Textos sobre el mar
Tormentas



La vuelta al mundo del Fortuna:
Esta madrugada nos ha entrado una borrasca y el barógrafo ha empezado a bajar. Llevábamos una velocidad de unos 15 nudos, con planeadas de hasta 19. Todo parecía muy bonito cuando empezó a formarse la típica ola de estas latitudes, haciendo que el barco se tambalease hasta provocar la primera orzada. Más tarde tuvimos otra en la que todo parecía que se iba a romper. Y así se rompió la funda de un sable de la mayor. Entonces decidimos arriarla para reparar. Con la mayor arriada, llegó el tercer loof u orzada. A la rueda, empecé a tirar con todas mis fuerzas. Ion me ayudaba. El barco ha acabado casi volcado, y al estar yo a sotavento, toda el agua me arrasó, llegando a creer que estaba fuera del barco. Es decir, que, después de esta guardia, de haber volcado cinco veces, el no haber destrozado todo es casi un milagro. Para mí ha sido la peor guardia de esta etapa. (Isidro Martí)


Mi regata alrededor del mundo:
Al dejar atrás las islas de Diego Ramírez, nos azotó el tiempo típico del cabo de Hornos: la fuerza del viento pasó a ser de temporal y el cielo se cubrió de nubes bajas y grises. El color de la mar cambió espectacularmente del gris azulado al verde pálido y transparente. Lo más notable fue el cambio de su estado: las olas se acortaron y empinaron más, con sus laderas que subían por detrás del barco como paredes de verde hielo. Presentíamos que nos aproximábamos al cabo. Lo primero que distinguí fue la vaga silueta de tierra a través de la bruma, y entonces, mientras permanecía en la proa, apareció la sombra gris de los enormes acantilados, a una cinco millas de distancia. Se interpusieron las nubes y lo perdimos de vista, pero minutos después reaparecieron los acantilados... Cuando un lugar ha sido el tema de tantos mitos y leyendas, resulta difícil de creer que se tiene ante los propios ojos. (Claire Francis)


Refugio en Ureparapara (islas Bank):
La llegada del Soren Larsen, un enorme velero de madera, del siglo XIX, con velas cuadra y bandera inglesa, rompió nuestra soledad y la llenó de turistas de Nueva Zelanda. El viento fue aumentando su fuerza e hizo insostenible el fondeadero, por lo que tuvimos que navegar con mar de aleta a refugiarnos dentro de la siguiente isla, llamada Ureparapara. El Soren Larsen corrió también a refugiarse allí. Esta isla es la boca de un enorme volcán, que en su extremo norte presenta un corte por el que la mar accede al interior. Dentro, las paredes del volcán, de espesa vegetación, ascienden abruptamente hasta más de quinientos metros de altura. [...] Las rachas de viento fueron aumentando hasta el anochecer, y alcanzaron los cincuenta nudos. Hicieron garrear al Soren Larsen, que tuvo que trabajar toda la noche para mantenerse en el sitio. Tres días duraron los fuertes vientos, que en la entrada del volcán convirtieron el agua en aerosol.

Tsunami en las Marquesas:
Una vez llegó un marquesiano en mitad de la noche y golpeó el casco del JoTaKe. Se había enterado por la radio de que el tsunami -un maremoto provocado por un movimiento sísmico- llegaría en poco tiempo, y venía a avisarnos. Había caminado desde el valle próximo, y había tenido que salvar un monte de quinientos metros de altura. Los cuatro veleros fondeados en la bahía zarpamos a toda máquina, y nos alejamos de allí buscando aguas profundas. Pasamos toda la noche al garete. De madrugada, con la luz del día, llegó la ola. Era pequeña, de unos dos metros. En un movimiento que duró unos diez segundos, la mar retrocedió una decena de metros, como para tomar carrerilla; después, de un empujón, subió dos metros por encima de su nivel normal, inundó toda la zona costera y, al retirarse, se llevó cuanto secadero de copra encontró en la playa. Había sido el maremoto producido por un terremoto de 7,7 grados de intensidad, cuyo origen estaba a muchos miles de kilómetros de distancia, en las islas Aleutianas. (S.G.Zunzundegui)


National Geographic Society:
Cuando en 1888, 33 personas se reunieron en el Cosmos Club de Washington para fundar una sociedad, no pensaron que podría convertirse después de más de un siglo en la organización científica y educativa de afiliación y sin fin de lucro más grande del mundo. Así nació la National Geographic Society, con el propósito de aumentar y difundir el conocimiento de la geografía. En ese mismo año y como primer medio de difusión, se lanza el primer ejemplar de la revista National Geographic, enviada a 200 miembros afiliados. En 1898, el inventor Alexander Graham Bell asume la presidencia de la sociedad. En él reside el despegue, prestigio e implantación de la sociedad, y más aún cuando nombra como editor de la revista a Gilbert Grovesnor, quien durante sus 55 años en el cargo le daría el empuje adecuado. La sociedad se destacó en la financiación y el respaldo de multitud de expediciones, exploraciones y proyectos de investigación -más de 6.500- de relevancia científica y medioambientalista en todas las partes del mundo. El patrocinio de su primera expedición fue en 1890, en la que se levantan mapas de la región del Monte Logan, el pico más alto de Canadá. Desde ese momento, la sociedad ha estado presente en la primera expedición al polo Norte de Robert Peary, la excavación de Machu Pichu por Hiram Bigham, las investigaciones submarinas de Jacques-Yves Cousteau o los estudios de Jane Goodall, Dian Fossey y Birute Galdikas sobre los primates. Mediante la utilización de una variedad de medios de comunicación que incluyen prensa, mapas, Internet y televisión continúa aumentando y divulgando sus hallazgos y los vastos conocimientos adquiridos durante más de un siglo de trabajo.


El viaje del Vell Marí (2007):
Un velero científico ha recorrido el litoral español para desarrollar un programa a favor de la conservación del mar. Durante dos años, el velero de 17 metros de eslora de la Fundación para la Conservación y Recuperación de Animales Marinos (CRAM), ha recorrido 12.000 millas náuticas a lo largo de todo el litoral español, y en ocasiones incluso ha ido más allá. Los miembros de la tripulación, biólogos y veterinarios, trabajan estos días en la sede que la fundación tiene en Premià de Mar, en la costa barcelonesa, recopilando los resultados del largo viaje. «Ha sido un intenso período de navegación durante el cual hemos llevado a cabo una serie de estudios y campañas dentro del marco del programa “La Caixa a favor del Mar”, una iniciativa de la Obra Social Fundación ”la Caixa” –explica el capitán del barco, Ferran Alegre, veterinario y fundador de la CRAM. Y está satisfecho–. Hemos acometido un proyecto que nos ha permitido emprender acciones pioneras en el ámbito de las tres líneas de actuación planteadas: el rescate de animales marinos, la investigación de ecosistemas y la educación ambiental. Tres áreas que son también los objetivos prioritarios de la CRAM desde que se fundó en 1994.


La prueba del marino:
Yo he llegado a decir que la guerra es limpia, para explicar que allí todo está claro. El que te dispara es un cabrón, y el que está a tu lado es un amigo. El mar también es limpio. Es muy malo, el peor cabrón que existe, pero te tolera si eres buen marino y juegas según las reglas. El mar selecciona. Todo depende de ti. Estás solo, no hay nadie que te admire cuando lo haces bien. Y tienes que hacerlo bien, porque te va la vida en ello. Si lo haces todo bien y pierdes, no tienes nada que reprocharte. Uno puede estar hundiéndose y decir: sí, naufrago, pero he sido capaz de calcular con toda precisión el lugar exacto en que se me traga el mar. He cumplido. [...] Incluso el lenguaje del mar es limpio. No hay sinónimos: una batallola es una batallola, y una estacha es una estacha. Te enfrentas a algo superior, y sólo puedes aspirara a hacerlo lo mejor posible. El mar te enseña humildad, resignación, te enseña a perder. Los buenos marinos no presumen nunca. (Perez-Reverte)


Cobre de Chile:
Había «hecho el servicio» en el comercio del mineral de cobre, el famoso tráfico del mineral de cobre de los viejos tiempos entre Swansea y la costa de Chile, carbón a la ida y mineral a la vuelta, cargados hasta los topes en ambas direcciones, como en un desenfrenado desafío a los grandes mares del Cabo de Hornos: trabajo aquél para barcos bien estancos y firmes, y una gran escuela de firmeza y tesón para los marinos del País de Gales. Toda una flota de bricbarcas con forros de cobre, de cuadernas y tablazones tan resistentes y aparejos tan probados como jamás se hayan enviado a surcar los mares, dotados de audaces tripulaciones y mandados por jóvenes capitanes, se empeñó en aquel tráfico fenecido hace ya tiempo. «Esa fue la escuela en que me formé». (Joseph Conrad, El espejo del mar)


Rompientes:
El marinero, cuando se acerca a las costas de países extranjeros, si oye de noche rugido de rompientes, se precipita a la vigilancia, y siente sólo la agitación suficiente para aguzarle todas sus facultades; pero en circunstancias exactamente semejantes, hacedle llamar de su hamaca para que observe su barco navegando a medianoche a través de un mar de blancura láctea, como si desde los promontorios cercanos vinieran manadas de peinados osos blancos a nadar a su alrededor: entonces sentirá un terror silencioso y supersticioso: el fantasma con sudario de las aguas blanqueadas es para él tan horrible como un espectro auténtico; en vano el plomo le asegurará que todavía está lejos de los bajos; se le caerán a la vez el corazón y la caña del timón, y no descansará hasta que debajo de él vuelva a ver agua azul. (Melville, Moby Dick)


Fondeo del Pharaon (1815):
[El buque de tres palos venía de Esmirna, Trieste y Nápoles. En ruta de la isla de Elba a Marsella, muere el capitán, que es arrojado al mar junto a la isla de El Giglio. Fue avistado por el vigía de Notre-Dame de la Garde. El práctico pasó bordeando el castillo de If y fue a abordar el navío entre el cabo de Morgion y la isla de Rion]. El buque se iba acercando; había franqueado felizmente ese estrecho que algún movimiento volcánico formó entre la isla de Calasareigne y la isla de Jaros; había doblado Pomègue y navegaba bajo sus tres gavias, su gran foque y su vela cangreja, pero tan lentamente y con un ritmo tan triste que los curiosos, con ese instinto que presiente las desgracias, se preguntaban qué accidente podía haber ocurrido a bordo. Sin embargo, los expertos en navegación reconocían que, si había sucedido un accidente, no podía ser al barco mismo, pues el navío se aproximaba con todas las condiciones de un navío perfectamente gobernado: el ancla preparada para el fondeo, los obenques del bauprés sueltos. [...] los ocho o diez marineros que la componían se lanzaron unos a las escotas, otros a las brazas, otros a las drizas, otros a los cabos bajos de los foques; finalmente, otros a cada briol de las velas. [...] ¡Listos para cargar las velas de la cofa, el foque y la cangreja! ... ¡Arriar y recoger velas!... todas las velas se arriaron y el navío se acercó de una manera casi insensible, navegando solamente por la impulsión dada... tengo que vigilar el fondeo y poner el navío en duelo ... cayó el ancla y la cadena se deslizó ruidosamente ... ¡Bajen el gallardete a medio mástil, pongan la bandera a media asta, embiquen las vergas! (Alexandre Dumas, El conde de Montecristo)


●¡Oh, Madre de Dios! Amansa a la mar. (Pedrarias Dávila) ●Está tu alma teñida de mar, calada de tiniebla y temporal. (Patxi Andion) ●No fue el silencio: fue el rebramar, ensordecedor, balumba, creciendo, amenazando, más, más, rabia de la racha en la racha, precipicios de la mar en la mar; la irreparable condenación de Dios sobre las olas. (Gerardo Diego, Mar) ● En calma el mar no creas, por sereno que lo veas. (Anónimo)

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