Amenazas sobre los mares:
Mares y Océanos. Por Alan Simcock:
El nuestro es un planeta de mares y océanos, pues mares y océanos sustentan en gran parte la vida sobre la Tierra y dterminan su clima, hasta el punto de que no hay lugar que no se vea afectado por ellos. Las fotografías tomadas desde los satélites, a las que tan acostumbrados estamos, nos demuestran que la Tierra es efectivamente el planeta azul. Mares y océanos cubren siete décimas partes de su superficie. La biosfera -parte del planeta en la que hay vida- se extiende por los mares y océanos. Incluso a 4.000 metros por debajo de la superficie del mar, en la gran planicie abisal del océano Atlántico, hay vida. Además, en el mar existen formas de vida completamente diferentes, en su base, de las que se dan en la tierra. La vida en la tierra, así como la inmensa mayoría de la vida en el mar, depende de la energía que emite el sol y que es transformada, en primer lugar, por las plantas. Aun así, en las profundidades del mar se han descubierto recientemente formas de vida que extraen su energía de focos térmicos que la reciben a su vez del núcleo líquido del planeta. En todas sus formas, la vida de los océanos es muy diversa: en un espacio marino hay más especies diferentes que en la selva tropical, Los océanos son, pues, un inmenso depósito de vida.
Mares y océanos forman un gigantesco sistema de circulación que envuelve el planeta en combinación con otro sistema de circulación que es la atmósfera. Ambos sistemas se influyen mutuamente y juntos determinan el clima en que tenemos que vivir. Nueva York, en los Estados Unidos, tiene inviernos muy fríos y una humedad difícilmente soportable en verano. Lisboa, en Portugal, se halla en la misma latitud y es asimismo puerto de mar, pero no sufre esos excesos climáticos. La diferencia radica en las corrientes oceánicas. La circulación en el planeta no es estable. Las oscilaciones de los grandes sistemas circulatorios del océano Pacífico afecta a todo el globo. Estas oscilaciones hacen que en ocasiones la corriente fría que corre hacia el norte sea contrarrestada, a la altura de las costas del Perú, por una corriente cálida de signo opuesto. Por eso, en este país la pesca desciende normalmente en Navidades, y como se considera que es un infausto regalo del Niño Jesús, el fenómeno es conocido en español con el nombre de el Niño. Pero sus efectos no se limitan a un espacio geográfico. El Niño puede cambiar el tiempo atmosférico de todo el globo. Los temporales, las inundaciones y las sequías relacionadas con la corriente de el Niño en 1982-1983, probablemente la más devastadora que se recuerda, provocaron daños por valor de 8.000 millones de dólares des la India hasta Tahití y Bolivia.
La mayoría de los seres humanos vive en las zonas costeras. Dependemos en gran medida del alimento que se extrae del mar: en Asia, el pescado aporta el 40% de las proteínas ingeridas por cada ser humano. Los océanos y su vida vegetal desempeñan un papel importantísimo en la absorción y transformación del dióxido de carbono. Como ha hecho constar la Comisión para un Desarrollo Sostenible, dependiente de las Naciones Unidas, los mares y océanos proporcionan recursos vitales que pueden y deben utilizarse para asegurar la prosperidad económica y el bienestar de las generaciones presentes y futuras, así como para erradicar la pobreza y garantizar la disponibilidad de alimentos.
Por consiguiente, nuestro bienestar depende del buen estado de salud de los mares y los océanos. Sin embargo, los amenazamos y ponemos en peligro con muchas de nuestras actividades. En la actualidad hay siete grandes amenazas.
La sobrepesca:
Es una amenaza que pesa sobre la continua disponibilidad de una importante fuente de alimento. La pesca, practicada en régimen sostenible, puede asegurar la disponibilidad de alimentos a escala universal y constituir un medio de vida para las generaciones presentes y futuras. Pero lo cierto es que sobreexplotamos muchos bancos de peces y en casi todos hemos alcanzado el límite sostenible. Por este motivo hemos empezado a buscar nuevos bancos que explotar. La evolución hace que numerosas protuberancias marinas (montañas submarinas que no emergen a la superficie para convertirse en islas), como muchas islas, poseen especies que no se encuentran en ningún otro lugar. Estos recursos únicos se ven ahora amenazados por la sobrepesca.
La navegación es esencial para mantener el comercio mundial. Sin navegación no podría funcionar la economía mundial. Sin embargo, se permite que se utilicen barcos en malas condiciones para transportar mercancías, como, por ejemplo, petróleo, que causan inmensos daños al mar y a las costas cuando, como no puede ser menos, se produce un accidente.
Vertido de residuos:
Todavía se siguen arrojando al mar grandes cantidades de basura y desechos. Algunos países no están preparados para deshacerse en su territorio de los residuos que generan en tierra y los arrojan al mar.
Los residuos generados por actividades realizadas en tierra son vertidos e el mar a través de los ríos y sistemas de conducción. Los residuos industriales llevan hasta el entorno marino sustancias nocivas que amenazan la reproducción de peces y crustáceos, todos los cuales corren peligro de dejar de ser utilizables como alimento para el ser humano. Las aguas residuales de pueblos y ciudades pueden producir un exceso de nutrientes que rompa el equilibrio del ecosistema natural y conduzca a la pérdida de oxígeno en el mar y, consiguientemente, a la muerte de grandes cantidades de peces.
Con frecuencia, el desarrollo de las costas supone un mayor impacto humano en el mar. Al decir esto pensamos concretamente en los complejos turísticos creados a orillas del Mediterráneo, con el consiguiente aumento de las aguas residuales, de la erosión y la sedimentación en los espacios marinos donde habitan los peces. A todo esto hay que sumar la destrucción de humedales donde crían animales salvajes y la perturbación del ecosistema como consecuencia de la intensa utilización de la costa por parte del ser humano. De hecho, su presión ha aumentado en todo el planeta.
Cada vez nos fijamos más en los mares y los océanos como fuentes de recursos minerales. Ya ahora, el mar es un importante proveedor de petróleo y gas. Cada vez se extrae más arena y grava del lecho marino para la construcción, amenazando así los fondos donde desovan y se reproducen los peces. Ahora ya se piensa incluso en la minería del metal. Las industrias de extracción siempre producen un fuerte impacto ambiental, y las situadas lejos de la costa no tienen un efecto menor, aunque no sea tan visible a los ojos humanos. Los cambios en el clima del planeta provocados por las actividades humanas también afectan a los mares y los océanos.
La mayor radiación ultravioleta que se aprecia en algunas partes del mundo, debida al agujero en la capa de ozono, afecta a la producción de peces. El calentamiento del globo tendrá un impacto en los sistemas de circulación de los océanos con efectos difíciles de prever.
Pero la situación no es totalmente negativa. Durante las tres últimas décadas, la comunidad internacional ha realizado grandes esfuerzos para poner coto a las amenazas. A escala planetaria, la Organización de la Alimentación y Agricultura, dependiente de las Naciones Unidas, ha elaborado planes de actuación en el ámbito de la pesca. Además se ha puesto en marcha un proyecto global para combatir la contaminación generada en la tierra, inscrito en el Programa Ambiental de las Naciones Unidas. En todo el mundo hay dieciocho organizaciones que están tratando de hacer frente a los problemas del mar a escala regional.
Estos esfuerzos requieren una mayor implicación política para conseguir que se cumplan los acuerdos establecidos. Aunque, a decir verdad, ya se han hecho algunos avances, la tarea de los gobiernos y todos sus representantes consiste ahora en procurar que se cumplan, de modo que las amenazas se conviertan en punto de partida para alcanzar un aprovechamiento sostenible de los mares y los océanos en beneficio de todo el planeta.
Alan Simcock.
Secretario general de la Comisión OSPAR para la protección del medio marino del Atlántico noreste.
Copresidente del Proceso consultor de Naciones Unidas sobre los océanos, 2000, 2001,2002.
|