Feminismo:
A la tramitación de la Enmienda de Igualdad de Derechos le surgen muchos obstáculos imprevistos.
La primera versión de la Equal Rights Amendment (ERA) es presentada en el Congreso de EE.UU. en 1923.
Tenía el apoyo de las mujeres de la clase media pero las representantes de la clase trabajadora se oponían en gran medida.
Defendían la necesidad de protecciones especiales para las empleadas en cuanto a las condiciones de trabajo, horario y duración de jornada.
Durante la década de 1960, con el auge del movimiento femenino, se incrementan los apoyos a la ERA.
En 1967 se aprueba en el Reino Unido la Ley de Aborto coincidiendo con la fundación de la Sociedad para la Protección de Niños por Nacer.
En 1971 es reintroducida en el Congreso por la representante Martha Griffiths.
Cuando parecía posible obtener el número necesario de ratificaciones de estados hizo aparición una peculiar iniciativa popular.
La activista y antifeminista Phyllis Schlafly logró movilizar con gran éxito a las mujeres conservadoras en la oposición.
Entre las objeciones esgrimidas estaban que pondría en desventaja a las amas de casa, haría que las mujeres fueran reclutadas en el ejército y perdieran protecciones como la pensión alimenticia, y eliminaría la tendencia de las madres a obtener la custodia de sus hijos en casos de divorcio.
En 1973 el tribunal Supremo de EE.UU. dicta sentencia sobre Roe v. Wade, que da pie al surgimiento del movimiento prolife.
Con la sentencia se va estableciendo entre la población la noción de que el acceso al aborto es un derecho.
En el debate político comienzan a entrar cuestiones como la del momento en que el alma entra en el cigoto, embrión o feto.
Los médicos volcados en hacer funcionar una sanidad para masas revisan el sentido del juramento hipocrático.
Una salud reproductiva efectiva, que incluye en algunos casos la interrupción de embarazos, produce una clara mejora en la salud y bienestar de la población femenina en general.
En 1974 las mujeres norteamericanas son autorizadas a abrir una cuenta bancaria sin la firma de un hombre.
Décadas de 1960 y 1970:
Los cambios legales no se habrían producido sin los movimientos de las mujeres de la época. La pelea práctica y simbólica más difícil para las feministas del siglo XIX consistió en la conquista del derecho a votar. Para el feminismo reactivado en las décadas de 1960 y 1970 resultaron cruciales la familia, el trabajo y la sexualidad (todos ellos temas introducidos en la agenda por los cambios sociales del período). Desde la Segunda Guerra Mundial, el supuesto de que el lugar que les correspondía a las mujeres de clase media era la casa se vio desafiado por el crecimiento constante de la demanda de mano de obra, sobre todo en educación y el sector servicios. Por tanto, muchas más mujeres casadas y muchas más madres de familia pasaron a engrosar la fuerza de trabajo. Es más, en Occidente, las jóvenes de clase media, al igual que ellos, formaron parte del número creciente de estudiantes universitarios. Pero en Estados Unidos, por poner un mero ejemplo, sólo el 37 por ciento de las mujeres que emprendieron estudios superiores en la década de 1950 los terminó, convencidas de que casarse era prioritario. Tal como lo explicó una de ellas: «Nos casábamos con lo que queríamos ser: médicos, profesores, empresarios, etcétera. Las mujeres tenían dificultad para acceder a oficios distintos al de secretaria, recibían sueldos menores por desempeñar el mismo trabajo que los hombres e, incluso estando empleadas, dependían de sus esposos para pedir créditos».
La tensión entre las expectativas que creaban la abundancia, el crecimiento y el énfasis en la expresión personal, por un lado, y la realidad de unos horizontes reducidos, por otro, creó oleadas suaves de descontento. La obra de Betty Friedan titulada La mística femenina (1963) sacó a la luz buena parte de este descontento contraponiendo los mitos culturales del ama de casa realizada y feliz a las realidades de la desigualdad económica, el trabajo duro y los horizontes reducidos. En 1949, Simone de Beauvoir había preguntado cómo había llegado la cultura occidental (sus mitos, su literatura y su psicología) a crear una imagen de la mujer como el sexo secundario e inferior; Friedan, que recurrió a un estilo más periodístico y escribió en una época en que el cambio social había hecho más receptivo a sus ideas al público lector, evidenció que los medios de comunicación, las ciencias sociales y la publicidad exaltaban al mismo tiempo la feminidad y reducían las expectativas y posibilidades de las mujeres. Friedan fundó la organización NOW (National Organization of Women, u Organización Nacional de Mujeres) en 1966; en las décadas siguientes se multiplicaron en Europa otros movimientos menores de mujeres y a menudo más radicales. Esta generación de feministas consideró la libertad reproductiva como un asunto privado y un derecho básico, es decir, una cuestión clave para que las mujeres asumieran el control de su propia vida. La ilegalización de los anticonceptivos y el aborto responsabilizaba únicamente a las mujeres de las consecuencias de los cambios que recorrían la vida sexual de Occidente. Para ellas, eran medidas tan ineficaces como injustas. Las feministas francesas lo demostraron de manera palpable mediante la publicación del nombre de 343 mujeres célebres, entre ellas Beauvoir, que reconocían haberse sometido a abortos ilegales. En Alemania se planteó una exigencia similar al año siguiente, y fue seguida por solicitudes de médicos y decenas de miles de partidarios. En suma, los cambios legales llegaron a partir de demandas políticas, y éstas a su vez reflejaron una rebelión apacible o soterrada de muchas mujeres (y hombres) basada en causas más antiguas. El consumo de masas, la cultura de masas y las velocísimas transformaciones en la vida pública y privada estuvieron íntimamente relacionados. (Coffin)
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Importantes cambios en sociedades muy diversas:
Un fenómeno concomitante, sobre todo en Estados Unidos, fue el surgimiento de un nuevo feminismo que se apartó de la tradición libertadora de los movimientos precedentes. Los argumentos a favor del feminismo tradicional siempre habían tenido cierto aroma libertario, al afirmar que, para las mujeres, vivir libres de leyes y costumbres que no se imponían a los hombres y sí a ellas era simplemente una extensión lógica de la afirmación cierta de que la libertad y la igualdad eran buenas salvo si se demostraba lo contrario. El nuevo feminismo cambió de enfoque y amplió su alcance para cubrir otras causas específicas de la mujer (la protección de las lesbianas, por ejemplo); puso especial énfasis en la liberación sexual de la mujer y, sobre todo, luchó por identificar y descubrir ejemplos no reconocidos de formas psicológicas, implícitas e institucionalizadas de opresión masculina. Su impacto ha sido muy diverso, incluso en sociedades y culturas cuyas élites son sensibles a la modernización y a sus ideas.
En ciertas sociedades tradicionales, cualquier avance feminista ha sido siempre furiosamente contestado. Solo hay un aspecto en torno al cual se ha producido un cambio fundamental y muy extendido, y que en según qué lugares debe tanto al colonialismo, al comunismo o al cristianismo como al feminismo: la desaparición de la poligamia en todo el mundo. En estos momentos quedan muy pocos gobiernos que la apoyen oficialmente. En cambio, otras expresiones institucionales de actitudes culturales concretas con respecto a la emancipación femenina siguen llamando mucho la atención. Sería el caso de las costumbres islámicas a los ojos occidentales. Sin embargo, estamos otra vez ante un tema cuyo análisis plantea una dificultad enorme. Para el observador resulta fácil adoptar un juicio subjetivo y emocional sobre asuntos que no conviene abandonar a una reacción rápida y generalizada. Por otra parte, especificar es aquí casi tan peligroso como generalizar. De todos es sabido que el mundo islámico mantiene restricciones y prácticas que protegen en última instancia el control masculino, y que se han abortado muchos intentos de cambiar esta realidad. Pero no todas las sociedades islámicas imponen el velo a sus mujeres, y llevar chador en la República Islámica de Irán no es incompatible con el apoyo real de los académicos iraníes a la defensa de ciertos derechos de las mujeres. Que esos hechos se traduzcan en el establecimiento de un pacto sensato o en el de un equilibrio incómodo, diferirá de una sociedad musulmana a otra. No hay que olvidar que, hasta hace poco, en las sociedades europeas también había enormes contrastes respecto a lo que era considerado un comportamiento femenino adecuado y lo que no. No es fácil relacionar esas paradojas, tal como se han presentado a veces, con lo que se supone que son homogeneidades de fe.
(Roberts)
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► El dibujante Scott Adams dijo sobre la Convención Demócrata de 2016: Si eres un votante indeciso y hombre, estás viendo algo diferente. Estás viendo una celebración de que tu papel en la sociedad está permanentemente disminuido. Y está sucediendo de una manera impresionante. Durante esos años se observa en Adams una acusada tendencia a lanzar epatantes boutades dirigidas contra lo políticamente correcto. Hace afirmaciones muy exageradas sobre temas como la práctica de la cancelación, el feminismo liberticida, una supuesta violencia progresista y el rechazo recibido por dar su apoyo a Trump. En julio de 2020 dijo que si Biden ganaba los republicanos serían perseguidos y hay buenas posibilidades de que estén muertos dentro de un año. Y la policía se retirará. Su transformación personal es una inexplicable deriva de alguien que en el pasado demostró ser un fino observador de la naturaleza humana. A principios de 2022 tuiteó que iba a identificarse como una mujer negra hasta que Biden elija a su candidato a la Corte Suprema.
Tras el escándalo generado por unas declaraciones con contenido racista envió un mensaje privado al diaro The Post en el que incluía los objetivos DEI (diversidad, equidad e inclusión) como fuente de envenenamiento narrativo.
► En marzo de 2023 mientras se desarrollaba en la ONU una sesión de la Comisión sobre la Condición Jurídica y Social de la Mujer, el ministro paquistaní Bilawal Bhutto Zardari recordó que su país eligió en 1988 a la primera mujer musulmana de cualquier nación musulmana. Cae sobre todas las mujeres y hombres del mundo musulmán contrarrestar las violaciones de los principios islámicos que disminuyen el papel de la mujer y promover la causa del empoderamiento de la mujer. [...] los derechos de la mujer son derechos islámicos y los derechos islámicos consagran los derechos de la mujer.
En la opinión pública de occidente hay consenso en que los países islámicos están bastante retrasados respecto a la igualdad de la mujer.
Los oradores de la sesión insistieron en que se debe abordar de forma efectiva el problema de la violencia digital.
► La ceremonia inaugural de la presidencia de Trump se vio acompañada de la convocatoria de multitudinarias marchas de mujeres. Entre los puntos discursivos principales destacaba la intención percibida de anular la sentencia del Supremo sobre Roe v. Wade. Durante las entrevistas parlamentarias de los tres candidatos propuestos por Trump para el Supremo se preguntó intencional y específicamente sobre la falta de necesidad de revisar o anular Roe v. Wade. Los tres candidatos proporcionaron respuestas lo suficientemente tranquilizadoras para obtener los votos de las representantes republicanas más escépticas sobre posibles intenciones encubiertas.
En las redes tiene una presencia constante el discurso que niega la existencia de brechas y barreras, que no atiende a la constatación de que, por ejemplo, sólo el 28% de los puestos científicos están ocupados por mujeres. El sociólogo Joaquín Leguina ilustraba la dificultad que tienen muchos para percibir la existencia de barreras, justificando su afimación de que los puentes serían mejores cuando se igualara el número de ingenieros de ambos géneros. Esta situación sólo podría darse después de que las barreras no impidiesen que se licenciasen y doctorasen los mejores.
► Antiguas leyes judías: Disquisiciones sobre la igualdad:
El punto de vista de los fariseos era el siguiente: «O bien las mujeres son, en general, criaturas responsables, y deben tomar en la religión tanta parte como el hombre, o bien son irresponsables y sus actividades deben ser limitadas». Ocasionalmente ocurre que en pequeñas sinagogas rurales se eligen como funcionarias de la sinagoga mujeres educadas y piadosas, aunque en su mayoría las mujeres no demuestran aptitud para el aprendizaje de la religión ni reciben aliento para intentarlo. En el Deuteronomio se encuentra la ordenanza siguiente: «Enseñarás estas leyes a tus hijos varones». Y no se habla de las mujeres. Por lo tanto, no se debe considerar a una mujer no educada responsable por una transgresión de la castidad, puesto que el hombre que se ha acostado con ella probablemente conoce la ley mejor que ella. En verdad, Moisés suponía que las mujeres poseían suficiente conocimiento de la ley para que la falta de castidad se castigara con la muerte, y trazó sus normas en consecuencia; pero las mujeres eran más responsables en aquellos tiempos que ahora, porque el desierto ofrecía menos tentaciones que la ciudad o la aldea, y porque tenían el privilegio de oír las palabras mismas de Moisés. ¿Debemos entonces apedrear al adúltero, y dejar en libertad a la adúltera? No: esto sería manifiestamente injusto, porque pondría la vida del hombre débil a merced de una mujer astuta, y ni siquiera nuestro padre Adán estaba protegido contra la maliciosa sonrisa de la mujer. Entonces, entreguemos a ambos a su propio arrepentimiento y a la merced de Dios, porque Él creó a nuestra madre Eva y sólo Él comprende el corazón de la mujer adúltera. (R.Graves, 1946)
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