Expansión portuguesa en Africa Oriental:
Los portugueses no manifestaron mucho interés por las regiones de Africa del Sur excepto por la aguada de S. Brás donde los barcos de la Carreira da India se reabastecían. Sin embargo su atención se dirigía hacia el litoral de Africa Oriental. Este comenzó a ser conocido desde el primer viaje de Vasco da Gama a India. Su armada recorrió a la ida y a la vuelta varios puntos del litoral localizados entre Natal y Mogadiscio.
A la entrada del mar Rojo, la costa entre Mogadiscio y Berbera, fue explorada por primera vez por Diogo Dias en 1500, después de que su barco se separara de la armada de Pedro Alvares Cabral.
Desde los primeros años del siglo XVI se ocuparon varios puntos estratégicos junto a la costa africana.
La isla de Mozambique era un punto de encuentro para los barcos que se habían desviado de su ruta, pudiendo asimismo abastecerse y repararse, además de esperar los Monzones que eran necesarios para llegar a la India.
En 1558 se comenzó a construir el gran fuerte de Sao Sebastiao, mucho más poderoso que el anterior. Permitió a los portugueses resistir el ataque de los holandeses de 1607 y 1608 que pretendían ocuparlo. Por ello se decidieron más tarde a fundar la Ciudad del Cabo, coincidiendo con un proyecto portugués presentado por Juan Pereira Dantas (1556), que no había sido apoyado por las autoridades portuguesas.
De Goa venía periódicamente un barco a buscar oro y marfil.
El 21 de septiembre de 1505 los portugueses al mando de Pedro de Anaia, comenzaron a construir un fuerte en Sofala destinado a asegurar el comercio de oro procedente de Monomotapa (Zimbawe).
Entre 1511 y 1514, Antonio Fernandes visitó las regiones del interior donde se hallaban las minas de oro de este reino, entabló buenas relaciones con sus habitantes y recogió mucha información que fue enviada a Portugal.
A principios del siglo XVI el oro llegaba en cantidades considerables a Sofala pero más tarde empezó a disminuir, debido a la influencia de los musulmanes que lo desviaban hacia el norte. A partir de 1531 los portugueses comenzaron a instalar factorías en Tete, Sena y Quelimane, para acceder mejor a las minas de oro. A finales del siglo XVI se enviaba una media anual de casi media tonelada de oro a la India. En la región de los ríos de Kuama (valle del Zambeze) se establecieron a finales del siglo XVI los "prazos da Croa" (plazos de la corona) como forma de arrendamiento de tierras a particulares. Hacia el sur sólo frecuentaban esporádicamente la bahía que Lorenzo Marques exploró en 1544 y que durante mucho tiempo mantuvo su nombre. Al norte de Mozambique los portugueses establecieron relaciones con las poblaciones locales, principalmente desde la ciudad de Melinde, con la que había una relación de gran amistad desde la llegada de Vasco da Gama (1498).
Kiloa y Mombasa sólo fueron ocupadas durante cortos períodos, por la fuerza de las armas. En 1505 se construyó un fuerte en Kiloa, que fue abandonado en 1512. En 1593 se construye en Mombasa el fuerte de Jesús, que fue tomado por los suahilis en 1729.
Embarcaciones árabes:
Barcos árabes y portugueses se cruzan en el Indico camino a la India.
Las naves árabes incorporan con rapidez las mejoras técnicas que observan en las carabelas.
La baghla árabe tenía un castillete de proa bastante elevado parecido al de las carabelas. Llevaba dos palos con velas latinas.
El sambuk, de dos palos, era más largo y no transportaba tanta carga ni pasaje.
El boom era de similar estructura y mayor eslora.
La ghanja tenía tres palos y aún mayor eslora.
Eran todas embarcaciones bajas construidas para correr, para dar caza o evitar ser cazadas, más que para resistir tormentas y explorar mares lejanos y desconocidos.
Los constructores árabes no imitaron la forma achatada, robusta y resistente de la carabela.
Etiopía:
Las relaciones comerciales que establecieron los portugueses con las poblaciones del Africa Oriental estaban coordinadas con las de la India. Los intercambios principales se centraron en el comercio de marfil, oro, esclavos y tejidos. La presencia islámica en la zona era un hecho. Habían penetrado en la región que los portugueses denominaban Etiopía-a-Alta o Abásia (Abisinia). Era el famoso reino de Preste Juan, del que circulaban versiones contradictorias en Europa. La misión que encabezaba Rodrigo de Lima (1520-1526) proporcionó muchos datos que aparecen en la obra del sacerdote Francisco Alvares (Verdadeira Informaçao das Terras do Preste Juan. Lisboa 1540), que iba como capellán de la misión. La intervención en Etiopía se acentuó en 1541, cuando se constató la debilidad y pobreza del estado, incapaz de resistir el expansionismo turco. Una expedición de 400 portugueses bajo el mando de Cristovao da Gama impidió ese año que los turcos conquistaran Etiopía. Algunos de los que sobrevivieron decidieron quedarse en Etiopía, donde ejercieron una influencia considerable.
La campaña de 1541 fue descrita detalladamente por Miguel de Castanhoso en una "Historia das Cousas que o Mui Esforçado Capitao D. Cristóvao da Gama Fez nos Reinos de Preste Juan (...), impreso en Lisboa en 1564. Su autor, que participó en los acontecimientos que describe, fue recomendado a D. Juan III en una carta de 1544 del emperador Galawdewus. Algunos sacerdotes jesuitas que fueron a Etiopía a partir de 1557, intentaron sin éxito (excepto en cortos períodos de tiempo) hacer que la iglesia abisinia dependiese de Roma. Los etíopes siguieron practicando un cristianismo monofisita bajo la influencia de Alejandría. Después de unas relaciones relativamente tolerantes en los primeros tiempos, el endurecimiento de posiciones dogmáticas de acuerdo con las normas de la Contrarreforma, llevaron a una ruptura de las relaciones con Portugal y a la expulsión de los sacerdotes portugueses en 1634.
Siglo XIX:
A partir de la guerra franco-prusiana de 1870, la disputa sobre África entró en una fase muy activa. La formación del imperio alemán alteró el equilibrio político europeo y las potencias intentaron reforzar sus posiciones con grandes dominios económicos en África. La pequeña Bélgica, con una población en crecimiento, una industria en expansión y Bismarck como vecino, se lanzó a la creación de un Imperio, y para ello escogió la cuenca del Congo. La carrera por la posesión de las bocas del río tomó entonces el aspecto de una competición deportiva; Stanley, dirigiendo una expedición al servicio de los belgas, alcanzó la región en julio de 1881. Pero tuvo la desagradable sorpresa de ver que Brazza, un italiano que conducía una expedición francesa, había llegado primero. Como la bandera francesa ondeaba ya en la margen derecha, los belgas izaron la suya en la izquierda. Nacieron de este modo las ciudades de Brazzaville y Stanleyville, ambas en puntos donde, durante mucho tiempo, se había ejercido la soberanía portuguesa.
Después de aquello cambió la actitud inglesa respecto a los portugueses. Desde el punto de vista británico, y una vez perdida por Inglaterra la soberanía del estuario del Zaire, era preferible que permaneciese en manos de Portugal, país aliado y sin mucha fuerza. En 1884, Inglaterra y Portugal acordaron firmar el Tratado del Zaire, que reconocía a Portugal la soberanía sobre ambas márgenes del río, pero garantizaba la libertad de navegación internacional y reservaba ventajas para los ingleses.
Los otros interesados protestaron, considrando al tratado una maniobra británica, que se servía de los viejos derechos de los portugueses para dominar la desembocadura del Zaire e impedir de este modo el acceso a los que entretanto se habían instalado en el interior. El tratado no llegó a ser ratificado, y Portugal propuso que el asunto fuese discutido en una reunión internacional, con la participación de todos los interesados. Aquella reunión fue la Conferencia de Berlín (1884-1885).
[Conferencia de Berlín:]
Nos sólo se reunieron en Berlín los países interesados en la cuestión del Zaire. Además de aquéllos, que eran Portugal, Francia, Bélgica e Inglaterra, estuvieron presentes Alemania, Austria, Dinamarca, España, Italia, Holanda, Suecia, Noruega, Turquía e incluso los Estados Unidos. De hecho, la conferencia no iba a discutir un determinado conflicto, sino a fijar las reglas del juego europeo en relación con África.
Desde el punto de vista portugués, la deliberación más importante fue la que consagró el principio de la ocupación efectiva: Las potencias signatarias de la presente acta reconocen la obligación de asegurar, en los territorios por ellas ocupados en las costas del continente africano, la existencia de autoridad suficiente para hacer respetar los derechos adquiridos. 'Hacer respetar' significaba imponer el dominio por medio de las armas. El representante americano planteó entonces, por vez primera, una cuestión: la del derecho de las razas indígenas a disponer de sí mismas y del suelo que habían heredado. Pero ese era un asunto que estaba tan lejos de las preocupaciones de los estadistas que ni siquiera mereció ser discutido.
Las tradicionales tesis portuguesas de los siglos anteriores y de los hitos manuelinos quedaban enterradas. El derecho a África debía probarse por la actual posesión, atestiguada por guarniciones de soldados y no por argumentos históricos. Portugal aceptó jugar en el nuevo tablero y lanzarse a la ocupación efectiva de las regiones comprendidas entre Angola y Mozambique, las cuales entendía que le pertenecía históricamente. Nació de esta manera un nuevo proyecto nacional: el del Mapa Rosa.
Esta expresión, que luego asumió un sentido irónico, proviene del hecho de estar dibujado de ese color un mapa anexo al tratado firmado en 1886 entre Portugal y Alemania. Del mismo año, pero anterior, es un mapa idéntico, anexo a un acuerdo luso-francés; para que los franceses estuvieran de acuerdo con él fue preciso cederles la región de Casamansa, en Guinea. Pero ninguno de ellos fue el primero. Ambos tenían como fuente el que había incluido la Sociedad Geográfica de Lisboa en un manifiesto al pueblo portugués en 1881, en el cual se proponía una suscripción nacional para establecer estaciones civilizadoras en los territorios sujetos y adyacentes al dominio portugués en África. La Sociedad Geográfica, nacida en 1875, era una iniciativa de intelectuales interesados por los problemas africanos: algunos de ellos eran historiadores, y había sido en la historia donde habían tomado la idea del plano; de hecho, venía de antiguo. En el siglo XVI Diogo do Couto propuso el establecimiento de un imperio desde el Indico al Atlántico. En el siglo XVIII, el embajador don Luís da Cunha mandó dibujar en París un mapa con ese proyecto, y lo envió al Gobierno de Lisboa. Los gobernantes portugueses de 1884 pensaron que había llegado el momento de trasladar al terreno la idea del mapa.
Pero Inglaterra, que apenas tuvo conocimiento del mapa adjunto al tratado con Alemania protestó. El área coloreada incluía, según decía la protesta, regiones sobre las que Inglaterra tiene un excepcional interés. Esas regiones son las que forman hoy día Zimbabwe y Zambia. Los ingleses también tenían su mapa rosa: un inmenso dominio que iba desde Egipto hasta el cabo de Buena Esperanza (el Plano del Cabo a El Cairo), y la realización de los dos proyectos, el portugués y el inglés, era incompatible.
Esta fue la mayor batalla de la diplomacia portuguesa durante el pasado siglo. Portugal continuó argumentando con derechos históricos, traducidos a ocupación efectiva, cuyas pruebas eran las ruinas de las viejas fortalezas. En un documento que se hizo célebre, los ingleses respondieron que fortalezas en ruinas sólo probaban soberanías arruinadas. Pero mientras los gobiernos discutían, los portugueses hacían en África un serio esfuerzo de ocupación militar. En sucesivas operaciones, a partir de Angola y Mozambique, fueron penetrando hacia el interior de África. Cuando comenzó el año 1890, los extremos de este movimiento no estaban muy lejos entre sí.
[Ultimátum británico:]
En la mañana del 11 de enero de 1890, una nota inglesa exigió al gobierno de Lisboa que, teniendo como límite la tarde de ese día, mandase a retirar las tropas portuguesas que se encontraban en el valle del Chire. Un crucero esperaba la respuesta. El Gobierno cedió.
Aquel ultimátum fue uno de los hechos verdaderamente importantes de la historia portuguesa de finales del siglo XIX. El desarrollo de la política portuguesa en Africa, llevado a cabo en un constante desafío frente a los países poderosos, había apasionado a la opinión pública. Era una política oficial que había conseguido una enorme adhesión nacional. Nadie la criticaba y la oposición consistía en decir que, en ese sentido, no se hacía tanto como era necesario. Por ello, el ultimátum tuvo una dolorosa y profunda repercusión en Portugal. Enorme éxito tuvo la Oda a Inglaterra de Junqueiro, en la cual se hacía el contraste entre los objetivos de las colonizaciones inglesa y portuguesa. (Hermano Saraiva)
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