Nicolás Maquiavelo (1469-1527):
Loa de César Borgia:
Entre los ejemplos de príncipe ideal cita a César Borgia y tras una serie de crímenes aclara: nada encuentro en ellas digno de represión.
Ocupada Sinigaglia con ayuda de los Orsini y Vitelli, César los hizo ejecutar poco después como refiere el mismo Maquiavelo en su Descripción del modo en que el duque Valentinois hizo matar... y en el mismo Príncipe alude brevemente a esta matanza: Vitelli y Oliverotto da Fermo fueron estrangulados el mismo día del ingreso de César Borgia en Sinigaglia (31 de diciembre de 1502); los dos Orsini, Paulo y el duque de Gravina, pocos días más tarde. Maquiavelo acompañaba a César entonces en sus campañas.
Ramiro del Orco, fue hecho lugarteniente de la Romaña en 1501; por su dureza y crueldad que podía crear tumultos, una vez pacificada la zona lo apresó (1502) y lo hizo aparecer descuartizado en la plaza de Cesena. Declaró también su admiración por el padre de César Borgia, el controvertido papa Alejandro VI.
Adulación:
Este carácter de cosa vivida da al Príncipe un tono pasional que sólo la frialdad del burócrata sabe tener a raya, latente, con sólo breves estallidos que, cuando llegan, dan al lenguaje del ex secretario una fuerza incluso poética, de indudable vigor expresivo. Lástima que deonde este vigor encuentra su cauce más brillante [cap.26, Italia] contamine con algo que no nos gusta en Maquiavelo: el espíritu de la adulación con que se dirige a los Médicis, a Lorenzo, duque de Urbino, y a Giovanni, papa León X, dos figuras -sobre todo mediocre la de Lorenzo- que desde luego no dan la talla del Príncipe que él mismo ha construido. (Francisco Javier Alcántara)
Pesimismo:
Entre sus expresiones extremas están Es necesario a quien gobierna una república presuponer que todos los hombres son malvados (Discursos I,3). Un hombre que quiera obrar en todo como bueno, necesariamente fracasará rodeado de tantos malos (El Príncipe, XV). De los hombres en general puede decirse que son ingratos, volubles, disimuladores, ansiosos de ganancia y de evitar peligros (El Príncipe, XVII). Los hombres obran el mal a menos que la necesidad los obligue a obrar bien (El Príncipe, XXIII). Los hombres nunca obran el bien, si no es por necesidad (Discursos, I,3).
Exhortación a redimir Italia:
No se deje pasar esta ocasión de que Italia, al cabo de tanto tiempo, vea un redentor. Ni puedo expresar con cuánto amor sería recibido por todas aquellas provincias que tanto han sufrido a consecuencia de las invasiones extrajeras; con qué sed de venganza, con qué obstinada fe, con cuánta piedad, con cuántas lágrimas. ¿Qué puertas no se le abrirían? ¿Qué pueblos le negarían obediencia? ¿Qué envidias le saldrían al paso? ¿Qué italiano le negaría sumisión? A todos turba el hedor del bárbaro dominio. (El Príncipe, Cap.26)
Maquiavelo escribe con la tranquila objetividad de quien conoce por los libros los hechos antiguos y por experiencia los modernos. La mayoría de las veces es metódico en las definiciones y divisiones de los objetos que analiza: un método que en ocasiones deja ver al hombre avezado a la burocracia de archivos y anotaciones breves y concretas. Pero inesperadamente viene a la superficie el escritor nato capaz del toque directo y apasionado, incluso poético, como si en vez de unos apuntes de práctica de gobierno, iniciara un canto épico a los males de su patria: son éstos los instantes en que revive sus recientes experiencias y el dolor de su situación personal mientras escribe en el exilio.
Guicciardini (Florencia 1482-id.1540):
Pese a su monumental Storia d'Italia y a haber alcanzado puestos políticos más importantes, a Guicciardini se le negó la fama mundial de Maquiavelo. Ambos servidores de Florencia buscaban la unión italiana sin injerencias extranjeras y murieron desilusionados por el creciente absolutismo. Era más sabio que Maquiavelo y sus escritos ponen gran empeño en la imparcialidad y en querer explicar las motivaciones. Dibuja retratos de los protagonistas, ilustra las condiciones de los estados, el estado de ánimo de los pueblos y los hechos que cambiaron la situación de Europa como el descubrimiento de América o la reforma luterana. Sobrevivió trece años a Maquiavelo y pudo ver el fin definitivo de la república a manos de Cosme I, del que fue elector.
Alfonso de Valdés (Cuenca 1490-Viena 1532):
Secretario de Carlos V. Su idea del principe cristiano se opone a la de Maquiavelo. Tiene una concepción paternalista de la monarquía a la que aplica la metáfora del buen pastor. Continúa la idea de Erasmo del pacto entre el príncipe y el pueblo. El buen príncipe debe ser imagen de Dios, como el malo sería figura y ministro del diablo. Ser rey es un trabajoso oficio y quien lo ejerce está al servicio de la comunidad como intermediario entre Dios y ésta, y cuyo fin es es propiciar el bien común de todos los miembros. Escribe en su Mercurio y Carón: ¿tú no sabes que eres pastor, y no señor, y que has de dar cuenta de estas ovejas al señor del ganado, que es Dios?. Admite la guerra sólo en caso de extrema necesidad, y siempre que se a en beneficio del pueblo, nunca del interés particular del príncipe; e incluso en este último extremo será siempre preferible desigual paz, que muy justa guerra. No se hizo la república por el rey, mas el rey por la república. El buen príncipe está sujeto a normas morales superiores que debe empezar por aplicar antes que nada, a sí mismo. Ten más cuidado en mandarte a ti mismo, refrenando tus apetitos, que no a tus súbditos; porque si tú no te obedeces, ¿cómo quieres de otros ser obedecido? Procura de parecer en todas tus cosas cristiano, no solamente con ceremonias exteriores, mas con obras cristianas.
Influencia de la doble moral (s.XVI):
La teoría y el programa del realismo político fueron desarrollados por vez primera por Maquiavelo; en él se encuentra la clave de toda la visión del mundo del Manierismo, que lucha con esta idea. Pero Maquiavelo no inventó el "maquiavelismo", esto es, la separación de la práctica política y los ideales cristianos; cualquier pequeño príncipe renacentista era ya un maquiavélico nato. Sólo la doctrina del racionalismo político adquirió en él la primera formulación, y sólo la práctica planeada de modo realista halló en él su primer abogado objetivo. Maquiavelo fue sólo un exponente y un portavoz de su época. Si su doctrina no hubiese sido más que una ocurrencia chocante de un filósofo ingenioso y cruel, no habría tenido los efectos destructores que en realidad tuvo, los cuales removieron la conciencia de todo hombre moral. Y si se hubiera tratado sólo de los métodos políticos de los pequeños tiranos italianos, seguramente sus escritos no hubieran conmovido los ánimos más profundamente que las historias fantásticas que se difundieron sobre las costumbres de estos tiranos. Mientras tanto, la historia produjo ejemplos más demostrativos que los crímenes del bandolero y envenenador que Maquiavelo presentó como modelo. Carlos V, el protector de la Iglesia Católica, al amenazar la vida del Santo Padre y destruir la capital de la Cristiandad, sino un realista sin escrúpulos? Y ¿qué otra cosa era Lutero, el fundador de la religión popular por excelencia, que luego entregaba el pueblo a los señores y dejaba que la religión de la interioridad se convirtiese en el credo de la clase social más hábil para la vida y más decididamente mundana? ¿E Ignacio de Loyola, que hubiera crucificado a Cristo de nuevo, si las doctrinas del Resucitado, como en leyenda de Dostoyevsky, hubiera amenzado la subsistencia de la Iglesia? ¿Y cualquier apreciado prícipe de la época, que ofrendaba el bienestar de sus depauperados súbditos a los intereses de los capitalistas? Y ¿qué fue en último término toda la economía capitalista, sino una ilustración de la teoría de Maquiavelo? ¿No demostraba ella bien claro que la realidad obedecía a su propia y estricta realidad interna, y que, frente a la implacable lógica de ésta, toda idea era impotente, y que había que adaptarse a ella o ser si no por ella destruida?
Es imposible sobreestimar la importancia de Maquiavelo para sus contemporáneos y para la primera y aun para la segunda generación inmediatamente siguientes. El siglo quedó horrorizado al encontrarse con el primer psicólogo del desvelamiento, el precursor de Marx, Nietzsche y Freud, y se halló profundamente revolucionado. Basta con pensar en el drama inglés de la época isabelina y jacobina, en el que Maquiavelo se convierte en figura viva, en personificación de todo disimulo y astucia, y su nombre propio pasa a ser el apelativo de "maquiavelo", para hacerse una idea de en qué medida ocupó la fantasía de los hombres. No fueron las violencias de los tiranos las que causaron la conmoción general, ni la alcahuetería de sus poetas aúlicos la que llenó el mundo de desencanto, sino la justificación de sus métodos por un hombre que hacía valer junto a la filosofía de la fuerza el evangelio de la clemencia, junto al derecho del hábil también el del noble, junto a la moral del "zorro" también la del "león".
Desde que hubo señores y súbditos, amos y criados, explotadores y explotados, hubo también dos distintos órdenes de patrones morales, uno para los poderosos y otro para los débiles. Maquiavelo fue sólo el primero que puso ante la conciencia de los hombres este dualismo moral e intentó justificar que en los asuntos de Estado valen otras máximas de actuación que en la vida privada, y que, en primer lugar los principios morales cristianos de fe dada y verdad no son absolutamente obligatorios para el Estado y para los prícipes. El maquiavelismo, con su doctrina de la doble moral, tiene un único paralelo en la historia de la humanidad occidental, y es la doctrina de la doble verdad, que escindió la cultura de la Edad Media y dio paso a la época del nominalismo y naturalismo. En el momento que tratamos ocurrió en el mundo moral un corte análogo al que hubo entonces en el intelectual, pero la conmoción fue entonces tanto más grande cuanto más vitales eran los valores de que se trataba.
El corte fue en realidad tan profundo, que un conocedor de todas las producciones literarias importantes de la época podría determinar si una obra fue compuesta antes o después de que el autor conociera las ideas de Maquiavelo. Para familiarizase con ellas no era, por lo demás, en absoluto necesario leer las obras del propio Maquiavelo, cosa que hicieron los menos. La idea del realismo político y de la "doble moral" era propiedad común, que pasó a las gentes de las maneras menos controlables. Maquiavelo hizo escuelas en todas las zonas del vivir, aunque luego se exageró, encontrando discípulos del diablo incluso donde nunca los hubo; todo mentiroso parecía hablar la lengua de Maquiavelo; toda persona aguda era sospechosa. (A.Hauser)
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Nuevas formas de agresión (s.XX):
El complejo carácter que tiene el enfrentamiento entre diferentes estados obliga a contemplar todos los tipos de agresión e incluso utilizar los mismos procedimientos del enemigo dentro de un nivel de ética aceptado. Junto a la guerra clara y frontal existen otras agresiones que se superponen a la misma y toman la dirección general de las hostilidades cuando la guerra abierta cesa. Los servicios de inteligencia son hoy instrumentos de agresión de unos países contra otros y a veces, cuando se han roto todas las relaciones externas, son el último vínculo que les une al diálogo y entendimeiento... Los grandes capitales al servicio de los estados necesitaron unos potentes órganos de inteligencia que les facilitaran la ejecución de las operaciones mediante el conocimiento exhaustivo del enemigo. La historia da un contenido militar al origen de los actuales servicios, lo que se refleja a veces en sus nombres, en sus misiones e incluso en el personal predominante en sus plantillas.
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