Catalanes:
Reconquista:
La invasión musulmana (717) obligó a parte de la población a refugiarse en territorio franco. La presencia franca al norte de los Pirineos impulsó los primeros pasos de la Reconquista también en Aragón y Navarra. En 785 los habitantes de Girona, Urgell y Cerdaña se pusieron bajo la autoridad de Carlomagno. La conquista franca tiene lugar en 801. Los territorios, administrados por condes, quedaron englobados en la Marca Hispánica. Las fronteras no variaron hasta el gobierno de Guifred I, que emprendió la repoblación de Osona y Bages y creó una nueva frontera que seguía los ríos Llobregat, Cardener y Segre medio y la sierra del Montsec. La frontera permaneció sin cambios hasta la descomposición del califato de Córdoba, que permitió reconquistar la Cataluña Nueva. En esta empresa destacaron los condes de Barcelona Ramón Berenguer III y Ramón Berenguer IV. En Aragón los inicios de la independencia se sitúan en los valles altos pirenaicos a comienzos del s.IX, pero los avances más importantes se realizaron en tiempo de Sancho Ramírez (conquista de Graus y Monzón) y Pedro I (toma de Huesca y Barbastro). El avance más decisivo lo realizó Alfonso I el Batallador, que se apoderó del valle del Ebro, con Zaragoza (1118), y de las cuencas del Jalón y del Jiloca. A fines del s.XII el reino de Aragón completó su reconquista con la ocupación de las tierras de Teruel y del macizo de Albarracín. Después de la unión dinástica del condado de Barcelona y del reino de Aragón, fueron reconquisadas Mallorca (1229) y Valencia (1232-1245) bajo reinado de Jaime I. En Murcia, la reconquista primero fue obra de Castilla (1234) pero la rebelión de la población musulmana obligó a Alfonso X a solicitar la intervención de Jaime I, que conquistó Orihuela y Murcia en 1266. Las tierras de Alicante pasaron a la corona de Aragón en 1304.
Unión de Aragón y Cataluña (1137):
Alfonso I dejó su reino a las órdenes militares pero su testamento encontró la oposición de ayuntamientos, nobles y eclesiásticos.
Se encontró una solución (1137) con el compromiso matrimonial de Petronila, hija de Ramiro y sobrina de Alfonso, con Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona y miembro de la orden del Temple. Ramiro II conservaba el título de rey, pero cedía el gobierno de Aragón al conde de Barcelona, que tomaba el título de príncipe de Aragón. El nuevo estado sería conocido como Corona de Aragón. Los territorios agrupados conservaban su individualidad política.
En 1213 Pedro el Católico sufre una derrota en Muret que arruina las pretensiones que la casa de Barcelona tenía sobre Occitania.
La escuadra catalana (s.XIV):
La obra jurídica más trascendental de Cataluña fue el Libro del Consulado de Mar, el primer código de derecho marítimo internacional escrito en el mundo. Una parte de este libro, las Costumbres Marítimas, son adiciones de diversa procedencia redactadas en catalán a mediados del s.XIII y recoge una serie de prácticas comunes a la antigua civilización marítima mediterránea, por lo que algunos de sus artículos son semejantes a otros de las demás ciudades mercantiles.
Los almogávares, mercenarios dedicados exclusivamente a la lucha y que se cobraban con el botín, llevaban un armamento irregular.
La escuadra fue muy importante en Cataluña a partir de la conquista de Mallorca. En 1354, el almirante Bernardo de Cabrera, promulgó un código de justicia militar. La nave de guerra básica era la galera, que se denominaba gruesa si tenía 28 bancos de remeros por banda. Si tenía 26 se llamaba bastarda y si tenía 24, sutil. Además de los remos llevaban tres palos y dos timones. Desde 1396 debían llevar una bandera a barras rojas y amarillas. Los astilleros o atarazanas de Barcelona fueron creados por Jaime I en 1245, se renovaron en 1378 y se ampliaron en 1390.
Abraham Cresques (1375):
Cartógrafo mallorquín del s.XIV famoso por haber construido el denominado Atlas Catalán, obra maestra de la cartografía medieval. Poseía un establecimiento de baños en Palma de Mallorca y también era constructor de instrumentos náuticos, en particular de agujas (brújulas), como prueba su título de Magister mapamundorum et bruolarum. Construyó el atlas probablemente con ayuda de su hijo Jafuda, por encargo del rey de Aragón, deseoso de compendiar en una obra la suma de conocimientos geográficos de su tiempo. Comprende 6 tablas con una hoja de pergamino a cada lado, las cuatro primeras con tablas y cartas. Las hojas tiene una dimensión de 69 x 49 cm. Aunque no se trate de la obra cartográfica medieval más perfecta ni más antigua, como dice Gonzalo de Reparaz, es la más completa, constituyendo una verdadera síntesis de los conocimientos geográficos y cartográficos de la humanidad en el s.XIV. No fue terminada en 1375 porque contiene inscritos los años 1376 y 1377. Cuando Carlos V de Francia envió un emisario, Guillermo de Courcy, al infante Don Juan -futuro Juan I- expresándole sus deseos de obtener un mapamundi de los que hacían los afamados cartógrafos del reino de Aragón, le fue entregado este Atlas, hoy joya máxima de la cartografía existente en la Biblioteca Nacional de París. Los protectores de los Cresques, Pedro IV de Aragón y su hijo, se preocuparon especialmente por conseguir manuscritos de la Descripción del mundo de Marco Polo, de los viajes de fray Odorico de Pordenone y de los viajes del falso «sir John Mandeville» para facilitar el trabajo del cartógrafo. Jehuda, el hijo de Abraham, que continuaba con el trabajo de su padre, se vio obligado a emigrar cuando en Aragón comenzó otra vez la persecución de judíos, a fines del siglo XIV. Se refugió en Portugal, aceptando la invitación del Enrique el Navegante, y ayudó a los portugueses a preparar mapas y cartas de navegar.
Expansión marítima (s.XIV):
p.22 Los estados levantinos -Cataluña, Aragón y Valencia- formaban en conjunto la unidad conocida con el nombre de Corona de Aragón. De hecho el nombre no reflejaba la realidad, pues el reino de Aragón, árido hinterland, era la parte menos importante de la federación. La dinastía era catalana y fue Cataluña, con su litoral industrioso y su población enérgica, la que desempeñó el papel preponderante en la gran expansión marítima de la Corona de Aragón. La hazaña catalana fue prodigiosa. Entre finales del siglo XIII y finales del XIV esta nación de menos de medio millón de habitantes conquistó y organizó un imperio marítimo y estableció en la metrópoli y en sus posesiones mediterráneas un sistema político en el que las necesidades opuestas de libertad y de orden estaban armonizadas de modo único.
(J.H.Elliott)
Fin del pactismo (s.XIV):
El sistema contractual de gobierno basado en una entente entre la monarquía, necesitada de apoyo moral y material, y los tres estamentos (nobleza, clero y burguesía) entró en crisis en la segunda mitad del siglo XIV. Se había mantenido durante el movimiento ascendente de la economía y el éxito de la expansión mediterránea. La burguesía catalana había sido el principal mantenedor de la monarquía en sus frecuentes conflictos con la nobleza, que disfrutaba de mucho poder debido al activo papel de los nobles en la Reconquista y colonización. A través de las Cortes mantenía con la corona una exitosa relación de equilibrio entre fidelidad y libertad. Cuando surgieron graves problemas económicos y sociales se enfrentaron directamente la monarquía y la oligarquía y se llegó a la guerra civil catalana (1462-1472).
Eclipse de la actividad marítima catalana (s.XV):
Gracias a las lecciones y enseñanzas de los inmigrantes italianos, genoveses y pisanos, a partir del siglo XI, Cataluña nació a la gran vida del mar, dos siglos antes de la gloriosa época de Pedro el Grande (Pere lo Gran). Ahora bien, tarde o temprano, lo que la gran historia da, ella misma lo quita. Sabemos que la decadencia catalana, ya perceptible en el siglo XV, se hizo ostensible en el XVI. Su vida marítima se reducía entonces a los viajes de sus barcos a Marsella, y de las Baleares rara vez llegaba una nave hasta Cerdeña, Nápoles o Sicilia, y a veces hasta los presidios del Africa. En las postrimerías del siglo XVI se reanudaron algunos viajes entre Barcelona y Alejandría de Egipto. Pero hasta entonces era tal la paralización de la costa catalana, que cuando Felipe II, en el Gran Consejo de 1562, había resuelto emprender grandes armamentos marítimos, se vio obligado a pasar los pedidos a los talleres de construcciones navales de Italia: para taratar de difundir nueva vida al arsenal de Barcelona tuvo que mandar venir especialistas de Génova; es decir, de los astilleros de San Piero d'Arena.
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La presencia de balaneros vizcaínos en el puerto de Barcelona, durante los primeros años del siglo XIV, es ya un índice temprano de este desgaste y de esta competencia. [La decadencia de las provincias marítimas del Mediterráneo son frecuentes y bruscas, como es el caso de Ragusa y Siria]. Al mismo tiempo se reavivaba la actividad de los marinos sicilianos, napolitanos, andaluces, valencianos y mallorquines. En lo que a estos últimos se refiere, es evidente el nexo entre su decadencia y la presión destructora de los corsarios berberiscos. Aunque no se lanzara ya por las rutas habituales, la marinería mallorquina siguió viviendo y alimentando un activo cabotaje. Las rápidas fragatas de los corsarios que a finales de siglo vemos surgir en Alicante, en Almería -este viejo centro marítimo-, como los instrumentos eficaces de las revanchas sicilianas, no surge, pues, de la nada. (F.Braudel)
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