Historia
Medievo



Medievo: Ordenes monásticas
Orden benedictina:
A principios del siglo VI Benito de Nursia funda su primer monasterio en Subiaco. Le seguirían doce más todos en la misma zona. En el 782 Alcuino de Yok es elegido para dirigir la Escuela palatina, creada por Carlomagno en Aquisgrán. En el 796 Teodulfo de Orleans, de origen hispano-visigodo, sustituye a Alcuino al frente de la Escuela. En el 814 muere Carlomagno después de haber impulsado el florecimieto cultural conocido como el Renacimiento carolingio. Hacia el 850 Carlos II de Francia elige para dirigir la Escuela palatina a Juan Escoto, que ejercería notable influencia sobre el teólogo benedictino Remigio de Auxerre y la escuela monástica de Auxerre (Borgoña). En el 908 muere en París, donde permanecía dedicado a la enseñanza, Remigio de Auxerre, maestro de Odón de Cluny. Hacia el 909 Odón de Cluny entra en la orden benedictina, y como superior de la escuela abacial de la abadía de Baume, tiene como abad a Bernón de Baume, fundador y primer abad de la abadía de Cluny. En 926 Odón de Cluny se convierte en el segundo abad de Cluny. Había escrito la Vida de san Geraldo de Aurillac, donde propone el primer modelo de caballero cristiano, señor poderoso que pone su fuerza y sus riquezas al servicio de la justicia y de la paz. Odón de Cluny es invitado a someter a la orden benedictina a su primera reforma importante porque muchos aprecian una decadencia en la disciplina. También es requerido para reformar monasterios italianos entre los que se encuentran los de Subiaco y Monte Cassino. Permaneció en Italia hasta el 942 y fallece en Tours (región de Centro-Valle de Loira) a finales de ese año. Sus Collationes (Conferencias), ensayos de moral sobre las virtudes y los males de su tiempo y sus remedios, junto con su meditación espiritual, gozan de gran estima durante la Edad Media.

En 1098 Roberto de Molesmes, nacido en Champaña, funda la Abadía de Císter en la región de la Borgoña. A pesar de su afán de adoptar la vida ermitaña el monasterio se convierte en un centro benedictino similar a los otros. Durante la primera mitad del siglo XII la Orden del Císter experimenta un considerable desarrollo bajo Bernardo de Claraval (1090-1153) como maestro espiritual. Bernardo de Claraval creía que la Régula monasteriorum (la regla de los monjes), de Benito de Nursia, era un libro directamente inspirado por Dios. La regla cisterciense era en la práctica una crítica de la de Cluny. En carta a Eugenio III sobre los poderes del papa defiende la supremacía del poder espiritual y el derecho de la Iglesia a emplear los ejércitos seglares. Su influencia política declinaría tras el fracaso de la Segunda Cruzada. En 1174 es canonizado San Bernardo de Claraval, que llegaría a ser además Doctor de la Iglesia (1830). En 1210 el Concilio de París condena los excesos panteístas como los reflejados en la obra de Juan Escoto a partir de su utilización de las gradaciones neoplatónicas. En 1220 Honorio III canoniza a San Benito de Nursia. En 1964 Pablo VI lo declararía patrón de Europa. Durante gran parte de la Edad Media prácticamente todos los monasterios benedictinos estaban bajo el dominio de Cluny.

Vida en un monasterio benedictino:
El período que va del año 550 al 1150 ha recibido con frecuencia el nombre de «los siglos benedictinos». Su monasterio fue construido en Montecasino, una colina a unos ciento cincuenta kilómetros al sur de Roma. Preparar su Regla de monjes, entendida como una manera de alcanzar la vida religiosa ideal, le llevó a Benito un buen tiempo y cierto número de experimentos dolorosos. Intentó, por ejemplo, la soledad del anacoreta, pero descubrió que podía ser psicológicamente peligrosa. Concibió su comunidad como un todo autosuficiente, tanto económica y políticamente como espiritualmente. La regla sólo preveía la injerencia del exterior cuando resultara evidente que la vida de los monjes en el interior de la comunidad era escandalosa. Los monjes elegían al abad, que desempeñaba el cargo de forma vitalicia y cuya autoridad era absoluta. A cambio, el abad tenía el deber de cuidar y alimentar a aquellos que estaban bajo su responsabilidad. Los «monjes negros», como se les conocía por el color de sus hábitos, vivían en silencio y «alejados» del mundo, y ser aceptado entre ellos no era sencillo. Para empezar, a todos los aspirantes se les mantenía esperando cinco días, durante los cuales se les negaba la entrada al monasterio. Sólo si demostraban estar preparados y soportaban la espera se los admitía, y únicamente como novicios, esto es, bajo la protección y guía de un monje determinado durante un año entero. Sólo después de ese tiempo, y siempre y cuando el novicio todavía deseara continuar, se le garantizaba la «estabilidad», como se denominaba la condición de los miembros plenos de la comunidad. Pertenecer a un monasterio benedictino era muy diferente de ser un ermitaño en Wadi Natrun, ya que éstos eran comunales en todo sentido: los monjes trabajaban, oraban, comían y dormían juntos y hacían votos de pobreza, castidad y obediencia. Sus deberes les ocupaban todas las horas del día y celebraban servicios religiosos a lo largo del día y de la noche. (Peter Watson)

Orden Dominica:
En 1215 Domingo de Guzmán funda la orden mendicante de los dominicos [orden de predicadores]. Se funda en Toulouse durante el tormentoso tiempo de la Cruzada albigense, largo conflicto armado preparado contra los cátaros a partir de 1209. Cuando muere Domingo de Guzmán (1221) la orden cuenta con 300 frailes. Gana en poco tiempo muchos nuevos miembros porque sus profesores acuden a dar a aconocerse visitando reconocidos centros de estudios como París y Bolonia. Miembros ilustres destacaron en teología y doctrina, como Alberto Magno y Tomás de Aquino. La orden fundó la Escuela de Salamanca de teología, filosofía y economía. En 1231 Gregorio IX funda la Inquisición y se la encomienda a los dominicos. En 1398 Francisco Ferrer comienza un larga serie de viajes de predicación convocando a multitudes. En 1455 Francisco Ferrer es canonizado. La orden alcanzó su mayor número de miembros coincidiendo con la expansión de España y Portugal en territorios de América, África y Asia. Destaca la labor en defensa de los indios de Bartolomé de las Casas.

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