Conocimiento geográfico:
El paralelismo entre la expansión geográfica de la cultura occidental y su desarrollo filosófico-científico es el móvil de esta exposición, que describe la evolución histórica de las fuentes del pensamiento europeo, así como los avatares históricos que, a lo largo de dos mil años, desembocan en una visión del mundo alejada de toda superstición, capaz de permitir a la sociedad europea de los siglos XVI y XVII trasladar su ideario allende los mares y salvar las ancestrales barreras que impedían un conocimiento profundo de la realidad. Se traza, pues, una crónica acelerada del germen cultural europeo, partiendo del Egipto faraónico y los "pueblos del mar" (fenicios, cretenses y griegos), necesariamente pioneros en la colonización del Mediterráneo, al ser espoleados por el crecimiento demográfico y las guerras intestinas de sus pequeños países de origen.
Grecia:
El mundo helénico, que se extenderá desde Asia Menor a la Península Ibérica, sustentado por un sistema esclavista que permite el desarrollo intelectual de sus élites, realizará la primera transición histórica entre el MYTHOS y el LOGOS, en la búsqueda de una explicación racional de los fenómenos naturales. La secta pitagórica, colectivo de intérpretes matemáticos de la realidad, desarrolla la Geometría, ciencia que va a generar uno de los mayores desafíos intelectuales a los que tendrá que enfrentarse la humanidad: la idea del INFINITO, propuesta por Zenón de Elea y aborrecida por Aristóteles, que la calificó de aporía ("sin salida"). Eudoxo concibe el primer modelo matemático del Universo a partir de la esfera. Tras él, otros lo perfeccionarán, tratando de encubrir sus numerosos defectos. Mucho después, este Modelo Aristotélico-ptolemaico, protegido por la AUCTORITAS aristotélica, será uno de los lastres de los que habrán de librarse los astrónomos renacentistas. Las conquistas macedónicas y el fabuloso Imperio legado por Alejandro Magno a sus generales exporta las elucubraciones filosóficas helénicas a remotos lugares de Asia y Egipto, donde se fundará la Biblioteca de Alejandría, santuario del saber escrito de la Antigüedad y foco de mentes inquisitivas, como la de Eratóstenes, primero en medir el radio de la Tierra gracias a sus conocimientos trigonométricos.
Roma:
La fulgurante aparición de Roma en la historia de Occidente será decisiva, al lograrse en apenas tres siglos la unificación política de todas las regiones bañadas por el Mediterráneo, que Estrabón consideró en propiedad hacia el siglo I a.C. (el "Mare Nostrum"). La superior cultura griega pronto se fusiona al poder militar y a la prodigiosa legislación de los romanos. La conversión de todos los habitantes del Imperio al Cristianismo añadirá el tercer elemento clave al pensamiento en ciernes de Occidente.
Los geógrafos, como Claudio Ptolomeo, buscan nuevas tierras desconocidas y perfeccionan los sistemas cartográficos, gracias a la catalogación de las estrellas visibles. No obstante, la decadencia de Roma desencadena la fragmentación política, que no cultural, naufragando Europa en una Edad Media de oscurantismo intelectual y efervescencia religiosa. La Iglesia resultará el poder fáctico menos disgregado y como tal, pretenderá apropiarse de un monopolio cultural inmovilista, eliminando cualquier opinión contraria a lo que sus postulados describen como realidad. Siguiendo los dogmas bíblicos, fructificará la contraposición entre una ganancia terrenal, necesariamente finita, con el goce infinito de la contemplación de Dios. El éxito de la "jihad" islámica vedará el paso a Oriente a los europeos durante siglos, hasta que las Cruzadas, fracaso militar pero reencuentro de pueblos, obligará a reanudar los lazos con una parte del mundo en la que se conservaba documentación del mundo antiguo que se creía destruida. Se crean las primeras universidades (Bolonia, París, Oxford, Salamanca) y el saber, que antes sobrevivía en pequeñas abadías y monasterios, florece en las ciudades en crecimiento. Las vías de comunicación recuperan la fluidez de antaño y regresa el comercio terrestre y marítimo, cuyo auge favorecerá el empleo del nuevo sistema numérico arábigo hindú y la recuperación de los estudios aritméticos, espoleados por la "praxis" mundana de los negocios. La Matemática aplicada evoluciona al amparo del incipiente capitalismo.
La rivalidad comercial entre dos ciudades costeras del norte de Italia (Venecia y Génova) conduce al reforzamiento de los lazos genoveses
con una apartada nación ibérica, Portugal, cuyos monarcas emplearán la habilidad náutica de sus visitantes en su propio beneficio.
Portugal:
Los lusos, encerrados entre el poderoso vecino continental, Castilla, y un Al-Andalus en el ocaso, aprenderán de los transalpinos las artes para cruzar la barrera virgen del Atlántico, descubrir nuevas regiones y comerciar con ultramar. Diego Câo, Bartolomé Dias, Vasco de Gama, Magallanes... Hacia 1500, los portugueses controlan las rutas hacia la India y China, han establecido bases en Africa y están en disposición de competir con los Reyes Católicos por la hegemonía en el continente descubierto por Colón y bautizado por Vespucci, América.
El europeo de la Edad Moderna, consciente de sus limitaciones, ha crecido en un sustrato cultural y religioso que le impulsa a creer en posibilidades ilimitadas. Los siglos XVI y XVII instauran la pasión por el conocimiento en el Viejo Mundo, se traducen e imprimen los clásicos, se funda una nueva física, aparecen una geografía y una etnografía completamente desconocidas hasta entonces. Copérnico, el malhadado Giordano Bruno, Galileo, Newton, Descartes... Intelectos exquisitos van a derribar, no sin pagar un alto precio, la anquilosada muralla pseudo-aristotélica tras la que la Iglesia Católica refugia su carencia de autocrítica, su decadencia filosófica y su poder terrenal. Se afianza una nueva concepción del mundo, aparece la Ciencia Moderna, libre y fruto del estudio y la experimentación, que poco a poco devorará a la Religión y se apropiará de su lugar como justificación del Universo. Los hombres desean ahora compartir el poder creador de la divinidad en un Cosmos ahora infinito, que eclosiona al derrumbarse las esferas celestes que lo aprisionaban.
Autor:J.Montesinos | Extraído de nti.educa.rcanaria.es
Las concepciones tradicionales y el descubrimiento de América:
Solamente cuando se tiene plena conciencia de que la división geográfica en tres continentes estaba profundamente imbricada en una concepción teológico-religiosa de gran profundidad, se comprende a su vez el enorme asombro que iba a despertar en los contemporáneos de Colón la comprobación fehaciente y sin lugar a dudas de la existencia de un cuarto continente. Se ha hablado del impacto de las teorías de Galileo sobre la concepción heliocéntrica del Universo y del movimiento de la Tierra alrededor del Sol, pero sin duda no se ha insistido bastante en la enorme repercusión del descubrimiento americano, que hizo tambalear toda la concepción teológica-religiosa de la época. Pocos hechos contribuyeron tanto a afianzar el Renacimiento y, sobre todo, a estimular el carácter secularizador que había empezado a ofrecer en ciertos espíritus. Desde luego la convicción de que la Tierra carecía de una organización tricontinental fue un duro golpe para las creencias religiosas del momento, y representa uno de los hechos básicos que pusieron los cimientos de la entrada en el mundo contemporáneo. [...] El descubrimiento de América representó el derrumbamiento de toda esa concepción tradicional del mundo, donde los datos geográficos, el sistema teológico y las ideas religiosas formaban una unidad indisoluble y la negación de una parte ponía en entredicho todas las demás. (José Luis Abellán)
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