Las formaciones coralinas:
Los arrecifes de coral crecen habitualmente en aguas templadas y a profundidades menores de 30 metros.
Constituyen un ecosistema con enorme diversidad ya que albergan una de cada cuatro especies marinas conocidas.
Existen cerca de mil especies de corales pétreos, los verdaderos constructores de arrecifes.
Las variadas formas que conocemos son colonias de individuos (pólipos) que segregan a su alrededor un esqueleto de piedra caliza (carbonato cálcico) en forma de cáliz para protegerse. Las colonias crecen menos de un centímetro al año.
Las formaciones actúan como rompeolas que protegen de la acción del oleaje a zonas emergidas que albergan especies terrestres.
La gran diversidad del entorno ha permitido el hallazgo de interesantes compuestos anticancerígenos.
En la actualidad cubren 930.000 km cuadrados.
El 18% crecen en aguas indonesias, el 17% en Australia, el 9% en Filipinas y el 5% en la Francia de ultramar.
Para Darwin los arrecifes costeros, arrecifes barrera y atolones no eran más que las fases distintas de un mismo proceso evolutivo. En sus inicios se formaría el arrecife costero, apoyado sobre los bajos fondos de la plataforma litoral, el cual circundaría las costas insulares; después, la isla se hundiría lentamente, y en un segundo estadio quedaría un arrecife barrera, tal vez sumergido, pero que pronto culminarían los corales con su trabajo incesante, formando un anillo emergido separado de tierra por la banda lagunar que rodea la isla en esta clase de formaciones. Finalmente, el resto insular acabaría desapareciendo bajo las aguas y sólo quedaría el arrecife coralino anular rodeando una laguna central. Según Darwin la causa de esa evolución radica en el hundimiento; cada atolón sería el testimonio de una isla sumergida, y así se explicaría el hecho de formaciones madrepóricas a grandes profundidades. En apoyo de esta teoría vienen los numerosos términos de tránsito que en la mayoría de los mares aparecen entre los atolones y los arrecifes costeros.
Allí donde las temperaturas marinas son elevadas y el agua clara y poco profunda, ciertos pólipos marinos pueden formar arrecifes y atolones de coral, y estas son las principales clases de islas formadas por crecimiento biológico. Muchos atolones surgen entre aguas profundas, y sin embargo los corales no crecen a más de 100 m por debajo de la superficie; son los que nacieron como arrecifes alrededor de islas volcánicas que con posterioridad se sumergieron gradualmente. El crecimiento del coral se ha limitado a mantenerse a la par con el ritmo de la inmersión, y los arrecifes han alcanzado a veces más de un millar de metros de espesor; una perforación en el atolón de Eniwetok, en el Pacífico, atravesó 1.230 m de caliza coralífera en aguas poco profundas, antes de llegar a roca volcánica. Aparte de los pólipos coralíferos, otros organismos construyen a veces arrecifes e islas en aguas de escasa profundidad.
Desaparición de arrecifes de coral:
Son muy sensibles y reaccionan de forma negativa a los trastornos climáticos.
La edificación de los esqueletos requiere un equilibrio químico del agua del mar que está en reisgo por la creciente concentración de CO2 en la atmósfera.
A la desaparición de organismos únicos e irrepetibles, surgidos como respuesta evolutiva a la adaptación a determinados ambientes, se añade la pérdida de la función ecológica que dichas especies desempeñaban en su entorno, no siempre susceptible de ser sustituida. Hay que añadir los efectos en cascada capaces de transformar la fisonomía, la estructura y las funciones de las comunidades afectadas. La intrusión humana en las zonas tropicales, con la sobrepesca, de la cual resulta el agotamiento de un caladero tras otro, y con el comercio de especies exóticas: La proliferación de la estrella de mar de corona de espinas (Acanthaster planci), que arrasa los arrecifes coralinos de todo el mundo, podría estar causada por la reducción de sus predadores naturales, las grandes caracolas, que son objeto de recolección y venta como souvenirs. El ecoturismo, la visita a áreas protegidas, rinde beneficios muy superiores a los que da la explotación convencional de las especies, aunque la frecuentación también produce degradación de las reservas marinas.
Hace 15.000 años los corales lograron adaptarse al aumento de 120 metros del nivel marino causado por la desglaciación.
Deterioro generalizado:
La contaminación de las aguas, la expoliación por parte de los turistas y fabricantes de bisutería, y la explotación incontrolada de las zonas costeras son sus enemigos tradicionales. Demasiados pescadores vierten cianuro, lejía y otros productos tóxicos para capturar peces.
Si los sedimentos de las tormentas y la urbanización costera bloquean la luz solar, los corales se debilitan y se vuelven vulnerables a infecciones como la mortal enfermedad de las bandas negras. Si las aguas residuales o la escorrentía agrícola favorecen un aumento de la población de estrellas corona de espinas, aumenta las muertes por depredación.
Ya se ha destruido una décima parte y otra tercera parte está gravemente dañada.
Emblanquecimiento por el aumento de la temperatura:
Zoólogos marinos de todo el mundo advierten que los arrecifes de coral que flanquean las costas de Tahití, Bora Bora, las islas Gran Caimán, etc. están literalmente blanqueándose. Extensas áreas, antes teñidas de vivos colores, aparecen ahora empalidecidas. El fenómeno no se limita al Caribe. Ha sido detectado en poblaciones de coral tan distantes unas de otras como Hawai, Okinawa, Indonesia, las islas Fidji y el Mar Rojo. Estan afectadas áreas relativamente poco alteradas.
Los expertos coinciden en que la decoloración se debe probablemente al ligero calentamiento de las aguas marinas superficiales.
Cuando fenómenos climáticos extremos como El Niño aumentan la temperatura del agua, las algas simbióticas (zooxantelas) abandonan el tejido de los corales. Sin algas, los corales pierden el color y una fuente de energía. Tras emblanquecer, con el tiempo pueden morir.
Bacterias y vertidos humanos en las costas:
Las aguas de los océanos que sufren el efecto del calentamiento global favorecen que las bacterias, los virus y los hongos se reproduzcan de forma más rápida y en mayor número. El calentamiento global desempeña un importante papel, pero por sí solo no explica del todo la devastadora situación. Durante años, los hombres hemos saturado las aguas costeras con nutrientes. Los desechos agrícolas de campos y comederos gigantes terminan en los ríos y, con el tiempo, acaban recalando en el mar, proporcionando así un caldo de cultivo inmejorable para los numerosos organismos causantes de enfermedades.
Esta sobreabundancia de nutrientes -y la introducción de aguas residuales humanas en algunos lugares- desempeñan un papel crítco en la enfermedad de los océanos. Es el caso del Coral de Cuerno de Alce. Este tipo de coral era el más abundante en el Caribe. Ahora está casi extinguido. El resultado es una tragedia ecológica. Los espectaculares arrecifes de coral llamados "bosques del mar" se convierten en basura cubierta de algas. El misterio de esta desaparición de especies y destrucción masiva estuvo casi resuelto cuando un equipo de científicos anunció que había aislado al agente responsable de una de las enfermedades: la bacteria Serratia Marcescens. El nombre quizá resulte poco familiar, pero no es un germen patógeno exótico de las profundidades, sino que se encuentra fácilmente en las heces y todo tipo de residuos humanos.
La lista de ataques humanos a los océanos va más allá del calentamiento global y la introducción de nutrientes. Pescamos más de la cuenta en cualquier lugar y así eliminamos peces hervíboros que mantienen controlada la población de algas dañinas. Construimos pantanos y dragamos canales y puertos, para convertir zonas arenosas en terrenos inútiles llenos de lodo, un medio perfecto para los microbios. Hemos transformado nuestras costas en un tubo de ensayo para bacterias, un ambiente favorable para los gérmenes patógenos donde los microbios crecen y se reproducen a costa de la vida marina. (O.Gray Davidson)
Indonesia cuenta con la mayor variedad de corales del mundo, pero la supervivencia de sus arrecifes está seriamente amenazada. Con más de 3.500 especies, la biodiversidad del archipiélago es la mayor del mundo, y uno de sus principales valores son sus más de 85.000 kilómetros cuadrados de arrecifes de coral, en los que conviven más de 450 especies coralinas. Unicamente un 6% de estos arrecifes están sanos y en buen estado de conservación. Los cambios de temperatura, la contaminación marina y, sobre todo, la pesca destructiva son los responsables de su rápida desaparición.
Datos para la paleoclimatología:
El carbonato cálcico de los restos de coral contiene oxígeno, y sus isótopos así como las huellas de algunos metales pueden ser utilizados para determinar la temperatura del agua que sirvió de ambiente para el nacimiento del coral. Los arrecifes desempeñan un importante papel en la constitución de las rocas calizas. En las distintas épocas geológicas se encuentran bien representados. Son indicadores seguros de los cambios climáticos que pueden registrarse en la historia sedimentaria de la Tierra. En la Era Primaria llegaban hasta las regiones polares, y luego fueron retrocediendo, hasta quedar limitados, actualmente, a las regiones intertropicales.
En el pasado ha habido períodos en los que el clima global ha cambiado rápida y bruscamente por la actividad del Sol, la fusión del hielo y por la captura o liberación de CO2 por parte de los océanos. Reconstruyendo los registros climáticos del pasado es posible establecer cuándo y por qué se produjeron esos cambios climáticos y con qué consecuencias.
Esta información permite establecer modelos con los que hacer proyecciones del cambio climático en el futuro.
En los océanos hay actualmente unas 60 veces más CO2 que en la atmósfera. Son un sumidero esencial del carbono antropogénico.
Pequeños cambios en ellos pueden tener un efecto muy profundo en la atmósfera.
Un ejemplo de cambio brusco y rápido fue en la transición entre la última glaciación, hace unos 20.000 años, al más cálido período del Holoceno, que comenzó hace 10.000 años.
El clima no cambió hacia un calentamiento estable y suave. Los cambios sucedieron en saltos bruscos en una escala de décadas y no estaban sincronizados entre el hemisferio norte y sur.
Se siguen estudiando las muestras de corales y sedimentos recogidos por la expedición del oceanográfico James Cook de 2013.
En junio de 1770 James Cook fue el primer europeo en navegar sobre la Gran Barrera de Coral de Australia.
Islas de origen volcánico:
Los volcanes submarinos suelen tener su origen en aguas profundas, pero cabe que la erupción se prolongue lo suficiente como para empujar un cono o una plataforma de lava por encima de la superficie del mar. Son muchas las islas del Pacífico que se han originado de este modo y, como en el caso del grupo de las Hawaii, no pocas siguen siendo la sede de volcanes activos. Puesto que las islas volcánicas suelen encontrarse en aguas profundas y alejadas de las masas de tierra más vecinas a ellas, es frecuente que sólo posean una reducida variedad de plantas y animales. Pero el alejamiento de tales islas asegura que aquellas especies que logren poblarlas encuentren escasa competencia y que, por selección genética y adaptación, evolucionen para formar numerosas subespecies.
Formación de islas por deposición mecánica:
El agua poco profunda de un estuario fluvial o junto a un litoral puede convertirse en emplazamiento de una barra de arena que más tarde será una isla. Se necesitan tres factores para producir una isla de este modo: cantidad de material de gran consistencia, una aportación continua de desechos de todos los tamaños, y plantas para colonizar y estabilizar la superficie saliente de la barra, y contribuir a su ulterior crecimiento con la captura de nuevos sedimentos. En zonas de aguas frías o bravías, cabe que esta tercera condición no se vea cumplida, y entonces aparecerán continuamente islotes y cayos, para desaparecer al poco tiempo. Una vez colonizada su superficie por plantas, una isla formada por deposición puede durar muchos años, pero estas formaciones bajas siempre están expuestas a la destrucción por inundación, tempestades o huracanes.
El nivel marítimo mundial se ha elevado notablemente desde el último máximo glacial al pasar a formar parte de los océanos el agua procedente de los hielos derretidos. Esta elevación todavía continúa. Este proceso ha sido causa de la formación de numerosas islas, particularmente en las zonas de la plataforma continental, donde aguas poco profundas rodean grandes masas de tierra.
Las grandes islas como Australia y Madagascar son geológicamente viejas, y su separación con respecto a las tierras adyacentes sigue complejos movimientos dentro de la corteza terrestre. Su prolongada separación ha motivado que a menudo estas islas conserven grupos distintivos de animales y plantas, que frecuentemente incluyen formas primitivas que en otros lugares han sido reemplazadas en el curso de la evolución. Antes de la llegada de los europeos, los mamíferos australianos consistían casi exclusivamente en los primitivos monotremas (mamíferos ovíparos) y marsupiales.
► Anotaciones en el Diario de Colón (1492):
Las barreras coralinas antillanas que detenían las grandes olas a lo largo de las playas, tan distintas a los bancos de coral del Mediterráneo, llamaron poderosamente la atención a Colón, que no dejó de observarlas y de anotar que a causa de ellas el mar "nunca se devía de alçar, porque la yerba de la playa llegaba hasta cuasi el agua, lo cual no suele llegar adonde la mar es brava".
► En 1928 el geógrafo y geólogo William Morris Davis (1850-1934), iniciador de la geomorfología, escribe El problema de los arrecifes de coral.
► En Canarias existen extensos bancos del abundante coral canario (Dendrophyllia ramea). Se hallan en fondos entre 60 y 120 metros de profundidad, pero carece de valor comercial.
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