La querella de las Molucas (1522-1529): Hernando Colón (1488-1539) fue llamado por Carlos V para que formara parte de la Junta de Badajoz, el consejo científico que debía determinar el dominio sobre las Molucas. Estaba en buenas relaciones con la Corona a pesar de que había sido encargado de pleitear con ella por los derechos de su familia según lo estipulado en las capitulaciones. Con un admirable deseo de acumular conocimiento, y las habilidades adquiridas por su educación en la corte de los Reyes Católicos, la Corona también le encargó la elaboración de un mapa de las Indias Ocidentales.
Sin embargo, los dos campos, deseosos igualmente de no hacerse la guerra en Europa a la vista de los infieles por una cuestión de pimienta y canela, se esforzaron en ganar puntos en el sector en litigio.
En 1568 el fuerte en Malaca resistió un asedio de una fuerza anfibia musulmana que superaba a los portugueses y a sus aliados en una proporción de 10 a 1.
Los portugueses que habían fortificado Ternate, apoyados sobre Malaca, poseían de entrada la ventaja real. España, para restablecer el equilibrio, decidió el envío de una expedición por el estrecho de Magallanes, pues la ruta de El Cabo estaba reservada a los barcos portugueses: ¡admirable prudencia y piadoso cuidado con las formas!
Portugal perderá pronto el control exclusivo de la ruta de El Cabo. En 1652 los holandeses se instalan permanentemente en Table Bay y comprueban que el clima y las tierras ofrecen buenas condiciones para la agricultura. En 1689, tras la revocación del edicto de Nantes, muchos hugonotes franceses se instalan como colonos junto a los holandeses o bóers. La primera ocupación británica data de 1785. En 1814, culminando una larga serie de intentos, los británicos se hacen con el territorio mediante un tratado e inician un intenso asentamiento de colonos.
Siete navíos y ciento cincuenta hombres fueron puestos bajo el circunspecto mando de un religioso vasco: García Jofre de Loaysa, presunto gobernador de las Molucas; Elcano señalaría el camino en calidad de piloto jefe y segundo comandante. La Anunciada, de ciento setenta toneladas, naufragó en el Atlántico; el San Gabriel dio media vuelta y desapareció; el Espíritu Santo, de doscientas toneladas, mandado por Elcano, zozobró en el estrecho de Magallanes, que les dio trabajo para reconocerlo, y más todavía para atravesarlo, puesto que se detuvieron allí tres meses. Elcano consiguió pasar a bordo del Santa María de la Victoria, grueso navío de trescientas toneladas, y pudo reunirse con Loaysa.
Una nueva tempestad en la desembocadura occidental del estrecho dispersó la escuadra así reducida, y el capitán Guevara se encontró solo en el mar con su pinaza o patache de cincuenta toneladas. Tomó entonces el partido más prudente: remontó la costa de América del Sur, lo que le permitió apreciar de un solo golpe toda su configuración, y llegó el 25 de julio de 1526 a Tehuantepec, en México. Famosa hazaña y sobre todo contribución a la futura conquista de América del Sur, cuyo plan empezaba entonces a madurar en el alma inquieta de
Francisco Pizarro.
En adelante, con dos navíos solamente, Loaysa repitió el camino doloroso de Magallanes, perdiendo cuarenta hombres de ciento cincuenta que llevaba; tocó tierra en las islas de los Ladrones, sin haber hecho descubrimientos notables conforme a su misión, pero perdió su penúltimo navío a la altura de
Filipinas; murió agotado el 30 de julio de 1526, en las Molucas, donde había proyectado levantar una fortaleza en Tidore. Elcano tomó su lugar y murió el 3 de agosto. El primer europeo que dio la vuelta al mundo fue arrojado al mar. El agustino Urdaneta tomó entonces el timón del último navío, mandado por Íñiguez, que tocó Ternate y fue inmediatamente amenazado por los portugueses.
Andrés de Urdaneta, con una responsabilidad sobrevenida con la sucesiva muerte de los pilotos de la expedición de Loaysa, se aplicó con gran provecho en el aprendizaje de los conocimientos náuticos. Contaba apenas con 19 años cuando embarcó. En 1565 dio por primera vez con la ruta de Filipinas a Acapulco (el tornaviaje que seguiría con regularidad anual el galeón de Manila), de gran importancia comercial.
Entretanto, en 1528 llegó de México Alvaro de Saavedra con refuerzos. Durante dos años hizo varios esfuerzos por regresar a Nueva España, pero fracasó, como antes había fracasado el Trinidad, mandado por Gómez de Espinosa, el alguacil de Magallanes. Los portugueses habían decidido hacer un esfuerzo serio, y poco a poco, gracias a la proximidad de los astilleros de Malaca, que les permitía utilizar navíos de construcción europea, se apuntaron un buen tanto, a pesar de la ayuda que los españoles encontraron en algunos príncipes locales.
Acuerdo hispano-luso:
Carlos V otorgó una importancia secundaria los asuntos de sus territorios en el Nuevo Mundo. A pesar de que el archipiélago filipino también quedaba en territorio reconocido a Portugal, Felipe II, enterado de que los portugueses no las ocupaban, encargó una expedición para el establecimiento de españoles. Al heredar el trono portugués (1580) Felipe II incorpora a sus posesiones los importantes enclaves de Macao, Nagasaki y Malaca.
La agresiva política colonial de británicos y holandeses había mermado sustancialmente la presencia portuguesa en el Indico, tendencia que la unión de las coronas ibéricas no consiguió frenar.
Así se acababa la guerra de las Molucas, expresión muy fuerte para tan pequeño asunto. Sin embargo, la exploración no se detuvo: la enormidad de las extensiones marinas situadas entre América y las Molucas sugería la existencia de otras
islas. Pero los esfuerzos renovados durante todo el siglo XVI no consiguieron más que resultados parciales: a la larga, el espacio venció a España. (Jean Amsler)
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