MAR
Cambio climático
Deshielo



Larsen B (2005):
El derretimiento de enormes masas de hielo de la plataforma glaciar de Larsen-B, en la Antártida, es el mayor de los últimos 10.000 años y se vincula con el calentamiento del planeta, según un estudio publicado por revista Nature. En enero de 1995 y febrero de 2002, esta plataforma, situada a lo largo de la península Antártica, sufrió dos desprendimientos mayores en su parte norte, que se fragmentó luego en varios icebergs. Los 70.000 km2 de hielos flotantes (área similar a la de Escocia) bordean la costa este de la Península Antártica, en el extremo norte del continente blanco. Durante varias décadas, su calentamiento gradual y los episodios de desintegración han estado sujetos a extenso debate científico. Si bien se acepta en general que estos eventos están relacionados, las observaciones anteriores no pudieron esclarecer el modo del colapso o el origen del calentamiento climático. Este estudio ofrece la primera evidencia de un desequilibrio de largo período y grandes extensiones, y muestra que la barrera puede haberse vuelto crecientemente vulnerable por causa del sostenido adelgazamiento. La altura de la Barrera Larsen viene registrándose a intervalos regulares desde 1992 con una precisión de 20 centímetros desde el altímetro del Satélite Europeo de Teledetección. Las mediciones revelaron un claro patrón de descenso de la superficie del hielo. La fusión del hielo flotante no contribuye al aumento global del nivel del mar, pero la redistribución del agua previamente congelada puede tener consecuencias en los patrones de circulación oceánica. La fusión adicional de decenas de gigatoneladas de hielo anualmente libera a los océanos una cantidad de agua fría equivalente a la descarga anual del Támesis. Desde 1950 la temperatura de la península antártica se ha incrementado en unos dos grados, bastante superior al aumento registrado en el conjunto del planeta (alrededor de medio grado centígrado). Este hecho parece estar relacionado con la tendencia natural hacia el deshielo del casquete glaciar del occidente de la Antártida, que se inició después del máximo glacial ocurrido hace 20.000 años y que 14.000 años atrás motivó un ascenso del nivel del mar en todo el mundo de 20 m en tan sólo 500 años.

Plataforma Larsen, extremo de la península Antártica Iceberg B15A, 17 enero. Foto NASA

El iceberg B-15:
El mayor del mundo por su superficie de 11.655 km cuadrados (equivalente a la de Jamaica). Se desprendió en marzo de 2000 de la plataforma glaciar de Ross. Posteriormente se dividió en varios pedazos, el mayor de ellos bautizado B-15A (de 160 km de largo). El B-15A interceptó y acumuló gran parte del hielo flotante que se crea cada invierno en el mar de Ross para luego desprenderse el siguiente verano. Esta inusual barrera obligó a dos rompehielos a abrir un camino para llevar suministros a la estación McMurdo.

El segundo desprendimiento (2002) afectó cerca de 3250 km cuadrados, una superficie mayor que la de Luxemburgo. Este tipo de desprendimientos no se había registrado nunca antes en el actual período interglaciar; es decir, en los últimos 10.000 años, señala en Nature el equipo de Eugene Domack, del Hamilton College de Clinton. Los investigadores analizaron seis muestras de sedimentos de zonas vecinas a la antigua plataforma Larsen-B y constataron que ésta permaneció durante largo tiempo intacta antes de comenzar lentamente a perder espesor durante este período interglaciar. Luego, grandes porciones de hielo se desprendieron en los últimos años, debido al calentamiento del planeta, que es más pronunciado en la península Antártica, sobre el mar de Weddell, que en otras partes de la Antártida y de la Tierra en general. Como resultado, la plataforma glaciar Larsen-B perdió en los últimos años una superficie de cerca de 12.500 km cuadrados en total. Ya en 2003, el equipo de Andrew Shepherd (Cambridge), había constatado que entre 1992 y 2001 el espesor de la plataforma había disminuido a razón de unos 30 centímetros por año. "El calentamiento del océano ha vuelto progresivamente más delgadas las capas inferiores de la barrera de hielo", estimaban estos investigadores.

Este colapso ha revelado una proliferación del ecosistema 800 m bajo el mar. A pesar de estar cerca del congelamiento y la falta de sol, una comunidad de almejas y una fina capa de bacterias están prosperando en sedimentos submarinos. El colapso de los bloques de hielo afecta la productividad del ecosistema con importantes repercusiones sobre las colonias de pingüinos, ya muy mermadas desde la década de 1950.

Buque oceanográfico Hespérides Buque oceanográfico Hespérides Hielo ártico en septiembre de 2007 y 2005


La temperatura del último millón de años:
Al considerar las Eras glaciales, la cuestión más importante que se plantea es la de averiguar su causa ¿Por qué el hielo avanza o retrocede, y por qué las glaciaciones han tenido una duración tan relativamente breve, pues la actual ocupó sólo 1 millón de los últimos 100 millones de años? Sólo se necesita un pequeño cambio térmico para que se inicie o termine una Era glacial: un simple descenso de la temperatura, suficiente como para acumular durante el invierno una cantidad de nieve superior a la que se puede fundir en verano, o, a la inversa, una elevación de la temperatura que baste para fundir durante el verano más nieve de la que ha caído en invierno. Se calcula que un descenso, en el promedio anual de temperatura, de sólo 3,5ºC basta para que crezcan los glaciares, en tanto que una elevación de la misma magnitud fundiría los hielos de la Antártida y Groenlandia, las cuales quedarían convertidas en desnudas rocas en sólo unos siglos. Tales cambios térmicos se produjeron realmente en el pasado. Hoy se ha desarrollado un método que permite medir con asombrosa exactitud aquellas temperaturas primitivas. El químico americano Jacob Bigeleisen, en colaboración con H.C.Urey, demostró en 1947, que la relación entre la variedad más común de oxígeno (oxígeno-16) y sus isótopos más raros (por ejemplo, oxígeno-18), presente en la combinación, variaría según la temperatura. En consecuencia, si se medía la relación oxígeno-16/oxígeno-18 en el fósil antiguo de un animal marino, podía averiguarse la temperatura del agua oceánica en el tiempo en que vivió el animal. En 1950, Urey y su grupo de trabajo perfeccionaron hasta tal punto la técnica que, mediante el análisis de las capas de la concha de un fósil de 1 millón de años de edad (una forma extinguida de calamar), pudieron determinar que aquella criatura había nacido durante un verano, vivido 4 años y muerto en primavera. [...]

Sol y cambios de temperatura:
Pero ¿qué podemos decir acerca de los avances y retrocesos de las cuatro Eras glaciares subseguidas en el último millón de años? ¿Por qué se produjo esta rápida alternancia de glaciación y fusión, en períodos comparativamente pequeños de una decena de millares de años? Precisas determinaciones de la edad de arrecifes de coral y de profundos sedimentos marinos han mostrado tales cambios de temperatura. En 1920, el físico serbio Milutin Milancovich sugirió que esta situación podía explicarse por lentas variaciones en la relación Tierra-Sol. En ocasiones, la inclinación de la Tierra variaba ligeramente; en otras, su perihelio (período de máxima aproximación al Sol en su órbita) se acercaba algo más. Una combinación de estos factores podría afectar de tal forma la cantidad de calor recibido del Sol por el hemisferio Norte, que se producirían ascensos y descensos cíclicos de su temperatura media. Opinaba que tal ciclo tendría una extensión de unos 40.000 años, lo cual proporcionaría a la Tierra una Gran Primavera, un Gran Verano, un Gran Otoño y un Gran Invierno, cada uno de ellos con una duración de 10.000 años. La teoría de Milankovich no ha acabado de satisfacer a los geólogos, en especial porque supone que las Eras glaciales de los hemisferios Norte y Sur se iniciaron en distintos momentos, lo cual no se ha demostrado. Recientemente se han propuesto muchas otras teorías: Que el Sol sigue ciclos de lenta fluctuación en su emisión de calor; que el polvo procedente de las erupciones volcánicas, más que el anhídrido carbónico ha determinado el efecto de calentamiento invernadero, etc. Por el momento, la hipótesis más interesante es la presentada por Maurice Ewing -del observatorio geológico Lamont- y un colega suyo, William Donn. Ewing y Donn atribuyeron la sucesión de las Eras glaciales en el hemisferio Norte a las condiciones geográficas que rodean al polo Norte.

Cualquiera que haya sido la causa de las Eras glaciales, parece ser que el hombre, en lo futuro, podrá introducir cambios climáticos. Según el físico americano Gilbert N. Plass, estamos viviendo la última de las Eras glaciales, puesto que los hornos de la civilización invaden la atmósfera de anhídrido carbónico. Cien millones de chimeneas aportan anhídrido carbónico al aire incesantemente; el volumen total de estas emanaciones es de unos 6.000 millones de toneladas por año (unas 200 veces la cantidad procedente de los volcanes). Plass ha puesto de manifiesto que, desde 1900, el contenido de nuestra atmósfera en anhídrido carbónico se ha incrementado en un 10% aproximadamente. (Asimov)

Cretácico: Durante el cretácico no había hielo en los polos y los grandes mares eran poco profundos. El cretácico comprende desde hace 145 millones de años hasta hace 65 millones, cuando se produjeron extinciones masivas. En aquella época los continentes habían empezado a separarse y el mundo era más cálido. Numerosos animales poblaban la tierra -tortugas, lagartos, cocodrilos y pequeños mamíferos- pero los mayores eran los dinosaurios, que ya habían domina do la tierra en el periodo anterior, el jurásico. Los homínidos no aparecieron hasta mucho después, hace poco más de tres millones de años.


Importancia del mar para el clima:
El verdadero centro motor del comportamiento de la superficie del planeta son los mares. De hecho, los meteorólogos tratan cada vez más la atmósfera y los mares como un sistema único, y ése es el motivo de que debamos prestarles un poco de atención ahora. Al agua se le da de maravilla la tarea de retener y transportar calor, cantidades increíblemente grandes de él. La Corriente del Golfo transporta a diario una cantidad de calor hacia Europa equivalente a la producción de carbón mundial de diez años, que es el motivo de que Inglaterra e Irlanda tengan unos inviernos tan suaves comparados con los de Canadá y Rusia. Pero el agua también se calienta despacio, y por eso lagos y piscinas están fríos incluso los días más calurosos. Por esa razón tiende a haber un lapso entre el inicio oficial astronómico de una estación y la sensación concreta de que ha empezado. Así, la primavera puede empezar oficialmente en el hemisferio norte en marzo, pero en la mayoría de los lugares no se tiene la sensación de que sea primavera hasta el mes de abril como muy pronto. Los mares no son una masa de agua uniforme. Sus diferencias de temperatura, salinidad, profundidad, densidad, etcétera, tienen enormes repercusiones en su forma de transmitir el calor de un lugar a otro, lo que afecta a su vez al clima. El Atlántico, por ejemplo, es más salado que el Pacífico, y es bueno que lo sea. El agua es más densa cuanto más salada es, y el agua densa se hunde. Sin su peso suplementario de sal, las corrientes atlánticas continuarían hasta el Ártico, calentando el polo Norte, pero privando a Europa de todo ese agradable calor. El principal agente de transferencia de calor que hay en la Tierra es lo que se llama circulación termohalina, que se origina en las corrientes lentas y profundas a gran distancia de la superficie, un proceso que detectó por primera vez el científico-aventurero conde Von Rumford en 1797. Lo que sucede es que las aguas superficiales, cuando llegan a las proximidades de Europa, se hacen más densas y se hunden a grandes profundidades e inician un lento viaje de regreso al hemisferio sur. Cuando llegan a la Antártida, se incorporan a la corriente circumpolar antártica, que acaba conduciéndolas al Pacífico. El proceso es muy lento (el agua puede tardar 1.500 años en llegar desde el Atlántico Norte a la zona media del Pacífico), pero los volúmenes de calor y de agua que se desplazan son muy considerables y la influencia en el clima es enorme. (En cuanto a la cuestión de cómo pudo alguien calcular lo que tarda una gota de agua en desplazarse de un océano a otro, la respuesta es que los científicos pueden determinar en qué cuantía están presentes en el agua compuestos como los clorofluorocarbonos y calcular el tiempo transcurrido desde la última vez que estuvieron en el aire. Comparando un gran número de mediciones de profundidades y emplazamientos diferentes, pueden cartografiar con razonable precisión los movimientos del agua.) La circulación termohalina no sólo desplaza el calor de un punto a otro, sino que contribuye también a elevar los nutrientes cuando las corrientes ascienden y descienden, haciendo habitables mayores volúmenes de océano para los peces y otras criaturas marinas. Parece, por desgracia, que la circulación puede ser también muy sensible al cambio. Según simulaciones de ordenador, incluso una dilución modesta del contenido de sal del océano (por un aumento de la fusión de la capa de hielo de Groenlandia, por ejemplo) podría perturbar de forma desastrosa el ciclo. (Bryson)

Aumento de nivel del mar:
La institución oceanográfica Woods Hole tiene, entre sus cinco institutos interdisciplinares, uno dedicado al cambio climático. A principios de 2016 medio centenar de vecinos de la pequeña isla de Jean Charles, en el sureste de Luisiana, recibían la noticia de que su hogar terminaría totalmente inundado por el impacto del la intervención del hombre en el entorno y el calentamiento global. Se convirtieron en los primeros refugiados climáticos de EE.UU. A estos 50 habitantes el Gobierno federal les ofreció 48 millones de dólares hasta 2022 para que se mudaran a tierra firme. Desde el 2003 los informes del Departamento de Defensa de EE.UU. tienen en cuenta como riesgo para la seguridad un posible cambio climático abrupto. Las instalaciones de la base naval de Norfolk (Virginia) quedarían en gran medida inoperativas ante el aumento del nivel del mar.

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