Notas:
Los inigualados logros de Cook eclipsaron cualquier otra expedición británica como la de Lord Anson (1740-1744), John Byron (1764-1766), Wallis, Carteret y Vancouver.
Roggeven es uno de los últimos grandes navegantes holandeses.
Entre los franceses La Pérouse y Bougainville hay que reconocer la importancia de las expediciones de d'Entrecasteaux, Kerguelen y Bouvet.
La actividad exploradora francesa queda interrumpida durante la Revolución y el Imperio hasta que Dumont d'Urville reanuda la tradición.
Sudamérica:
Después de un siglo de interrupción nuevas expediciones recorren la cuenca del Amazonas y los Andes, dirigidas por La Condamine (1735-1737 y 1742-1745) y, sobre todo, por Humboldt, cuyos tres viajes van de 1769 a 1803.
Carl Ritter viajó poco. Fue titular de la primera cátedra de Geografía creada en una universidad moderna (Berlín, 1820). Su obra monumental Ciencia de la Tierra se recoge en 19 volúmenes. Se le considera el creador de la geografía histórica y cultural.
En el siglo XVIII terminan los descubrimientos marítimos y comienzan los viajes de carácter científico.
Misiones francesas importantes desde el punto de vista científico: La Condamine y Bouger (1735-1743) se proponen medir un meridiano. La expedición de Maupertius a Laponia (1735) contribuye a establecer la medida de la tierra.
En el aspecto marítimo los ingleses destacan claramente durante el siglo XVIII.
El más importante de los viajeros de esta época es James Cook (1728-1779). Viaja a partir de 1759 con un extraordinario equipo de capitanes, entre los que se encuentran Vancouver, que surca el Pacífico Norte. Cook recibe el encargo de encontrar un supuesto continente al sur de Australia. Wallis y Cateray (1766-1769) exploran sistemáticamente el Pacífico Sur.
Los franceses organizan dos viajes científicos de gran envergadura: el de La Pérouse, al Pacífico, y el de Bougainville, alrededor del mundo. Bougainville dejó un relato excepcional sobre su viaje. Quedan grandes zonas inexploradas únicamente en el Artico y en el Antártico.
Expansión de los pueblos escandinavos s.VIII y IX:
En el siglo IX los escandinavos no llegan al millón. 200.000 abandonan el país durante el período de expansión.
Las expediciones fueron seguidas con frecuencia de asentamientos de vikingos, normandos y varegos desde Islandia a Rusia.
Conquistan ciudades como Ruán (841) o Sevilla (844). Se asientan y cristianizan en Normandía, conquistan Inglaterra (1066) y fundan un reino en Sicilia. Por el oeste los vikingos de Noruega exploran Islandia (874), Groenlandia (965) y lo que que denominan Helluland, Markland y Vinland (quizá Tierra de Baffin y Labrador). Los vikingos suecos conocidos con el nombre de varegos, penetran por la ruta del este ost vegr. Recorren los ríos de Rusia y llegan a Bizancio, donde Alexis Commeno los toma a su servicio. En el siglo IX fundan la Rusia de Kiev. La primera descripción de los varegos se debe a Ibn Fadlan (s.X), que viajó como embajador del Califa de Bagdad ante los búlgaros del bajo y medio Volga. Los varegos de la república de Novgorod, ya cristianizados, son los primeros en llegar al río Ob, entre el siglo XI y finales del XII. Los Konungs Skuggsja, o Espejos de Reyes, son una importante colección de relatos de la primera mitad del siglo XIII, en los que se narran la expediciones vikingas. Los varegos suecos que surcaron los ríos en dirección al Mar Negro, están presentes en la fundación del Principado de Kiev, donde surgen las ciudades mercantiles de Tver, Pskov, Vladimir y Novgorod. El monacato ortodoxo ayuda al establecimiento de comunidades en torno a monasterios que llegan a formar una red de ciudades. La República de Novgorod, nacida de la expansión de la Rusia de Kiev destaca en el comercio del siglo XI al XV. Su influencia se extiende hasta el Ural, por la red fluvial del norte de Rusia. Los comerciantes son los primeros europeos que entran en Siberia. A través del Volga, el Mar Caspio y Ormuz, comerciantes rusos se desplazan hasta la costa occidental de la India.
Diásporas de judíos y armenios:
Aparte de los comerciantes musulmanes, cuya actividad alcanza a China y el sur del Sahara (el gran mar musulmán no es tanto el Mediterráneo como el Indico con Alejandría como centro), la actividad mercantil, muy abundante, está asegurada por las diásporas judías y armenias a los tres continentes. La red judía, mucho más antigua e importante numéricamente es, en principio, mediterránea (y sefardita), y se extende desde el Sahara a los confines chinos. Los períodos de prosperidad que este pueblo conoce en la España musulmana, en Francia (s.XIII), en Lituania, y en Polonia, en el siglo XV, van seguidos de expulsiones o persecuciones, como la ordenada por los Reyes Católicos (1492). Los exiliados se reparten entre el Imperio Otomano, donde son acogidos, Europa (Alemania, Países Bajos, Italia e Inglaterra, 1654-1656), y el Nuevo Mundo. El auge económico de los Ashkenazim se produce en Alemania a partir del siglo XVII. Los mercaderes armenios desarrollan sus operaciones desde la Alta Edad Media hasta el siglo XVIII. Primero desde la Gran y Pequeña Armenia -teniendo como base Djoulfa (cerca de Ispahan)-, establecen redes comerciales entre Manila y Amsterdam, de Este a Oeste, pasando por el Tibet, el Asia central y el Póximo Oriente; por vía marítima, alcanzan la India, Africa oriental y el conjunto del Imperio Otomano. Y se sur a norte van desde el Golfo Pérsico a Arkhangelsk, atravesando Moscovia.
El viajero ve lo que le toca ver en su trayecto, cerrado, sin imágenes preconcebidas ni citas previas; se entrega al azar o a la coincidencia, y, por tanto, a la aventura. El turista ve lo que quiere ver, quizá incitado porque otros lo vieron antes o a la espera de captar un encanto confirmado por una mayoría, sea el Coliseo, Monument Valley o la réplica del Péndulo de Foucault en San Petersburgo. (Chesterton)
Proyección acimutal (s.XVIII):
El sabio alemán Johan Heinrich Lambert publicó en 1759 una nueva cartografía. Hasta aquel momento, la representación más común del globo terráqueo era la proyección cilíndrica desarrollada por el geógrafo flamenco Gerardus Mercator en 1590. Imaginemos que la Tierra es un globo hinchable en el interior de un cilindro. El globo se infla hasta ocupar el volumen del cilindro, imprimiendo su superficie en las paredes de este. Se corta el cilindro –tajo longitudinal–, y se extiende como si fuese una piel de naranja en una superficie plana.
La proyección cilíndrica fue muy útil para la navegación –la leyenda dice que Mercator murió sin haber visto nunca el mar–, pero exagera mucho las superficies más alejadas de la línea del ecuador, creando equívocos visuales que aún perviven. Groenlandia, por ejemplo, siempre nos ha parecido tan grande como África. Pese a esas distorsiones, Google Maps ha recuperado la proyección de Mercator, entre otros motivos para asegurar la verticalidad y la horizontalidad de las direcciones norte-sur y este-oeste.
Hijo de un sastre y descendiente de una familia de hugonotes franceses refugiados en Alsacia, Lambert escribió sobre filosofía, midió la intensidad de la luz, inventó el fotómetro y el higrómetro, imaginó el primer megáfono –era algo sordo–, ideó una función matemática (la función W de Lambert), se apasionó con la óptica y se interesó por las estrellas. Y dibujó mapas. Corrigió la proyección de Mercator y desarrolló la proyección acimutal, también conocida como proyección de Lambert.
Esa innovación cartográfica consiste en la proyección de la superficie terrestre sobre un plano tangente a la esfera, desde cualquier punto del planeta. Doscientos cincuenta años después, la informática permite crear proyecciones acimutales instantáneas.
(Enric Juliana, 2015)
Ecos remotos:
La película Objetivo Birmania, estrenada en 1945, fijó en la memoria de millones de hispanohablantes el nombre de tan lejano lugar, llamado Burma en inglés. Pero el Gobierno de aquel país decidió recuperar la denominación primitiva Myanma, con el añadido de una erre (“Myanmar”), por diversas razones étnicas, fonéticas y políticas. La Academia recogía en su Diccionario de 2001 la palabra “birmano” como gentilicio correspondiente a Birmania, y aclaraba: “hoy Myanmar”. Sin embargo, la edición de 2014 y la Ortografía de 2010 (apéndice de topónimos) eliminaron este segundo nombre (pese a ser reconocido ya por la ONU) para elegir en exclusiva el que estuvo vigente hasta que el Gobierno militar lo cambió en 1989. Se han manejado argumentos válidos para defender “Birmania” y también para preferir “Myanmar” (o su adaptación “Mianmar”, con i). En contra de “Myanmar”: que fue imposición de una dictadura y que “Birmania” es la forma tradicional en español. Y a favor: que se trata del nombre oficial y que tenemos antecedentes como los sucesivos San Petersburgo, Petrogado, Leningrado y, de nuevo, San Petersburgo, aceptados por el idioma español en cada etapa.
He aquí una reducida selección de cambios toponímicos en la historia reciente:
-“Angora” nombraba en español a la capital turca y a un tipo de gatos y de lana. Sin embargo, en todos los periódicos escribimos “Ankara”, término consagrado ya por la Academia en detrimento del tradicional.
– Nadie duda hoy en día en llamar “Irán” al país que denominábamos “Persia” hasta 1935 y que dio adjetivo en español a las alfombras persas y al gato persa.
– ¿Les suena “Constantinopla”? Claro. Es el nombre anterior de Estambul (desde 330 hasta 1930). Pero usamos ya este último topónimo, por mucho que el obispo de Constantinopla se quiera desconstantinopolizar.
– “Alto Volta” se llama “Burkina Faso” desde 1984 por decisión del militar marxista y filocastrista Thomas Sankara.
– “Dahomey” se cambió en 1976 por “Benín”, durante su régimen de partido único; y a pesar de las míticas “amazonas de Dahomey”, tan literarias incluso en nuestros días.
– La República Democrática del Congo se conoció antes como “el Congo belga” (hasta la independencia en 1960) y más tarde como “Zaire” (dictadura de Mobutu, entre 1971 y 1997), nombre que se implantó pese a la fuerza de los conguitos, que en aquellos años ya estaban en boca de todos.
– Malabo, la capital de Guinea Ecuatorial, fue Santa Isabel durante la colonización española (1843–1968). Pero con la salida de los españoles también se desalojó ese nombre.
Es verdad que aún nos resuenan las referencias históricas de Birmania, Persia, Constantinopla… O Manchuria, Gorki, Leopoldville, Elisabethville… Pero son el eco remoto de nombres oficiales que ya no existen. (Álex Grijelmo, 08/11/2015)
Paseo del Prado. La Habana:
Sirve de frontera entre La Habana Vieja y Centro Habana, fue construida en 1772 bajo el mandato del marqués de la Torre, capitán general de la isla. Recibió el nombre de Alameda de Extramuros por hallarse en esta zona. Entre 1834 y 1838 fue prolongada hasta el mar, llegando al Malecón. En la segunda mitad de ese siglo se levantaron elegantes edificios neoclásicos. Albergaron hoteles, comercios y el Teatro Tacón (hoy Gran Teatro de La Habana).
En 1902 cambió su nombre por el de Paseo Martí, aunque siguió siendo conocido por el del Prado. En 1928 el arquitecto paisajista francés Forestier la rediseña para convertir esta avenida en una de las más importantes de América Latina. Fue la primera vía asfaltada de La Habana.
Planeta Azul. La ballena azul:
Reducido por la vasta extensión del océano abierto, el animal más grande que jamás ha vivido en nuestro planeta. Una ballena azul, 30 metros de largo y con un peso de más de 200 toneladas. Es mucho más grande que incluso el más grande de los dinosaurios. Su lengua pesa tanto como un elefante. Su carozón es del tamaño de un coche, y algunos de sus vasos sanguíneos son tan amplios que podríamos podría nadar en en su interior. Su cola es del ancho de las alas de un avión pequeño. Su perfil aerodinámico, casi perfecto, le permite alcanzar una velocidad de 20 nudos. Es uno de los animales más rápidos en el mar. El mayor habitante del océano se alimenta casi exclusivamente de de uno de los más pequeños. Kril, un crustáceo de sólo unos centímetros de largo. Reunidos en cardumen, el kril tiñe de rojo el mar, y una sola ballena azul puede consumir 40 millones de ellos en un día. A pesar del enorme tamaño de las ballenas azules, sabemos muy poco sobre de ellas. Sus rutas de migración todavía son un misterio, y no tenemos absolutamente ni idea de a dónde van para reproducirse. Son un sensacional recordatorio de cuánto tenemos que aprender aún sobre el océano y las criaturas que viven allí.
(Documental de la BBC, 2001 con Alastair Fothergill como productor)
Oceanografía: Futuro imaginado:
En el futuro la Oceanografía debe ser la base común de nuestro trabajo. Será la ciencia que llene y aglutine todas las conclusiones de la Geodesia y la Geofísica, limitadas como han estado, hasta ahora, casi exclusivamente a los continentes. Sueño con ese imperio de la Oceanografía, ya que los océanos lo han sido todo en el pasado de la Tierra y dominan todavía. Como los océanos pertenecen a todos y nadie los posee, pertenecen a los más atrevidos pensamientos, a los espíritus científicos más emprendedores, a la labor humana más difícil y a la mejor organizada, a los pueblos más civilizados y a los más poderosos. Serán el campo de todos los esfuerzos de la ciencia y la exploración debe ser colectiva y su explotación racionalizada por acuerdos comunes. Aún conservan revelaciones científicas transcendentales e inexplorada riqueza. La Oceanografía es, pues, una ciencia internacional y siempre deberá ser así. (Odón de Buen)
Normas deliberativas de las asociaciones de piratas:
Es probable que la idea de que el liderazgo pueda derivarse del consenso de los liderados, en vez de otorgarlo una autoridad superior, fuera una experiencia vivida entre las tripulaciones de los barcos piratas en los primeros tiempos del mundo atlántico moderno. Las tripulaciones piratas no solo elegían a sus capitanes, sino que estaban familiarizadas con el poder compensador (en las figuras del intendente y del comité del barco) y con las relaciones contractuales del individuo y del colectivo (mediante estatutos escritos para el barco que especificaban el reparto del botín y las indemnizaciones por lesiones laborales)[80].
Markoff hace este comentario muy de pasada, pero de algún modo es un ejemplo muy revelador. Si las Constituciones de barcos existentes merecen atención, la organización típica de los barcos piratas del siglo XVIII era notablemente democrática[81]. No solo se elegía a los capitanes, sino que por lo general la función de estos era muy similar a la de los jefes de guerra nativos americanos: tenían poder absoluto en persecuciones y batallas, pero por lo demás, recibían el mismo trato que el resto de la tripulación. Los barcos cuyos capitanes ostentaban poderes más generales hacían también hincapié en el derecho de la tripulación a echarlos en cualquier momento por cobardía, crueldad o cualquier otro motivo. En todo caso, el poder último residía en una asamblea general, que a menudo regía en los asuntos más nimios y siempre, en apariencia, por una mayoría de manos levantadas.
Esta cuestión no sorprende si se tienen en cuenta los orígenes de los piratas. En general, los piratas eran amotinados, marineros obligados en un principio a servir contra su voluntad en ciudades portuarias de todo el Atlántico que se habían amotinado contra capitanes tiránicos y «declararon la guerra contra todo el mundo». A menudo, se convertían en bandidos sociales clásicos que se vengaban de los capitanes que abusaban de sus tripulaciones y liberaban o incluso recompensaban a aquellos, contra los que no tenían queja alguna. La conformación de la tripulación era con frecuencia de lo más heterogénea. Según cuenta Marcus Rediker en Villains of All Nations, «La tripulación de Black Sam Bellamy en 1717 era una “multitud mixta de todos los países”, que incluía a británicos, franceses, holandeses, españoles, suecos, nativos americanos, afroamericanos y dos docenas de africanos que habían sido liberados de un barco de esclavos»[82]. En otras palabras, estamos hablando de una serie de personas que, probablemente, conociesen de primera mano una variedad bastante amplia de instituciones directamente democráticas, desde los things o consejos suecos hasta las asambleas de aldeas africanas o las estructuras federales de los nativos americanos, y que de repente se veían obligadas a improvisar un modo de autogobierno en ausencia total de Estado. Era el espacio intercultural perfecto para la experimentación. Probablemente no hubiera un terreno más propicio para el desarrollo de nuevas instituciones democráticas en ningún otro punto del mundo atlántico en aquel momento.
¿Tuvieron las prácticas democráticas desarrolladas en los barcos piratas del Atlántico durante la primera parte del siglo XVIII alguna influencia, directa o indirecta, en la evolución de las Constituciones democráticas del mundo del Atlántico Norte, sesenta o setenta años después? Es posible. No hay duda de que el mecánico o el comerciante neoyorquino típico del siglo XVIII pasó bastante tiempo compartiendo historias de piratas delante de una pinta en bares próximos al muelle. Los relatos sensacionalistas de piratas circularon mucho y es probable que hombres como Madison o Jefferson los leyeran, al menos de niños. No obstante, resulta imposible saber de verdad si esos hombres extrajeron alguna idea de aquellos relatos; si tales historias les influyeron en algún modo, habría sido la última influencia que habrían reconocido abiertamente.
(D.Graeber, Somos el 99%)
Concesiones de Felipe V a Cataluña:
El Mediterráneo, expuesto al pillaje, perdía influencia. La burguesía catalana requirió de graciosas ayudas reales para el desarrollo de su región. Previa solicitud de los barceloneses, Felipe V convocó las Cortes de Barcelona en 1701. Los acuerdos fueron muy favorables para Cataluña, escribe la académica Carmen Sanz: "En particular los de contenido económico. Se concedió la categoría de puerto franco a la ciudad Condal y el permiso para enviar dos embarcaciones anuales a América sin pasar por el obligado registro de Sevilla-Cádiz (...) Se aprobó la constitución de una Compañía Náutica Mercantil y Universal estructurada por acciones según el modelo de las compañías de las Indias Orientales y Occidentales holandesa e inglesa, y se consolidó la libre exportación de vino, aguardiente y productos agrícolas o textiles a los puertos peninsulares sin recargo". La unidad de mercado y medidas proteccionistas le vino de perlas a la pedigüeña burguesía catalana. Desde entonces, para siempre y bajo cualquier gobierno y régimen, su industria sería protegida por las instituciones. Carlos III prohibió después la importación textil para promover los tejidos catalanes. Asimismo, en 1702 se creó el Tribunal de Contrafueros, participado a medias por los poderes catalanes. En 1704 Felipe V aprobó la tercera compilación de las Constitucions i altres drets de Catalunya. Así resumió Melchor de Macanaz el resultado de aquellas Cortes: "Lograron los catalanes cuanto deseaban pues ni a ellos les quedó que pedir, ni al rey cosa especial que concederles". (Javier Redondo, 2018)
Frescos:
En el Vaticano, conectando el salón de los tapices con las estancias pintadas por Rafael y camino de la Capilla Sixtina, existe un largo pasillo cuyas paredes están cubiertas de frescos en los que aparecen mapas. En la actualidad, la riada de turistas lo atraviesa poco menos que al trote, pero hubo un tiempo —y mucho— en el cual la Galería de los Mapas era recorrida lentamente por el Papa, sus consejeros y sus generales. Allí se tomaban importantes decisiones en lo que ahora llaman geopolítica y entonces era simplemente el poder y la guerra.
En esos 40 trozos de pared se encuentran representadas la península italiana y algunas posesiones de los Estados Pontificios fuera de ella. Ríos, montañas, bosques, pueblos y ciudades están pintados según los bocetos del fraile y matemático Ignazio Danti, que era un poco el Google Maps viviente del siglo XVI. Ya había realizado una obra parecida en Florencia para Cosme de Médici; después el hijo de este, Francesco, lo mandó al exilio y así llegó a Roma. Cuánta vida tras los mapas.
(Jorge Marirrodriga, 2018)
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