Funciones del IPCC:
Analizar, de forma exhaustiva, objetiva, abierta y transparente, la información científica, técnica y socioeconómica relevante para entender los elementos científicos del riesgo que supone el cambio climático provocado por las actividades humanas, sus posibles repercusiones y las posibilidades de adaptación y atenuación del mismo.
Realizar una evaluación periódica de los conocimientos sobre el cambio climático. Elaborar Informes Especiales y Documentos Técnicos sobre temas en los que se consideran necesarios la información y el asesoramiento científicos e independientes. Respaldar la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMCC) mediante su labor sobre las metodologías relativas a los inventarios nacionales de gases de efecto invernadero.
El IPCC no realiza investigaciones ni controla datos relativos al clima u otros parámetros pertinentes, sino que basa su evaluación principalmente en la literatura científica y técnica revisada por homólogos y publicada.
Informe IPCC (1995):
A pesar de la complejidad de la iterrelaciones existentes entre la atmósfera, océanos y medios terrestres, en su informe de 1995 los científicos del IPCC reconocieron explícitamente por primera vez la posible influencia humana en el calentamiento global. Este informe señala que la temperatura de la superficie terrestre ha aumentado entre 0,3 y 0,6 ºC durante el último siglo, que el nivel medio de los mares ha subido entre 10 y 25 cm y, lo que es más importante, que el aumento no parece que se deba exclusivamente a causas naturales y que las actividades humanas son identificables en el registro climatológico. Esta afirmación es de capital importancia, pues hasta 1995 la comunidad científica no se había manifestado de una manera tan contundente. Las previsiones más optimistas indican un aumento de 0,25 ºC en los próximos 30 años, mientras que el nivel medio de los mares aumentaría entre 15 y 95 cm hasta el año 2100. Si ello fuera cierto, la temperatura global se acercaría a la más alta experimentada en la Tierra durante los últimos 10.000 años.
Informe del IPCC (2002):
Indicó que si la tendencia actual continúa al mismo ritmo, la concentración de CO2 para el 2100 alcanzará valores de entre 540 y 970 partes por millón (ppm), muy superiores a los 368 ppm registradas en el 2000. De finales de la década de 1960 a mediados de la de 2000 la extensión de la cubierta de hielo disminuyó alrededor de un 10% en el hemisferio norte, y se prevé que el nivel del mar se haya elevado entre 9 y 88 cm para el año 2100. Se espera que la temperatura media superficial del planeta para 2050 supere en 2,6ºC la del año 1990. El progresivo calentamiento también se tradujo en el derrumbe de la placa de hielo de Príncipe Gustavo y partes de la de Larsen.
Informe del IPCC (2007):
El incremento previsto está entre 2 y 4,5 grados de la temperatura media de la Tierra respecto al nivel de 1990. El calentamiento provocará desarreglos que, según su dimensión, supondrá escasez de agua para 1.000 a 3.200 millones de personas. Una quinta parte de la población mundial podría verse afectada. Los cálculos provienen del Grupo de Expertos de la ONU sobre el Cambio Climático (IPCC). Según sus conclusiones, si el calentamiento llega a 4 grados, el aumento del nivel del mar se convertiría en la causa del desplazamiento de una quinta parte de la población.
Informe Bruntland (1987):
Se concreta en una serie de objetivos básicos que pretenden cambiar de manera sustancial la relación entre el medio ambiente y humanidad, puesto que los modelos actuales de distribución de recursos, de comercio mundial y de distribución del poder político dificultan la consecución de un desarrollo sostenible. Según el informe la alternativa del desarrollo sostenible consiste en un proceso de cambio en el cual la explotación de los recursos, la dirección de las inversiones, la orientación del desarrollo tecnológico y los cambios institucionales deberían armonizarse a fin de aumentar el potencial actual y futuro para satisfacer las necesidades y aspiraciones de las sociedades humanas. Como objetivos más importantes cabe destacar: 1) la política global de desarrollo, y cada uno de los planes sectoriales o territoriales, debe incluir la consideración de factores medioambientales; 2) debe aceptarse la idea de asignar ciertos límites al crecimiento; 3) las decisiones que impliquen el uso de recursos ambientales deben tener en cuenta sus efectos a medio y largo plazo; 4) debe garantizarse el acceso a los bienes y servicios que proporciona la naturaleza a todos los seres humanos en condiciones equitativas; 5) la elaboración y ejecución de políticas medioambientales debe contar con mecanismos lo más amplios posibles de información y participación públicas; 6) los intercambios se han de regir por precios que incorporen los costes ambientales.
De todo ello se reconoce que el desarrollo sólo puede tener lugar en la medida en que se reconozca la necesidad de sostener la base de recursos ambientales y que el crecimiento económico por sí solo no basta para asegurar el desarrollo. También puede deducirse que el crecimiento económico y la protección del medio ambiente no han de ser necesariamente objetivos irreconciliables. Se admite que la humanidad está entrando en una era de interdependencia creciente entre la economía y el medio ambiente global. Ello genera problemas caracterizados por una importante incertidumbre científica y por escalas temporales y espaciales que trascienden los ámbitos de actuación de la mayor parte de las instituciones políticas. Las necesidades básicas de toda la población humana debe satisfacerse de una manera digna y segura. No pueden objetarse límites absolutos al desarrollo, ya que el desarrollo potencial depende del estado actual de la organización social y de la tecnología.
Conferencia de Kyoto (1997):
Mostró de nuevo las grandes diferencias existentes entre las propuestas para reducir las emisiones de CO2. En la UE, cuyas emisiones se redujeron en 1996 por tercer año consecutivo, gracias sobre todo al esfuerzo de Alemania, se alcanzó un acuerdo en marzo de 1997 para reducir en un 15% los vertidos de gases correspondientes a 1990 para el año 2010. El reparto de esta reducción global variaría según los países. Algunos podrían aumentar sus emisiones (España, en un 17%) y otros deberían rebajarlas (Casos de Alemania, Austria o Dinamarca, con descensos de hasta el 25%. Esta política fue rechazada por EE.UU., Rusia y Japón, quienes aportaron propuestas mucho más modestas y a mayor largo plazo. Los países subdesarrollados se negaban en rotundo a reducir sus emisiones.
Tras intensas negociaciones los países firmantes del convenio del cambio climático reunidos en Kyoto acordaron una reducción media de las emisiones de gases de efecto invernadero del 5,9% con respecto a los niveles de 1990 entre los años 2008 y 2010. Esta reducción afectó únicamente a los 39 países desarrollados y no se distribuyó de manera homogénea. Los mayores porcentajes de reducción corresponden a la UE, Suiza y otros países del centro y del este de Europa, que se comprometieron a rebajar en un 8% sus emisiones. EE.UU. aceptó finalmente una reducción del 7% y Japón del 6%. Rusia, Ucrania y Nueva Zelanda mantendrían sus emisiones en los niveles de 1990, mientras que el resto de los países desarrollados podrían aumentarlas ligeramente. Se dejó para la reunión de Buenos Aires la cuestión de la creación de un mercado de emisiones de CO2. Las organizaciones ecologistas criticaron duramente la parquedad de los acuerdos.
Catástrofes y recuperaciones:
Quiero pensar que el efecto invernadero no presenta un peligro importante para el propio planeta [habla de la vida que se abriría paso después de una catástrofe]. Lo calentará hasta alcanzar temperaturas que ya ha conocido varias veces en el pasado. No es, pues, un peligro para el planeta, sino para nosotros mismos. Si los polos empiezan a fundirse, inundarán las ciudades, trastornarán nuestra vida... Pero la tierra, por su parte, tendrá un océano más grande, y eso es todo.
Ha ocurrido varias veces. No se puede extrapolar a partir de la curva actual, por el motivo siguiente: si el índice de óxido de carbono aumenta de forma inquietante y calienta la tierra, tomaremos medidas para estabilizarlo, e incluso seremos capaces de invertir la tendencia. todo esto depende de la voluntad humana, de nuestra inteligencia, de nuestra capacidad de colaborar, de nuestros políticos. Los peligros son reales, las inquietudes son legítimas. Algunas personas consideran que la tendencia actual tiene todas las posibilidades de perdurar y concluir al desastre. Pero de hecho no hay ninguna fatalidad, se puede incluso esperar que seremos lo bastante avispados para invertirla. Aquí vuelvo a mi afirmación sobre lo trágico: a menudo comprendemos un poco tarde lo que está sucediendo, cuando muchas personas ya han muerto, cuando lo irreparable ya ha ocurrido. Pero esto es mejor que no enterarse nunca del problema. (Stephen Jay Gould)
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