácil, especialmente por el crecimiento del fundamentalismo. La única integración válida es la de la de los valores éticos y políticos, porque ellos pueden conservar su religión, lengua y costumbres. Por ejemplo, los judíos siguen siéndolo, siguen teniendo su religión, sus valores y prácticas religiosas, pero están perfectamente integrados porque aceptan los valores políticos de los occidentales. Lo mismo ocurre con los chinos o los japoneses. (Giovanni Sartori)

Aunque algunas naciones musulmanas se han enriquecido gracias a sus recursos petrolíferos, la mayoría de ellas son pobres y están cada vez más desmoralizadas por su posición en el mundo. Pocas sociedades musulmanas disfrutan de las prerrogativas civiles que se tienen por elementales en Occidente, como la libertad de expresión y el derecho a votar en unas elecciones justas. Y sus índices demográficos se están disparando: en los países musulmanes, cuatro de cada diez personas tienen menos de 15 años. Muchos miembros de estas sociedades recurren a los movimientos políticos islamistas para afirmar su identidad y reclamar el control de sus propias vidas [...] algunas naciones musulmanas, como Irán o Arabia Saudí, basan su sistema de gobierno en la sharia, la ley coránica, que es en sí misma objeto de debate e interpretaciones. Otras, como Malaysia y Jordania, combinan estos principios tradicionales de justicia con otras fórmulas gubernamentales y sociales más modernas y laicas. (Don Belt)

Intervención occidental:
Mucha gente en Irak quiere a Sadam aunque también hay una gran oposición. Si se produce un vacío de poder, es obvio que quien lo ocupe será mucho peor que el actual; después de Sadam quien ocuparía ese vacío sería el fundamentalismo integrista y eso supondría el fortalecimiento de Irán, con todo lo que eso conlleva. No hay solución al problema, no existe alternativa a Sadam. Es mucho más fácil invadir Irak y tirar bombas sobre la gente indefensa que resolver el verdadero problema, que, con este tipo de acciones, se extiende como una mancha de aceite. (Ahmed Annad)

Irán es un país grande y rico, y los países occidentales no cambian sus intereses por los derechos de los pueblos. Nosotros no tenemos nada que ofrecerles, salvo nuestro agradecimiento y esto no parece suficiente. (Abdula Hasan Zadeh sobre la falta de apoyo a la oposición iraní)

[Sobre el referéndum de Argelia 1996] ...Si el método es abusivo -la oposición no ha tenido ninguna posibilidad seria de expresarse libremente-, peor todavía es el fin perseguido: se trata de plebiscitar la supresión de la división de poderes y de poner límites estrictos a la libertad de asociación. Pero las potencias occidentales no dirán nada en contra. Porque el referéndum es un instrumento del Gobierno argelino para impedir que pueda llegar al Poder el integrismo islamista, que venció en las elecciones de 1992 bajo la bandera del Frente Islámico de Salvación. Y el integrismo islamista no conviene de ninguna manera a las potencias occidentales, entre ellas España, que tiene muy importantes negocios -el del gas natural, muy destacadamente- con el Gobierno de Argelia. Planteémonos la paradoja: ¿defendemos la democracia sólo cuando los destinados a triunfar son de los nuestros? Y por vía contraria: ¿qué hay que hacer cuando quienes vencen por vía democrática son hostiles a las libertades democráticas? (editorial. El Mundo)

Crisis ideológica y moral:
El fundamentalismo islámico es un movimiento socialmente fortaleciente, enormemente simple, poderoso, terrenal, a veces cruel, absorbente, que ofrece un sentido de dirección y orientación a millones de hombres y mujeres, muchos de los cuales llevan vidas de amarga pobreza y que están sujetos a una opresión cruel. Les permite adaptarse a una nueva sociedad de masas identificándose con la vieja y bien establecida "alta cultura" de su propia fe, y explicando su propia privación y humillación como un castigo por haber abandonado el verdadero camino, y no como una consecuencia de no haberlo encontrado jamás; el desbarajuste y la desorientación se reconvierten, de este modo, en un ascenso social y moral, en la conquista de una identidad y una dignidad. (Ernest Gellner)

Históricamente, en el Tercer Mundo, los pueblos de mayoría musulmana, después de una experiencia colonial llena de desastrosas secuelas, expresan el deseo, o la necesidad, de volver a su más culta e inmediata forma de vivir, que es el Islam, para afrontar los tremendos retos que les plantea nuestro tiempo con las necesarias referencias. Concluyen que el Islam es la forma que garantiza la evolución de sus sociedades, el modelo que les asegura su progreso (Hashim Ibrahim Cabrera).

Defensa de valores tradicionales:
Estamos en un momento en el que todo el mundo tiene miedo, todo avance conlleva un riesgo. El mundo está inmerso en una suerte de vértigo. El Islam se protege del Cristianismo, el Cristianismo del Islam, las pequeñas civilizaciones tiene miedo de las grandes, la misma Francia tiene miedo de la cultura norteamericana, todo el mundo trata de proteger su cultura, su lengua, porque todos se sienten amenazados... Porque realmente es tal la magnitud del fenómeno incontrolable de la unificación que cada uno trata de protegerse. Esto es lo realmente importante, porque es global. También pienso que uno de los dramas del siglo XX es el fracaso del socialismo, que ha llevado consigo un fracaso del pensamiento que se basa en lo social. Estamos en un mundo donde los valores se han dislocado. Y para salvarse, cada uno apela a sus valores más primarios, cada uno se acerca a sus orígenes, a lo más primigenio. Los hombres están más próximos a su patrimonio innato que a su patrimonio escogido. Esto no ocurría hace treinta años. La gente se sentía perteneciente a una ideología que había elegido. Ahora, no. Y las situaciones de intolerancia están generalizadas por todas partes. Estamos en un mundo en el que cada vez se insiste más en lo que posee cada uno y se es menos tolerante con los demás. Todo nos empuja a defender lo que poseemos. No estamos en un mundo en que cada día nos sintamos más cercanos sino todo lo contrario. Personalmente, siempre he querido encontrar puntos en común entre las culturas desde el momento en que, como libanés, me siento perteneciente a todas ellas.

Muchos países musulmanes se interrogan hoy hacia dónde se dirigen, cuál es nuestro modelo. Algunos han optado por el modelo nacionalista, que ha fracasado. Otros, por el modelo socialista, que también ha fracasado. No hay modelo. Tienen todos los problemas que puede tener el Tercer Mundo: problemas de vivienda, de paro, una juventud perdida a la que no se le ofrece nada, a la que nadie propone nada porque hay una crisis moral en el mundo... Hay crisis de modelos en el mundo entero.

No es verdad que el Islam sea una religión más asfixiante que las demás. No es ésa mi experiencia. Que hoy exista una corriente fanática no es una consecuencia del propio Islam sino algo que tiene que ver con la crisis del Tercer Mundo. El Islam nunca impidió el avance de la ciencia ni la evolución de la filosofía. Ocasionalmente puede haberse encerrado, como ha ocurrido con otras religiones, pero esto, en todo caso, no es debido a la naturaleza del Islam. Que hoy existan religiones con una imagen más abierta al lado de otras que parecen más encorsetadas no debe llevarnos a decir, a partir de esta imagen estereotipada, que lo que está en discusión sea la misma esencia de la religión islámica. Sería injusto. (Maalouf)

[...] He escrito 20 libros y 700 artículos. ¿Han leído mis detractores alguno de ellos? ¿Están familiarizados con mis extensos estudios sobre las escrituras islámicas y mis esfuerzos por ayudar a los musulmanes a que sean fieles a esos principios y que, al mismo tiempo, afronten los desafíos del mundo contemporáneo? ¿Conocen mi declaración del 12 de septiembre del 2001 en la que pedí a los musulmanes que condenaran los atentados terroristas? ¿O mis condenas del antisemitismo? ¿Han leído mis escritos en favor de los derechos de las mujeres y del feminismo islámico y en contra de los malos tratos y la discriminación? La base de mi mensaje a los musulmanes de todo el mundo es ésta: Conoce lo que eres, lo que quieres ser. Encuentra valores comunes y construye, junto a los ciudadanos no musulmanes, una sociedad basada en la diversidad y la igualdad. Nuestro éxito colectivo descansa en la ruptura de los guetos colectivos, en la colaboración más allá de las asociaciones restringidas y en fomentar la confianza mutua, sin la cual vivir juntos es casi imposible. (Tariq Ramadan [Artículo sobre la denegación de su visado])

Surgimiento del islamismo estricto:
En el norte de África y Oriente Medio, los procesos de modernización y globalización crearon gran descontento. Los países que surgieron de la descolonización compartieron a menudo características de las «cleptocracias» al sur del Sahara: organismos estatales corruptos, amiguismos basados en parentescos étnicos o familiares, deterioro de los servicios públicos, raudos crecimientos demográficos y represión estatal constante de la disidencia. Estas condiciones crearon una gran decepción quizá no superada en ningún otro lugar por la que cundió en la cuna del panarabismo: el Egipto de Nasser. Durante la década de 1960, los académicos y críticos culturales egipcios emitieron juicios similares contra el régimen de Nasser que se convirtieron en el centro de un poderoso movimiento político emergente. Sus críticas ofrecieron interpretaciones modernas de ciertas corrientes legales y políticas del pensamiento islámico, ideas relacionadas lejanamente durante siglos por su asociación con revueltas contra la interferencia extranjera y la corrupción oficial. Ellos tacharon al gobierno nacionalista egipcio de avaricioso, brutal y corrupto. Sin embargo, había un sesgo en sus denuncias: que las raíces del fracaso moral del mundo árabe radicaban en siglos de contacto colonial con Occidente. El más influyente de aquellos críticos islamistas, Sayyid Qutb (1906-1966), expuso estas ideas en una serie de ensayos por los que fue arrestado en varias ocasiones por las autoridades egipcias y, al final, ejecutado. Su razonamiento era el siguiente. Como consecuencia de influencias corruptas externas, las élites gobernantes de los nuevos estados árabes practicaban políticas que desgastaban lazos locales y familiares, lo que incrementaba las divisiones económicas al tiempo que descuidaba la obligación del gobierno de brindar caridad y estabilidad. Es más, las élites nacionales estaban en quiebra moral, puesto que su vida desafiaba los códigos de moralidad, autodisciplina y responsabilidad comunal arraigados en la fe islámica. Para mantener el poder, las élites vivían sometidas al control de las potencias imperiales y empresariales de Occidente. Desde la perspectiva de Qutb, esta colaboración no sólo generaba impureza cultural, también deterioraba la auténtica fe musulmana. Esta valoración terrible de las sociedades árabes (que estaban envenenadas desde fuera y desde dentro) exigía, asimismo, una solución drástica. Las sociedades árabes debían rechazar no ya los opresivos gobiernos poscoloniales, sino también todas las ideas políticas y culturales que viajaban con ellos, en especial aquellas que pudieran calificarse como «occidentales». Revueltas populares sustituirían las autocracias árabes por una forma idealizada de gobierno islámico conservador, un sistema donde el islamismo estricto vincularía la ley, el gobierno y la cultura. Mediante una fórmula conocida para los historiadores de la política europea a lo largo de los siglos XIX y XX, esta forma concreta de política islamista combinaba la ira popular, la oposición intelectual a las influencias «extranjeras» y una visión muy idealizada del pasado. En la década de 1970 empezó a expresarse abiertamente en la política regional. Las ideas de Qutb las llevó a la práctica la organización egipcia Hermandad Musulmana, una asociación secreta pero extendida basada en políticas anticolonialistas, la caridad local y un islam fundamentalista violento. Esas mismas ideas se difundieron entre organizaciones similares de otros países árabes urbanizados y las principales universidades islámicas, que eran centros históricos de debate sobre teoría política y ley religiosa. El islam radical surgió como una fuerza impulsora de crítica y desafío a los regímenes autocráticos árabes. Los críticos laicos e islamistas más liberales que reclamaban elecciones libres y libertad de prensa estaban más escindidos y, por tanto, resultaron más fáciles de silenciar, mientras que la nueva oleada de fundamentalistas consiguió concesiones que le permitieron predicar y publicar mientras no emprendieran revueltas reales. (Coffin)

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