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Gonzalo Jiménez de Quesada (1509-1579):
No hay certeza de que naciera en Córdoba ni que lo hiciera en 1509. Sí quedó registrada su estancia en Italia hasta 1530, fecha en la que comenzó la carrera jurídica en Granada. Terminó los estudios con gran brillantez y entró en la Real Cancillería de Granada. Había muerto el gobernador de Santa Marta, en la costa caribeña de Colombia y se concedió unas capitulaciones a Pedro Fernández de Lugo, que lo nombró justicia mayor y teniente general de la expedición. Fernández de Lugo lo consideraba hombre despierto y de agudo ingenio, no menos apto para las armas que para las letras.
Se había intentado muchas veces, desde Santa Marta y Cartagena, encontrar ricas tierras en el interior del continente. Todas habían fracasado por lo impenetrable de las selvas y el ímpetu de los ríos. Fernández de Lugo le encomendó la misión tantas veces fracasada.
Partió el 5 de abril de 1536 con 600 infantes y 100 caballeros y remontó el río Magdalena, explorando los valles de su curso medio, hasta la Tora (hoy Barrancabermeja), muy cerca de la desembocadura del río Opón. Allí encontró unos panes de sal gema, que los naturales utilizaban en vez de los de sal marina, que venían de la costa. Al preguntar dónde se hacían le dijeron que "donde aquella sal se hacía había grandes riquezas y era grande tierra, la cual era de un poderosísimo señor de quien contaban grandes excelencias". Abandonó la exploración del Magdalena y siguió la ruta de comercio de aquellos panes.
Llegada al país de los chibchas (1537):
En 1537 alcanzó las llanuras de la meseta de Cundinamarca, situada en el centro de Colombia. Lo consiguió abriéndose paso entre insectos tropicales, flechas envenenadas y la cadena de los Andes septentrionales. En el antiplano de Cundinamarca encontró la civilización artesana y agrícola de los chibchas o muiscas.
Entró en país de los chibchas en marzo de 1537, hallando numerosas esmeraldas y objetos de oro. En mayo encontró las minas de sal gema y el 21 de abril llegó a la capital de la confederación tribal del Zipa, en Bogotá. El valle le recordó Granada, poniendo al territorio el nombre de Nuevo Reino de Granada. Todo el resto de aquel año y la mayor parte del siguiente se ocupó de la conquista de las confederaciones chibchas del Zaque (Tunja) y del Zipa (Bogotá). El territorio era muy rico en oro porque los naturales intercambiaban dicho producto por sus panes de sal con otros pueblos de regiones auríferas (Antioquia). Allí estaba el cacicazgo de Guatavita, que dio origen a la leyenda de El Dorado: un cacique que se cubría el cuerpo de polvo de oro y se sumergía en una laguna para expiar una grave falta cometida por uno de sus antepasados.
Sometió a los chibchas apenas sin derramamiento de sangre, sirviéndose más de la razón que de la espada (1537). La labor de los españoles fue facilitada por el hecho de que la cruz era un signo sagrado de los nativos, que consideraron a los recién llegados hijos del Sol, dios al que veneraban.
Varias culturas asentadas en territorio colombiano destacaron por su rica orfebrería, entre ellas las de Tolita, la tairona y la quimbaya. Para elaborar objetos ceremoniales y adornos utilizaban la aleación conocida como tumbaga, mezcla de oro con cobre y plata.
El 5 de agosto de 1538 fundó la ciudad de Santa Fe de Bogotá, que iba a ser la capital del Nuevo Reino de Granada. La importancia estratégica y la extensión de los territorios conquistados podían compararse con las del México ocupado por Cortés. La riqueza que ofrecía Cundinamarca eran los enormes arboles y feraces tierras, pero no el oro que necesitaba la metrópoli. A comienzos de 1539 llegaron a Bogotá dos nuevas expediciones: La de Sebastián de Belalcázar, procedente de Perú, y la del alemán Nicolás Federmann, que había partido de Venezuela.
Los tres capitanes estuvieron a punto de entablar una guerra, pero al fin determinaron regresar juntos a España para que el monarca decidiese a quíen correspondía la gobernación de Nueva Granada. A pesar de que todo el mérito correspondía a Quesada y de que él era el único que había actuado legítimamente por orden de un superior (tanto Belalcázar como Federmann lo habían hecho por cuenta propia), el Consejo de Indias resolvió no otorgar a ninguno de los tres el título de gobernador.
Pasados ocho años recompensaron a Quesada con el nombramiento honorífico de Mariscal del Nuevo Reino de Granada (1547), aunque jamás conseguiría un mando con jurisdicción sobre las tierras que había conquistado.
Regreso a Nueva Granada:
Regresó a Bogotá y combatió contra el rebelde Lope de Aguirre (1561). Hizo un intento fracasado de conquista de la región de Los Llanos orientales, pero las riberas del impetuoso Orinoco le resultaron insuperables.
Los últimos años de su vida los dedicó a escribir una serie de obras de las cuales se ha perdido la mayor parte. No se conserva ni su Relación de la conquista del Nuevo Reino de Granada, ni el libro titulado Ratos de Suesca, ni el llamado Compendio historial de las conquistas del Nuevo Reino, donde al parecer abordaba una historia completa de los primeros años de colonización. Sí ha llegado hasta nosotros su Antijovio (1567), texto en el que narra los acontecimientos principales ocurridos en Europa en la primera mitad del siglo en que vivió, rebatiendo al cronista Paulo Jovio, historiador de fortuna que gozó de cierto improcedente predicamento en la época. Durante cuatro años resistió la lepra, que acabó con su vida en 1579. Sus hombres le rindieron honores de adelantado, pues lo consideraban el conquistador de Nueva Granada.
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