Norteamérica
George Washington



George Washington (Bridges Creek, Virginia 1732-Mount Vernon 1799):
Plantador de Virginia que prosperó hasta convertirse en uno de los notables del estado. Luchó contra los franceses en las guerras coloniales. Llevó a los franceses del fuerte Le Boeuf el ultimátum en el que se pedía que abandonaran la posición (1753). Como teniente coronel de la milicia tomó el fuerte Necesidad (1754). Se encargó de armar un ejército contra la metrópoli con escasos medios y consiguió crear unidades entusiastas. La opinión pública y los dirigentes británicos hasta muy avanzado el levantamiento menospreciaron el poder ofensivo de las milicias de colonos. En 1778 reconquistó Filadelfia y defendió la alianza con Francia, firmada el mismo año. En todos los comunicados ingleses se evitaba referirse al comandante en jefe adversario como “el general”, sino sólo como “el señor” Washington.

Posguerra:
Tras la guerra de la independencia dimitió renunciando a mayores aspiraciones políticas y regresó a Virginia. Ante la anarquía reinante fue enviado a la convención de Filadelfia (1787) en la que fue elegido presidente de la Asamblea, y favoreció el compromiso que permitió el voto de la Constitución. En 1788 se termina la redacción de los artículos de la Federación [The Federalist Papers], obra de John Jay, Hamilton y Madison. El 4 de marzo de 1789 Washington es elegido Presidente de la Federación. Medió entre las dos tendencias políticas, los federalistas representados por Hamilton, secretario del Tesoro, y Jefferson, secretario de Estado. John Jay ocupa de forma interina el recién creado puesto de Secretario de Estado (1789). Ese mismo año se convertiría en el primer Presidente de la Corte Suprema. En 1790 Jefferson sucede a Jay como Secretario de Estado. En 1791 William Wyndham Grenville sucede al duque de Leeds como Ministro de Asuntos Exteriores británico [Foreign Secretary]. Durante sus años en el puesto le tocaría lidiar con las guerras revolucionarias francesas. En 1992 Washington es reelegido como Presidente. En 1794 se firma el Tratado de Londres, también conocido como Tratado de Jay. Algunas de sus cláusulas sitúan a los políticos norteamericanos en diferentes bandos. Contemplaba la entrega, efectiva en 1796, de los fuertes de Mackinac Island (Michigan), Fort Shelby y Fort Detroit. Compartir una frontera con Canadá de enormes dimensiones parecía una circunstancia destinada a dar pie a futuros conflictos armados. Washington rechazó un tercer mandato y se retiró a Mount Vernon (1797).

Washington y el apego al poder:
Fue su primer presidente, George Washington, quien decidió no concurrir por tercera vez a las elecciones presidenciales en un momento en que lo tenía todo ganado y el riesgo de fragmentación de la joven nación, de no mantenerse él en el poder, era considerable. Su firme decisión, transmitida al pueblo americano en un discurso de despedida que preparó con su fiel colaborador Alexander Hamilton, marcó el destino político del país. Como comandante en jefe del ejército rebelde, George Washington era la encarnación misma de la revolución americana, contaba con el respaldo incondicional de un pueblo que lo tenía por un héroe, por un semidiós. Entre los propios founding fathers, Washington fue capaz de aglutinar caracteres tan complejos y opuestos como los de un Benjamin Franklin, un John Adams, un Thomas Jefferson, un Alexander Hamilton, un John Jay o un James Madison. Uno de los mejores servicios que prestó Washington a su flamante nación fue precisamente éste de haber sabido abandonar a tiempo la Presidencia, no apostando por un tercer mandato que lo hubiera convertido en una suerte de presidente vitalicio, en un monarca camuflado, en un rey sin corona. Algunos historiadores señalan la edad como causa principal de su no concurrencia a una tercera elección. Me parece, sin embargo, que su propósito fue muy otro. La última decisión que quiso adoptar Washington como presidente de los Estados Unidos de América fue transmitir el poder voluntariamente. ¡No morir siendo presidente! Su natural desapego al poder, ya puesto de manifiesto cuando renunció a todo cargo militar y regresó a su plantación de Mount Vernon al término de la Guerra de Independencia, lo convirtió en la piedra angular del republicanismo americano. Todo lo contrario a lo sucedido, años después, en el Viejo Continente con su coetáneo el general Bonaparte. Se cuenta que, tras haber poseído una corona y un continente y haber perdido ambas preciadas joyas, Napoleón comentó que a los franceses, en verdad, les hubiese gustado más haber tenido «otro Washington». (Rafael Domingo Oslé)


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