Jordi Pujol:
Los catalanes de mi generación llegamos a la edad adulta en un contexto de desolación tanto material como espiritual. Cuando el auge europeo iniciado en 1945 llegó con retraso
a España, empezó a superarse la primera, pero la segunda persistió obstinadamente. La dictadura nos dejó a todos huérfanos de libertad, pero a los catalanes, además, intentó separarnos de nuestras raíces e, incluso, hacérnoslas aborrecer. Desde la pérdida de las instituciones de gobierno propias, abolidas al comenzar el siglo XVIII tras la guerra de Sucesión, sólo en unos cortos períodos de la Segunda República Cataluña recuperó el autogobierno: no es extraño, por tanto, que aquellos años, pese a su brevedad y a sus limitaciones, hubieran entrado en un proceso de mitificación creciente.
(...)
Queríamos una Cataluña catalana, ni mejor ni peor que otros lugares del mundo, pero fiel a su historia y a su ser. Queríamos recuperar la libertad nacional para que volviéramos a autogobernarnos, pero, en un primer estadio, lo más urgente era conseguir que nuestra sociedad fuera fiel a sí misma y no renunciara a su memoria histórica. La mayoría de los que en 1974 coincidimos en la fundación de Convergència Democràtica de Catalunya, llevábamos muchos
años luchando para que, cuando se restableciera la democracia -no dudábamos, pese a todo, de que esto tarde o temprano ocurriría-, nuestra sociedad estuviera preparada. Por esto
nos aplicamos a conservar las señas de identidad, pero no olvidábamos que un país necesita, también, empresas, dirigentes y estructuras.
(...) Con estos antecedentes llegamos a la actual democracia española, a la que, desde el primer momento, prestamos colaboración leal, decidida y convencida. No íbamos contra nadie, sino a favor de la libertad de todos. No pretendíamos romper nada, sino alcanzar el mejor acomodo para poner fin a las viejas rencillas. No intentábamos alcanzar ningún logro especial que no formara parte de cuanto corresponde a una democracia auténtica. Mirábamos al pasado, pero nos preocupaba sobre todo el futuro y, en aras a la ordenada construcción de éste, íbamos a hacer toda suerte de concesiones: la Constitución y el Estatut son dos obras maestras en este sentido, porque se hallan lejos de todo maximalismo y, a la vez, son un punto de encuentro que hace posible continuar el camino.
Lo mejor de estos años ha sido el apoyo del pueblo catalán, que nos ha dado su confianza en cinco ocasiones consecutivas. Esto es básico para un partido nacionalista, que no puede aislarse de su gente, puesto que no tiene sentido sin el concurso de sus nacionales. Por esto Convergència es la forma actual del nacionalismo catalán mayoritario: como la Lliga de las primeras décadas del siglo y como la Esquerra Republicana de los años treinta, dos partidos que se aplicaron a la vertebración de Cataluña, pero que no tuvieron la fortuna de poder dedicar a esta tarea tanto tiempo como la coyuntura actual nos ha brindado a nosotros. Y esto es un éxito de todos y, en primer lugar, de España, porque por fin ha sabido encontrar una fórmula que, pese a desajustes y deficiencias, pone en vías de solución un problema siempre irresuelto y convierte en semilla de estabilidad lo que fue motivo corriente de discordia y distanciamiento. Por ello cabe afirmar que existen motivos sobrados para el optimismo. Un largo trecho nos separa de los balbuceos democráticos de 1977, sólo tres años posteriores a la creación de Convergència, pero una distancia temporal mucho más respetable es la que hemos recorrido desde la réplica a la «operación Cataluña» de 1960... En todo este largo período, e incluso antes, pero no hace falta alejarnos tanto, me han acompañado siempre, de forma destacada, unas pocas ideas fundamentales. (...) Somos, además, nacionalistas, pero lo somos en contra de nuestro deseo más profundo: ¡felices los pueblos que no se han encontrado en una situación histórica que les ha obligado a ser nacionalistas! Nuestro nacionalismo no es de conquista ni de ambición, porque ni sojuzga ni oprime: ha nacido, por el contrario, para que podamos recuperarnos de los destrozos causados por toda suerte de opresiones.
Nacionalismo de recuperación, que es obligación moral y compromiso histórico, el nuestro se dedica con empeño a recuperar pacíficamente lo que Cataluña y los catalanes perdieron por medio de refinadas muestras de violencia física, psicológica y legal.
Nuestra vocación europea fue un antídoto contra la dictadura, pero procede de mucho antes y es de mucho más largo alcance.
Cataluña se siente europea y no puede renunciar a serlo, so pena de quedar sin raíces. Entre nosotros, además, esta incardinación es de hondo calado, como algunos de los textos seleccionados por Ramón Pi explicitan de forma que me excusa de insistir en ello. En realidad, fuimos Cataluña y fuimos Europa antes de que España existiera. Por esto fuimos los más decididos defensores de nuestra imprescindible incorporación a lo que ahora es la Unión Europea (...) El Estado de las Autonomías, tal como se suele entender, no es una buena y definitiva solución, porque trata con el mismo rasero entidades muy diferentes, pero ha sido un instrumento útil porque ha permitido avanzar en la resolución de problemas históricos. Lo lamentable es que, pese a su punto de partida igualitario, no ha sido siempre aplicado con la decisión prevista, la lógicamente dimanante del espíritu de diálogo y de concesiones con que discutió y aprobó.
(...) Este freno autonómico no nos ha hecho encerrarnos en ninguna forma de aislamiento, por lo que nos mantenemos fieles, como siempre desde 1977, a nuestra voluntad de contribuir a la gobernabilidad y al futuro de España. El marco español no nos es de ninguna manera ajeno, aunque no hayamos alcanzado que nos sea enteramente cómodo. Y me refiero, ahora, menos a diferencias con el gobierno que a la persistencia de recelos y oposiciones que no son de hoy, pero que, según algunas apariencias, en lugar de retroceder parecen haber avanzado de forma quizá más molesta que alarmante, pero de una manera que resulta completamente disonante en relación con nuestra voluntad, reiteradamente proclamada con palabras y no menos reiteradamente corroborada con hechos, de contribuir al mejor y mayor desarrollo del Estado en todos los órdenes.
Es oportuno recordar que tampoco esta «vocación» española es ningún invento. No lo es para mí, ni lo es para Convergència.
Porque si hace diecisiete años yo mismo ya hablaba en Madrid sobre los desequilibrios territoriales españoles, mucho antes, en plena dictadura, había recorrido media España no precisamente como turista, sino movido por el deseo de conocerla. Queremos para nosotros una presencia activa en los asuntos de Estado, pero la exigimos de pleno derecho, normal, civilizada, es decir, con todas las consecuencias.
Es una ruta en la que insistiremos desde el convencimiento de nuestras posibilidades de colaboración y de nuestra obligación de colaborar, porque lo que no podemos admitir es la paradoja de que quienes nos acusan de centrífugos sean los mismos que ponen el grito en el cielo cuando se traduce en acción nuestro centripetismo.
Es preciso tender puentes de comprensión: solamente si puede contribuir a ella, se desvanecen mis dudas sobre la procedencia de este prólogo. Recuerdo las palabras bellas pero algo hurañas de Maragall y Espriú en sus visiones de España desde Cataluña; aunque son dos poetas de mi predilección, renuncio a toda forma de distanciamiento o de agresividad, porque creo que, sólo desde la paz de quienes viven en paz consigo y con los demás, es posible construir algo sólido. Mi aportación, como prologuista, comienza en la paz de la sinceridad de mis palabras, porque las aceptaciones mutuas son castillos en el aire si no parten de una sinceridad mutua: la mía es la de un catalán que empezó a ser nacionalista en la misma adolescencia y que es presidente de Cataluña desde hace quince años.
El pensamiento de un catalán:
ESPAÑA:
«Señores, estamos hablando de España y eso me parece muy bien. España nos importa mucho a todos. Pero no deben ustedes llamarse a engaño: yo soy un nacionalista, un nacionalista catalán. Cuando hablemos de Cataluña y yo les diga que somos una nación, no una región o unas provincias peculiares, sino una nación, lo que querré decirles es que somos una nación con todo lo que eso lleva consigo. Se lo digo ahora para que, cuando llegue ese momento, no piensen que les
he estado engañando u ocultando algo sobre mis convicciones y las del grupo político que represento, que en este punto son convicciones de una clara mayoría de los catalanes.
Somos una nación, no se les olvide esto». (Extraído de la conferencia pronunciada por Jordi Pujol en el Club Siglo XXI sobre «Desequilibrios territoriales en España» el 27 de abril de 1978).
- «No puedo por menos de citar a Pierre Vilar, que dice que quien entiende las cosas mediante la historia ve claro que la historia de Cataluña no es de la misma naturaleza que la historia de Extremadura o de La Rioja, y afirma que lo que podría ser una España de las naciones, aquel sueño de los federalistas, no puede confundirse con la España de las autonomías, que es un artificio, dice él, y yo también lo creo». (Conferencia sobre «Las cuatro caras de Cataluña», pronunciada en el Ayuntamiento de Barcelona el 29 de diciembre de 1988).
INMIGRACIÓN:
«Ya durante los años cincuenta intenté introducir una nueva manera de ver la problemática inmigratoria (...).
Catalán es todo hombre que vive y que trabaja en Cataluña y que con su trabajo, con su esfuerzo, ayuda a hacer Cataluña».
Dicho más simplemente: «Catalán es todo hombre que vive y que trabaja en Cataluña y que lo quiere ser». Se podrán hacer muchas críticas a esta actitud, pero no la de ser cerrada, de propiciar los guetos, de atizar el sentimiento de repulsa hacia los recién llegados». (Del libro Construir Cataluña, 1980).
- «Vienen -y han venido- migraciones de occitanos, de aragoneses, de murcianos, de andaluces, de castellanos... De peonaje, de funcionarios, incluso de ejército de ocupación, pero el hecho permanente (...), la roca firme es siempre el catalán.
Si un día eso no fuera así, los hombres que habitaran este rincón de la Península, fuera cual fuese su origen, dejarían de ser un pueblo, dejarían de tener pueblo». (Del libro La inmigració, problema...).
HISTORIA:
- «Cataluña nació como pueblo y como nación hace mil doscientos años, como una marca fronteriza del Imperio de Carlomagno.
Nosotros formábamos la Marca Hispánica, la avanzadilla del imperio hacia el sur, la avanzadilla -entonces la Península Ibérica estaba dominada por los musulmanes- de Europa hacia el Sur. Cataluña es el único pueblo de España que nace ligado a Europa, y no -como los demás- como una reacción autóctona del legitimismo visigótico contra los musulmanes». (Conferencia en el Salón de Honor del Ayuntamiento de Aquisgrán, 11 de marzo de 1985).
- «Cataluña es carolingia. Y la Europa de los Seis es carolingia.
España en su conjunto, en cambio, no es carolingia. España en su conjunto es heredera de una monarquía visigótica que ya era, en su tiempo, aislacionista respecto de Europa (...).
El hecho es que Cataluña, desde su nacimiento, se encuentra en el ámbito de influencia carolingia religiosamente, culturalmente, y, no hace falta decirlo, también políticamente. El resto de la Península, no». (Conferencia sobre «La vocación europea de Cataluña», Universidad de La Sorbona, París, 28 de enero de 1986).
- «El primer objetivo de una generación que aspire a rehacer Cataluña es apuntalar y enriquecer el contenido de Cataluña.
Esto quiere decir que es misión de nuestra generación defender y fortalecer en todos los sentidos la lengua catalana: estimular el sentimiento catalán; resolver el problema que representan los inmigrantes mediante la creación de una nueva comunidad catalana que los incluya plenamente: cultivar la mentalidad catalana, esta manera nuestra de entender y ver las cosas, y hacer participar de ella a todos los catalanes». (Del libro Construir Catalunya, 1980).
RELIGIÓN:
- «El párroco que predica en castellano porque un pequeño porcentaje de sus oyentes no entiende o dice que no entiende el catalán, es uno de los representantes típicos de esta mentalidad falsamente espiritualista. Puede creer este párroco que para un sacerdote celoso no hay otra salida que ésta pero no se da cuenta, en su proceder simplista, de que menosprecia la lengua y en el fondo menosprecia a Cataluña, aunque sea inconscientemente ayuda a destruir una de las pocas cosas que hoy por hoy son capaces de aunar a los hombres que viven en Cataluña y que de un modo u otro son catalanes, hayan nacido o no hayan nacido en ella». (Construir Catalunya, 1980).
IDIOMA:
- «La identidad de Cataluña es en gran parte lingüística y cultural. Nunca ha sido la reivindicación de Cataluña étnica ni religiosa, ni ha hecho hincapié en la geografía,
ni ha sido estrictamente política. Hay muchos componentes en nuestra identidad, hay un montón, pero la lengua y la cultura son la espina dorsal. Por tanto, si la lengua y
la cultura se vieran gravemente afectadas, la personalidad de Cataluña, también». (Conferencia «¿Qué representa la llengua a Catalunya?, pronunciada en el Palacio de Congresos de Montjuïc, Barcelona, 22 de marzo de 1995).
- «Carlos I, cuando vino a Barcelona, habló en catalán.
(...) Carlos I representa a España en un momento de euforia, un momento de ilusión, un momento de ambición y, por tanto, un momento sin miedo, un momento de generosidad. Sin miedo.
El miedo es muy mal consejero en todo». (Idem).
- «Ultimamente, del mismo modo que hay gente que pretende hacer creer que la persecución contra el catalán ha sido un hecho fugaz, accidental y superficial, de hecho sólo
limitado a unos cuantos años del primer franquismo, también hay quien quiere hacer creer que el castellano está contra las cuerdas a causa de la política de normalización lingüística.
Y es verdad que el catalán afortunadamente ha recuperado terreno. Y es verdad que, lógicamente, el terreno que recupera el catalán, lo recupera sobre el castellano. Y así ha de ser, no puede ser de otro modo. Pero esto no ha de escandalizar a nadie». (Idem).
- «Que me traigan a un niño (catalán, se entiende) de siete años, sólo uno, que no sepa castellano. Que me traigan uno.
Y si por casualidad me lo encuentran, al día siguiente yo les llevaré cien niños de siete años que no saben catalán, hoy». (Idem).
- «Es preciso que en este marco de respeto y convivencia (...) los catalanes ejerzan una militancia equilibrada y ponderada a favor del catalán, que no la ejercen lo bastante.
Ejemplo de esta militancia equilibrada sería hablar en catalán siempre que se pueda, también muy a menudo con un castellano-hablante que lo entiende y que lo acepta y que pasaría fácilmente al catalán. Sería también un ejemplo de esto al reclamar un servicio en catalán, desde la carta del restaurante hasta una factura». (Idem).
- «Son tan importantes los temas lingüístico y cultural para Cataluña, que durante la discusión del Estatuto y la Constitución la mayoría de los diputados catalanes pusimos el acento en ellos de modo tan prioritario, que de hecho fuimos menos exigentes en otros temas, incluso en uno tan fundamental como el de la financiación. Más de una vez se nos ha dicho que nos equivocamos. No entraré a discutirlo.
Simplemente lo menciono. Aunque sea sólo para subrayar la importancia absolutamente decisiva, en nuestro caso, de lengua y cultura». (Discurso en la sesión del Senado del
26 de septiembre de 1994).
INDEPENDENCIA:
- «Comprendo muy bien esta actitud (la separatista), pero he de decir que si me inclino -y como yo, mucha gente- hacia el federalismo o hacia una autonomía de gran amplitud no es por timidez mental, sino porque cara a la misión de Cataluña estas formas políticas pueden ser suficientes». (Construir Catalunya).
- «Hoy ya el concepto de soberanía absoluta ha sido superado, y es una suerte, pero eso no significa que la soberanía haya dejado de ser necesaria para el cumplimiento de muchas de las funciones de una comunidad nacional. Es esta soberanía relativa la que pedimos para Cataluña». (Idem).
- «Cataluña es una nación sin Estado. Somos una nación sin Estado: pertenecemos al Estado español pero no albergamos ambiciones secesionistas. Por el contrario, intentamos ser lo más activos posible en la política española y en la construcción del Estado español, desde el punto de vista económico, político y social». (Conferencia sobre «Cataluña y Europa: el papel de una comunidad autónoma en la CEE», pronunciada el 22 de febrero de 1989).
MADRID:
- «Yo he sostenido siempre que los dos grandes pilares del catalanismo político (...) han sido, por un lado, y como algo absolutamente primordial, la afirmación nacional de Cataluña. La afirmación de lo que hace que Cataluña sea Cataluña, sea un pueblo, sea una nación en el sentido pleno de la palabra: su hecho lingüístico, su hecho cultural, su hecho de conciencia histórica, la reivindicación de sus instituciones políticas. Pero otro gran pilar de este catalanismo político, al menos en una parte muy importante, ha sido el intento de estar presente de manera efectiva en la política española». (Conferencia sobre Balmes, Vic, 9 de julio de 1982).
- «Ni Cataluña en su conjunto ni el nacionalismo catalán en sus versiones ampliamente mayoritarias, se han desinteresado nunca de la problemática general de España, ni han renunciado jamás a participar a fondo en su progreso político, social y económico. Jamás». (Conferencia pronunciada en el Círculo de Lectores, Barcelona, 4 de julio de 1985).
EUROPA
«Cataluña es un país de seis millones de habitantes dentro de España. Es un país que ha tenido que luchar para hacer sobrevivir su sentimiento y su conciencia de pueblo, su lengua, su cultura, y que lo ha logrado. Es un país que ha combinado su voluntad de ser con su vocación de proyección exterior y de universalidad, y que, gracias a eso, ha dado artistas como Miró y Dalí, Gaudí y Pau Casals. Es la décima región industrial de Europa y la primera en el campo del turismo, y siempre se ha sentido del todo europea». (Conferencia sobre «La vocación europea de Cataluña». La Sorbona, París, 28 de enero de 1986).
Extractos de varios capítulos de «Cataluña España», de Jordi Pujol.
Al Turabi. Líder del Frente Nacional Islámico de Sudán. por Carla Fibla:
Jartum Hasan Al Turabi está al frente de FNI, único partido permitido en Sudán. Verdadero «hombre fuerte» del país -es quien gobierna desde la sombra-, es el artífice de la instalación de un régimen islámico en 1993 tras el golpe de Estado de los militares. Intelectual educado en Francia, lidera una corriente que intenta renovar el Islam.
Pregunta.- Europa cree que Sudán es una cuna de terroristas.
Respuesta.- La historia de Sudán demuestra que no es un país terrorista, es falso que acoja a grupos terroristas.
En Sudán hay muchos africanos del oeste, se puede incluso hacer una comparación; hay menos palestinos en Sudán que en Gran Bretaña y otros países europeos.
P.- ¿Y en el caso afgano?
R.- Es mentira, no hay ningún afgano, ni árabe que se entrene militarmente en Sudán, es pura propaganda falsa.
P.- En Europa se publican informes bastante críticos sobre la situación de los derechos humanos en Sudán.
R.- Tengo conocimientos suficientes sobre los derechos humanos en Europa en épocas de guerras y crisis. Durante estos periodos también tenían presos políticos, valoraban más la organización sobre la libertad del ciudadano. En Sudán no hay muchos presos políticos, en estos momentos no supera la cifra de 37, mientras que en los países que nos rodean hay miles
de presos políticos.
P.- ¿Cuál es su punto de vista sobre el terrorismo islámico?
R.- Europa ve los movimientos islámicos como un signo de fuerza de los países musulmanes, pero esto no es cierto. Actualmente existe un levantamiento intelectual y espiritual
que no va en contra de nadie, y que lo único que busca es la autorrealización, quiere formar su propia personalidad histórica. Se meten en sí mismos para llegar a la liberación
del ser humano. Lo que sí es cierto es que la actitud de estos grupos puede manifestarse de forma normal o cuando no encuentran suficiente libertad recurren un poco a la violencia, pero eso no es signo del Islam, es algo propio de estos grupos.
P.- ¿Qué es el FNI?
R.- No es un partido político que intente englobar las sectas islámicas existentes en Sudán (Ansar al Sunna, Ijwan, Jatmia...). Es una corriente islámica que intenta renovar el Islam. Nace institucionalizado como un partido político de corriente intelectual que tiene como objetivo el entendimiento de la sociedad de forma moderna sin seguir otra tendencia o partido que el que presenta la propia ideología.
P.- ¿Para qué se creó la Conferencia Islámica Popular?
R.- El motivo es tener una voz que represente a los musulmanes de todo el mundo en las organizaciones internacionales. Se creó tras la Guerra del Golfo para representar los intereses de los musulmanes sin partidos políticos ni nacionalismos.
P.- ¿Cuáles son las diferencias dogmáticas entre Irán y Sudán? ¿Son compatibles las grandes ramas del Islam, la «Shia» y la «Sunna» (mayoritaria)?
R.- No creo en los conceptos «Shia» o «Sunna», sólo son conceptos históricos, es como en la Biblia, Jesús no era católico ni protestante y los sudaneses normalmente no reaccionan
con la diferenciación entre shiíta y sunnita.
P.- La guerra del sur con las milicias cristianas continúa.
R.- Desde antes de la independencia la guerra del sur se debió a la colonización británica, antes de la independencia de Sudán se les consultó a los sureños si querían la independencia
o pertenecer a un país unido, quisieron lo primero y empezaron los conflictos de separación.
P.- ¿Sería una solución un único país con una zona habitada por sudaneses que no compartieran la Ley islámica?
R.- El Gobierno hoy es descentralizado, se trata de un sistema federalista. Las zonas son libres en su elección.
P.- ¿Cuál es el motivo de la imposibilidad de convivencia entre dos países árabes como Egipto y Sudán?
R.- En el siglo XIX Egipto colonizó Sudán. Tras la independencia esta nación ve que la nación sudanesa es rica y que está encabezando la corriente islámica actual, mientras que Egipto
se está quedando atrás en este tema. Es una cuestión de celos. En la sociedad egipcia la fe es más fuerte pero disminuye en la cúpula de los dirigentes. En Sudán ocurre al contrario,
por ello Egipto teme que Sudán convenza a la sociedad egipcia con sus tendencias al levantamiento. Por ello apoya a la oposición y a la guerrilla.
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