Utopías (s.XVI):
Maquiavelo queda enmarcado en ese momento en el que el Renacimiento llega a su cumbre y a su crisis, es decir, en la primera mitad del siglo XVI. La mente renacentista empieza a perder su optimismo y su acuerdo consigo misma, y esto, en el orden de las ideas sociales, se hace evidente no sólo en la ambigüedad de Maquiavelo, precursor de la política moderna por amor a una forma de ciudad ya herida de muerte, sino, aún más, en una forma radical de descontento concretada en la comparación con otras sociedades, bajo coartada de simple literatura. Para la naciente mentalidad historicista -Petrarca fue el primero en esbozar una periodización de la historia, abriendo la posibilidad de épocas nuevas- cobra nuevo sentido el mito hesiódico de una Edad de Oro original, desde la cual se ha venido bajando hasta la degenerada edad presente. Así el discurso de Don Quijote a los cabreros (I, 11) da la imagen de una prístina época de costumbres puras y primitivo comunismo:
Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que esta nuestra edad de hierro en tanto estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío.
Pero este sentir crecerá hasta encontrar su plena expresión y dominancia en la segunda mitad del siglo XVI y en el XVII, en el Barroco.
Fue más propio del Renacimiento inventar modelos de sociedad perfecta, presentados ambiguamente como invención y fantasía, pero no por ello vacíos de crítica. Había un modelo clásico, la república platónica, pero un tanto dogmático y demasiado conectado con la realidad de Esparta: para su autor, transposición del orden que creyó posible realizar en Siracusa. En cambio, ahora el modelo se sitúa en una isla remota -nueva versión social de las clásicas islas Afortunadas-, y en el título de la obra que da nombre a todo un género, a través de los siglos, se advierte tranquilizadoramente que aquello no podría estar realmente en "ningún sitio". Eso es, en efecto, lo que significa en griego Utopia, el nombre inventado para su isla ideal por Thomas More (1478-1535), o, si se prefiere, santo Tomás Moro, mártir después de canciller, por no apoyar a su rey Enrique VIII en la rebelión contra el papa. Moro, fino humanista, amigo de Erasmo y hombre de altas responsabilidades políticas -como speaker del parlamento inglés, fue el primero en reivindicar la libertad de opinión dentro de él-, no parecía poner en primer término su religiosidad, pero, surgida la crisis, aceptó la muerte por seguir su conciencia cristiana.
Los franciscanos de Nueva España y el savonarolismo (s.XVI):
Algunos historiadores, sin embargo [además de la mayor influencia erasmista], se han fijado en la influencia de otros movimientos en el pensamiento utópico de los franciscanos en Nueva España. Entre ellos figura José Antonio Maravall, quien ve en el cristianismo interior de tendencia reformadora un inequívoco influjo del savonarolismo. Esta línea presenta una veta de utopismo político-social, no sólo ajeno a la influencia de Tomás Moro, sino incapaz de comprenderlo. Motolinía, fray Jerónimo Mendieta, fray Francisco Gonzaga, se mueven en esta tendencia savonarolista. Es curioso que la única vez que Mendieta cita a Vasco de Quiroga lo hace para reprocharle su formalismo legal, oponiendo a éste un "Derecho libre" con el cual no se pretende encuadrar a los indios en ninguna forma de vida organizada, sino preservarlos en sus condiciones naturales y originarias, "que, como todo lo que en el hombre es originario y natural, tiene un mayor valor y su conjunto está más próximo y mejor dispuesto para la recepción del cristianismo interior, ya que ésta es la religión del mismo Dios, autor de aquella primitiva y originaria naturaleza humana". En la base de esta idea se halla una concepción exaltadora del indio, en cuanto encarnación de lo natural y, por eso mismo, de todas las virtudes que a lo natural y a la Naturaleza son inherentes. [...] Una comprensión de esta tendencia habría que completarla con la ideología milenarista de Gerónimo de Mendieta; en el caso de éste, como en el de Las Casas, el dominio español en el Nuevo Mundo se derivaba exclusivamente del deber evangelizador de España, pero la diferencia con el apasionado dominico era que, frente al universalismo medieval de éste, Mendieta interpretaba el descubrimiento americano con caracteres apocalípticos.
(José Luis Abellán. Cap. IV, Las utopías americanas)
Teología de la liberación (década 1960):
Esta interpretación teológica cristiana recurre a teorías sociales, políticas y económicas. Uno de los puntos en que se basa es el concepto del Reino de Dios como el nuevo orden de paz y justicia que Jesús enseñará e iniciará en su ministerio; la esperanza de un nuevo cielo y una nueva tierra, no sólo entendidos como un futuro evento sobrenatural o una utopía, sino como una realidad que está parcialmente presente en la historia, puesto que el propósito y la acción liberadora de Dios se logran a través de la mediación del hombre. Se adapta a una situación histórica y social particular siguiendo un método inductivo: parten de las circunstancias concretas de las condiciones de opresión para luego proceder a teorizar sobre estos hechos. Tienen un carácter militante en tanto que sus practicantes están activamente comprometidos con la conquista de la liberación. Conceden gran importancia a la praxis. Ésta comienza con la participación en las luchas por la liberación y, a través del análisis de esta participación, se fortalece y clarifica.
Utopías y existencia:
Hay variadas formas, desde utopías regresivas y ahistóricas donde cualquier tiempo pasado fue mejor, hasta las activas en línea de futuro. En este último sentido creemos que merece la pena la utopía: entendiéndola como un esfuerzo por un futuro mejor, que aún no se vislumbra posib, pero que debe ser exigido luchando por él. Así lo cree E.Bloch, conocido marxista alemán contemporáneo, en su obra La esperanza como principio. En esta obra presenta a la vida como algo cuyo sentido no será nunca totalmente acabado. Propio del hombre es la insatisfacción. Pero precisamente por ello se abre el camino de la superación. la felicidad, para la utopía, no es una meta en sí misma, sino una entelequia, algo que debe buscarse con la conciencia trágica de su imposibilidad.
No hay, por otra parte, meta sin sentido de la responsabilidad y de la conciencia de nuestra tarea. Si esos componentes faltan, la vida no tiene sentido. Por lo demás, nuestra existencia humana y la vivencia de su sentido se realizan esencialmante no en la soledad, ni en compañía de una masa más aparentemente amiga que en realidad compañera nuestra, sino como una forma de participación y compromiso.
En otro sentido, la participación en la tarea es ingente, no cesa. El sufrimiento, la imperfección, el mal, nos llaman a una acción constructiva o al aburrimiento y al hastío, a la par que al propio mal: el mal se vuelve contra quien no lo impide.
Todo el mundo puede contribuir a realizar la utopía: incluso el enfermo, el achacoso, el imbécil que no son capaces ya de hacer nada por sus allegados pueden, cuando menos, significar algo, simplemente por el hecho de verles vivir.
Utopizar es, en definitiva, crear. Crear obras lo más duraderas posibles, obras que -como decía don Miguel de Unamuno- aprovechen a los hombres. Por eso, este utopizar empalma con el ideal altruista de liberar a uno mismo liberándose con los demás.
La utopía se realiza porque tiene fuerza por sí misma, porque atrae su belleza y su deber. Así pudo decir Teresa de Jesús: Y aunque no hubiera cielo yo te amara, y aunque no hubiera infierno te temiera. Es, como también decía Kant, la buena voluntad, la intención positiva de las actitudes morales aquello que puede tener sentido, aún cuando carezaca de contornos exteriores precisos. Más aún: no importa para el valor utópico el que nosostros con nuestro esfuerzo acertemos siempre a realizar lo bueno, sino que ese valor de lo moralmente bueno es, ante todo, un valor de la buena voluntad. Esta, como decía Kant, lleva su valor en sí misma, y tal como una joya brilla siempre. La existencia del sentido de nuestra vida consiste, así, para resumir, en la tarea de realizar el bien. (Carlos Díaz y José Montoya)
Significado de utopía para la filosofía:
Literalmente utópico significa lo que no está en ningún lugar (tópos). Se llama (desde Tomás Moro, que acuñó la palabra) utopía a toda descripción de una sociedad que se supone perfecta en todos los sentidos. La sociedad misma descrita es calificada de utopía. Se llama utópico a todo ideal -especialmente, a todo ideal de sociedad humana- que se supone máximamente deseable, pero que muchas veces se considera inalcanzable. Utópico equivale en muchos casos a modélico y a perfecto.
Hay muchos ejemplos de utopías. Entre las más destacadas figuran: la República (Politeia), de Platón; la Utopía (De optimo republicae statu... nova insula utopia), de Santo Tomás Moro; la Ciudad del Sol (Città del Sole, Civitas solis), de Campanella; la Nueva Atlántida (New Atlantis), de Francis Bacon; el Erewhom, de Samuel Butler; el Viaje a Icaria (Voyage en Icarie), de Etienne Cabet (1788-1856); las Noticias de ninguna parte (News from Nowhere) y El paraíso terrestre (The Earthly Paradise), de William Morris (1834-1896); Una Utopía moderna (A Modern Utopia), de H.G. Wells (1886-1946).
Estas utopías son muy distintas entre sí, pero tienen en común el que describen no sólo una sociedad ideal y perfecta, sino que la describen también con todo detalle.
No todos los autores citados -posiblemente, ninguno de los autores citados- ha creído que la sociedad utópica descrita en cada caso es realizable; algunos han destacado el ser irrealizable. Pero les ha movido a menudo el deseo de criticar la sociedad de su época y el proponer reformas, que son cumplidas en la sociedad utópica. Desde este punto de vista, las utopías son revolucionarias.
Se ha criticado a veces toda utopía de esta índole como expresión de una actitud ciega para para las "realidades humanas" -ciega para la comprensión de las "realidades concretas", tales como los impulsos de dominio, las ambiciones, etc.-. La utopía es todo lo contrario de la Realpolitik, la "política realista". Se ha alegado que es fácil pensar en una sociedad ideal cuando no se tienen en cuenta las "realidades", las cuales ofrecen siempre "resistencia". Una sociedad utópica, se ha dicho, funciona perfectamente sólo porque funciona en el vacío. Se ha puesto de relieve, además, que el espíritu revolucionario utópico se aniquila a sí mismo; en una sociedad perfecta ya no caben revoluciones ni tampoco, por tanto, cambios y progreso.
Por otro lado, se ha argüido que los ideales utópicos son inoperantes. Gracias al pensamiento utópico se pueden crear condiciones para la reforma social, de modo que lo que en un momento puede ser utópico oportunamente se convierte en "real". Desde este punto de vista, el pensamiento utópico no es siempres utópico. Como una teoría sobre la sociedad humana puede modificar la realidad social existente en el momento en que se formula, una utopía puede también, y a mayor abundamiento, ejercer influencia sobre el curso de los acontecimientos. los defensores del pensamiento y la actitud utópicas indican que la utopía es una expresión de la esperanza.
La esperanza en el materialismo histórico:
La esperanza en sentido marxista no ni la esperanza en un absoluto más allá ni tampoco la esperanza en un absoluto, radicalmente interior, más acá. En principio no es, pues, ni utopía ni transformación únicamante personal. La esperanza no es, en rigor, un elemento de la teoría, sino de la práctica histórica. Pero la práctica histórica envuelve cierto elemento utópico que Engels había querido eliminar completamente en su esfuerzo por hacer pasar el socialismo de la utiopía a la ciencia, pero que persistía aún en Marx. Este elemento es el que ha sido desarrollado por varios autores marxistas no ortodoxos. En algunos casos, ello parece tener lugar por una teoría crítica radical que, paradójicamente, expresa la esperanza mediante cierto pesimismo, como ocurre con Max Horkheimer. En otros casos, tiene lugar mediante la colocación, o recolocación, de la noción de esperanza en el corazón mismo del pensamiento marxista. Lo último sucede con Ernst Bloch, a quien puede llamarse justificadamente un filósofo de la esperanza. Bloch considera que la esperanza permanece como una especie de residuo de una hambre originaria característica del momento de indiferenciación entre sujeto y objeto. Cuando éstos se hallan separados, la esperanza anima el sujeto en su deseo de reunirse y reconciliarse con el objeto. La esperanza apunta siempre hacia el futuro y es el constante todavía no, el no ser todavía el sujeto lo que aspira a ser. La esperanza es esperanza concebida. La filosofía es conciencia moral del mañana, es partidismo por el futuro y es saber de esperanza; de lo contrario no es saber. La esperanza de que habla Bloch está ligada, a su entender, a la concepción materialista dialéctica, porque está fundada en la realidad y a la vez orientada a un futuro ideal y utópico. El marxismo es en el fondo sueño hacia adelante. Por la esperanza se va haciendo posible que el sujeto se objetivice y el objeto se subjetivice y que, como Marx indicaba, la historia se naturalice y la Naturaleza se historice. La esperanza, sin embargo, no desaparece con ello, porque es el proceso mismo del no ser todavía, y éste es un proceso que se va haciendo continuamente, cuyo ser consiste en hacerse. La esperanza, como la libertad, se va creando y haciendo a sí misma, sin completarse jamás en un puro objeto indiferenciado.
Mesianismo:
Entre la utopía y el mesianismo ha habido siempre una tensión sin resolver. Creo que muchos de los problemas de los últimos dos mil años se debieron al mesianismo. Un mesías tiene una gran visión, normalmente de redención. El mesianismo requiere un líder a quien seguir. Requiere que todo el mundo siga el esquema del líder. Los movimientos utópicos, por su parte, consisten en consensos populares para construir juntos nuevas cosas. La dificultad histórica del movimiento utópico es precisamente que no tiene un mesías o un similar liderazgo, emocionalmente imperativo. En la confrontación habitualmente triunfa el mesianismo, pero creo que son mejores para todos los movimientos utópicos. La gente quiere ideales. El problema con la utopía es que, históricamente, tiene una vertiente que mira hacia atrás, en busca de una arcadia. El mejor utópico, en mi opinión, fue Saint-Simon. (Daniel Bell, 1919-2011)
● No vale la pena mirar un mapa del mundo que no incluya Utopía. (Oscar Wilde)
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