En un lugar al sur. Eugenio de Andrade:
Es un lugar al sur, un lugar donde
la cal
amotinada desafía el mirar.
Donde viviste. Donde a veces en sueños
vives aún. El nombre empapado de agua
te escurre de la boca.
Por caminos de cabras descendías
a la playa, el mar batía
en aquellas piedras, en estas sílabas.
Los ojos se perdían ahogados
en el fulgor
del último o del primer día.
La lluvia cae en el polvo igual que el poema:
La lluvia cae en el polvo igual que en el poema
de Li Po. En el sur
los días tienen ojos grandes
y redondos; en el sur el trigo ondula,
sus crines danzan en el viento,
son la bandera
descamisada de mi embarcación;
en el sur la tierra huele a lino blanco,
a pan en la mesa,
el fulvo ardor de luz invade el agua,
cayendo sobre el polvo, leve, encendida.
(Eugenio de Andrade)
Casa junto al mar. J.M.Caballero Bonald:
Azulada por el nocturno oleaje,
entre el ocio lunar y la arena indolente,
la casa está viviendo, decorada de cenizas votivas,
hecha clamor de memorables días dichosos
o palabra más bien, que ahora escribo en la sombra,
apoyando mi sueño en sus muros de solícitos brazos.
La casa está en el sur; es lo mismo que un cuerpo
ardoroso, registro de certeza embriagada,
donde estuvo mi vida, orillas de un emblema marino,
resonante de alegres impaciencias
o de ilusorias lágrimas que otros ojos cegaban.
[...]
(José Manuel Caballero Bonald)
Premonición. Odette Alonso:
Cuando el avión se alzó sobre La Habana
y se perdió hacia el sur como una baratija
era otra vez el rito de las horas
y el aullido del mar
otra vez esa música enterrada en la arena.
Todavía te alzabas sobre mi dedo índice
desde allí me observabas aterradoramente.
Pero aquella ciudad ya no sería mi límite
ni colgaría en la puerta tus lluvias ternecitas.
La píldora horadaba el iracundo vientre
y la noche era un ave
un halcón que se pierde con las alas desnudas.
(Odette Alonso)
Declaración de amor. Helcías Martan:
Las algas marineras y los peces,
testigos son de que escribí en la arena
tu bienamado nombre muchas veces.
Testigos, las palmeras litorales,
porque en sus verdes troncos melodiosos
grabó mi amor tus claras iniciales.
Testigos son la luna y los luceros
que me enseñaron a esculpir tu nombre
sobre la proa azul de los veleros.
Sabe mi amor la página de altura
de la gaviota en cuyas grises alas
definí con suspiros tu hermosura.
Y los cielos del sur que fueron míos.
Y las islas del sur donde a buscarte
arribaba mi voz en los navíos.
Y la diestra fatal del vendaval.
Y todas las criaturas del Océano.
Y el paisaje total del litoral.
Tú sola entre la mar, niña a quien llamo:
ola para el naufragio de mis besos,
puerto de amor, no sabes que te amo.
¡Para que tú lo sepas, yo lo digo
y pongo al mar inmenso por testigo!
(Helcías Martan G. Colombia, 1920- 1984)
Trazo incompleto. Carmen Toscano:
Te encontré una vez más.
Tenías lo que mi alma deseaba,
lo que todo mi ser siempre pedía.
Te perdí una vez más,
tenías lo que yo no quería.
Mi alma era para ti, vino a buscarte
creyendo que ya estabas,
tú viniste después para esperarme
sin saberme llegada.
Sedientas se buscaron, y se vieron,
mas pasaron de largo, sin palabras;
porque yo te aguardaba por el norte
y en el sur, silencioso, me esperabas.
No pensamos, al vernos, en que el tiempo
pudiera haber burlado nuestras almas.
(Carmen Toscano, México 1922)
Mujer en dos tiempos. Carlos Piera:
Ha pasado la flor del aire,
las calmas espesas del sur. Ha tenido las piernas
sacudidas de olores, caladas
por un éter fugaz y anunciador. Aspira
el aire como asiéndolo cuando imágenes rojas
de poniente le vienen del horizonte al vaso. Porque la figura
del deseo como
un verso dura más que el tiempo que condensa
y después, en estos prostíbulos tristes,
renace a veces, rígida y fugaz como un verso,
sin futuro, sin esperanza como un verso, rígida.
(Carlos Piera, España 1942)
Cruz del Sur. Jorge Valdés Díaz-Vélez:
Arden las hojas del otoño
en la humedad crepuscular
de Buenos Aires. Contra un parque
dividido por tres colinas,
la opacidad de su belleza
busca en follajes la mirada
que acompañó la luz. Las lámparas
doradas guardan sus memorias
y encienden sombras en el césped.
Al atardecer se disponen
el horizonte de cortezas
y el suave tacto de los ojos
para construirse otra estancia
con los pájaros. En silencio
subes las calles y regresas
al canto de la noche. Queda
entre tus labios el murmullo
que al abandono pronunciaste,
la rozadura de palabras
dejadas en la soledad
de un cuarto cálido, ya oscuro.
Áspera en su constelación,
la Cruz del Sur abre sus puntas
mientras aguardo tu llegada
porque no eres tú quien ha vuelto
a resplandecer junto al eco,
sino tus huellas hondas, tenues
fragmentos de un espejo en llamas
que te observó al entrar a ciegas
en las membranas del deseo.
(Jorge Valdés Díaz-Vélez, México 1955)
Como si fuera esta noche la última vez. Manuel Vázquez Montalbán:
Rota solitaria articulada muñeca
de sus alas sus gestos
la gogo girl
reivindica parcelas de aire
en un imprevisible océano
sin rosa de los vientos
sin norte nocturno, ni sur de estío
la inutilidad de todo viaje
conduce a la isla de un podium
para bailar la danza de una tonta
muerte fingida para no fingir la vida
no no lee hasta entrada la noche
ni en invierno viaja hacia el sur
[...]
(Manuel Vázquez Montalbán)
Andaluz. Luis Antonio de Villena:
[...]
Y daba vueltas por ese cuerpo justo,
oscuro, fino y joven: como silvestres cañas.
Y oía la voz al responderte, alada,
cantarina, inconsciente en su magia.
Después, ya abajo, en la soleada plaza,
pensé en los garzos ojos negros, y me vi
enamorado de un acento del sur:
[...]
(Luis Antonio de Villena)
Noche de Rosario. Cintio Vitier:
[...]
Es sólo así, juntando puntas
de una incandescencia que sonríe
indescifrables bordes, como alcanzo
a divisar lo que no fue,
por las fervientes calles de Rosario.
Decir ¿qué es? Allí nacía
lo que conozco a borbotones
cuando la sed despierta su bebida,
el hambre su alimento,
la luz su fuego.
Eran jóvenes, sí, con el murmullo
de una conversación americana
en la noche del Sur, cosa que brilla
como la plata al fondo de la pena,
y ofrece copas, risas.
[...]
(Cintio Vitier)
Se equivocó la paloma. Rafael Alberti:
Se equivocó la paloma.
Se equivocaba.
Por ir al Norte, fue al Sur.
Creyó que el trigo era agua.
Se equivocaba.
Que las estrellas, rocío;
que la calor, la nevada.
Se equivocaba.
Que tu falda era tu blusa;
que tu corazón, su casa.
Se equivocaba.
[...]
(Rafael Alberti)
Morada al sur. Aurelio Arturo:
[...]
Yo soy la voz que al viento dio canciones
puras en el oeste de mis nubes;
mi corazón en toda palma, roto
dátil, unió los horizontes múltiples.
Y en mi país apacentando nubes,
puse en el sur mi corazón, y al norte,
cual dos aves rapaces, persiguieron
mis ojos, el rebaño de horizontes.
La vida es bella, dura mano, dedos
tímidos al formar el frágil vaso
de tu canción, lo colmes de tu gozo
o de escondidas mieles de tu llanto.
Este verde poema, hoja por hoja
lo mece un viento fértil, un esbelto
viento que amó del sur hierbas y cielos,
este poema es el país del viento.
[...]
(Aurelio Arturo)
Límites. J.L.Borges:
[...]
Hay en el Sur más de un portón gastado
con sus jarrones de mampostería
y tunas, que a mi paso está vedado
como si fuera una litografía.
Para siempre cerraste alguna puerta
y hay un espejo que te aguarda en vano;
la encrucijada te parece abierta
y la vigila, cuadrifonte, Jano.
Hay, entre todas tus memorias,
una que se ha perdido irreparablemente;
no te verán bajar a aquella fuente
ni el blanco sol ni la amarilla luna.
[...]
(Borges)
Elogio de la sombra:
[...]
Quedan el hombre y su alma.
Vivo entre formas luminosas y vagas
que no son aún la tiniebla.
Buenos Aires,
que antes se desgarraba en arrabales
hacia la llanura incesante,
ha vuelto a ser la Recoleta, el Retiro,
las borrosas calles del Once
y las precarias casas viejas
que aún llamamos el Sur.
[...]
(Borges)
El blues de la estrella del sur. Manu Cáncer:
La caracola azul
de la mañana
y el despertar violento de la rosa
volverán a latir
debajo de tu piel.
Las puertas de cristal del sentimiento
se abrirán con un blues:
con el blues
de la estrella del sur.
Es hora ya de que despierten los colores.
Es el blues de la estrella del sur.
El adiós, la aventura
están en los bolsillos de tu ropa.
Es el blues de la estrella del sur.
Brilla la luna
encima de las piedras.
Es hora ya, despierta.
Es el blues de la estrella del sur.
(Manu Cáncer)
Tengo tus labios. José Luis Cano:
Quizá perdí mi juventud, quizá
perdí Lloridas increíbles.
Quizá perdí otras cosas, pero tengo
la sal ardiente de tus labios.
Una infancia perdí, quizá un deseo
de una luz entre pinos y el mar puro.
Perdí el cielo del sur, pero ahora tengo
la sal y el fuego de tus labios.
Perdí aquel mar, y aquel afán eterno
de en él perderme y olvidarme.
Perdí más: a mi madre, pero tengo
la rosa oscura de tus labios.
Perdí hace tiempo aquel ocio andaluz,
puro y tranquilo como el aire.
Perdí la paz, pero ahora tengo
la gracia honda de tus labios.
De aquella primavera, de aquel ocio
sólo el recuerdo y el perfume quedan.
Estoy solo y herido, y sólo tengo
una luz que besar: la de tus labios.
Sí, perdí mi bahía, donde el tiempo
no parecía existir sino soñando.
Unos sueños perdí, pero te tengo
y contigo a tus labios
¿Perdí a Dios? Una noche sentí oscura
la soledad, la muerte entre los brazos.
Y helado el corazón. Mas luego tuve
la honda caricia de tus labios.
Ya no estaré más solo. Quiera el mundo
herir con frío o con puñal mi alma,
ya no estaré más solo porque tengo
la compañía de tus labios.
(José Luis Cano)
Tema de mujer y manzana. Eduardo Carranza:
[...]
Una mujer mordía una manzana.
Subiendo, azul, una vehemente savia
entreabría su mano y circulaban
por su cuerpo los peces y las flores.
Gimiendo desde lejos la buscaba
-bajo el testuz de azahares coronado-
el viento como un toro transparente.
La llama blanca de un jazmín ardía.
Y el mar, la mar del sur, la mar brillaba
igual que el rostro de la enamorada.
[...]
(Eduardo Carranza)
Morir no duele mucho. Emily Dickinson:
Morir no duele mucho:
nos duele más la vida.
Pero el morir es cosa diferente,
tras la puerta escondida:
la costumbre del sur, cuando los pájaros
antes que el hielo venga,
van a un clima mejor. Nosotros somos
pájaros que se quedan:
los temblorosos junto al umbral campesino,
que la migaja buscan,
brindada avaramente, hasta que ya la nieve
piadosa hacia el hogar nos empuja las plumas.
(Emily Dickinson)
Cíñete a mí. Walt Whitman:
Cíñete a mí, noche del seno desnudo; cíñete a mí,
noche ardiente y nutricia!
Noche de vientos del Sur, noche de grandes y pocos luceros,
tú, que en la paz cabeceas, loca, desnuda noche de estío.
[...]
(Walt Whitman)
Este amor. Meira Delmar:
Como ir casi juntos
pero no juntos,
como
caminar paso a paso
y entre los dos un muro
de cristal,
como el viento
del Sur que si se nombra
¡Viento del Sur! parece
que se va con su nombre,
este amor.
[...]
(Meira Delmar)
Unas palabras para Peter Pan. L.M.Panero:
"No puedo ya ir contigo, Peter. He olvidado volar, y...
Wendy se levantó y encendió la luz: él
lanzó un grito de dolor... » (J.M.Barrie)
[...] Usted lleva razón, señor Darling, Peter Pan no existe, pero sí Wendy, Jane, Margaret y los Niños
Extraviados. No hay nada detrás del espejo, tranquilícese, señor Darling, todo estaba
previsto, todos ellos acudirán puntualmente a las cinco, nadie faltará a la mesa.
Campanilla necesita a Wendy, las Sirenas a Jane, los Piratas a Margaret. Peter Pan no
existe. «Peter Pan, ¿no lo sabías? Mi nombre es Wendy Darling». El río dejó hace
tiempo la verde llanura, pero sigue su curso. Conocer el Sur, las Islas, nos ayudará.
[...]
(Leopoldo María Panero)
► Plinio llamó a las golondrinas «aves semestrales», porque pasando entre nosotros medio año, otro medio viven allá en el Sur.
► Las tierras meridionales peninsulares se evocan en las letras del norte: todavía en mayo llegaban a las huertas de mi valle natal los ruiseñores, procedentes del sur, dulces cantores vespertinos.
|